Una vez más la suerte de los felinos vuelve a sufrir un cambio en esta época de esplendor. El Renacimiento supone el fin del periodo más sombrío de la humanidad y la vuelta a la razón.
En la Italia de la época todas las familias, desde las reales a las de los grandes pensadores o las de los campesinos, vivían con un gato al que cuidaban, mimaban y protegían. En este periodo histórico la sabiduría y el conocimiento vuelven a estar muy valorados, y, curiosamente, el felino siempre ha estado ligado con el «mundo de la inteligencia».
En Europa la moda de tener un gato como mascota se extiende rápidamente y en Londres era poco probable encontrar familias sin gatos. Al mismo tiempo, en Francia los felinos llegaron a la corte de la mano del cardenal Richelieu.
Otro personaje de la época muy ligado al mundo felino fue el ministro de Guerra del rey Luis XIII, que dormía con catorce gatos; fueron los animales los principales receptores de su herencia.
Los felinos se consideraron tan necesarios que el propio Napoleón Bonaparte, que les tenía miedo y ninguna simpatía, tuvo que dar un gran discurso advirtiendo al pueblo de la importancia de cuidarlos, alimentarlos y tratarlos adecuadamente para que pudieran vivir y acabar con los roedores que amenazaban las cosechas francesas.
Si viajamos a países tan lejanos como Corea del Sur podemos ver que la dieta de dicho país está basada en el felino, lo que hace que cada día mueran cientos de ellos.
Pero esto no es la parte cruel, podemos considerar, aunque nos cueste, que sea un animal «normal» dentro de su dieta… Lo que no es aceptable es el trato que reciben estos animales antes de servir como alimento: son criados en jaulas muy pequeñas donde no pueden moverse, son apaleados antes de ser degollados para aumentar la adrenalina y así, presuntamente, potenciar la virilidad del que los consume.
También existen evidencias que confirman que en muchos casos son cocidos vivos en ollas a presión para obtener tónicos… Sin comentarios.
A pesar de tantos siglos de convivencia entre humano y felino doméstico, el gato nunca ha llegado a ser «completamente» educado, es decir, no es capaz de obedecer a su dueño ante comandos concretos como tumbarse, sentarse o acudir a por una pelota cuando su amo lo requiere (aunque existen honrosas y contadas excepciones).
Para llegar a la domesticación del gato han podido pasar hasta cuatro mil generaciones, todas ellas con una continua «infusión» de genes no del todo controlados; para conseguir un proceso controlado de selección, morfológica y comportamental, pueden ser precisas entre veinte y veinticuatro generaciones. Solo una pequeña parte de las razas controladas han sido realmente seleccionadas por sus características físicas y conductuales, algo muy distinto a lo que sucede con el perro.
El primer plan de crianza del que se tiene constancia data del año 999 en el Palacio Imperial de Japón.
En Estados Unidos aproximadamente un 23 por ciento de los hogares tiene gato, el 66 por ciento tiene un solo ejemplar, pero la media sería de 1,4 a 2,2 gatos por hogar.
Entre los distintos tipos de vida que presenta el gato en la actualidad, podríamos hacer los siguientes grupos:
En Estados Unidos nacen unas cuatrocientas quince personas a la hora… en el mismo periodo de tiempo pueden nacer entre mil y dos mil gatitos… Esto puede darnos como conclusión que, al menos, unos treinta mil animales mueren a diario para que exista una población «estable».
Entre el 18 y el 33 por ciento de los gatos son eutanasiados y la causa suele deberse a problemas de comportamiento; los principales son:
La población felina guarda una relación directa con la eficacia reproductiva del animal y con la más o menos responsable actitud de control del humano; con 7 años, una gata puede ser responsable del nacimiento de casi ochocientos mil nuevos animales… esto sería lógicamente controlable con una imprescindible concienciación sobre el manejo reproductivo.
Si pensamos en los propietarios, podríamos clasificarlos según su relación, interacción e interés por los felinos de la siguiente forma:
Aunque el gato viva junto al humano desde las primeras semanas de vida, su vinculación con él será muy fuerte, pero nunca tan dependiente como en el caso de los perros.
En el caso de los gatitos es a partir de las dos semanas cuando tienen suficientemente desarrollados sus sentidos para enfrentarse al mundo; este periodo de apertura de conocimientos se cierra de forma drástica a partir de las siete semanas, momento en que el animal desarrolla en su cerebro una sensación desagradable pero tremendamente útil para su seguridad: el miedo. A partir de las siete semanas desconfía de lo no conocido, por lo que en ese corto periodo de vida es vital aportarle conocimiento del medio, de los humanos, de otros animales…
Un gatito que experimenta conocimientos, sensaciones, interacciones todas positivas, durante ese tiempo, será un animal perfectamente socializado y capaz de adaptarse a cualquier situación y entorno humano; estos animales socializados correctamente no suelen presentar problemas de comportamiento «puro» y, como mucho, pueden llegar a «ofrecernos» ciertas molestias, por sus naturales formas de proceder.
Pese a miles de años de convivencia aún perdura en lo más profundo de cada gato su carácter solitario, independiente, instinto de caza, territorialidad…
Estas cualidades hacen que sea muy difícil domesticarlo «plenamente» y si además ha tenido que vivir durante mucho tiempo en la calle, la consecución de logros educativos puede ser casi imposible.
La falta de obediencia del animal no se debe a una escasa inteligencia, más bien todo lo contrario, ya que estamos hablando de un animal con uno de los cerebros más desarrollados de los mamíferos.
Su capacidad cognitiva es muy avanzada, pero «no entienden» las nociones de obligación, órdenes, mando… Podríamos decir que cuando acatan una orden, cuando conseguimos algo que le hemos propuesto, es porque en realidad el animal ha decidido, según lo que obtiene a cambio, cumplir con nuestras expectativas.
A pesar de estas premisas, de que siempre actuarán por propia voluntad, lo que sí podemos y debemos conseguir, para una convivencia feliz, es que «aprendan» a direccionar adecuadamente algunos comportamientos naturales: rascarse las uñas y dejar marcas olfativas de sus patas en el rascador (en lugar del lateral del machacado sillón), ir a un cajón de arena a hacer las deposiciones, alimentarse de lo que le ofrecemos…
Después de meditarlo y de informarnos de las distintas razas y sus características, hemos de asegurarnos de que tenemos tiempo suficiente para estar con el animal y de que poseemos los suficientes recursos económicos para lo previsible y los imprevistos. Si es así ya podemos afrontar la búsqueda de nuestro amigo.
Por supuesto, además de informarnos sobre las distintas, variadas y bellísimas razas, también podemos y debemos plantearnos la opción de la adopción: ofrecer una nueva oportunidad a un animal que lo necesita.
Una vez que el animal, adulto o cachorro, llega a nuestra casa no podemos pretender que en el primer instante de depositar sus delicadas almohadillas en su nuevo territorio, se ponga a jugar con nosotros; los primeros días pueden ser complicados, dependiendo, por supuesto, de las experiencias previas del animal.
No nos debe extrañar que el animal se refugie bajo la cama, tras un mueble, que no se acerque con la «alegría» y disposición que deseamos… Démosle tiempo y no le agobiemos.
Esta situación de adaptación progresiva a su nuevo territorio tiene un tiempo, el que necesite cada individuo, por lo que la paciencia por nuestra parte será fundamental. Si la situación se prolonga, o el gato presenta comportamientos agresivos, deberemos acudir a un etólogo, especialista en comportamiento felino.
Es esencial la edad del animal para la adaptación; la socialización de los gatos se produce en las primeras semanas de vida, por lo que el contacto con el ser humano tras el destete y, antes de las siete semanas de vida, debe ser continuo y diario.
Vamos a comentar unas pautas que nos facilitarán la adaptación del felino a nuestro entorno humano:
La socialización en el caso de los gatos es mucho más corta que la de los perros. un estudio realizado por Karsh en 1984 demostró lo que ya hemos comentado, que ésta se da entre el fin de la segunda semana de vida y la séptima, por lo que en este periodo nuestro papel es muy importante para socializar al gato y acostumbrarle al ser humano.
Los gatos son mucho más independientes, aunque durante los primeros días tienen un comportamiento muy similar al de los perros: se muestran ansiosos y nerviosos cuando su madre se aleja y se tranquilizan con la llegada de ésta.
Otra de las diferencias entre felinos y cánidos familiares es que el papel de madre y el vínculo con ella, los gatos nunca lo establecerán con una persona.
Algunos estudios están analizando casos de felinos que han sido alimentados desde los primeros días por personas y luego han desarrollado una relación de apego infrecuente (hiperapego), puesto que llegan a desarrollar un problema de comportamiento (ansiedad por separación) cuando están solo en la casa.
Algunos de estos factores determinantes para la presencia o ausencia de problemas: