Cuando el sentimiento se intensifica, la esencia de la palabra se revela de un modo más claro y sensible en el símbolo del sonido: por ello suena más. El recitado es, por así decirlo, un retorno a la naturaleza: el símbolo que se va embotando con el uso recobra su fuerza originaria. Con la sucesión de las palabras, es decir, mediante una cadena de símbolos, se trata de representar simbólicamente algo nuevo y más grande: en esta potencia, el ritmo, el dinamismo y la armonía vuelven a resultar necesarios. Este círculo superior domina ahora al círculo más reducido de la palabra única: resulta necesaria una elección de las palabras, una nueva colocación de las mismas, comienza la poesía. El recitado de una frase no es acaso una sucesión de sonoridades verbales: pues una palabra tiene sólo una sonoridad totalmente relativa, ya que su esencia, su contenido representado por el símbolo, es distinto en cada caso, según sea su colocación. Dicho con otras palabras: desde la unidad superior de la frase y del ser simbolizado por ésta se determina constantemente de un modo nuevo el símbolo individual de la palabra. Una cadena de conceptos es un pensamiento: éste es, por tanto, la unidad superior de las representaciones concomitantes. La esencia de la cosa es inalcanzable para el pensamiento: pero el hecho de que éste actúe sobre nosotros como motivo, como incitación de la voluntad, se aclara porque el pensamiento se ha convertido ya al mismo tiempo en símbolo notado de una apariencia de la voluntad, de una emoción y apariencia de la voluntad. Pero el pensamiento hablado, es decir, con el simbolismo del sonido, actúa de una manera incomparablemente más poderosa y directa. Y cantado, alcanza la cumbre de su efecto cuando la melodía es el símbolo inteligible de su voluntad: si esto no ocurre, entonces lo que actúa sobre nosotros es la serie de sonidos, y en cambio la serie de palabras, el pensamiento, permanece para nosotros lejano e indiferente.
Según que la palabra deba actuar preponderantemente como símbolo de la representación concomitante o como símbolo de la emoción originaria de la voluntad, es decir, según que se trate de simbolizar imágenes o sentimientos se separan los caminos de la poesía, la epopeya y la lírica. El primero conduce al arte plástico, el segundo, a la música: el placer por la apariencia domina la epopeya, la voluntad se revela en la lírica. El primero se disocia de la música, la segunda permanece aliada con ella.
En el ditirambo dionisíaco, en cambio, el exaltado dionisíaco es excitado hasta la intensificación suprema de todas sus capacidades simbólicas: algo jamás sentido aspira a expresarse, el aniquilamiento de la individuación, la unidad en el genio dula especie, más aún, de la naturaleza. Ahora la esencia de la naturaleza va a expresarse: resulta necesario un nuevo mundo de símbolos, las representaciones concomitantes llegan hasta el símbolo en las imágenes de una humanidad intensificada, son representadas con la máxima energía fisica por el simbolismo corporal entero, por el gesto del baile. Pero también el mundo de la voluntad demanda una expresión simbólica nunca oída, las potencias de la armonía, del dinamismo, del ritmo crecen de súbito impetuosamente. Repartida entre ambos mundos, también la poesía alcanza una esfera nueva: a la vez sensibilidad de la imagen, como en la epopeya, y embriaguez sentimental del sonido, como en la lírica. Para aprehender este desencadenamiento global de todas las fuerzas simbólicas se precisa la misma intensificación del ser que creó ese desencadenamiento: el servidor ditirámbico de Dioniso es comprendido únicamente por sus iguales. Por ello, todo este nuevo mundo artístico, en su extraña, seductora milagrosidad va rodando entre luchas terribles a través de la Grecia apolínea.
FRIEDRICH NIETZSCHE, 1844: 15 de Octubre. Nace en Löcken.
1849: Muerte de su padre (pastor protestante).
1850–1864: Estudios secundarios en la escuela de Pforta, donde recibe una sólida formación humanistíca. Influencia decisiva de su profesor Steninhart, el gran traductor de Platón.
1864: Ingresa a la Universidad de Bonn para estudiar filología clásica. Se interesó también por la teología y filosofía.
1865: Estudios de Filología clásica con Ritschl, en Leipzig. Publica sus primeros trabajos filologícos: «
La Rivalidad de Homero y Hesíodo
», «
Los catálogos antiguos de las obras de Aristóteles
», etc.
1868: Conoce al músico Richard Wagner.
1869: Es nombrado catedrático extraordinario de la universidad de Basilea. Se identificó mucho con la filosofía de Schopenhauer y la música de Wagner.
1870–1871: Participa en la guerrra franco–prusiana como enfermero voluntario en el cuerpo de Sanidad. Adquirió por contagio una enfermedad de la que nunca pudo curarse.
1871: Publica «
El Nacimiento de la Tregedia en el Espíritu de la Música
», que recibe fuertes críticas de los filólogos académicos.
1876: Escribe «Consideraciones Intempestivas». A partir de este año se operan en él cambios profundos, se separó de Schopenhauer y Wagner y «comenzó a enterrar su confianza en la moral», dedicándose al estudio de las ciencias naturales, a los pensadores franceses y a los filósofos ingleses contemporáneos.
1878: Ruptura definitiva con Wagner. Escribe «Humano, demasiado Humano», primera parte.
1879: El Viajero y su Sombra (segunda parte de «Humano, demasiado Humano»). Abandona su cátedra de Basilea y toda labor docente. Su salud empeora de manera alarmante. A partir de este momento se retira a lugares apartados donde, en la soledad, se fraguarán sus más grandes obras.
1880: Principio de su estancia en Italia.
1881: Estancia en Sils–Maria. Escribe «Aurora».
1882: Conoce a Lou A. Salomé, quien rechazará por dos veces su propuesta de matrimonio.
1884: Escribe «Así habló Zarathustra».
1886: Escribe «Más allá del bien y del mal».
1887: Escribe «La Genealogía de la Moral». Comienza a leer a Dostoievsky.
1888: Escribe «El caso Wagner», «Nietzsche contra Wagner», «Diritambos Dionisiacos» (poemas), «El Crepúsculo de los Ídolos», «El Anticristo» y «Ecce Homo» (autobiografía).
1889: Es internado en la clínica de Basilea con el diagnóstico de «resblandecimiento cerebral». Los médicos consideraron que era una locura incurable.
1900: 25 de agosto. Fallece en Weimar, al mediodía.