El Camino de las Sombras (46 page)

BOOK: El Camino de las Sombras
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—Estamos... Esto es un arresto, señor. Me temo que es lo único que puedo deciros —explicó el capitán. Era un hombre grueso y bajito de piel amarilla y ojos rasgados, pero parecía necesitar de todo su valor para aguantar de pie delante del conde y no salir corriendo.

—Estáis intentando arrestar a un duque y no tenéis autoridad para eso, capitán Arturian. Según la tercera enmienda al derecho consuetudinario del octavo año de reinado del rey Hurol II, el arresto de duques del reino debe justificarse mediante habeas corpus, dos testigos y un móvil. Su reclusión exige dos de esas tres condiciones.

El capitán Arturian tragó saliva y dio la impresión de mantener la espalda recta solo a fuerza de voluntad.

—Tenemos, hum... ¿
habeas corpus
es tener el cadáver? ¿De modo que debo traer dos testigos o proporcionar un móvil antes de que se me permita arrestar al duque?

—Si tenéis el cadáver —dijo el conde Drake.

El capitán asintió.

—Lo, esto, lo tenemos, señor. El cuerpo del príncipe fue hallado anoche en la mansión de los Jadwin, y el móvil es una cuestión de... buf. No me hagáis decirlo en voz alta, señor.

—Si intentáis arrestar al duque de Gyre en mi casa desatendiendo las estipulaciones de la ley, como noble del reino que soy tengo el derecho y la obligación de protegerlo con la fuerza de las armas.

—¡Acabaríamos con todos vosotros! —exclamó uno de los guardias con una carcajada.

—Y, si lo hicierais, desencadenaríais una guerra civil. ¿Es eso lo que queréis? —preguntó el conde Drake. El hombre que había hablado se calló, y Vin Arturian se puso gris—. O exponéis un motivo que pudiera impulsar a un hombre de moral intachable como el duque de Gyre a matar a uno de sus mejores amigos, o partís.

—Mi señor, disculpadme —dijo el capitán Arturian, mirando al suelo—. El motivo fueron los celos.

Por alguna razón, los ojos de Kylar se desviaron hacia Serah. La chica parecía atónita por la noticia pero, mientras el bochorno del capitán iba en aumento, ella se encogía como si supiera lo que vendría a continuación.

—El duque de Gyre descubrió que el príncipe estaba manteniendo... relaciones sexuales con vuestra hija.

—¡Eso es absurdo! —intervino Logan—. Es lo más ridículo que he oído en mi vida. ¡Si ni siquiera ha hecho el amor conmigo! ¡Y soy su prometido! Aleine es un poco calavera, pero nunca...

Logan miró a Serah y no terminó la frase.

—Serah, tú... No es verdad. Dime que no lo es. —Fue como si hubiesen desnudado su alma para clavarle todos los dardos del mundo a la vez.

Serah dejó escapar un sonido, un lamento tan afligido que desgarraba el corazón, pero ninguno de los hombres se movió. La chica salió corriendo y se metió en la casa. Todos los demás se quedaron paralizados por el dolor de Logan, que se volvió hacia el conde.

—¿Lo sabíais?

Rimbold Drake afirmó con la cabeza.

—No sabía con quién, pero ella me dijo que te lo había contado. Que estaba todo perdonado.

Logan miró a Kylar.

—Lo mismo —contestó este con voz queda.

Logan lo encajó como otro dardo. Le costaba respirar.

—Capitán —dijo—, iré con vosotros.

El soldado que había hablado antes se adelantó a una señal del capitán y empezó a ponerle las manillas a Logan.

—Caramba, chico —dijo en voz baja para que solo lo oyera el joven, aunque sus palabras fueron perfectamente audibles en la quietud del jardín—, estás jodido y ni siquiera te han jodido.

Fue la segunda vez que Kylar veía perder los nervios a Logan, pero en la anterior era un crío, ni de lejos tan fuerte como ahora. Quizá un ejecutor habría reparado en cómo se le tensaban los músculos de los hombros y los brazos, quizá un ejecutor habría tenido reflejos suficientes para esquivar, pero el guardia no pudo hacer nada. Logan retiró la mano antes de que se cerrase al segundo grillete y golpeó al guardia en la cara. Kylar no creía haber visto a nadie pegar tan fuerte. El maestro Blint, reforzando sus músculos con el Talento, seguramente podía desarrollar la misma potencia, pero el golpe no iría respaldado por una masa como la de Logan.

El guardia salió volando hacia atrás. Literalmente. Sus pies se despegaron del suelo y tumbó a los dos soldados que tenía detrás.

El acero ceurí de Kylar estaba en su mano antes de que los guardias tocaran suelo, pero el conde le hundió los dedos en el antebrazo e impidió que saltara al ataque.

—¡Kylar, no! —exclamó Rimbold Drake.

Los guardias se lanzaron en tropel sobre Logan, que rugió.

—No —repitió el conde—. Es mejor... —Su cara reflejaba la misma angustia que la de Logan, a caballo entre la tristeza y la convicción—. Es mejor sufrir el mal que hacerlo. No matarás hombres inocentes en mi casa.

Logan no se defendió. Los soldados lo tiraron al suelo, le ajustaron las manillas por detrás de la espalda, le colocaron grilletes en los pies y, por fin, lo pusieron en pie.

—¿El conde os ha llamado Kylar? ¿Kylar Stern? —preguntó el capitán Arturian.

Kylar asintió.

—La Corona os acusa de traición, pertenencia al Sa'kagé, aceptación de pago por asesinato y el asesinato del príncipe Aleine de Gunder. Tenemos testigo, cadáver y móvil, conde Drake. Hombres, arrestadlo.

El capitán quizá fuera comprensivo, pero no era tonto. Kylar había estado tan absorto en lo que sucedía a Logan que no había reparado en los hombres que lo rodeaban por detrás. Al oír la orden, notó que dos soldados le sujetaban los brazos.

Echó los brazos hacia delante con la intención de hacer perder el equilibrio a los soldados y escurrirse hacia atrás entre ellos. Sin embargo, su Talento volvía a estar allí presente como una víbora dispuesta a atacar; de pronto tuvo más fuerza que nunca en su vida. Sus brazos describieron un semicírculo, y los dos soldados salieron despedidos hacia delante y chocaron en medio con la hoja de la espada que Kylar no había soltado en ningún momento. A pesar de que llevaban gambesones de cuero hervido, podría haberlos destripado simplemente girando el filo. En lugar de eso, envainó la espada. ¿Cómo lo había hecho tan rápido...? Aún estaba cayendo hacia atrás por el inesperado impulso al lanzar a los guardias, y la espada ya estaba enfundada.

Convertir su caída en un mortal hacia atrás fue un juego de niños. Tan pronto como sus pies tocaron suelo corrió hacia un muro lateral del pequeño jardín del conde. Saltó para asir el borde de la pared de casi cuatro metros y se encontró con que el borde le quedaba a la altura de las rodillas. El impulso le hizo sobrevolar la pared dando vueltas sin control, y solo encogiéndose como una pelota y con bastante suerte pudo caer al otro lado sin matarse.

Se puso en pie y dejó que se disipara el Talento. Al otro lado del muro se oían gritos, pero no lo atraparían nunca. Ya era un ejecutor con todas las de la ley, y se preguntó qué diría Blint. Kylar había alcanzado el sueño de toda su vida, y no podría haber estado más triste.

—¿Cómo ha ido? —preguntó Agón al capitán Arturian, mientras los dos avanzaban por los pasillos del castillo en dirección a las Fauces.

—Ha sido... horrible. Absolutamente horrible, señor. Diría que a la altura de las peores cosas que he hecho nunca.

—¿Remordimientos, capitán? Dicen que ha matado a uno de vuestros hombres.

—Para seros sincero, me ha librado de un necio al que no podía dar la patada porque su hermana es baronesa. El muy idiota se lo había buscado. Sé que no me corresponde a mí decirlo, general, pero tendríais que haber visto la cara de Logan. No es culpable. Pondría la mano en el fuego.

—Lo sé. Lo sé, y haré todo lo posible por salvarlo.

Pasaron por delante de los guardias apostados en la puerta subterránea que separaba los túneles del castillo de los de las Fauces. Las celdas de los nobles estaban en el primer nivel. Eran pequeñas pero, en términos relativos, lujosas. Agón tenía a Elene encerrada en una de ellas, aunque al ser plebeya no le correspondiera. No podía soportar la idea de recluirla más abajo y, si el rey preguntaba, diría que prefería tenerla cerca para posteriores interrogatorios.

Agón paró ante la celda de Logan.

—Vin —dijo—, ¿sabe ya lo de su familia?

El achaparrado capitán negó con la cabeza.

—Ya he perdido un hombre, señor. No sabía de qué sería capaz si se lo contábamos.

—Es comprensible. Gracias.

Agón no habría despedido así a ningún subordinado suyo pero, si bien solo el rey precedía en rango al general supremo, el capitán de la guardia real no estaba técnicamente a sus órdenes. Por suerte, aunque no eran amigos, se llevaban lo bastante bien para que el capitán Arturian captase la indirecta y se excusara.

No iba a ser agradable contarle a un hombre encerrado por un asesinato que no había cometido que habían matado a toda su familia, pero era el deber de Agón. Él siempre cumplía con su deber.

Antes de abrir la puerta, llamó como si estuviera de visita. Como si estuvieran en cualquier otro lugar que no fuera las Fauces. No hubo respuesta.

Abrió la puerta. Las celdas de los nobles eran de tres por tres metros, con las paredes de roca lisa pulida para evitar suicidios. Todas contenían un banco de piedra pelada que hacía las veces de cama, y paja que se cambiaba todas las semanas. Únicamente podía considerarse un lujo si se comparaba con el resto de las Fauces y, aun con la paja fresca, nada podía eliminar el hedor a huevos podridos o la peste rancia a humanidad hacinada que llegaba del resto de las celdas. Logan no parecía darse cuenta de todo ello. Tenía un aspecto horrible. Corrían lágrimas por su rostro magullado. Alzó la vista cuando Agón entró, pero tardó mucho en enfocar la mirada. Parecía perdido, con los anchos hombros encorvados, las manazas abiertas en su regazo y el pelo revuelto. No estaba solo. La reina estaba sentada a su lado, sosteniendo una de esas manos flácidas y abiertas como haría con un niño.

Bendita fuera esa mujer. Había ido a contárselo ella misma.

El rey Aleine IX se había equivocado de medio a medio con Nalia de Wesseros. Podría haber tenido en ella a su mayor aliada. «Qué reina habría sido para Regnus de Gyre.» En lugar de eso, había aceptado, incluso de buena gana, verse relegada a un segundo plano, y había hecho todo lo posible para educar a sus cuatro, ya tres, hijos. Agón sospechaba desde hacía tiempo que los niños eran su única razón para vivir.

—Mi reina. Mi señor —saludó.

—Perdonad que no me levante —dijo Logan.

—No es necesario que os disculpéis.

—Dicen que mi padre también ha muerto. O dicen que fue él. Que el rey envió hombres a apresarlo por matar a mi madre. ¿Qué ocurrió? —preguntó Logan.

—Por lo que sé, vuestro padre está vivo. Llegó anoche con apenas uno o dos hombres. Lo atacaron en las afueras de la ciudad. Alguien intentaba exterminar a todos los Gyre menos a vos. Se enviaron hombres a arrestarlo, pero no por orden del rey. No he descubierto quién la dio. Todavía. Los soldados encargados del arresto huyeron de la ciudad o se unieron a vuestro padre. No sé cuál de las dos opciones.

—General supremo, yo no maté a Aleine —dijo Logan—. Era mi amigo. Aunque hiciese... lo que dicen que hizo.

—Lo sabemos. Nosotros, la reina y yo, no creemos que fueras tú.

—Anoche habló conmigo, justamente. Sabía que iba a proponerle matrimonio a Serah. Intentó convencerme de que no lo hiciera. Me recordó los rumores que circulaban sobre ella. Tenía la descabellada idea de que me casara con Jenine. Me pareció raro, pero pensé que lo hacía por magnanimidad. No era eso, sino remordimientos. ¡Maldito!

Logan miró a la reina.

—Lo siento. No debería hablar así, pero estoy tan, tan enfadado... ¡y a la vez me siento culpable por ello! Los habría perdonado a los dos, majestad. De verdad. ¡Dioses! ¿Por qué no me lo dijeron y punto?

Lloraron juntos en silencio; la reina le apretaba la mano sin decir nada.

Al cabo de un minuto, Logan alzó la vista hacia Agón.

—Dicen que fue Kylar. En casa del conde Drake he visto lo que es capaz de hacer. Fue rápido, demasiado rápido. Pero ¿estáis seguro?

«Dioses.» Al chico acababan de traicionarle su prometida y el príncipe; ahora quería saber si también lo había traicionado su mejor amigo. Agón dudaba si Logan podría sobrevivir a todo aquello, y él necesitaba que lo hiciera, pero se merecía saber la verdad. Era lo mínimo que podía ofrecerle.

—Estoy seguro de que Kylar se encontraba en el piso de arriba cuando Aleine murió. Estoy seguro de que es un ejecutor. Dudo que su nombre real sea Kylar o que sea un Stern, pero eso no lo sabré hasta dentro de dos semanas. Hemos mandado un jinete a las posesiones de la familia, pero hay una semana a caballo de ida y otra de vuelta. No puedo encajar las piezas de ninguna otra manera, hijo, y no será que no lo haya intentado.

—Sois muy amable por haber venido —dijo Logan, que enderezó la espalda—, y no es mi intención menospreciar vuestro gesto, pero imagino que queréis algo de mí o no habríais bajado los dos. No ahora, no tan pronto.

La reina y el general cruzaron una mirada significativa. El general dijo:

—Tienes razón, Logan. La verdad es que el reino está en peligro. Me gustaría que pudiésemos mostrarnos sensibles con tu dolor. Sabes que tu padre es uno de mis más queridos amigos y lo que ha sucedido en tu casa es más que una tragedia. Es una monstruosidad.

»Pero tenemos que pedirte que dejes de lado tus sentimientos, por un tiempo. No sabemos lo grave que es la amenaza, aunque yo creo que es acuciante. Cuando hace diez años el rey decidió quitarse de encima a tu padre, fui yo quien sugirió que lo mandara a Aullavientos. Sabía que tu padre convertiría la guarnición en una auténtica fortaleza, y creía que Khalidor nos invadiría tarde o temprano. Quizá porque ha hecho un trabajo excelente, esa invasión no ha llegado. La mayoría quiere creer que no llegará, porque sabe que, si el poderío de Khalidor marcha a la batalla, no tenemos ninguna posibilidad.

»Creo que el príncipe, tu madre y tus sirvientes fueron las primeras bajas de una guerra. Un nuevo tipo de guerra que se vale de asesinos en vez de ejércitos para alcanzar sus objetivos. Podemos detener ejércitos, nos hemos estado preparando para eso. Los asesinos son harina de otro costal.

—Con el perdón de la reina —dijo Logan—, ¿por qué debería importarme que rodase la cabeza del rey? Nunca ha sido un amigo para los Gyre.

—Una pregunta justa —reconoció la reina.

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