Aunque no existe mucha costumbre de cortar el pelo a los gatos de pelo largo, no supone ningún problema. Es cierto que no es necesario realizar un corte si mantenemos el pelo limpio y bien cepillado, pero también debemos pensar que uno o dos cortes anuales (verano) favorece un pelo fuerte y sano, y ayuda a soportar las altas temperaturas.
Aunque nuestro gato no salga a la calle también puede padecer infestaciones parasitarias, ¿cómo? Evidentemente el portador de parásitos al hogar será el propietario (ropa y zapatos) u otros animales que comparten la vivienda. Es por esta causa que debemos aplicar los tratamientos antiparasitarios (externos e internos) que nos recomiende el profesional. Olvidemos la falsa idea de que el gato no sale de casa y no necesita ciertos tratamientos (antiparasitarios, vacunas…).
En la actualidad existen en el mercado multitud de productos capaces de proteger a nuestros gatos contra todo tipo de infestaciones parasitarias… Lo único que debemos hacer es consultar con el veterinario para que nos recomiende el producto más adecuado al estilo de vida, tipo de pelo…
Para unos cazadores superespecializados como los felinos, tener las garras «a punto» es vital para su supervivencia. Todos ellos (excepto el guepardo, cazador a la carrera) están dotados de uñas retráctiles en sus patas delanteras para evitar el desgaste de tan importantes piezas anatómicas.
Pero para los gatos caseros estas afiladas garras ya no son de ninguna utilidad: las bolitas de pienso no se les van a escapar y lo más que cazan es alguna mosca despistada o alguno de sus juguetes interactivos.
Para ese estilo de vida, las uñas pueden ser una fuente de problemas.
Hasta los tres meses los gatitos no poseen la capacidad de retraer sus garras, que se enganchan en las cortinas… o en nuestra piel.
Es a partir de los tres o cuatro meses cuando comienzan a desarrollar el marcado mediante las garras, no tanto para afilarlas como para dejar señales olfativas, mediante la secreción de unas glándulas en la base de los dedos.
El uso de las garras puede tornarse un serio problema en algunos casos, no solamente de tipo estético o económico, cuando destrozan tapicerías o cortinas, sino en el caso de animales muy nerviosos o agresivos con tendencia a lanzar zarpazos, más aún cuando en casa hay niños que se acercan al gato sin la menor prudencia.
Unos oídos llenos de cera, incluso con heridas por un rascado exceisvo; una boca con mal olor en la que podemos ver, al levantar los labios, unos dientes llenos de sarro o encías enrojecidas; o unos ojos inflamados, lagrimosos, pueden ser síntomas de diversas enfermedades y son causa de gran malestar para el animal.
Algunas razas, como los persas y los similares, de tipo «braquicéfalo» (del griego, βραχυς, corta, y -
céfalo
, cabeza), son seleccionadas por los criadores para ser cada vez más «tipadas» (del inglés
tipped
, chato), llegando a tener una nariz plana entre los ojos.
Sin entrar en consideraciones estéticas, estos gatos, al igual que en las razas caninas chatas, como los
bulldog
o los pekineses, van a presentar una serie de p roblemas de salud producidos por esta deformación de las fosas nasales, que van a afectar tanto a los cornetes (dificultad del paso del aire) como a los conductos lagrimales (dificultad para evacuar las lágrimas).
¿Resultado?: animales con respiración dificultosa, con tendencia al ahogo y a los ronquidos, a la conjuntivitis y a la formación constante de legañas.
La limpieza rutinaria de ojos y aledaños con productos adecuados (recomendados por el profesional) conseguirá controlar estos problemas.
Los oídos con picor o producción excesiva de cera pueden deberse a la presencia de infecciones o de pequeños parásitos (sarna auricular); la limpieza rutinaria de los oídos con productos específicos recomendados por el profesional evitará más de un susto.
Y la boca… la boca es uno de los puntos débiles del gato: úlceras en la lengua por lesiones víricas, infecciones en las raíces de los dientes, acumulación de sarro, inflamaciones en las encías… enfermedades que producen dolor al comer, con lo que el gato rechazará la comida, provocando un mal estado sanitario deneral; el uso de alimento seco (pienso) será, junto con las revisiones periódicas en el veterinario, la mejor forma de mantener a raya las patologías bucales del felino.
Antes de comenzar deberíamos tener muy presente que el celo de nuestro animales de compañía es una fase «de lo más naturas» de su vida reproductiva. Pero ¿debemos dejar que la naturaleza siga su curso?, ¿debemos permitir una reproducción incontrolada justificándonos en la «naturalidad del tema»? Una vez más nuestros mejores amigos necesitan de nuestras sabias decisiones para contestar estas difíciles preguntas… ¿Sabias decisiones? Vamos a intentar que lo sean.
Lo mejor sería consultar con el veterinario para no equivocarnos, no es raro que el cachorro, de nombre, al pasar los días evidencie de forma clara que ha de llamarse
Lolo
… pero podemos intentar conocer el sexo de nuestra nueva mascota con este sencillo método: al levantarle la cola observaremos dos orificios, el más cercano a la cola es el ano y el más lejano corresponde a los genitales; en las hembras los dos orificios están más juntos que en el macho, ya que en éste existe una mayor separación debida al espacio que ocuparán o ya ocupan los testículos.
El celo es una parte del ciclo sexual de la gata; siendo más concretos, es el periodo fértil de dicho ciclo sexual. ¡Vamos! Siendo aún más claros podemos definirlo como el tiempo durante el que la hembra «acepta» mantener relaciones con el macho, pudiendo quedar preñada.
Cuando la gata pasa por esta fase sexual, pone todos sus recursos a trabajar con un solo fin: ¡encontrar un maravilloso galán!… incesantes maullidos, simpáticas «posturitas», emisión de sugerentes olores… Todo ello para estimular y atraer al macho deseado.
Pues no, los machos no tienen un auténtico celo; pueden ser capaces de aparearse con la hembra en cualquier momento, siempre y cuando la estimulación haya sido suficiente. Los gatos machos suelen estar dispuestos al juego sexual tras los estímulos olfativos o visuales que la hembra en celo les proporciona. A partir de ese momento también pueden «llamar a su amada» mediante penetrantes maullidos, mostrar inquietud e intentos de fuga, e incluso llegan a orinar fuera del lugar habitual como parte del ritual de marcaje de esta fiesta sexual.
Es difícil concretar una fecha de aparición del celo en nuestros gatos; como media podemos decir que la mayoría suele presentar el celo entre los seis y los ocho meses. Podremos evidenciar la llegada de esta importante fase por intranquilidad de la hembra, maullidos lastimosos, revolcones, «posturitas» y frotamientos y roces contra objetos, animales y personas. El celo de nuestras gatas no se manifiesta tan claramente como el celo de la perra con síntomas tales como inflamación de la vulva, descarga hemorrágica…
Es importante comentar que las razas de pelo corto suelen alcanzar el celo de forma más temprana que las razas de pelo largo.
Esta pregunta también tiene una difícil respuesta: lo único que podemos decir con total seguridad es que el celo está relacionado con el clima y con la cantidad de horas de luz solar. Por eso podemos considerar dos periodos sexualmente activos que coinciden con el final del invierno y principios de primavera y el periodo de finales de verano y principios de otoño. La realidad de nuestros país nos hace pensar que existe un único periodo de celo entre febrero-marzo hasta septiembre-octubre; en el peor de los casos, el celo puede durar… ¡¡todo el año!!
Como podemos ver es prácticamente imposible generalizar, por lo que si tenemos una gata nos daremos cuenta de sus ciclos por la experiencia.
También difícil respuesta. El celo tiene dos partes principales:
El celo, por tanto, será la suma de estos dos periodos, que en nuestro país suele coincidir con, aproximadamente, una semana de duración.
Existen dos formas: la farmacológica y la quirúrgica. La aplicación de fármacos para evitar el celo conlleva más problemas que beneficios, ya que su uso continuo puede acabar provocando efectos secundarios (alteraciones ováricas, predisposición a infecciones…).
La cirugía es sin duda la opción a tomar como método de control para los ciclos sexuales de nuestros animales de compañía.
Existen múltiples posibilidades quirúrgicas de complicadísimos nombres, pero podemos asegurar que la cirugía de elección en la gata es la ovariohisterectomía (eliminación quirúrgica de los ovarios y del útero completo) y la castración en los machos (eliminación quirúrgica de los testículos).
Radicalmente no. Este comentario suele ser una de las principales causas de hiperpoblación y abandonos en nuestros animales de compañía (no sólo en gatos).
Es importante dejar absolutamente claro que no es necesario que nuestra gata tenga una camada; no mejora su estado físico, ni «psicológico» y, por el contrario, puede ser el origen de un conflicto personal y familiar a la hora de decidir qué se hace con los cachorros cuando no tenemos dónde «colocarlos».
Antes de decir cuándo, nos gustaría aclarar que la esterilización en los gatos es un acto cotidiano y de bajo riesgo en manos de los veterinarios.
La edad óptima para realizar la esterilización está comprendida entre los tres y los seis meses: el comportamiento sexual no se ha afianzado y al realizar la operación de forma precoz evitamos un primer embarazo no deseado y que aumenten las posibilidades de aparición de tumores de mama, quistes ováricos, etcétera.
En muchos países se está practicando una esterilización «ultraprecoz», entre las doce y las catorce semanas. Parece que esta cirugía no afecta ni a la salud, ni al comportamiento, ni al crecimiento… Lo que sí parece estar claro y consensuado es que se debe intervenir al animal antes de presentar «síntomas sexuales».
Esta creencia popular no es estrictamente cierta. Podemos admitir que la castración altera el metabolismo de nuestro animal, con lo que «aprovecha» mejor los alimentos a la vez que disminuye su gasto energético. Vamos, que lo que come… ¡¡le sienta estupendamente!!
Debemos matizar que el mayor riesgo de aumento de peso se produce en las primeras semanas o meses posteriores a la castración; es en este tiempo cuando deberemos restringir la cantidad de alimento habitual o sustituirlo por otro de tipo o alimentos específicamente diseñados para animales esterilizados, a la vez que estimulamos un mayor ejercicio de nuestra mascota. Con estos sencillos procedimientos conseguiremos erradicar el no del todo correcto pensamiento popular.
Un antepasado del gato doméstico actual, como ya conocemos, es el gato salvaje norteafricano, el
Felis silestris lybica
, un animal muy parecido a su descendiente, pero con unos hábitos totalmente distintos; el es un animal solitario, nocturno, territorial, muy agresivo con sus congéneres y, como todos los felinos, un magnífico cazador, dotado de un equipamiento perfecto para atrapar a sus presas: reflejos rápidos, sentidos de la vista y del oído de gran agudeza, y un armamento a base de garras y dientes como para que no se le escape ninguna de sus posibles víctimas.