El Mago De La Serpiente (7 page)

Read El Mago De La Serpiente Online

Authors: Margaret Weis,Tracy Hickman

Tags: #fantasía

BOOK: El Mago De La Serpiente
2.78Mb size Format: txt, pdf, ePub

Los botes volcaron y arrojaron al agua a la tripulación. Algunas embarcaciones fueron simplemente engullidas, y los enanos que llevaban a bordo desaparecieron en la espuma aceitosa. El ejército opuso una rápida resistencia a las serpientes. Hartmut, el más bravo de todos, se adentró en el agua con el hacha alzada en desafío. Las criaturas no les hicieron el menor caso y se contentaron con aplastar todas las embarcaciones del puerto, excepto una: el barco real, el que usábamos para ir y volver de Phondra y Elmas.

El monstruo se detuvo y contempló los estragos que habían causado sus criaturas. Sus ojos habían vuelto a adquirir un tono verdoso y tenía la mirada inexpresiva, fija. Movió la cabeza de lado a lado en un gesto lento y prolongado, y, cada vez que sus ojos nos enfocaban, nos encogíamos ante su mirada.

Empezó a hablar y las otras bestias cesaron en su destrucción para escuchar.

La serpiente habló perfectamente en el idioma de los enanos.

—Este mensaje está destinado a vosotros y a vuestros aliados, los humanos y los elfos. Somos los nuevos Señores del Mar. Sólo podréis navegar con nuestro permiso, y éste tiene un precio. Más adelante sabréis cuál es el pago. Lo que hoy habéis presenciado es una demostración de nuestro poder, de lo que os ocurrirá si no pagáis. ¡Haced caso de nuestra advertencia!

La serpiente se hundió en el agua y desapareció. Las otras la imitaron y nadaron deprisa entre los trozos de madera que flotaban en la cenagosa superficie. Permanecimos con la vista clavada en los restos de los cazadores de sol. Recuerdo el silencio que cayó sobre nosotros. Ni tan sólo se lloró por los muertos.

Cuando estuvimos seguros de que las serpientes se habían ido por fin, iniciamos la lúgubre tarea de recuperar los cuerpos de los que habían perecido, todos los cuales presentaban síntomas de envenenamiento. Una hedionda capa de aceite capaz de matar a cualquiera que sorbiera un trago cubría ahora las aguas marinas, hasta entonces puras y potables.

Y así fue como comenzó todo. Mi historia es mucho más larga, pero Alake se acerca por el barco para buscarme y recordarme que es la hora de comer. ¡Humanos! Creen que la comida es el remedio de todos los problemas. Me gusta tanto comer como a cualquier enano, pero ahora mismo no tengo mucho apetito.

Por el momento, tengo que dejar aquí mi relato.

CAPÍTULO 4

A LA DERIVA EN ALGÚN LUGAR

DEL MAR DE LA BONDAD

Alake sigue insistiendo en que tenemos que comer para conservar las fuerzas, pero no acabo de entender para qué cree que las vamos a necesitar. ¿Para luchar contra esas serpientes dragón, como supongo que debemos llamarlas? ¿Nosotros tres? Con estas mismas palabras se lo he dicho, malditos seamos los enanos por nuestra franqueza.

He notado que Alake estaba ofendida, aunque ella es demasiado amable como para devolverme el reproche. Devon se las ha arreglado para disimular lo embarazoso de la situación e incluso nos ha hecho reír, aunque sus bromas nos han puesto al borde de las lagrimas. Después, por supuesto, hemos tenido que comer algo para complacer a Alake. Ninguno de nosotros ha comido mucho, sin embargo, y todos —Alake incluida— nos hemos alegrado al terminar. Ella se ha levantado para seguir con su magia. Devon ha vuelto a su ocupación predilecta: soñar con Sadia. Y yo debo continuar con mi relato.

Una vez recuperados los cadáveres y extendidos por la playa para que los identificaran sus respectivas familias, éstas se alejaron en compañía de amigos que hacían lo posible por consolarlas. Como mínimo habían muerto veinticinco personas. Observé al amortajador andar de aquí para allá sin un objetivo concreto, con la mirada perdida. Nunca antes había tenido que preparar tantos cadáveres para el descanso final en el cementerio de la montaña.

Mi padre cruzó unas palabras con él, que consiguieron tranquilizarlo. Se mandó un destacamento de soldados para ayudarlo, entre los que se encontraba Hartmut. Era un trabajo triste y penoso y se me encogió el corazón por él.

Yo hacía cuanto estaba en mi mano por ayudar, lo que no era gran cosa. Estaba demasiado aturdida por los repentinos acontecimientos que habían trastornado mi ordenada vida. Por fin, me senté en la plataforma y me quedé contemplando el mar. Los cazadores de sol que habían quedado más o menos intactos flotaban panza arriba. No eran muchos y tenían un aspecto alicaído y deprimente, como si se tratara de peces muertos. Todavía tenía en la mano el mechón con el lazo azul. Lo arrojé al agua y miré cómo se alejaba lentamente sobre la superficie aceitosa.

Allí me encontraron mis padres. Mi madre me abrazó con fuerza. Estuvimos un largo instante sin hablar.

—Debemos contar lo ocurrido a nuestros amigos —suspiró mi padre.

—Pero ¿cómo vamos a hundirnos entre los mundos?
{14}
¿Qué ocurrirá si nos atacan esas terribles criaturas? —preguntó ella, asustada.

—No lo harán —aseguró él rotundamente y con la vista clavada en el único barco que las serpientes habían dejado intacto—. ¿Recordáis sus palabras? «Contádselo a vuestros aliados.»

Al día siguiente nos hundimos rumbo a Elmas.

Elmasia, la ciudad de los reyes elfos, es un lugar lleno de belleza y encanto. Filigranas de coral rosa y blanco soportan el palacio, conocido con el nombre de la Gruta, que se alza a orillas de los diversos lagos de agua dulce de la luna marina. El coral está vivo y continúa creciendo. Los elfos se dejarían matar antes que sacrificarlo, de manera que la forma de la Gruta varía constantemente.

Esto nos puede parecer una molestia a humanos y enanos, pero los elfos lo encuentran muy ameno y entretenido. Si una habitación queda cerrada por el rápido desarrollo del coral, simplemente empaquetan sus cosas y se mudan a otra que con toda certeza se habrá creado mientras tanto.

Encontrar el camino en el interior del palacio es una experiencia interesante. Los corredores que un día conducen a un lugar pueden llevar a otro completamente distinto al siguiente. Como todas las habitaciones de la Gruta son de una belleza sin par —el coral blanco proyecta destellos opalescentes y el rosa produce un cálido resplandor—, a la mayoría de elfos no les importa demasiado dónde se encuentran. Algunos visitantes que acuden a tratar asuntos de negocios con el rey pueden vagar por la Gruta durante días antes de emprender el más insignificante intento de presentarse ante Su Majestad.

No hay asunto que resulte apremiante para la comunidad elfa. Las palabras «prisa», «precipitación» y «urgencia» no existían en su vocabulario hasta que comenzaron a tratar con los humanos. Nosotros los enanos no nos hemos relacionado con unos ni con otros hasta nuestra historia más reciente.

Estas divergencias tan manifiestas en la naturaleza de humanos y elfos provocaron en una ocasión serios enfrentamientos entre las dos razas. Los elfos de Elmas, aunque por lo general son tolerantes, no tardan en revolverse si se los presiona demasiado. No obstante, después de varias guerras destructivas, ambos bandos comprendieron que saldrían ganando si trabajaban juntos en vez de separados. Los humanos de Phondra son una gente encantadora, aunque muy enérgica. Pronto aprendieron a manejar a los elfos, y en la actualidad los engatusan y halagan de tal modo que consiguen de ellos lo que quieren. Esta marcada simpatía de los humanos ha surtido efecto incluso en los hoscos enanos, y han acabado por ganarse también nuestra confianza.

Durante muchas generaciones, las tres razas hemos vivido y trabajado juntas en pacífica armonía, cada una en su propia luna marina. No me cabe ninguna duda de que habríamos continuado en estrecha relación durante muchas generaciones más, de no ser porque el sol marino —fuente de calor, luz y vida de las lunas marinas— empezó a abandonarnos.

Fueron los magos humanos, que adoran investigar y escarbar hasta dar con el porqué, el cómo, el cuándo y el dónde, quienes descubrieron que el curso del sol marino se estaba alterando y que éste comenzaba a moverse a la deriva. Este hallazgo provocó un flujo de actividad en los humanos, digno de contemplación. Realizaron mediciones y cálculos, mandaron delfines a explorar en su lugar y los interrogaron ciclo tras ciclo, con la intención de averiguar lo que supieran sobre la historia del sol marino.
{15}

Según Alake, ésta es la explicación que ofrecieron los delfines: «Chelestra es un globo de agua en la infinitud del espacio. Su exterior, en contacto con la glacial oscuridad de la Nada, está compuesto de una gruesa capa de hielo. El interior, que comprende el Mar de la Bondad, es templado por la acción del sol marino, un astro cuyas llamas desprenden tanto calor que el agua del mar no puede extinguirlas. El sol marino caldea el agua que tiene a su alrededor, derrite el hielo y da vida a las lunas marinas, pequeños planetas que los Creadores de Chelestra han ideado para que sean habitados».

Los enanos proporcionamos información concerniente a las lunas marinas, recopilada a base de dedicar largos Tiempos a la excavación y la investigación del interior de la esfera. Las esferas son una coraza de roca con un interior sometido a altas temperaturas y compuesto de diversos elementos químicos. Estas sustancias reaccionan ante los rayos del sol marino y producen aire respirable, que envuelve a las lunas marinas en una burbuja. El sol marino es, pues, imprescindible para que haya vida.

Los humanos de Phondra llegaron a la conclusión de que, dentro de unos cuatrocientos ciclos, el sol marino dejará muy atrás las lunas. Se impondrá una larga noche, el Mar de la Bondad se congelará, y con él cualquiera que permanezca en Phondra, Gargan o Elmas.

«Cuando el sol marino desvíe su curso —explicaron los delfines que habían sido testigos del fenómeno—, el Mar de la Bondad se convertirá en un estrato de hielo que, lentamente, aprisionará a las lunas marinas. Pero la naturaleza mágica de estas lunas es tal que la mayor parte de su vida vegetal y animal no perecerá, sino que se conservará en congelación. Cuando el sol marino regrese, las lunas iniciarán el deshielo y volverán a ser habitables. »

Recuerdo cuando Dumaka de Phondra, gobernante de su pueblo, explicó el relato de los delfines acerca de las lunas marinas en la primera reunión de emergencia de las familias reales de Elmas, Phondra y Gargan, encuentro que se celebró cuando tuvimos la primera noticia de la deriva del astro y de su distanciamiento respecto a nosotros.

La reunión tuvo lugar en Phondra, en la espaciosa casa grande donde los humanos celebran todas sus ceremonias. Las tres muchachas nos ocultábamos entre los matorrales en el exterior y, como siempre, escuchábamos a escondidas. (Estábamos acostumbradas a espiar a nuestros padres con todo descaro. Lo hacíamos desde pequeñas).

—¡Bah! ¿Qué sabrá un pez?
{16}
—exclamó mi padre con menosprecio, pues nunca había creído en la idea de hablar con los delfines.

—Pues yo considero que la posibilidad de ser congelados es increíblemente romántica —opinó Eliason, rey de los elfos—. Imaginaos: dormir durante siglos y despertar en una nueva era.

Su esposa había fallecido recientemente. Supongo que encontraba consuelo en la noción de un sueño sin imágenes oníricas, sin dolor.

Mi madre me confesó más tarde que había tenido la visión mental de cientos de enanos descongelándose en una nueva era, con las barbas hasta el suelo. A ella no le parecía romántico, sino desaliñado.

Dumaka de Phondra señaló a los elfos que la idea de congelarse y volver a la vida varios miles de ciclos después podía parecer romántica, pero el proceso de congelación tenía desventajas dolorosas concretas. Además, ¿cómo podíamos estar seguros de que finalmente volveríamos a despertar?

—En fin de cuentas, sólo contamos con la palabra de un pez —expuso mi padre, y la mayoría estuvo de acuerdo con él.

Los delfines habían traído noticias acerca de una nueva luna marina, mucho mayor que cualquiera de las nuestras, la cual se había deshelado hacía poco tiempo. Los delfines sólo habían empezado a inspeccionarla, pero pensaban que era un lugar idóneo para poder establecernos. Fue Dumaka quien propuso construir una flota de cazadores de sol para perseguir el sol marino y encontrar esta nueva luna como hicieron los antiguos. Los términos «construir» y «perseguir», que implicaban una cantidad considerable de actividad, desconcertaron un tanto a Eliason, pero no se opuso a la idea. Los elfos raramente se oponen a algo, pues objetar requiere demasiada energía. Del mismo modo, tampoco se muestran a favor de nada. Los elfos de Elmas se contentan con tomar la vida como viene y adaptarse a ella. Los humanos, en cambio, se empeñan siempre en cambiar y alterar, trastrocar, fijar e introducir mejoras. Y, por lo que respecta a nosotros, los enanos, nos sentimos satisfechos siempre que nos paguen.

Los phondranos y los elmanos acordaron financiar los cazadores de sol. Los gargan nos encargaríamos de construirlos. Los humanos suministrarían la madera, y los elfos, la magia necesaria para gobernar las embarcaciones. Los elmanos eran especialmente hábiles en magia mecánica. (¡Cualquier cosa con tal de librarse del trabajo físico!)

Y, con la eficacia característica de los enanos, se habían construido los cazadores de sol. Y se habían construido a conciencia.

—Pero ahora —oí que mi padre decía con un suspiro—, todo ha fracasado. Los cazadores de sol están destruidos.

Ésta era la segunda reunión de emergencia de las familias reales, convocada por mi padre. En esta ocasión nos reunimos en Elmas, como ya expliqué anteriormente.

Other books

A Moment to Prey by Harry Whittington
An End by Hughes, Paul
Bad Blood by Mari Mancusi
Who Are You? by Anna Kavan
Blowback by Peter May
Eucalyptus by Murray Bail
Infamous by Irene Preston