—No —dijo Mystery—. Va a ser aquí mismo. Yo sí que quiero ver sangre en el suelo. Así me acordaré de ti.
Por el rabillo del ojo, Mystery vio la montaña de piedras que había traído de la playa y había pintado para usar como runas vikingas. Cogió una, dispuesto a aplastarle la cabeza a su adversario, pero de repente cambió de idea. Dio tres gigantescos pasos hasta la puerta de la habitación de Herbal y le propinó varias patadas, hasta echarla abajo de nuevo.
—Venga —le gritó al amigo de Katya—. Atrévete.
Arrancó un estante de la pared y lo tiró al suelo.
El amigo de Katya debió de ver la locura en la mirada de Mystery, y en una pelea los locos siempre tienen ventaja.
—Vale —le dijo al tiempo que retrocedía—. No hace falta que rompas más puertas. Sólo he venido a por el perro. Katya me ha pedido que se lo lleve.
El tipo cogió a Lily en brazos mientras Mystery lo observaba fijamente. La amenaza había pasado. Los cortisoles, la adrenalina, la testosterona —todas esas hormonas que corrían por el cuerpo de Mystery— empezaron a apaciguarse y Mystery recuperó la cordura.
—¿Y por qué no lo has dicho antes, en vez de amenazarme en mi propia casa?
El tipo permaneció quieto, junto a la puerta, con Lily en brazos, sin saber qué decir.
—Necesitarás comida para Lily, ¿no? —le preguntó Mystery.
—Sí. Supongo que sí.
Mystery fue a la cocina y volvió con la bolsa del pienso y varias latas de comida para perros.
Al salir, el tipo dejó caer algunas de las latas. Mystery se agachó a recogerlas, se las entregó y le dio unas palmadas en la espalda.
—Lo respeto —le dijo al amigo de Katya, usando la
técnica
que le habíamos robado a Ali G.
Yo subí la escalera, me dejé caer sobre mi cama y miré el techo.
¿Qué hacía yo allí? Ya no envidiaba a Dustin. En algún momento del proceso, me había dejado atrapar por la red social, los lazos y los rituales de la Comunidad, por la idea de que éramos los superhombres del futuro que heredaríamos el mundo, los poseedores de la llave de la mente femenina. Habíamos creado Proyecto Hollywood porque creíamos que teníamos todas las respuestas, que, trabajando juntos, podríamos alcanzar una nueva dimensión en todas las facetas de nuestras vidas, no sólo con las mujeres. Creía que, juntos, seríamos mejores que la suma de nuestras partes.
Pero, en vez de crear un sistema de mutuos apoyos, habíamos repetido
El señor de las moscas
.
Tenía que hacer algo. Mi fe en la Comunidad pendía de un hilo.
No es que fuera hermoso, sino que, a fin de cuentas, había cierto sentido del orden; algo que merecía la pena aprender, en el estrecho diario de mi mente.
Anne Sexton, «Para John,
que me suplica
que no siga indagando»
Mystery y Herbal estaban sentados en dos sofás situados el uno enfrente del otro, con los brazos cruzados delante del pecho, en un gesto tan defensivo como obstinado. Cementjaw, el profesor de
krav magá
de Mystery, y Roadking
[1]
, un MDLS que trabajaba como guardaespaldas, estaban de pie entre ambos. Herbal se negaba a poner un pie en la casa sin alguien que lo protegiera de Mystery.
Los otros inquilinos de Proyecto Hollywood —papa, Xaneus, Playboy y yo— estábamos sentados en un tercer sofá, colocado perpendicularmente a los otros dos. Tyler Durden, que llevaba meses viviendo en el vestidor de Papa, había decidido no asistir a la reunión, pues se consideraba un invitado.
Habíamos organizado la reunión para terminar de una vez por todas con las discusiones entre Mystery y Herbal. Así que dejamos que cada uno explicara su punto de vista. Mystery dijo que no permitiría que su ex novia entrara en la mansión. Y Herbal dijo que si su novia no podía venir a su casa, no le quedaría más remedio que mudarse. Cada uno tardó media hora en expresar esas simples ideas.
—Bueno, en principio, yo diría que si realmente Herbal quiere estar con la ex novia de Mystery, debería mudarse —intervine yo, tratando de llevar a cabo el papel de conciliador que se me había asignado—. Por otro lado, Mystery ha destruido pertenencias de la mansión y ha amenazado a uno de sus compañeros. Y todavía ni ha pedido perdón ni ha reparado los daños. —La puerta de Herbal aún estaba en el suelo, y parecía que por su cuarto había pasado un tornado—. Y todo eso nos impide recompensar su mal comportamiento dejándole hacer lo que quiera.
—Si dejé así el cuarto de Herbal, fue como recordatorio de lo que podría volver a pasar si Katya volvía a entrar en la mansión —dijo Mystery con hosquedad—. Es mi forma de decir que estoy dispuesto a imponer mis reglas.
Uno de los problemas de la Comunidad era que enseñaba que, para seducir a una mujer, había que seguir unas rígidas pautas de comportamiento. Y quien mejor se ajustara a esos estándares se convertiría en el macho alfa. El resultado era un montón de hombres que, después de haber sido intimidados durante toda su vida, ahora se comportaban como sus antiguos matones.
—En mi opinión —intervino Roadking—, Herbal ha roto una regla importante.
—¿Y qué regla es ésa? —preguntó Herbal. No había enojo ni arrepentimiento en su voz; tan sólo las pequeñas venas rojas de sus ojos transmitían la emoción que sentía.
—Los compañeros siempre están antes que las chicas —dijo Roadking.
—No —dijo Mystery—. Me gustaría estar de acuerdo, pero mucho me temo que hay veces que las chicas están antes que los compañeros.
Herbal sonrió. Era la primera vez que lo hacía esa tarde; al menos había algo en lo que él y Mystery estaban de acuerdo.
Si nos quitaban el interés por el sargeo y el vínculo con la Comunidad que nos unían, ¿en qué nos convertiríamos? En unos chicos que persiguen
sets
de chicas. En la historia del mundo había habido guerras, se había asesinado a líderes mundiales y habían ocurrido todo tipo de tragedias al reclamar los hombres sus derechos territoriales sobre el sexo opuesto. Puede que hubiéramos estado demasiado ciegos para ver que Proyecto Hollywood estaba condenado al fracaso desde el principio por la naturaleza de la misma idea que lo había hecho posible.
Después de tres horas discutiendo sin llegar a ninguna parte —durante las que Papa no abrió la boca ni una sola vez—, les pedimos a Mystery y a Herbal que se marcharan. Teníamos que debatir el asunto y tomar una decisión. Antes de marcharse, ambos dijeron que aceptarían la decisión que tomáramos.
Fuimos a la habitación de Papa. Al entrar, se produjo una oleada de actividad; algunos corrieron al cuarto de baño y cerraron la puerta. Yo no había estado en la habitación de Papa desde hacía un mes. La alfombra que cubría el suelo casi no se veía debajo de los seis pequeños sillones de gomaespuma negra que, al desplegarse, se convertían en colchones. Encima de cada colchón había una almohada y dos sábanas.
¿Dónde estaba la gente que dormía en esas camas? ¿Quiénes eran?
Devolvimos las camas a su forma original, nos sentamos y empezamos a debatir sobre la situación de Mystery y de Herbal. Fue entonces cuando Papa habló por primera vez.
—No estoy dispuesto a vivir en la misma casa que ese tío —dijo.
—¿De qué tío hablas? —le pregunté yo.
—De Mystery.
A Papa le temblaban las manos, aunque no se sabía si era por los nervios o por indignación. Era una persona difícil de descifrar. No había sargeado desde hacía meses y parecía haber perdido las habilidades que había conseguido con tanto esfuerzo. Volvía a esconderse tras la misma inexpresiva e introvertida máscara que llevaba cuando lo conocimos en Toronto. Su pasión ya no era ligar; ahora su única pasión era la Verdadera Dinámica Social. En vez de acudir a seminarios sobre seducción, Papa pasaba la mayor parte del tiempo volando por todo el país para asistir a seminarios de marketing y administración de empresas.
—Mystery nos interrumpe los seminarios —continuó diciendo. Su voz era distante y monótona, como si fuese el eco de otra voz—. Ha destrozado la casa y me asusta que pueda hacerme daño.
—¿Por qué dices eso? —intervine yo—. Mystery nunca te haría daño.
—Tengo pesadillas en las que Mystery aparece en mi habitación con un cuchillo. Voy a poner pestillos en las puertas.
—Eso es ridículo —repliqué—. Mystery no te va a hacer daño. El problema está en tu cabeza. Necesitas tratar tu miedo a las confrontaciones en vez de evitar a la gente o intentar echarla de la mansión.
Pero no importaba lo que yo dijera, pues Papa repetía una y otra vez la misma frase con la voz de un autómata, como si hubiera sido programado.
—No quiero vivir en la misma casa que ese tío —repitió de nuevo.
—¿Te has parado alguna vez a pensar —me preguntó Playboy finalmente— que la única razón por la que estás defendiendo a Mystery es porque es tu amigo? Puede que Playboy tuviera razón. Le estaba dispensando a Mystery un trato especial. Al fin y al cabo, él había sido mi mentor, él me había incorporado a la Comunidad, y Proyecto Hollywood había sido idea suya. Ninguno de nosotros estaría ahí de no ser por él. Pero Mystery la había cagado, había cavado su propia tumba, y yo tenía que decidir lo que era mejor para la convivencia en la mansión.
—Aun así —dije—, me gustaría encontrar un modo de resolver este problema sin que nadie tenga que irse de la mansión.
—Respetaremos tu decisión —dijo Papa—. Para nosotros eres un modelo a seguir. Confiamos en ti.
No entendía por qué Papa, que tan decidido estaba a echar a Mystery de la mansión, dejaba la decisión en mis manos. Durante las siguientes dos horas y media discutimos todo tipo de posibles soluciones, pero, cuanto más hablábamos del tema, más difícil resultaba tomar una decisión; no parecía existir una solución que pudiera satisfacernos a todos.
Papa no viviría en la mansión si estaba Mystery.
Mystery no viviría en la mansión si estaba Katya.
Y Herbal no viviría en la mansión si no estaba Katya.
Alguien tenía que irse.
—Todos los problemas tienen el mismo origen —dijo Playboy—, y ése es Mystery.
Miré a Xaneus.
—¿Estás de acuerdo con Playboy y con Papa? —le pregunté.
—Sí, lo estoy —asintió él. Xaneus también parecía estar hablando desde algún profundo lugar dentro de su cabeza, como si en realidad no estuviese con nosotros. Se estaba convirtiendo en un autómata, como los demás—. Sí, creo que Mystery debe irse.
Mystery y Herbal se sentaron en la tarima de la cama de Papa. Les habíamos hecho venir para comunicarles nuestra decisión. Yo me sentía orgulloso de mí mismo —aunque estaba equivocado, como descubriría luego—, pues, desde mi nueva posición de líder de la mansión, había encontrado la única solución posible a aquel complejo asunto.
—Herbal —empecé diciendo—, Katya no podrá venir a Proyecto Hollywood en dos meses. Si pasado ese tiempo sigues con ella, podrás traerla de nuevo a la mansión.
Herbal asintió.
—Mystery, tú tienes dos meses para olvidar a Katya. También queremos que sepas que, a partir de ahora, en la mansión habrá tolerancia cero. Si amenazas o atacas a alguien, o si dañas la propiedad privada de alguien, serás expulsado de Proyecto Hollywood.
Mystery no asintió.
—Básicamente, lo que me estás diciendo es que me vaya de la mansión y que, en cuanto me vaya, esa zorra me sustituirá —exclamó.
—Siempre es posible que Herbal y Katya rompan durante ese tiempo —intervino Playboy.
—No creo que eso vaya a pasar —repuso Herbal.
Mystery levantó los brazos.
—O sea, que me estáis echando.
—No —le dije yo—. Te estamos dando dos meses para que comprendas tus emociones y aprendas a aceptarlas.
Estaba intentando ayudarlo, pero él no estaba dispuesto a colaborar.
—Si decides irte, necesito que me avises con dos semanas de antelación —dijo Papa—. Te devolveré la señal completa y buscaré a alguien que quiera ocupar tu habitación.
Papa estaba contento. Todo estaba saliendo como quería.
Mystery frunció el entrecejo y movió la cabeza nerviosamente hacia un lado.
—¿Es que no os dais cuenta de que lo que quiere Papa es echarme de la mansión para que no le haga la competencia? —exclamó—. Esto no tiene nada que ver con lo que ha pasado entre Herbal y yo. Es la Verdadera Dinámica Social intentando acabar con el Método de Mystery. Papa me copió el modelo de negocio. Fui yo quien le aconsejó que aprovechara su sexualidad reprimida para ganar dinero. Si hasta cobra ciento cincuenta dólares por cursillos de iniciación en los que enseña mis
técnicas
. —Miró a Papa con odio. Papa lo miró sin ningún sentimiento—. Y ahora que ya no me necesita, quiere que me vaya. Así podrá meter a diez personas más en la mansión.
En ese momento pensé que Mystery seguía intentando eludir su responsabilidad.
—Esto no tenía por qué acabar así —le dije—. Has tomado las decisiones equivocadas y ahora tendrás que vivir con ellas, pero no digas que te estamos echando. Eres tú quien está hablando de irse.
Mystery se cruzó de brazos y nos miró con desprecio.
—¿Es que no te das cuenta de que comportándote como un macho alfa no vas a resolver nada? —continué—. De hecho, comportándote así nunca conseguirás lo que quieres.
—Comportándome así he conseguido que Katya se fuera de la mansión —repuso Mystery.
Yo no pude resistirme por más tiempo. Ya era hora de que Mystery despertase y viera lo que estaba haciendo con su vida.
—Necesitas que te digan un par de cosas —le dije levantando la voz por primera vez en la reunión—. Eres el mejor ilusionista que he visto nunca, pero, desde que te conozco, no has hecho nada por convertir tu espectáculo de noventa minutos en realidad. Te gastas todo el dinero que ganas con los talleres y tus antiguos alumnos se están forrando con tus ideas. Y en cuanto a tu vida amorosa, desde lo de Katya, has hecho huir de tu lado a cada chica con la que te has acostado. Si una chica me lo preguntara, le diría que no saliera contigo. Tu vida es un caos, Mystery, financiera, mental y emocionalmente. —Con cada frase que pronunciaba, me sentía como si me estuviera quitando un gran peso de encima—. No tienes nada; ni salud, ni riqueza, ni amor. Y tú eres el único culpable de estar así.
Mystery apoyó la cabeza entre las manos y se inclinó hacia adelante. Sus hombros empezaron a temblar y sus ojos se llenaron de lágrimas.