El evangelio del mal (35 page)

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Authors: Patrick Graham

BOOK: El evangelio del mal
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Parks se dispone a dejar la última obra cuando un puñado de hojas cae del interior y se esparcen sobre la mesa. Las recoge y las examina: son unas hojas transparentes que la recoleta ha llenado de símbolos y de figuras inacabadas. El tipo de signo que basta pegar sobre otros símbolos incompletos para poder descifrar el conjunto. Un código puzle. Colocando una hoja sobre una página escogida al azar de uno de los manuscritos, Parks descubre que los símbolos encajan a la perfección y que ahora puede leer las anotaciones de la monja. Así pues, se sumerge en las obras y enseguida se da cuenta de que las palabras alrededor de las cuales la religiosa ha trazado un círculo designan, en realidad, a un solo ser maléfico: Gaal-Ham-Gaal. Un señor negro escapado de los Infiernos, el gran mal. Todas las demás palabras lo designan a él, que ha engendrado al resto de demonios. Susurrando en la oscuridad, Parks recita como una letanía el nombre de esos espíritus del Mal cuyo retrato ha esbozado la recoleta en el margen.

—Abbadon el destructor, el ángel exterminador del Apocalipsis, príncipe de los demonios de la séptima jerarquía y soberano del Pozo de las Almas. Adramelech el canciller de los Infiernos. Azazel, general en jefe de los ejércitos infernales. Belial, Loki, Mastema, Astaroth, Abrahel y Alrinach, los señores de los huracanes, de los terremotos y de las inundaciones.

Marie continúa pasando las páginas y colocando las hojas transparentes sobre los márgenes. Lee:

—Leviatán, Gran Almirante de los Infiernos. Magoa y Maimón, los poderosos reyes de Occidente. Samael, la serpiente que hizo caer a Eva. Alu, Mutu, Humtaba, Lamastu, Pazuzus, Hallulaya y Attuku, los siete caballeros de las tormentas que atormentaron Babilonia. Tiamat y Kingu. Set, príncipe de los demonios torturadores del antiguo Egipto. Ahriman y Asmoug para los persas, Hutgin y Ascik Bajá para los turcos, Tchen Huang y Yen-Vang para los chinos, Durga, Kali, Rakshasa y Sittim para los indios.

Termina su letanía con Huitzilopochtli, el dios Sol al que los aztecas sacrificaron millones de prisioneros arrancándoles el corazón para que su luz no se apagara. Todos ellos nombres que designan, según la monja, una sola matriz del Mal, un azote que había escapado de los Infiernos para atormentar al mundo: Gaal-Ham-Gaal.

Capítulo 105

Parks se frota los ojos. Sobre la mesa hay otro libro, el último, grueso y pesado como una Biblia. Lo abre por la página que la recoleta señaló con ayuda de una imagen piadosa. El principio del Génesis. El testamento del nacimiento del mundo.

—Al principio, Satán creó el Cielo y la Tierra…

Se sobresalta al oír su propia voz pronunciando esas palabras. Sus ojos vuelven al comienzo de la frase y observan una imperfección debajo del nombre de Satán. Pasa la uña del pulgar sobre las letras y nota unos grumos en el papel, como si el texto hubiera sido raspado y una mano cuidadosa hubiera escrito Satán donde ponía Dios, imitando a la perfección los caracteres originales. Junto a ese versículo fundador de las religiones del Libro, la mano de la recoleta trazó una sucesión de caracteres cuneiformes, una lengua tan antigua que solo se podía transcribir utilizando símbolos, cada uno de los cuales designaba un sonido o el instrumento que servía para crear ese sonido. La lengua del antiguo reino de Sumer, una civilización que desapareció de forma repentina y violenta más de mil quinientos años antes de Cristo.

Parks lee el título de la obra: Relato de los Hijos de Caín, extraído de las Escuelas de Misterios. Según las anotaciones de la religiosa, ese manuscrito se había transmitido a través de los siglos de sectas herejes a cofradías secretas. Posteriormente, la Iglesia se adueñó de él durante la toma de una ciudadela cátara por parte de los cruzados de Inocencio III. Los Hijos de Caín.

Las indagaciones emprendidas por la religiosa la habían llevado a remontarse hasta el año 8300 antes de Cristo, en el amanecer de la humanidad. Fue en esa época olvidada cuando, según la leyenda, la descendencia maldita de Caín encontró refugio junto a las orillas del actual mar Negro, en un lugar triste y oscuro llamado Aqueronte. Allí, excavaron el vientre de la Tierra, donde fundaron un sombrío reino en el que el sol no salía jamás.

Pero, a fuerza de excavar, los Hijos de Caín dieron con la puerta de los Abismos, que protegía la entrada al mundo de las profundidades. Fueron ellos los que liberaron a Gaal-Ham-Gaal, cuyo poder se extendió por la superficie de la Tierra.

Marie pasa varias páginas carcomidas por el tiempo. Las anotaciones de la recoleta continúan más adelante. Al ver que los demonios habían escapado de los Infiernos por las grutas del reino de Aqueronte, Dios decidió destruir su obra antes de que el Mal se apoderara de ella. Entonces hizo llover durante días. Una lluvia glacial e incesante que provocó el desbordamiento de los mares: hizo crecer las aguas del Mediterráneo y del mar de Mármara, que atravesaron el lecho del Bósforo y se vertieron en el actual mar Negro. El Diluvio de la Biblia engulló el mundo y las grutas de Aqueronte, donde se dice que los Hijos de Caín perecieron ahogados, y la puerta de los Abismos se cerró poco a poco empujada por las aguas.

Al amanecer del último día, la Tierra había desaparecido bajo las aguas de Dios y solo las montañas más altas seguían traspasando la superficie. Pero el demonio que los Hijos de Caín habían liberado de los Infiernos sobrevivió al Diluvio, y cuando las aguas retrocedieron, esa cosa se extendió por las profundidades del mundo.

Historias de viejas locas. Eso es al menos de lo que Parks intenta convencerse, hasta que descubre otras hojas que la recoleta ha archivado cuidadosamente dentro de carpetas transparentes: unos estudios científicos realizados en el siglo XX por equipos norteamericanos sobre una gigantesca inundación que al parecer se produjo en el mesolítico en la región del mar Negro. Parks lee los textos a toda velocidad.

Para los científicos norteamericanos, el cataclismo no ofrecía ninguna duda: el día que la barrera rocosa del Bósforo cedió bajo la presión del diluvio, cataratas de agua salada se vertieron bruscamente en las aguas dulces del futuro mar Negro, que en aquella época era un simple lago. Ese torrente cuatrocientas veces más potente que los saltos del Niágara hizo subir ciento treinta metros el nivel de las aguas en dos años. Cien mil kilómetros cuadrados de tierras devastadas por el cataclismo.

Para demostrar lo que exponían, los arqueólogos habían tomado diversas muestras de las capas sedimentarias del mar Negro. A una profundidad de más de doscientos cincuenta metros, correspondiente al período que va de 7500 a 7200 antes de Cristo, los sedimentos estaban constituidos por conchas de agua dulce. Por encima de eso, hasta una profundidad correspondiente al período que va de 7000 a 6500 antes de Cristo, los sedimentos estaban constituidos exclusivamente de conchas de agua de mar. Lo que demostraba que el mar de Mármara había inundado el lago entre 7200 y 7000 antes de Cristo.

Esos mismos arqueólogos habían descubierto también paleorriberas de grava y de arcilla enterradas a una profundidad de ciento veinticinco metros. Eran las orillas del antiguo lago de agua dulce, que se desbordó para dar origen al mar Negro hacia 7600 antes de Cristo. Según los trabajos de la recoleta, fue ese año cuando los Hijos de Caín liberaron al demonio Gaal-Ham-Gaal.

Parks pasa al informe científico siguiente. Doce años más tarde, una expedición rusa descubrió una red de grutas a cien metros bajo la superficie del mar Negro. Las galerías de esas grutas parecían descender tanto hacia las profundidades de la Tierra que ningún foco consiguió penetrar su oscuridad. Enviaron robots submarinos a los que jamás volvieron a ver. También mandaron a buzos autónomos equipados con pesados cinturones de plomo y focos halógenos, convencidos de que un abismo semejante debía tener forzosamente bolsas de aire que permitirían a los exploradores tomar oxígeno. Ninguno de ellos regresó, salvo uno, que emergió a la superficie medio loco, echando sangre por la boca y con la nariz contra la ventanilla del casco. El desdichado tuvo el tiempo justo de decir que al fondo del abismo había visto una luz azulada donde evolucionaban las formas gigantescas de algunos monstruos marinos prisioneros de las profundidades. A continuación, preso de convulsiones, el submarinista murió. Parks cierra los ojos. Los arqueólogos rusos habían descubierto las grutas de Aqueronte.

Capítulo 106

Marie Parks masculla un taco mientras recoge la Biblia de los Hijos de Caín que acaba de caérsele de las manos. Al dejar la obra sobre la mesa, observa que varias costuras de la cubierta han cedido a causa del golpe. Introduce los dedos entre las hojas de cuero y nota los bordes irregulares de otros pergaminos que la recoleta debió de esconder ahí para que nadie los encontrara. Un escondrijo que descosía todas las noches para recuperar sus misteriosos tesoros y cosía de nuevo al amanecer utilizando hilo de oro idéntico al original.

Unas extrañas líneas rojas brillan en la superficie de los pergaminos. O más bien en el interior, como si la pluma que las había trazado hubiera conseguido llegar a la carne del papel sin dejar la menor huella en la hoja.

A medida que Parks extrae los documentos de su escondrijo, las líneas rojas se borran. Sin duda se trata de una ilusión óptica; ahora que las examina de cerca se da cuenta de que los pergaminos están vírgenes, ningún rastro de tinta resulta visible entre las resquebrajaduras del papel. Parks levanta una hasta situarla delante de la llama de una vela. La luz apenas atraviesa la trama. A juzgar por el grosor del grano, debe de tratarse de un pergamino de Perusa extraído del papel más selecto. El tipo de soporte que habitualmente se reservaba para los textos sagrados, o para los secretos que no se quería que desaparecieran debido a la acción del tiempo. Sin embargo, ese pergamino había permanecido virgen, sin ninguna huella de pluma ni un solo esbozo al carboncillo.

A fuerza de acercar la hoja a la vela, Parks nota que un ligero olor de chamuscado se pega a sus dedos. Mascullando, da la vuelta al pergamino. Ni el menor rastro de quemado. Sin embargo, está segura de que el fuego ha lamido el papel durante varios segundos. Pasa un dedo por encima y lo aparta rápidamente; en la zona donde la llama lo ha rozado, el pergamino está ardiendo.

A medida que la joven aleja el documento de la vela, sus ojos se agrandan de estupor al ver que las líneas rojas están reapareciendo. Como si la tinta utilizada para escribirlas temiera la luz, o como si hubiera sido concebida de este modo: para ser visible solo en la oscuridad.

Parks apaga las velas más cercanas y mira cómo brillan las líneas rojas. Después coloca las manos a ambos lados del documento para aumentar la oscuridad y lee en voz alta el mensaje que titila en las tinieblas:

17 de octubre del año de gracia 1307

Yo, Mahaud de Blois, superiora de las recoletas de Nuestra Señora del Cervino, comienzo el día de hoy la traducción y la copia del evangelio más infame y terrible que nos haya sido dado guardar en estos lugares santificados.

Esta obra, que según dicen fue escrita por la propia mano del Diablo, ha sido encontrada por los arqueros del rey de Francia en las fortalezas de la orden del Temple, caída en desgracia. Puesto que esos herejes no han revelado nada de los secretos de este manuscrito, me corresponde a mí explorar su funesto contenido.

Finalizada mi tarea y una vez leído lo que me sea posible sin perder la razón, esta obra maldita será conducida bajo escolta hasta la cofradía trapense de Maccagno Superiore, donde será cubierta con varias hojas de cuero antes de ser sellada mediante un cerrojo florentino envenenado, a fin de que una muerte segura fulmine a quien intente profanar su contenido.

Yo, madre Mahaud de Blois, con el consentimiento del papa Clemente y de monseñor el obispo de Aosta, tomaré después la decisión de enterrar este evangelio en las profundidades más inaccesibles de nuestra fortaleza del Cervino.

Que Dios guíe mis ojos y mis manos en esta peligrosa empresa y que, so pena de desmembramiento hasta la rotura completa de mis miembros, selle para siempre mis labios a fin de que ninguno de los sacrilegios contenidos en estas páginas llegue jamás a oídos del mundo.

Parks pasa al segundo pergamino. Se tensa al darse cuenta de que ese documento es uno de los fragmentos del evangelio que las recoletas del Cervino copiaron en la Edad Media. Un fragmento que empieza con una advertencia.

Evangelio de Satán sobre la horripilante

desgracia, de las llagas muertas

y de los grandes cataclismos.

Aquí empieza el fin, aquí acaba el principio.

Aquí descansa el secreto del poder de Dios.

Malditos por el fuego sean los ojos

que se posen en él.

Al principio, el Abismo eterno, el Dios de los dioses, la sima de donde habían surgido todas las cosas, creó seis mil veces un millón de universos para hacer que la nada retrocediera. Luego, a esos seis mil veces un millón de universos los dotó de sistemas, de soles y de planetas, de todo y de nada, de lleno y de vacío, de luz y de tinieblas. A continuación les insufló el equilibrio supremo, según el cual una cosa solo puede existir si su no cosa coexiste con ella.

Así pues, todas las cosas salieron de la nada del Abismo eterno. Y al articularse cada cosa con su no cosa, los seis mil millones de universos entraron en armonía.

Pero, para que esas innumerables cosas engendraran a su vez las multitudes de cosas que iban a dar la vida, necesitaban un vector de equilibrio absoluto, el contrario de los contrarios, la matriz de todas las cosas y de todas las no cosas, el Bien y el Mal.

El Abismo eterno creó entonces la ultracosa, el Bien supremo, y la ultra no cosa, el Mal absoluto. A la ultracosa le dio el nombre de Dios. A la ultra no cosa le dio el nombre de Satán. Y a esos espíritus de los grandes contrarios los dotó de la voluntad de combatirse eternamente para mantener los seis mil millones de universos en equilibrio.

Luego, cuando todas las cosas se articularon por fin sin que el desequilibrio viniera nunca más a romper el equilibrio que lo sostenía, el Abismo eterno vio que eso era bueno y se cerró de nuevo. Mil siglos transcurrieron entonces en el silencio de los universos que crecían.

Llegó por desgracia un día en que, habiéndose quedado solos rigiendo esos seis mil veces un millón de universos, Dios y Satán llegaron a un grado tan elevado de conocimiento y de aburrimiento que, a despecho de lo que el Abismo eterno les había prohibido, el primero se puso a crear un universo más en su propio nombre. Un universo imperfecto que el segundo se afanó en destruir por todos los medios, para que ese universo que hacía el número seis mil veces un millón más uno no llegara a destruir el orden de todos los demás debido a la ausencia de su contrario.

Entonces, al desarrollarse la lucha entre Dios y Satán solo en el interior de ese universo que el Abismo eterno no había previsto, el equilibrio de los demás universos empezó a romperse.

Capítulo 107

Un crujido de papel. Parks pasa al último pergamino escrito con tinta luminiscente. Un fragmento de la génesis del mundo. Como si quienes habían redactado ese evangelio hubieran seguido el hilo de la Biblia oficial contando lo que había pasado de verdad.

El primer día, cuando Dios creó el Cielo y la Tierra, así como el sol para iluminar su universo, Satán creó el vacío entre la Tierra y las estrellas y sumió al mundo en las tinieblas. El segundo día, cuando Dios creó los mares y los ríos, Satán les dio el poder de alzarse para engullir la creación de Dios.

El tercer día, cuando Dios creó los árboles y los bosques, Satán creó el viento para abatirlos, y cuando Dios creó las plantas que curan y que calman, Satán creó otras, venenosas y provistas de pinchos.

El cuarto día, Dios creó el pájaro y Satán creó la serpiente. Después, Dios creó la abeja y Satán la avispa. Y por cada especie que Dios creó, Satán creó un predador para aniquilar esa especie. Después, cuando Dios repartió a sus animales por la superficie del Cielo y de la Tierra para que se multiplicaran, Satán dotó de garras y de dientes a sus criaturas y les ordenó matar a los animales de Dios.

El sexto día, cuando Dios decidió que su universo estaba preparado para engendrar la vida, creó dos espíritus a imagen y semejanza del suyo a los que llamó hombre y mujer.

En respuesta a este crimen de los crímenes contra el orden del universo, Satán lanzó un maleficio contra esas almas inmortales. Después sembró la duda y la desesperación en su corazón y, robando a Dios el destino de su creación, condenó a muerte a la humanidad que iba a nacer de su unión.

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