Haplo, el patryn, cruza una vez más la Pierta de la Muerte para continuar la exploración de los mundos en los que los sartán, hace milenios, dividieron el universo original. Enviado para preparar la venida del Señor del Nexo, Haplo viaja en esta ocasión a Chelestra, el mundo del agua, donde una serie de islas sumergidas flota en torno a un sol interior. Éste es un lugar donde humanos, elfos y enanos han aprendido a vivir en paz y han colaborado mucho tiempo en la construcción de naves que los llevan a lugar seguro cuando el sol se aleje demasiado de la luna-isla donde habitan. Pero la aparición de unas gigantescas serpientes dragón amenaza no sólo su paz sino su propia supervivencia. Mientras Haplo se une a la lucha contra las serpientes, Alfred, el sartán, se encuentra por fin a sus antepasados, refugiados durante mucho tiempo y sumidos en un profundo sueño bajo las aguas de Chelestra. En el titántico conflicto que se desencadena participarán por igual mortales e inmortales, junto a otras fuerzas misteriosas para todos ellos. El vencedor controlará no sólo Chelestra, sino tal vez la propia Puerta de la Muerte.
Margaret Weis & Tracy Hickman
El Mago de la Serpiente
El Ciclo de la Puerta de la Muerte
Volumen 4
ePUB v1.0
geromar09.07.11
Título original: Serpent Mage (Volumen 4 The Death Gate Cycle)
Traducción: Hernán Sabaté y Silvia Muñoz
© 1991 by Margaret Weis and Tracy Hickman
Published by arrangement with Bantam Books, a división of
Bantam Doubleday Dell Publishing Group, Inc., New York.
© Grupo Editorial Ceac, S.A. 1992, 1996
Para la presente versión y edición en lengua castellana.
Timun Mas es marca registrada por Grupo Editorial Ceac, S.A.
ISBN: 84-480-3065-6 (Obra completa)
ISBN: 84-480-3069-9 (volumen 56)
Depósito legal: B. 3.3324-1997
Printed in Spain
Dedicado a mi nueva nieta,
Natalie Briana Baldwin,
y a sus padres, David y Joyce
Margaret Weis
Dedicado con amor a Don y Jen Allphin.
Tracy Raye Hickman
«¿Me arriesgo a perturbar el universo?»
T. S. Eliot,
La canción de amor de J. Alfred Prufrock
Aquel día tuve que descargar mi cólera sobre Haplo.
{1}
Un trabajo nada agradable. Pocos me creerán, pero me afligió obrar como requería el asunto. Tal vez me habría resultado más fácil si no me hubiese sentido responsable en buena medida.
Cuando comprendí que a los patryn nos había llegado la hora, cuando ya casi éramos suficientemente fuertes como para fugarnos de esta atroz prisión a la que nos arrojaron los sartán y ponernos de nuevo en marcha para recuperar el liderazgo del universo que nos toca por derecho propio, escogí entre todos nosotros a uno para que se adelantara y explorara los nuevos mundos.
Elegí a Haplo. Me indujeron a ello la rapidez de su mente, la independencia de su pensamiento, su coraje y su capacidad para adaptarse a nuevos entornos. Pero, ¡ay!, han sido estas mismas cualidades las que lo han llevado a rebelarse contra mí. Por eso, insisto, soy responsable en parte de lo sucedido.
Consideré que necesitaría capacidad para pensar por sí mismo si habría de enfrentarse a los territorios desconocidos de los mundos creados por nuestro antiguo enemigo, los sartán, en los que habitaban los mensch.
{2}
Resultaba de vital importancia que reaccionara con inteligencia y destreza ante cualquier situación y que no revelara a nadie en ninguno de esos mundos que nosotros, los patryn, nos hemos liberado de nuestras cadenas. Haplo se portó espléndidamente en dos de los tres mundos que visitó, a excepción de algunos errores insignificantes. Fue en el tercero donde me traicionó y se traicionó a sí mismo.
{3}
Lo sorprendí justo antes de que partiera rumbo a su cuarta visita hacia Chelestra, el mundo del agua. Se hallaba a bordo de su nave dragón, la misma que lo había traído de Ariano, y se disponía a zarpar hacia la Puerta de la Muerte. No dijo nada al verme. No parecía sorprendido. Daba la impresión de haber estado esperándome, de estar seguro de que me presentaría, aunque el desorden que reinaba a bordo parecía indicar que se había estado preparando para una partida apresurada. Desde luego, también el interior de su persona albergaba una gran confusión.
Aquellos que me conocen pueden tildarme de hombre duro, cruel, pero el lugar en el que me crié es aun más duro y cruel. En mi larga vida he presenciado demasiado dolor, demasiado sufrimiento para que éste me conmueva. Pero no soy un monstruo. No soy un sádico. Lo que le hice a Haplo fue por necesidad, y no me produjo ningún placer.
Escatima la vara y echarás a perder al niño, dice un proverbio mensch.
Haplo, créeme cuando digo que esta noche estoy triste por ti. Pero fue por tu propio bien, hijo mío.
Por tu propio bien.