El inocente (36 page)

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Authors: Ian McEwan

Tags: #Intriga

BOOK: El inocente
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Se levantó, se sacudió el polvo del traje, dobló la carta, la guardó y comenzó un lento paseo por el recinto. Pisó las hierbas para llegar al lugar donde había estado su cuarto. Ahora era un pedazo de arena aceitosa. Siguió andando y fue a mirar las tuberías retorcidas y los manómetros destrozados de un cuarto de calderas en un sótano. Justo bajo sus pies había fragmentos de baldosines blancos y rosas que le recordaron las duchas. Miró por encima del hombro. Los guardias fronterizos de la torre habían perdido interés en él. La música de radio del jardín del chalé había cambiado, ahora era rock antiguo. Aún le gustaba, y recordaba esta canción, «A Whole Lot of Shakin' Going'On». Nunca había sido una de sus favoritas, pero a ella le gustaba. Pasó otra vez junto a la trinchera abierta en dirección a la cerca interior. Habían puesto dos vigas de acero para advertir a los intrusos del peligro de un agujero forrado de hormigón y lleno de agua negra. Era el viejo pozo negro a través de cuyo campo de drenaje habían abierto un túnel los sargentos. ¡Cuánto esfuerzo inútil!

Ahora estaba junto a la cerca, mirando a través de ella la tierra baldía y ondulante que la separaba del Muro. Alzándose por encima de éste, se veían los árboles del cementerio llenos de hojas. Su época y la de Maria, como una tierra que no se ha sembrado. Había un camino de bicicletas que corría a lo largo de este lado del Muro, justo pegado a su base. Un grupo de niños se llamaba a voces mientras iban pedaleando. Hacía calor. Había olvidado el calor húmedo de Berlín. Había acertado, era necesario ir hasta allí para comprender la carta. No a Adalbertstrasse, sino allí, entre las ruinas. Lo que no había sido capaz de entender en Surrey, mientras tomaba su desayuno en el comedor, allí estaba completamente claro.

Había decidido lo que iba a hacer. Se aflojó la corbata y se secó la frente con un pañuelo. Miró a su espalda. Había una boca de incendios al lado de la torcida garita del centinela. También él echaba de menos a Glass, su mano en el codo y el «¡Escucha, Leonard!». Glass suavizado por la paternidad, le hubiera gustado ver eso. Leonard sabía que estaba a punto de marcharse, pero aún no sentía la urgencia de hacerlo, y el calor le agobiaba. En la radio sonaba la alegre música pop alemana en estricto ritmo de 2/4. El volumen parecía estar subiendo. Desde la torre un guardia fronterizo echó una lánguida ojeada con los prismáticos al caballero de traje oscuro que estaba holgazaneando junto a la cerca y luego se volvió para hablar con su compañero. Leonard había estado agarrado a la cerca. Dejó caer la mano y regresó a lo largo de la gran trinchera, atravesó las puertas de la cerca exterior y pisando las malas hierbas llegó hasta la tapia baja y blanca. Una vez fuera, se quitó la chaqueta y se la puso doblada sobre el brazo. Caminó deprisa y eso creó una ligera brisa que le daba en la cara. Sus pasos iban marcando el ritmo de sus pensamientos. Si hubiera sido más joven, tal vez habría echado a correr por Lettberger Strasse. Le vino a la memoria el recuerdo de aquellos tiempos en que viajaba por sus negocios. Probablemente tendría que volar a O'Hara, Chicago, y desde allí podría coger algún vuelo nacional. No enviaría ningún aviso, estaba preparado para el fracaso. Saldría de la sombra de los robles y pasaría junto al asta de bandera blanca al atravesar el césped iluminado por el sol en dirección a la puerta principal. Luego le diría cómo se llamaba el hombre de la radio y le recordaría que Bob Glass hizo un discurso aquella tarde, un discurso muy bonito sobre la construcción de una nueva Europa. Y contestaría a su pregunta: entraron en el túnel el día en que lo hicieron porque el señor Blake le dijo a su controlador ruso que un joven inglés estaba a punto de depositar allí un equipo de descodificación durante un solo día. Y ella le contaría lo del concurso de jive, del cual él no tenía el menor recuerdo, e irían al desván a buscar el reloj en forma de carruaje y le darían cuerda y lo pondrían en marcha de nuevo.

Tuvo que detenerse en la esquina con Neudecker Weg y quedarse bajo la sombra de un sicomoro. Volverían a Berlín juntos, no podía ser de otra manera. El calor era intenso y todavía tenía que andar casi un kilómetro hasta el metro de Rudow. Cerró los ojos y se apoyó contra el joven tronco. Podía soportar su peso. Visitarían los viejos lugares y les harían gracia los cambios, y, sí, irían un día a la Potsdammer Platz y subirían a la plataforma de madera y contemplarían el Muro juntos, antes de que lo derribaran.

NOTA DEL AUTOR

El Túnel de Berlín, u Operación Oro, fue una empresa conjunta CIA-MI6 y funcionó durante escasamente un año, hasta abril de 1956. William Harvey, el jefe local de la CIA, era quien estaba a cargo de la operación. Es probable que George Blake, que vivió en el número 26 de Platanenallee desde abril de 1955, traicionara el proyecto ya en 1953, cuando era secretario de una comisión de planificación. Todos los demás personajes de esta novela son imaginarios. También son ficticios la mayor parte de los sucesos, aunque estoy en deuda con David C. Martin por su descripción del túnel en su excelente
Wilderness of Mirrors
. Cuando lo visité, en mayo de 1989, el lugar se encontraba tal y como aparece descrito en el capítulo veintitrés.

Doy las gracias a Bernhard Robben, que tradujo las frases en alemán y realizó amplios trabajos de documentación en Berlín, y al doctor M. Dunnill, catedrático de Patología en Merton College, Andreas Landshoff y Timothy Garton-Ash por sus acertados comentarios. Estoy especialmente agradecido a mis amigos Galen Strawson y Graig Raine por su atenta lectura del original y sus numerosas y útiles sugerencias.

I. M., Oxford

Septiembre de 1989

IAN McEWAN

IAN McEWAN, es un escritor inglés que nació en Aldershot, Hampshire, el 21 de junio de 1948. De padre militar, pasó gran parte de su infancia en el Lejano Oriente, en Alemania y en el Norte de África. Al regresar a Inglaterra se licenció en Literatura Inglesa en la Universidad de Sussex y se formó en creación literaria en la Universidad de East Anglia, donde fue alumno de
Malcolm Bradbury
y de
Angus Wilson
. Su primera obra publicada fue el compendio de relatos
Primer amor, últimos ritos
, en 1975, que obtuvo el
Premio Somerset Maugham
en 1976, si bien luego se especializó en novela. McEwan se hizo célebre por sus elaboradas descripciones de obsesiones sexuales y actos violentos, llegando a ser censurado por la BBC en su serie de televisión Geometría, y causando gran revuelo al recibir el
Booker Prize
por la macabra
Amsterdam
. Es miembro de la Real Sociedad de Literatura y la Real Sociedad de las Artes británicas, de la Academia Americana de las Artes y de las Ciencias, y es Comandante del Imperio Británico. También ha escrito guiones, como el que creó para la película
El almuerzo del labrador
(1990), una crítica política al gobierno de Margaret Thatcher.

Notas

[1]
Royal Air Force
: Reales Fuerzas Aéreas. (N. de la T.)
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[2]
Military Intelligence
: Servicio Secreto y de Contraespionaje. (N. de la T.)
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[3]
Juego parecido al béisbol que se practica sobre un campo más pequeño, con pelota grande y blanda. (N. de la T.)
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[4]
Juego de pelota parecido al béisbol que juegan los niños. (N. de la T.)
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[5]
Acento de los barrios bajos londinenses. (N. de la T.)
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[6]
Música de ritmo vigoroso y con improvisaciones que es una variedad del
jazz
. (N. de la T.)
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[7]
Young Mevis Christian Association
: Asociación de Jóvenes Cristianos. (N. de la T.)
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[8]
American Kennel Club
: Club Norteamericano de Dueños de Perros. (N. de la T.)
<<

[9]
Antigua danza popular inglesa en la que los participantes se disfrazaban al estilo de las leyendas de Robin Hood. (N. de la T.)
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