Authors: Albert Espinosa
Lo que deseo es que dentro de unos meses, después de la salida del libro, haya alguien que me pare (a mí o a ti) y diga: «¿Quieres ser mi amarillo?». Sería genial poder entrar así a la gente. Y como una de las características del amarillo (aunque no es exclusiva) es ser un desconocido sería perfecto.
Pero no nos alegremos todavía. Aún debes saber cómo encontrar a los amarillos, cómo distinguirlos y conocer la lista (no normas) de formas de relacionarse.
Todo el mundo sabe cómo relacionarse con amigos, con una pareja o con un amante (aunque puede haber mil y una combinaciones). En este caso, yo hablaré de mi forma de relacionarme con los amarillos. Te ofreceré, por decirlo de alguna manera, la teoría, la organización y la lista, y a partir de ahí cada uno encontrará la forma más cómoda de tratar con los amarillos.
¿De dónde procede la lista de formas de relacionarse con amarillos? Nuevamente de mi época en el hospital. Como he comentado antes, en el hospital encontrabas bastantes aspirantes a amarillos; de algún modo, vivir una situación tan extrema y pasar tantas horas juntos en un período corto de tiempo favorecía la aparición de un amarillo.
Creo que mi lista nació de las experiencias, de lo que hacíamos sin saberlo. Es curioso la cantidad de cosas que hacemos sin saber por qué las hacemos. Un amigo mío, Eder, escribió un relato en el que hablaba de «los tres segundos que aguantamos mirando el sol». Es cierto, aunque nadie te ha dicho que no puedes mirar más de tres segundos el sol, tú sabes que es cierto y no lo haces. Es curioso, el sol siempre está allí arriba, observándonos, dando calor, y en cambio qué poco le aguantamos la mirada. Sin duda es el gran amarillo. Lo sentimos, lo notamos, sabemos que está allí pero no debemos mirarlo mucho.
Algo parecido ocurría en el hospital. Recuerdo que cuando yo salía después de estar ingresado mucho tiempo me despedía de ellos y no sentía tristeza. Sabía que ellos se quedaban allí porque era donde les tocaba estar en aquel momento y yo me iba a casa, porque era donde debía estar. Otras veces, ocurría al revés: ellos se marchaban y yo me quedaba. No tenía sensación de abandonarlos, ni había la sensación de perder. Simplemente había la sensación de que esos compañeros de habitación o esos pelones te habían cuidado, te habían escuchado, te habían apoyado y te habían hecho crecer. Y sobre todo, te habían abrazado.
Y de ese modo llegamos a otra de las características de los amarillos, quizá la que más los diferencia de los amigos: sentir, tocar, acariciar. Jamás he comprendido lo poco que nos tocamos con los amigos, prueba de la poca evolución que ha habido en la amistad. Alguien puede ser amigo tuyo y quizá no has superado jamás la barrera de los diez centímetros de cercanía, no le has dado jamás un largo abrazo o no has visto nunca cómo se dormía o cómo despertaba. Ver cómo despierta alguien, cualquier persona, crea una sensación de cercanía, de verle nacer, de verle volver a la vida; eso es comparable a mil, o mejor dicho, a cien mil conversaciones.
Con todos los pelones, al estar en un hospital, al dormir cama con cama, nos habíamos visto muchas veces despertar. Ellos veían cómo despertaba y yo les veía despertar a ellos. Nadie debería esperar a pasar por una excursión, un viaje o una enfermedad para ver a alguien dormir y despertar. Se puede buscar. Es importante entender que los amarillos no son sólo amigos; la amistad tiene muy poco de sentir al otro, de tocarlo, de acariciarlo.
Creo que en la amistad está demasiado valorada la palabra, pero poco valorada en lo que respecta al sentirse, a la distancia física que separa a dos amigos.
Siempre he pensado que es muy injusto que la pareja se lleve el 95 % del contacto físico. Nadie pondría el 95 % de su dinero en un solo banco, sin embargo pones el 95 % de tus caricias, de tus abrazos, en una sola persona. Creo que ahí radica el error. Por eso hay tantas infidelidades, por eso la gente se siente tan sola, por eso notas falta de contacto físico, de cariño, de caricias.
Sé que llegados a este punto debes de hacerte una pregunta: ¿se puede practicar sexo con un amarillo? Y seguro que otra pregunta está pasando por tu cabeza: si hablamos de amarillos, ¿hablamos en masculino o en femenino?
Quizá estas preguntas te han venido ahora a la mente o quizá desde el primer instante que comencé a hablar de este concepto. Sea como fuere, hay que dejar claro que la respuesta nuevamente está condicionada por lo que yo pienso, por la forma en que yo he creado los amarillos y los he cultivado.
Lo fundamental en los amarillos es el cariño, la caricia y el abrazo. Cuando hablo de dormir y despertar juntos, hablo de sentir la pérdida (el sueño) y el despertar (el renacer), jamás hablo de sexo. Con un amarillo no es conveniente practicar sexo. Se puede, claro, pero creo que la gracia de los amarillos, del concepto amarillo, de la esencia de los amarillos, es que los amarillos ganan terreno respecto a la amistad. Se llevan un 40 % del contacto físico cuando quizá antes no tenían ni un 3 %.
Llegados a este punto, creo que sería oportuno volver a definir a los amarillos.
Amarillo. Definición: Dícese de aquella persona que es especial en tu vida. Los amarillos se encuentran entre los amigos y los amores. No es necesario verlos a menudo o mantener contacto con ellos. La forma de relacionarse con los amarillos es el cariño, la caricia y el abrazo. Consigue privilegios que antes estaban en posesión sólo de la pareja.
Intentaré hacer una lista de conceptos de cosas que pueden hacerse con un amarillo. La lista, como todo en este libro, no tiene que ser impuesto, ni mucho menos seguido a rajatabla. Luego, uno debe decidir lo que le sirve y lo que no le sirve. No es filosofía, no es religión, tan sólo son lecciones del cáncer aplicadas a la vida, y como tal deben entenderse. Así que no hay posibilidad de discusión; sé que alguien puede decir: «Con un amarillo puedes acostarte». Otro pensará: «Los amarillos son los amantes de toda la vida». Y un tercero dirá: «Todo esto de los amarillos no tiene ni pies ni cabeza, yo he tenido siempre amigos con los que he hecho las mismas cosas que tú dices que hay que hacer con los amarillos». Mi respuesta es que me alegro, me parece genial. Sin duda, todo el mundo tiene sus amigos y tiene su forma de comunicarse con ellos. Como decía un psicólogo del hospital: «La suerte es ser como eres. La desgracia es no poder entender cómo es la otra gente».
Sigamos, pero antes que nada hay que contestar a la segunda cuestión: ¿los amarillos son masculinos o femeninos? Puedes tener amarillos chicos y amarillos chicas, lo importante es el concepto amarillo, y para mí engloba a ambos sexos.
Volviendo a la cuestión de qué se puede y qué no se puede hacer con los amarillos, seguro que estarás ansioso por saberlo. Pues ahí va una pequeña lista de cuatro puntos. Luego ya añadiremos más.
Debo aclarar que no están en orden, ni tan siquiera tienes que realizar todos estos puntos con un amarillo. Lo importante de los amarillos es tener la sensación de haber encontrado un alma gemela, una persona que te marca (una evolución de la amistad).
Y tras cerciorarte de que cierta persona puede ser un amarillo, puedes intentar hacer estas cosas:
1. Hablar
En eso no se diferencia mucho de otro tipo de relaciones. Quizá el matiz es que se habla con un desconocido, y que lo que te ha impulsado a hablar es una sensación de que esa persona es un amarillo.
Con los amarillos sientes que les puedes contar secretos ocultos, abrirte. Puedes llamarles a horas intempestivas. Sientes que a veces no necesitas establecer contacto; puedes estar meses y meses sin decir nada y cuando vuelves a verlo todo seguirá igual.
Las palabras están demasiado valoradas, así que lo importante no es la cantidad sino la intensidad. Hay amarillos de dos conversaciones y otros de cincuenta.
2. Abrazos y caricias
Este mundo funcionaría mejor si hubiera más abrazos y caricias. En el hospital, nos apoyábamos en los demás, nos abrazábamos. (Y eso que lo primero que pierdes cuando estás enfermo son los abrazos; la gente lo cambia por las palmadas en la espalda. A veces pensábamos que no moriríamos de cáncer sino de las palmadas en la espalda).
El abrazo amarillo consiste en abrazarse aproximadamente dos minutos. Y sentir la respiración de la otra persona. Es importante sentir la respiración.
En cuanto a las caricias, ¿dónde hacerlas? Donde quieras. En la mano, en la cara, en el brazo, en la oreja, en la pierna. Donde creas que debes acariciar. Creo que uno de los grandes errores es no acariciarse más a menudo, sentir el calor de una mano, la temperatura y el tacto de una mano sobre ti.
Recuerdo que en el hospital nos acariciábamos. Era algo natural, normal. Era simple y llanamente cariño; no había ninguna otra connotación.
Creo que en ese aspecto los amarillos se apoderan de una parcela que siempre ha sido de la pareja. Pero no hay que tener ni miedo ni celos, ni tan siquiera pensar que será mal entendido; sólo hay que cambiar el concepto. Como dije anteriormente, el cerebro necesita la combinación correcta para dejar entrar nuevas ideas. Debes dejarte empapar antes de juzgar.
Acariciar y abrazar son dos parcelas que la amistad no tiene como propias, aunque es la evolución natural que necesitan los amigos. Los amarillos lo consiguen y lo disfrutan.
3. Dormir y despertar
Ver despertar a alguien es media vida amarilla. No tiene por qué ser en la misma cama, puede ser en dos camas, pero es importante conseguir ese clima, donde cada amarillo duerma y cada amarillo despierte siete u ocho horas después. ¿Con cuántas personas has dormido en tu vida y no has practicado sexo? ¿Ha sido por un viaje? Hazte esta pregunta. Seguramente será poca gente. Y si es en la misma cama, todavía serán menos. Éste es otro error de la sociedad: pensar en el dormir y en el despertar como algo funcional, cuando es un hecho tan importante como comer o cenar.
Todo el mundo cena y come con amigos. ¿Cenamos? ¿Comemos juntos? Es la parcela de los amigos. Eso y viajar. Pero ¿dormimos juntos? ¿Despertamos juntos? Eso no entra dentro de lo habitual y es absolutamente necesario. Diría más, es vital.
Se cree que dormir es algo tan personal que debe ser solitario o compartido a través del sexo, pero ésta es otra parcela en que los amarillos ganan.
4. Separarse
Debes saber que un amarillo no necesita tanto tiempo como un amigo; no necesitas tenerlo toda la vida. Un amarillo puede ser de horas, de días, de semanas y de años. Del tiempo que se necesite.
Pero a un amarillo no hay que cultivarlo; no le debes nada, no debes cumplir con él. Tienen y deben tener caducidad. No debes ni tan siquiera enviarle un e-mail, una llamada o un sms para mantener algo vivo.
Estuvieron contigo, te ayudaron en determinado momento o les ayudaste en un momento concreto. Luego continúan su camino y se convierten en amarillos de otros.
Ese no sentir que estás obligado a nada es fundamental en el mundo amarillo. Las obligaciones, la confianza, lo estropea todo.
¿Hay amarillos que duren toda una vida? Claro que sí. Yo tengo un amarillo al que conocí con diecinueve años; llevamos catorce años de amarillos. Es mi amarillo más antiguo y todavía creo que nos quedan bastantes años.
¿Hay amarillos que duran horas? También. Son los que encuentras en una consulta externa de hospital, en un café, en un aeropuerto, en la calle, en una piscina. Amarillos de horas.
Mientras estuve en el hospital cumplí con mucha gente de allí las cuatro reglas que os he explicado: tuve muchos compañeros de habitación con los que dormí y desperté mientras estuve ingresado, con los que me abrazaba (cuando lo necesitábamos), con los que hablaba de todo (de muerte, de pérdidas, de cine) y a los que perdí, pero no sentí tristeza al perderlos. Sobre todo porque lo que aprendí de los amarillos, lo que me dieron, continúa dentro de mí.
Pero muchos de ellos no fueron amarillos. Creo que en mi época de hospital conocí tan sólo a cinco amarillos. El resto fueron amigos.
Sé que te preguntarás cómo se puede diferenciar y sobre todo cómo se pueden encontrar. ¿Cuál es la forma de encontrarlos? ¿Cuál es la forma de distinguir un amarillo de un amigo? Bueno, como en todo en la vida depende de las sensibilidades de cada uno, pero en el siguiente capítulo daré algunas premisas para responder a estas preguntas y a muchas más.
A menudo, yo como escritor y supongo que tú como lector, necesitamos que un capítulo se acabe. A veces para ir a dormir (una parte de vosotros estará en una cama ahora); otras veces para dejar una piscina, una playa, una hamaca, una silla o un sofá. Deseo y espero que ese sofá, esa silla o esa hamaca sea tu sitio favorito para leer.
Decía Stephen King que debes encontrar el mejor lugar de tu casa para escribir una novela porque luego desearás que el lector esté en el mejor de la suya leyendo. De esta manera se produce una comunicación total. Pues yo puedo asegurarte que estoy en mi silla favorita, escribiendo en mi pantalla escogida para la ocasión y sintiéndome muy feliz contándote todo esto.
Sin embargo, yo también necesito que se acabe el capítulo. Los escritores también deben acabar un capítulo para pensar, para reflexionar acerca de lo que han escrito y para hacer una pausa. Del mismo modo que quizá tú estés a punto de dormir, de ir a la playa o a la piscina, a comprar el pan o quedar con alguien que con suerte puede ser un amarillo.
¿Cómo? Ésa es una de las grandes preguntas. ¿Cómo saber si alguien es amarillo tuyo? ¿Cómo distinguirlo, cómo saber que lo es?
No hay una única manera; hay muchas. Voy a explicarte la teoría en la que yo baso todo el mundo de los amarillos, porque muchas veces hay que mostrar algo y luego explicar de dónde proviene. Ya he hablado un poco de los amarillos, ha sido un paréntesis entre «para empezar» y «para morir», pero en el «para vivir» he decidido que todo tenga que ver con los amarillos.
Yo creo que los amarillos están en este mundo para que tú consigas saber cuáles son tus carencias, para abrirte y para que la gente se abra. Sin duda, en el hospital, yo conseguí mejorar gracias a esos siete amarillos. Los amarillos te dan fuerza para luchar.
Como ves no hablo de paz espiritual ni de armonía, hablo de fuerza de lucha. No hay en los amarillos nada de religión ni de secta. Aparta de tu cabeza cualquier sensación relacionada con estos conceptos. Los amarillos nos ayudan en momentos difíciles y en momentos buenos, pero son individuales. Nuestros amarillos no forman parte de un colectivo; no habrá una nueva religión amarilla, ni una secta amarilla, ni tan siquiera un club de amarillos del mundo.