Nota al margen en rojo, firmada por F. Gridley, comisario:
SIR B. PELLEGRIN YA CONSULTADO. SOLICITUD DENEGADA POR RAZONES DE SEGURIDAD NACIONAL.
Fragmentos de eruditas publicaciones médicas más o menos abstrusos alabando, en términos oportunamente tangenciales, las extraordinarias virtudes del innovador fármaco conocido como Dypraxa, su «ausencia de mutagenicidad» y su «prolongada vida media en las ratas».
Fragmento del
Haiti Journal of Health Sciences
, expresando moderadas reservas sobre la Dypraxa, firmado por un médico paquistaní que había llevado a cabo ensayos clínicos con el fármaco en un hospital haitiano dedicado a la investigación. Las palabras «potencialmente tóxico» subrayadas en rojo por Tessa: riesgo de insuficiencia hepática, hemorragias internas, vértigos, lesiones en el nervio óptico.
Fragmento del número siguiente de la misma revista, en la que una serie de eminencias de la medicina con impresionantes iniciales y títulos académicos contraponen su enérgica respuesta, basada en la observación de trescientos casos. El mismo artículo acusa al pobre paquistaní de «tendencioso» e «irresponsable para con sus pacientes» y echa sobre su cabeza toda clase de maldiciones.
(Nota de Tessa escrita a mano: Todos y cada uno de estos objetivos líderes de opinión tienen contrato con KVH, siendo su bien remunerada misión localizar prometedores proyectos de investigación en el campo de la biotecnología en cualquier lugar del mundo).
Fragmento de un libro titulado
Pruebas clínicas
, de Stuart Pocock, copiado a mano por Tessa, que era su método preferido para memorizar textos. Algunas frases subrayadas en rojo, en contraste con el sobrio estilo del autor:
Se observa una tendencia entre los estudiantes, y de hecho entre muchos profesionales de la medicina, a
tratar
la
literatura médica
con
excesivo respeto
. Destacadas publicaciones tales como
Lancet
y
New England Journal of Medicine
nos presentan supuestamente nuevos datos médicos que no admiten disputa. Tan cándida fe en los «evangelios clínicos» viene quizá fomentada por el estilo dogmático que adoptan muchos autores,
sin prestar la debida atención a las incertidumbres inherentes a todo proyecto de investigación
…
(Nota de Tessa: Los laboratorios cuelan artículos continuamente, incluso en las revistas consideradas serias).
En cuanto a las charlas en congresos científicos
y la
publicidad de las compañías farmacéuticas
, uno ha de ser
aún más escéptico
… aquí las oportunidades de parcialidad son enormes
…
(Nota de Tessa: Según Arnold, los grandes laboratorios destinan millones y millones a comprar los servicios de científicos y médicos para que difundan sus productos. Birgit informa de que KVH donó recientemente cincuenta millones de dólares a un importante hospital universitario de Estados Unidos, más los salarios y gastos de tres especialistas de alto nivel y seis ayudantes de investigación. En el mundo académico la corrupción es aún más fácil: cátedras, laboratorios biotecnológicos, fondos para investigación, etcétera. «Cada día cuesta más encontrar una opinión científica libre de pago». Cita de Arnold).
Más de Stuart Pocock:
… siempre existe el riesgo de que se persuada a los autores para que
hagan más hincapié en las conclusiones positivas del que en principio estaría justificado
.
(Nota de Tessa: A diferencia del resto de la prensa, las revistas farmacológicas son poco aficionadas a publicar malas noticias).
… Aun en el caso de que elaboren un informe de sus
conclusiones negativas
, es muy probable que éste aparezca en una
oscura publicación especializada y no en las principales publicaciones de carácter más general
… por consiguiente, esta refutación negativa del informe positivo previo
no será accesible a un público tan amplio
.
… Muchas de las pruebas se llevan a cabo
sin seguir unas pautas básicas
que garanticen la valoración imparcial de la terapia.
(Nota de Tessa: Su finalidad es corroborar algo, no cuestionarlo, y por tanto en el mejor de los casos no sirven de nada).
De vez en cuando, los autores
adornan intencionadamente los datos para demostrar un aspecto positivo
…
(Nota de Tessa: Se los inventan directamente).
Fragmento de un artículo del
Sunday Times
de Londres bajo el titular: «Empresa farmacéutica pone en peligro la vida de muchos pacientes con sus ensayos clínicos en hospitales». Muy anotado y subrayado por Tessa, y posiblemente enviado por fax o en fotocopia a Arnold Bluhm, ya que incluía el siguiente encabezamiento a mano: «Arnie, ¿has visto esto?».
Centenares de pacientes estuvieron en peligro de contraer infecciones potencialmente mortales
porque una de las mayores compañías farmacéuticas del mundo ocultó información esencial en materia de seguridad a seis hospitales al iniciarse los ensayos clínicos de uno de sus fármacos a nivel nacional.
En Gran Bretaña, alrededor de 650 personas fueron sometidas a intervenciones quirúrgicas en el experimento organizado por Bayer, el gigante alemán de la industria farmacéutica, pese a que la compañía había realizado estudios que demostraban considerables interacciones entre su nuevo medicamento y otros fármacos, limitando notablemente la capacidad de éstos para combatir las bacterias.
Los resultados de esa investigación previa, obtenidos ahora por el
Sunday Times
, no fueron revelados a los hospitales participantes en el estudio.
Como consecuencia del ensayo, sobre cuyas deficiencias no se ha informado a los pacientes ni a sus familias en ningún momento, casi la mitad
de las personas operadas en un centro de Southampton contrajo diversas
infecciones que pudieron costarles la vida
.
Bayer se negó a facilitar las cifras globales de infecciones posoperatorias y muertes, aduciendo que dichos datos eran aún confidenciales.
«Antes de iniciarse, el estudio fue aprobado por las autoridades reguladoras competentes y todas las comisiones de control ético nacionales», declaró un portavoz.
Un anuncio a todo color y toda plana arrancado de una popular revista africana, con el titular: ¡creo en los milagros! En el centro de la imagen, una joven y bonita madre africana con una blusa blanca escotada y una falda larga, mostrando una amplia sonrisa. El feliz bebé está en su regazo de medio lado, tocándole el pecho con una mano. Los felices hermanos y hermanas del recién nacido se apiñan alrededor, y el apuesto padre se yergue sobre todos ellos. Todos, incluida la madre, admiran ostensiblemente al saludable niño que ella tiene en su regazo. Al pie de la página se lee: ¡
TRESABEJAS TAMBIÉN CREE EN LOS MILAGROS
! Un globo encierra unas palabras procedentes de la boca de la joven y bonita madre: «Cuando me dijeron que mi hijo tenía tuberculosis, recé. Cuando mi médico de cabecera me habló de la Dypraxa, supe que Dios había escuchado mis plegarias».
Justin vuelve al expediente policial.
Fragmento del interrogatorio de los agentes a Pearson, Ghita Janet, miembro contratado de la cancillería, embajada británica, Nairobi:
Interrogamos a la sujeto en tres sesiones de nueve, cincuenta y cuatro y noventa minutos respectivamente. A petición de la sujeto, el interrogatorio se desarrolló en terreno neutral (la casa de una amiga) con la máxima discreción. La sujeto, de veinticuatro años de edad, es de origen anglohindú, educada en colegios religiosos del Reino Unido (católicos), hija adoptiva de un matrimonio de profesionales liberales (abogado y médica), ambos católicos practicantes. La sujeto es licenciada por la Universidad de Exeter (especializada en cultura inglesa, norteamericana y de los países de la Commonwealth), de evidente inteligencia y muy nerviosa. Nuestra impresión fue que, además de estar consternada, tenía mucho miedo. Entre otras cosas, la sujeto hizo varias declaraciones de las que se retractó posteriormente, p. ej., «Tessa fue asesinada para que no hablara»; p. ej., «Cualquiera que se enfrente con la industria farmacéutica puede acabar degollado»; p. ej., «Algunas empresas farmacéuticas son traficantes de armas disfrazados». Al exigirle explicaciones al respecto, se negó a corroborar sus palabras y solicitó que no constaran en acta. Por otra parte, descartó la posibilidad de que Bluhm fuera el autor de los asesinatos de Turkana. Bluhm y Tessa Quayle, dijo, no eran «una sola cosa» pero eran «las dos mejores personas del mundo» y simplemente estaban rodeados de «gente mal pensada».
Interrogada posteriormente sobre el mismo tema, la sujeto declaró que estaba obligada a guardar silencio primero por la Ley de Secretos Oficiales, y más tarde por un juramento de confidencialidad a la fallecida. En nuestra tercera y última sesión, adoptamos una actitud más hostil con la sujeto, haciéndole notar que, ocultando información, podía estar encubriendo a los asesinos de Tessa y obstaculizando la búsqueda de Bluhm. Adjuntamos transcripciones abreviadas en los apéndices A y B. La sujeto ha leído esta transcripción, pero se niega a firmarla.
APÉNDICE A
P. ¿Acompañaste a Tessa Quayle en alguna de sus expediciones de campo?
R. Los fines de semana y en mi tiempo libre acompañé a Arnold y Tessa en varias visitas al barrio de Kibera y las aldeas del norte de Nairobi para prestar ayuda en los dispensarios y presenciar la administración de medicamentos. Ése es el cometido de la oenegé de Arnold. Algunos de los medicamentos que Arnold examinó habían caducado hacía tiempo y se habían desestabilizado, aunque podían ser eficaces en cierta medida. Otros no servían para las enfermedades que supuestamente debían curar. También pudimos constatar aquí un fenómeno corriente en otras partes de África, concretamente el hecho de que las indicaciones y contraindicaciones de algunos prospectos se habían reescrito para el mercado del tercer mundo a fin de ampliar el uso del medicamento a aplicaciones no autorizadas en los países desarrollados, por ejemplo, un calmante utilizado en Europa para proporcionar alivio en casos de cáncer terminal se ofrecía aquí como tratamiento para los dolores menstruales y las molestias menores en las articulaciones. Además, no se informaba de las contraindicaciones. Observamos asimismo que incluso cuando los médicos africanos hacían un diagnóstico correcto, recetaban por rutina medicamentos inadecuados debido a la falta de instrucciones precisas.
P. ¿Era TresAbejas uno de los distribuidores afectados?
R. Todo el mundo sabe que África es el cubo de la basura al que van a parar los fármacos de Occidente, y TresAbejas es uno de los principales distribuidores de productos farmacéuticos en África.
P. ¿Y era TresAbejas uno de los afectados en este caso en particular?
R. En algunos casos TresAbejas era el distribuidor.
P. ¿El distribuidor culpable?
R. Así es.
P. ¿En cuántos casos? ¿En qué proporción?
R.
(Tras muchos rodeos).
En todos.
P. Repítenoslo, por favor. ¿Estás diciendo que TresAbejas era el distribuidor de todos los productos defectuosos que detectasteis?
R. Pienso que no deberíamos hablar así cuando cabe la posibilidad de que Arnold siga vivo.
APÉNDICE B
P. Por lo que recuerdas, ¿había algún producto en concreto que Arnold y Tessa cuestionaran con especial insistencia?
R. Esto no puede traer buenas consecuencias. En absoluto.
P. Ghita, intentamos comprender por qué fue asesinada Tessa y por qué crees que hablando de estos asuntos ponemos a Arnold en un peligro aún mayor.
R. Estaba por todas partes.
P. ¿
Qué
estaba por todas partes? ¿Por qué lloras, Ghita?
R. Estaba matando gente. En las aldeas. En los suburbios. Arnold no tenía la menor duda. Era un buen medicamento, decía. Con cinco años más de desarrollo, probablemente lo perfeccionarían. No podía discutirse la validez del fármaco. Era un tratamiento a corto plazo, barato y fácil de administrar. Pero se habían precipitado. Los ensayos se habían proyectado selectivamente. No cubrían todos los posibles efectos secundarios. Habían realizado pruebas con perros, conejos, monos y ratas embarazadas, y no se habían observado problemas. Cuando lo experimentaron con humanos…, sí, daba problemas, pero eso siempre ocurre. Ésa es la franja de indefinición de la que se aprovechan los laboratorios. Depende de las estadísticas, y las estadísticas pueden demostrar lo que a uno más le convenga. En opinión de Arnold, se habían propuesto a toda costa sacar el producto al mercado antes que la competencia. Hay tantas normas y normativas que parece mentira que algo así sea posible, pero Arnold decía que pasaba muy a menudo. Las cosas presentan un determinado aspecto cuando uno ocupa un elegante despacho de las Naciones Unidas en Ginebra, y otro muy distinto cuando trabajas sobre el terreno.
P. ¿Qué laboratorio lo producía?
R. En serio, no quiero seguir con esto.
P. ¿Cómo se llamaba ese medicamento?
R. ¿Por qué no lo probaron más? La gente de Kenia no tiene ninguna culpa. Un país tercermundista no puede permitirse hacer preguntas. Ha de aceptar lo que le dan.
P. ¿Era la Dypraxa?
R.
(Ininteligible).
P. Por favor, Ghita, cálmate y contesta. ¿Cómo se llama el medicamento, qué es y quién lo produce?
R. En África se concentra el ochenta por ciento de los casos de sida de todo el mundo, ¿lo sabíais? ¿Cuántos de esos enfermos tienen acceso a tratamiento? ¡Un uno por ciento! No es ya un problema humano. Es un problema económico. Los hombres no pueden trabajar. Las mujeres no pueden trabajar. Es una enfermedad heterosexual, y por eso deja tantos huérfanos. No pueden dar de comer a sus familias. No se hace nada al respecto. Sencillamente mueren.
P. ¿Hablamos de un medicamento contra el sida, pues?
R. ¡No quiero tratar el tema mientras Arnold siga vivo!… Está relacionado. Cuando se detecta una tuberculosis, la sospecha es que detrás está el sida… No siempre pero sí normalmente… Eso decía Arnold.
P. ¿Padecía Wanza los efectos de ese fármaco?
R.
(Ininteligible).
P. ¿Murió Wanza como consecuencia de ese fármaco?
R. ¡No quiero contestar mientras Arnold siga vivo!… Sí. Dypraxa. Ahora marchaos.
P. ¿Por qué se dirigían al yacimiento de Leakey?
R. ¡No lo sé! ¡Marchaos!
P. Aparte de los talleres de concienciación para mujeres, ¿qué otros motivos había para ese viaje a Lokichoggio?
R. ¡Ninguno! ¡Basta ya!
P. ¿Quién es Lorbeer?
R.
(Ininteligible).
RECOMENDACIÓN
Que se solicite formalmente a la embajada protección para la testigo a cambio de una declaración completa. Debería garantizársele que cualquier información que proporcione acerca de las actividades de Bluhm y la fallecida no se utilizará de modo tal que pueda poner en peligro a Bluhm, suponiendo que esté vivo.
RECOMENDACIÓN RECHAZADA POR RAZONES DE SEGURIDAD.
F. G
RIDLEY
(comisario)