Read El curioso incidente del perro a medianoche Online
Authors: Mark Haddon
Tags: #Drama, Infantil y juvenil, Intriga
—¿Hola?
Pero allí no había nadie porque eran las 13.23. Yo tenía miedo pero Madre dijo que estaría a salvo, así que subí a mi habitación y cerré la puerta. Saqué a Toby de mi bolsillo y lo dejé correr por ahí y jugué al
Buscaminas
e hice la
Versión Experto
en 174 segundos, que superaba en 75 mi mejor tiempo.
Y entonces eran las 18.35 y oí que Padre llegaba a casa en su furgoneta, y moví la cama y la puse contra la puerta para que no pudiese entrar y él entró en la casa y él y Madre se gritaron. Y Padre gritó:
—¿Cómo coño has entrado?
Y Madre gritó:
—Ésta también es mi casa, por si lo has olvidado.
Y Padre gritó:
—¿Ha venido también tu jodido amiguito?
Y entonces cogí los bongos que me había comprado el tío Terry y me arrodillé en el rincón de la habitación y apreté la cabeza en el encuentro de las dos paredes y aporreé los bongos y gemí y seguí haciendo eso durante una hora, y entonces Madre entró en la habitación y dijo que Padre se había marchado. Que Padre se había ido a vivir con Rhodri durante un tiempo y que buscaríamos un sitio para nosotros en las siguientes semanas.
Entonces me fui al jardín y encontré la jaula de Toby detrás del cobertizo y la limpié y volví a meter a Toby dentro.
Le pregunté a Madre si podía presentarme a mi examen de matemáticas al día siguiente. Y ella dijo:
—Lo siento, Christopher.
Y yo dije:
—¿Puedo hacer mi examen de bachiller en Matemáticas?
Y ella dijo:
—No me estás escuchando, ¿verdad, Christopher?
Y yo dije:
—Te estoy escuchando.
Y Madre dijo:
—Ya te lo dije. Llamé a la directora. Le dije que estabas en Londres. Le dije que lo harías el año que viene.
Y yo dije:
—Pero ahora estoy aquí y puedo hacerlo.
Y Madre dijo:
—Lo siento, Christopher. Quería hacer las cosas correctamente. Intentaba no estropearlo todo.
Y el pecho empezó a dolerme otra vez, y crucé los brazos y me balanceé de atrás hacia delante y gemí. Y Madre dijo:
—No sabía que íbamos a volver.
Pero yo seguí gimiendo y balanceándome de atrás hacia delante.
Y madre dijo:
—Vamos. Con eso no vas a arreglar nada.
Entonces me preguntó si quería ver uno de mis vídeos de
El planeta azul
sobre la vida bajo los hielos del Ártico o la migración de yubartas, pero no dije nada, porque sabía que no podría hacer mi examen de bachiller en Matemáticas y era como apretar la uña del pulgar contra un radiador cuando está muy caliente y el dolor empieza y hace que quieras llorar y el dolor sigue incluso cuando apartas el pulgar del radiador.
Entonces Madre me preparó unas zanahorias y brócoli y ketchup, pero no me lo comí.
Y esa noche tampoco dormí.
Al día siguiente Madre me llevó al colegio en el coche del señor Shears porque perdimos el autocar. Y cuando íbamos a subir al coche la señora Shears cruzó la calle y le dijo a Madre:
—Pero qué cara más dura tienes, joder.
Y Madre dijo:
—Métete en el coche, Christopher.
Pero yo no podía meterme en el coche porque la puerta estaba cerrada. Y la señora Shears dijo:
—¿Qué, así que al final te ha dejado a ti también?
Entonces Madre abrió su puerta, entró en el coche, abrió el seguro de mi puerta y yo entré y nos fuimos.
Cuando llegamos al colegio, Siobhan dijo:
—Así que usted es la madre de Christopher.
Y Siobhan dijo que se alegraba de volver a verme y me preguntó si estaba bien y yo le dije que estaba cansado. Madre le explicó que estaba disgustado porque no podía hacer mi examen de bachiller en Matemáticas, así que no había comido bien ni dormido bien.
Y entonces Madre se fue y yo dibujé un autobús utilizando la perspectiva, para no tener que pensar en el dolor de mi pecho. Tenía este aspecto
Después de comer, Siobhan dijo que había hablado con la señora Gascoyne, y que ésta aún tenía mis exámenes en 3 sobres sellados en su escritorio.
Así que le pregunté si todavía podía examinarme de bachiller. Y Siobhan dijo:
—Creo que sí. Vamos a llamar al reverendo Peters esta tarde para asegurarnos de que todavía puede venir y ser tu supervisor. La señora Gascoyne escribirá una carta al tribunal examinador para decirles que al final vas a presentarte al examen. Y es de esperar que estén de acuerdo. Pero no podemos saberlo con certeza. —Dejó de hablar unos segundos—: Pensaba que debía decírtelo ahora. Así podrías pensarlo un poco.
Y yo dije:
—¿Así podría pensar un poco en qué?
Y ella dijo:
—¿Estás seguro de que eso es lo que quieres hacer, Christopher?
Y yo pensé en la pregunta y no estuve seguro de cuál era la respuesta, porque quería hacer el examen de matemáticas pero estaba muy cansado y cuando trataba de pensar en matemáticas mi cerebro no funcionaba correctamente, y cuando trataba de recordar ciertos datos, como la fórmula logarítmica para el número aproximado de números primos no mayores que
x
, no conseguía acordarme, y eso me daba miedo.
Y Siobhan dijo:
—No tienes que hacerlo, Christopher. Si dices que no quieres hacerlo, nadie va a enfadarse contigo. Y no será una equivocación o algo ilegal o estúpido. Tan sólo será lo que tú quieres y eso estará bien.
Y yo dije:
—Quiero hacerlo.
Porque no me gusta cuando pongo cosas en mi horario y luego tengo que quitarlas, porque cuando hago eso me mareo.
Y Siobhan dijo:
—De acuerdo.
Y llamó por teléfono al reverendo Peters y él vino al colegio a las 15.27 y dijo:
—Bueno, jovencito, ¿listos para empezar?
Hice el Examen 1 de mi bachiller en Matemáticas sentado en el aula de manualidades. Y el reverendo Peters fue el supervisor, y se sentó a un escritorio mientras yo hacía el examen, y leyó un libro titulado
El precio del discipulado
de Dietrich Bonhoeffer, y se comió un bocadillo. Y en medio del examen se fue a fumar un cigarrillo fuera, pero me miraba por la ventana por si yo hacía trampas.
Cuando abrí el examen y lo leí todo, no supe cómo responder a ninguna de las preguntas, y además no podía respirar correctamente. Quería pegarle a alguien o pincharle con mi navaja del Ejército Suizo, pero no había nadie a quien pegar o pinchar con mi navaja del Ejército Suizo, excepto el reverendo Peters y él era muy alto, y si le pegaba o le pinchaba con mi navaja del Ejército Suizo no sería mi supervisor durante el resto del examen. Así que hice respiraciones profundas tal como Siobhan me había dicho que tenía que hacer cuando quería pegar a alguien en el colegio y conté cincuenta respiraciones e hice cubos de los números cardinales mientras contaba, así
1, 8, 27, 64, 125, 216, 343, 512, 729, 1.000, 1.331, 1.728, 2.197, 2.744, 3.375, 4.096, 4.913… etc.
Y eso me hizo sentir un poquito más tranquilo. Pero el examen duraba 2 horas y ya habían pasado veinte minutos, o sea que tenía que trabajar muy rápido y no tuve tiempo de comprobar mis respuestas correctamente.
Y esa noche, justo después de llegar a casa, Padre vino a la casa y yo grité, pero Madre dijo que no dejaría que me pasara nada malo y me fui al jardín y me tumbé y miré las estrellas en el cielo y me hice insignificante. Y cuando Padre salió de la casa me miró durante mucho rato y luego le dio un puñetazo a la valla y le hizo un agujero y se marchó.
Aquella noche dormí un poco porque estaba haciendo mi examen de bachiller en Matemáticas. Y tomé sopa de espinacas para cenar.
Y al día siguiente hice el Examen 2 y el reverendo Peters leyó
El precio del discipulado
de Dietrich Bonhoeffer, pero esta vez no se fumó un cigarrillo, y Siobhan me hizo ir a los lavabos antes del examen y sentarme yo solo y hacer respiraciones y contar.
Estaba jugando a
The Eleventh Hour
en el ordenador aquella noche cuando un taxi se paró fuera de la casa. El señor Shears iba en el taxi y salió del taxi y tiró una gran caja de cartón llena de cosas que pertenecían a Madre en el jardín. Eran un secador y algunas bragas y champú L'Oreal y un paquete de muesli y dos libros,
Diana, su verdadera historia
, de Andrew Morton, y
Rivales
, de Jilly Cooper, y una fotografía mía en un marco de plata. El cristal de la fotografía se rompió cuando cayó en la hierba.
Entonces, sacó unas llaves del bolsillo, se metió en su coche y se marchó, y Madre salió corriendo de la casa a la calle y gritó «¡No te molestes en volver, cabrón!» y tiró el paquete de muesli y le dio en el maletero del coche cuando se alejaba, y la señora Shears estaba mirando por la ventana cuando Madre hizo eso.
Al día siguiente hice el Examen 3, y el reverendo Peters leyó el diario
Daily Mail
y se fumó tres cigarrillos.
Y ésta era mi pregunta favorita:
Demuestra el siguiente resultado:
«Un triángulo cuyos lados pueden escribirse en la forma n
2
+ 1, n
2
— 1 y 2n (donde n > 1) es rectángulo».Demuestra, mediante un contra-ejemplo, que el caso inverso es falso.
Yo iba a escribir cómo respondí a la pregunta, pero Siobhan me dijo que no era muy interesante. Yo dije que sí lo era. Y ella dijo que la gente no iba a querer leer las respuestas a un problema de matemáticas en un libro, y dijo que podía poner la respuesta en un
Apéndice
, que es un capítulo extra al final de un libro y que la gente puede leerlo si quiere. Y eso es lo que he hecho.
Entonces el pecho ya no me dolía tanto y me era más fácil respirar. Pero aún me sentía mareado, porque no sabía si me había salido bien el examen y porque no sabía si el tribunal examinador permitiría que mi examen fuera considerado después de que la señora Gascoyne les hubiese dicho que yo no iba a presentarme.
Es mejor saber que una cosa buena va a pasar, como un eclipse, o que te regalen un microscopio por Navidad, que saber que una cosa mala va a pasar, como que te pongan un empaste o tener que ir a Francia. Pero creo que lo peor de todo es no saber si lo que va a pasar es una cosa buena o una cosa mala.
Padre pasó por casa aquella noche y yo estaba sentado en el sofá viendo
University Challenge
y acababa de responder a las preguntas de ciencias. Padre se quedó de pie en el umbral de la sala de estar y dijo:
—No grites, Christopher, ¿de acuerdo? No voy a hacerte daño.
Madre estaba de pie detrás de él así que no grité.
Entonces se acercó un poco más a mí y se agachó como haces con los perros para mostrarles que no eres un Agresor y dijo:
—Quería preguntarte cómo te ha ido el examen.
Pero yo no dije nada. Y Madre dijo:
—Díselo, Christopher.
Pero yo seguía sin decir nada. Y Madre dijo:
—Por favor, Christopher.
Así que dije:
—No sé si respondí bien a todas las preguntas, porque estaba muy cansado y no había comido nada, así que no podía pensar correctamente.
Y entonces Padre movió la cabeza para decir que sí y no dijo nada durante un ratito. Entonces dijo:
—Gracias.
Y yo dije:
—¿Por qué?
Y él dijo:
—Sólo… gracias. —Entonces dijo—: Estoy muy orgulloso de ti, Christopher. Muy orgulloso. Estoy seguro de que lo has hecho muy bien.
Y entonces se fue y vi el resto de
University Challenge
.
Y la semana siguiente Padre le dijo a Madre que tenía que irse de la casa, pero ella no podía porque no tenía dinero para pagar el alquiler de un piso. Yo pregunté si a Padre lo arrestarían y lo meterían en la cárcel por matar a Wellington, porque podríamos vivir en la casa si él estaba en la cárcel. Pero Madre dijo que la policía sólo arrestaría a Padre si la señora Shears hacía lo que se llama
presentar cargos
, que es decirle a la policía que quieres que arresten a alguien por un crimen, porque la policía no arresta a la gente por crímenes menores a menos que tú se lo pidas, y Madre dijo que matar a un perro sólo era un crimen menor.
Pero entonces todo fue bien porque Madre encontró un trabajo de cajera en un centro de jardinería, y el médico le dio píldoras para que se las tomara cada mañana para evitar sentirse triste, sólo que a veces la dejaban un poco aturdida y se caía si se levantaba demasiado rápido. Así que nos mudamos a una habitación en una casa grande que estaba hecha de ladrillos rojos. La cama estaba en la misma habitación que la cocina y no me gustaba porque era pequeña y el pasillo estaba pintado de marrón y había un aseo y un baño que otras personas utilizaban, y Madre tenía que limpiarlo antes de que yo lo usara, o de lo contrario no lo usaba, y a veces me mojaba los pantalones porque otra persona estaba en el baño. Y el pasillo olía a salsa de carne y a la lejía que usan para limpiar los lavabos en el colegio. Y dentro de la habitación olía a calcetines y a ambientador con olor a pino.
No me hacía gracia tener que esperar para saber algo de mi examen de matemáticas. Cuando pensaba en el futuro no conseguía ver nada claro en mi cabeza y eso hacía que me entrara el pánico. Así que Siobhan me dijo que no debía pensar en el futuro. Dijo:
—Piensa sólo en el día de hoy. Piensa en cosas que hayan pasado. En especial en las cosas buenas que hayan pasado.
Y una de las cosas buenas era que Madre me compró un rompecabezas de madera que era así