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Authors: Antonio Salas

El Palestino (101 page)

BOOK: El Palestino
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Al ver, junto con mis hermanos musulmanes, la imágenes que transmitían heroicamente desde Gaza los reporteros de Al Jazeera, los cuerpos mutilados, los niños acribillados, comprendí por primera vez a los terroristas. Creo que las lágrimas que caían por las mejillas de aquel hombretón, mientras suplicaba armas para luchar contra los israelíes, me hicieron entender más que todos los cursos de contraterrorismo, todos mis viajes y todas mis horas de estudios coránicos. En la rabia, la impotencia y la frustración que contenían aquellas lágrimas estaba una de las puertas al terrorismo. Y allí no había retórica política. Ni argumentos ideológicos. No había discursos eruditos y reflexiones filosóficas. No había propaganda de izquierda o derecha. Solo había odio y rabia. La necesidad compulsiva e irracional de matar a quien te mata. Y, si no puedes acceder a él, cualquier otra persona que apoye o justifique a tu agresor puede ser una víctima lícita de tu venganza. Solo hay que dejarse llevar y apretar el gatillo una vez. Eso sí, cuando das ese paso ya no hay vuelta atrás.

Yo también lloré de impotencia ese día.

SEXTA PARTE
Año 2009 d. C., año 1430 de la Hégira
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Capítulo 9
Los que lanzan piedras a la luna

Di: Me refugio en el Señor de los hombres, el Rey de los hombres, el Dios de los hombres, del mal de la insinuación del que se escabulle, que insinúa en el ánimo de los hombres, sea genio o sea hombre.

El Sagrado Corán 114, 1-6

El compañero antes del viaje, y el vecino antes de la casa
.

Proverbio árabe

«Tenemos derecho a matar israelíes...»

Cuando acudí a la mezquita de la M-30 el 2 de enero de 2009, primer viernes desde que comenzaron los bombardeos a Gaza en la Operación Plomo Fundido, me encontré un coche de policía en la puerta. Nunca antes había visto coches patrulla vigilando las mezquitas de forma tan descarada: aunque la vigilancia policial es constante, normalmente era discreta. Ese viernes, sin embargo, las policías europeas habían colocado patrullas en todas las mezquitas importantes de Europa intentando prevenir posibles revueltas originadas por la masacre que se estaba produciendo en Palestina. Como no podía ser de otra manera, los sermones de todos los imames del mundo en el
salat
de ese viernes versaban sobre lo que estaba ocurriendo en la Franja de Gaza. Y los hermanos musulmanes nos mirábamos unos a otros apretando los dientes y los puños para contener la rabia. Era muy fácil para cualquier organización terrorista encontrar apoyos contra Israel y sus aliados occidentales en aquellos días.

El 5 enero recibí un e-mail enviado por Eduardo Rózsa a nueve personas, entre ellas yo. Se trataba de un artículo que había escrito para su web, en castellano, manifestando su repulsa por los bombardeos a Gaza.
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El e-mail llevaba adjunto un virus troyano, un programa espía que fue detectado por el antivirus del cibercafé en el que estaba trabajando esa mañana.

Entre los otros ocho receptores de ese correo electrónico y del programa espía que ocultaba se encontraban Alejandro Melgar y Alejandro Brown Ibáñez. Yo nunca había escuchado esos nombres anteriormente. Aunque a partir del siguiente mes de abril los vería con frecuencia en la prensa internacional. Todavía no tenía ni idea del lío en el que me estaba metiendo Rózsa al incluir mi dirección entre esos nueve receptores de sus correos electrónicos.

Mientras, en Venezuela, mi supuesta patria, miles de personas se echaron a las calles como en el resto del mundo para protestar por los bombardeos israelíes a Gaza, como en 2006 lo habían hecho por los bombardeos israelíes al Líbano. En la gran manifestación de Caracas, mis compañeros del Comité por la Repatriación de Ilich Ramírez acudieron a la marcha blandiendo la enorme pancarta con el rostro de Carlos el Chacal, rodeado de banderas palestinas. La misma pancarta que habíamos utilizado en otras manifestaciones y concentraciones por la repatriación del Chacal, y que se mantenía desplegada en el Cuartel San Carlos, junto con la exposición permanente sobre la vida de Ilich Ramírez.

Una vez más, como hizo durante la guerra Israel-Hizbullah de 2006, Hugo Chávez fue el primer presidente del mundo que, el 6 de enero de 2009, retiró a su embajador en Tel Aviv, expulsó al embajador israelí en Caracas y criticó enérgicamente la masacre, creando así un nuevo conflicto diplomático entre Israel y Venezuela, y alentando el rumor de su alianza con los terroristas.

En un comunicado oficial emitido el mismo día en que comenzaron los bombardeos podíamos leer, entre otras cosas: «El Gobierno Bolivariano expresa su solidaridad al Pueblo palestino y eleva su voz ante la comunidad internacional, para emprender una campaña masiva de repudio a estas infames acciones violentas, a través de las cuales se busca aniquilar la esperanza de vida de un Pueblo entero». Con esta actitud, Chávez se convirtió otra vez en el héroe de millones de árabes en todo el mundo.

Hamas agradeció públicamente a Hugo Chávez su gesto de solidaridad. Y, desde Beirut, el jeque Hassan Nasrallah, líder de Hizbullah, conminó a todos los gobiernos occidentales a seguir el ejemplo del mandatario venezolano, expulsando a los embajadores israelíes. Algo que solo hizo un puñado de dirigentes sensibilizados con el drama palestino, como Evo Morales. Mi «mentor» Ilich Ramírez, sin embargo, tan astuto como un zorro, hizo una lectura muy diferente de la expulsión del embajador israelí:
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—Eso fue una cuestión magnífica, pero estratégicamente no me parece que sea lo mejor. Te voy decir... si pudiera Venezuela, con relaciones diplomáticas reforzadas... Lo que había que hacer es abrir en Haifa y en Ramallah, y en Gaza, o antenas consulares... y llevar la cuestión bolivariana más allá...

Como bien apuntaba Chacal, habría resultado mucho más útil, desde el punto de vista táctico, contar con enclaves estratégicos, protegidos por la inmunidad diplomática, en los territorios ocupados. Él lo sabe bien. Durante décadas se movió impunemente por todo el mundo gracias a la protección que le ofrecían sus contactos con presidentes africanos, asiáticos o europeos. Chávez, sin embargo, optó por el gesto populista y recogió los frutos. Entre ellos, una nueva andanada de acusaciones internacionales de proteger a terroristas. Aunque esta vez yo ya no me las creí.

No es casualidad que el 9 de enero, Dima Khatib entrevistase al canciller Nicolás Maduro para Al Jazeera, azuzando aún más la pasión del mundo árabe por Hugo Chávez. El 10 de enero los estudiantes iraníes se manifestaban ante la embajada de Venezuela en Teherán para agradecer a Chávez su comportamiento. Al día siguiente en Ramallah, Yinín o Belén, miles de palestinos se manifestaban, blandiendo retratos de Chávez y pidiendo que se convirtiese en el nuevo presidente de Palestina. Y lo mismo ocurría un día después en Beirut, donde incluso llegaría a inaugurarse más tarde un restaurante en el centro de la capital, llamado
, o sea, «Hugo Chávez» en lengua árabe. Una de las calles de Bire, al norte del Líbano, también fue bautizada con el nombre del presidente venezolano.

Era tal el entusiasmo de musulmanes y árabes con Chávez, que el 13 de enero de 2009 el diputado islamista kuwaití Walid al Tabtabai propuso trasladar la Liga Árabe desde El Cairo hasta Caracas. «El presidente Hugo Chávez demostró ser más árabe que muchos árabes —afirmó— al ordenar la expulsión del embajador israelí».

Como el lector podrá suponer, en las llamadas de Ilich Ramírez durante aquellas semanas el conflicto de Gaza era uno de nuestros temas de conversación recurrentes. Y sirvió para que conociese un poco mejor la particular psicología y los razonamientos lógicos, fríos, gélidos, letales, de Carlos el Chacal. Lo que sigue es un fragmento de una de nuestras conversaciones, sin cortes ni añadidos.
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Tal y como lo registró mi sistema de grabación:

—¿Hay consulado de Israel ahí? —me preguntó el Chacal.

—Hay consulado en Santa Cruz, sí... —mentí yo.

—Sería bueno hacer una manifestación ahí, pero sin violencia, sin todo tipo de violencia...

—Sí, pero a veces es difícil, porque la gente se calienta...

—Pero no hay que permitir eso, ¿te das cuenta? Porque eso es en interés de los sionistas. Por ejemplo acá, en la de hoy, se hizo (ininteligible) los Hermanos Musulmanes, que han organizado serios... para evitar que provocadores o comemierda o marihuaneros vengan a molestar ahí. A hacer provocaciones, o a tirar piedras y eso.

—Claro...

—No hay que confundir las cosas, mi hermano. Cada tipo de acción tiene su oportunidad y su lugar, ¿entiendes?

—Exactamente.

—Una manifestación de ese tipo, ciudadana, de indignación, de defender los derechos del pueblo palestino, denunciando las masacres infames y el atentado contra el derecho internacional, no se puede hacer cuando uno vaya rompiendo vitrinas, y quemando carros y haciendo pendejadas... no hay razón. Y sobre todo, mira, evitar... he estado hablando con una gente por teléfono... evitar todo tipo de agresión contra sinagogas y ese tipo de cosas. Los lugares de culto hay que respetarlos. El hecho de que los sionistas masacren a la gente y ataquen las mezquitas no nos autoriza a hacer lo mismo. Tenemos el derecho a matar a los israelíes porque allí no hay civiles en Israel, en Israel todo el mundo es militar. Pero las sinagogas no las atacamos. A menos que sea utilizado, como fue el caso de Estambul, esas dos sinagogas que eran utilizadas por el MOSSAD, eran una cobertura para el MOSSAD, ¿entiendes? Pero eso es excepcional, uno no tiene derecho a atacar los lugares de culto...

—¿El MOSSAD ha usado sinagogas? —pregunté asombrado.

—¡Claro, en Turquía! ¿Por qué en Estambul las atacaron hace unos años? ¿Recuerdas?

—No, no recordaba...

—Hacia el 2006 fue, noviembre de 2006. Atacaron dos camaradas allá... turcos fueron y... con carros bomba y estallaron y... hicieron una masacre a los tipos del MOSSAD...

Según su razonamiento, y dado que todos los israelíes deben cumplir con un servicio militar obligatorio y después pasar a la reserva del ejército, susceptibles de ser movilizados en cualquier momento, teníamos «derecho a matar a los israelíes». Sin duda ese razonamiento lo compartían sus camaradas turcos. Porque aquella fue la primera vez que Ilich Ramírez mencionó en nuestras conversaciones al Frente Islámico de Combatientes del Gran Oriente (IBDA-C).
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Unos días después me pondría en contacto con ellos, obligándome a abrir una nueva línea de investigación en esta infiltración, que requeriría también tiempo, dinero y esfuerzo. Se sumaban así a las docenas de grupos terroristas con los que iba estableciendo contacto a medida que profundizaba en mi viaje a la internacional terrorista.

Los atentados a los que aludía Ilich se produjeron ciertamente en noviembre, pero no en 2006 sino tres años antes. El 15 de noviembre de 2003, dos coches bomba estallan de manera simultánea junto a sendas sinagogas en Estambul, y causan 30 muertos y 277 heridos. Cinco días después, otros dos coches bomba explotan en el centro de Estambul, uno a escasos metros del consulado general británico y otro frente a las oficinas del banco británico HSBC. Esta vez se cobran 32 vidas y producen 450 heridos.

Tras el nuevo atentado, y como había ocurrido cinco días antes, la agencia anatolia recibió una llamada de un comunicante anónimo, que dijo hablar en nombre de Al Qaida y el grupo local Frente Islámico de Combatientes del Gran Oriente, y que de nuevo se atribuyó la autoría de los atentados. «Estos ataques son una acción conjunta de IBDA-C y Al Qaida. Nuestros ataques contra objetivos masónicos continuarán. Los musulmanes no están solos», dijo la voz anónima. Y esta vez las autoridades turcas olvidaron su escepticismo.

El IBDA-C fue fundado en los años setenta por el místico de origen kurdo Salih Izzet Erdi
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, más conocido como comandante Salih Mirzabeyoglu. Nacido en Erzincan el 10 de mayo de 1950, Mirzabeyoglu conoció al poeta, filósofo y escritor Necip Fazil Kisakürek cuando tenía quince años, y su pensamiento le influiría profundamente durante toda su vida; Kisakürek llegó a iniciarle en la orden sufí de Naqshbandi, aunque en los setenta Mirzabeyoglu fundó su propia organización, a medio camino entre la orden militar y mística. Según me explicaría Carlos el Chacal en una de nuestras conversaciones semanales:
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—Es gente buena... no son sectarios. Son sunitas... Cuando yo lo oí por primera vez dije: «¿Qué vaina es esa?». Pero no. Son los Caballeros del Gran Oriente, o sea que viene del sol, del Oriente. Porque los turcos llegaron del sol, del Oriente, del Gran Oriente, ¿te das cuenta? ¿El pueblo turco de dónde vino? Por allá, del desierto de Gobi, que es el Gran Oriente. Esa es la referencia. Pero cuando uno lo traduce al español o al inglés, a nivel occidental, suena como la vaina masona, pero no tiene nada que ver. Son antimasones, por cierto, están en guerra con los masones. Porque el sistema que hay en Turquía fue impuesto por la francmasonería sabbataísta...

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