Bronson tomó el teléfono para llamarla, mas al ir a marcar, una voz que le resultó conocida parecía estarlo esperando.
—Bien detective, responde usted aprisa.
—No esperaba que hubiera alguien al teléfono, la verdad…
—Estaba por llamar a su mujer —terminó el hombre la frase.
—Así es, pero dígame, ¿quién es usted?
—Creo que eso ya lo sabe.
—Es el hombre que se hizo pasar por abogado para llevarse al padre Kennedy.
—¿Llevármelo? Claro que no. Me fui antes de que el sacerdote quedara libre. ¿Acaso no lo recuerda?
—Pero usó usted algún tipo de droga con la secretaria ¿No es verdad?
—La chica es muy influenciable, no era necesario la droga de que habla.
—Sin embargo la utilizó y la hizo hacer lo que usted quería.
—Liberar a Kennedy era solo cuestión de tiempo, ustedes no tienen nada en este caso.
—¿Qué lo une a usted con el sacerdote? ¿Es acaso una especie de cómplice?
—¿Cómplice de ese hombre? Por supuesto que no. Me decepciona usted, agente Bronson.
—Quizá si ponemos las cartas sobre la mesa deje de decepcionarlo. En primer lugar dígame quién es usted y qué lo une a ese hombre.
—La primera es una pregunta que los filósofos han intentado responder por siglos sin lograrlo, no esperará que un hombre simple como yo pueda decirle semejante interrogante. En cuanto a la segunda, a Adam Kennedy me une una relación de hace muchísimos años, podría decirse que somos hermanos.
—Supongo que no se refiere a que usted es un sacerdote como él.
—Hay poco sacerdotes como él, Adam Kennedy es el representante de un grupo muy reducido de hombres que conocen la luz.
—¿La luz? ¿Está diciendo que este hombre es un iluminado?
—Dije que conocía la luz, no que la luz estaba con él para iluminarlo.
—Creo que empieza a hablar como filosofo aun cuando dice no serlo.
—La luz detective ¿de dónde proviene?
—Por que no dejamos el juego…
—Si apenas empieza, detective, por qué querría terminarlo tan pronto.
—Tres hombres han muerto, eso no es un juego.
—Muchos hombres han muerto.
Bronson sintió que se le erizó la piel.
—¿Quiere decir que hay más muertos en este caso?
—Eso es algo que tendrá que averiguar.
—¿Se refiere a ese tipo Jean Renaud, al padre Ryan, al chico de los McIntire?
—Parece que la Santa Muerte ha estado muy ocupada por estos días en Nueva Orleans.
—¿La Santa Muerte?
—Una leyenda latina que quizá usted no conozca.
—¿Tiene que ver con santería?
—Veo que está informado sobre el culto de Ochá.
—Todo este caso apesta a eso.
—No creo que deba usted referirse en esos términos a un culto ancestral.
—En lo que a mi respecta es solo superchería mezclada con drogas.
—Es mucho más que eso, Kennedy puede decirle de lo que el culto es capaz.
—¿Sabe dónde está Kennedy?
—Buscando su identidad.
—Me refería a un lugar.
—Muy pronto sabrá de él.
—Si no piensa responder a mis preguntas, ¿Puedo saber por qué me llamó?
—Está muy equivocado si piensa que mi llamada es para responder a sus preguntas, lo he llamado para prevenirlo a usted y a su compañero, Johnson.
—¿Prevenirnos de qué?
—Están ustedes jugando con fuego.
—¿Puede ser más específico?
—¿Ha oído hablar del sello de fuego?
—¿De qué se trata?
—Le he dicho que no responderé a sus preguntas, al menos no de la manera en que está usted acostumbrado. Sin embargo, ha llegado la hora de develar un poco los misterios y quiero que sepa que corre usted peligro.
—No me intimida.
—Su esposa, Lucila…
Un nuevo hormigueo se apoderó de la piel del agente.
—¿Qué pasa con ella?
—Ella está embarazada. Debe usted saber que está en peligro.
—Si está usted amenazando a mi familia…
—Solo lo estoy previniendo, todo lo que es querido para usted está en peligro. Es usted un agente, investigue la relación de Kennedy con los embarazos.
—¿De qué demonios me habla?
—Comienza usted a comprenderlo.
—¿Dice usted que el sacerdote tiene algo que ver con crímenes donde mujeres embarazadas han estado involucradas?
—¿Ha oído hablar de Lilitú? Quizá usted la conozca como Ardath Lilith.
—No sé a quién se refiere —mintió Bronsón.
—La primera mujer de Adán.
—Podría…
—Indague usted, agente Bronson y como le he dicho, tenga cuidado, hay cosas que usted no comprende y que pueden ser letales.
Un clic dio por terminada la conversación y dejó al agente con un regusto amargo. Marcó apresuradamente el número de la casa de sus suegros y nadie respondió. Llamó al móvil y una contestadora le pidió dejar un mensaje.
—Lucila —intentó no sonar alarmado— cariño, necesito que me llames, no importa la hora a la que escuches este mensaje, estaré esperando.
Marcó el número de su compañero y el agente respondió de inmediato.
—Dime.
—Acaba de llamarme el tipo que sacó a Kennedy de la delegación.
—¿Te llamó? ¿Qué quería?
—Dijo que prevenirme, bueno, a ambos, dijo que estábamos en peligro.
—¿Te dijo quién demonios era y qué hace aquí?
—No respondió a ninguna de mis preguntas, pero me dijo que mis seres queridos estaban en peligro.
—¿Está bien Lucila?
—No he podido hablar con ella, debe haber salido con sus padres y no me responde el móvil.
—Debe estar bien, de haber pasado algo ya te habrían llamado.
—Supongo que tienes razón, en todo caso le he dejado el mensaje de que me llame al llegar.
—Bien.
—El sujeto me dijo que si sabía que Kennedy estaba relacionado con crímenes de mujeres embarazadas.
—Ya lo habíamos visto en el expediente que nos enviaron de Haití.
—No era algo que estuviera claro, la mujer esa…
—Amanda Strout.
—Esa, decía que estaba embarazada, pero en el juicio nunca se habló de tal cosa.
—Creo que tendremos que ahondar un poco más en esa historia.
—¿Kennedy no te dijo nada al respecto?
—No. Me habló de la muerte de esa mujer, pero no me dijo nada de que estuviera embarazada.
—Supongo que no es algo que le haga sentirse orgulloso.
—¿Has oído hablar de Lilitú?
—¿Y esa quién es?
—Al parecer la primera mujer de Adán.
—¿Del sacerdote?
—No. Adán, el primer hombre…
—Pensé que su mujer se llamaba Eva.
—Pues al parecer hubo otra antes.
—¿Te lo ha dicho este tipo?
—Me dijo que investigara al respecto y además de un sello de fuego.
—Al menos nos dice qué buscar.
—¿Pero con qué intención? Si su intención es involucrar a Kennedy, ¿Por qué sacarlo de la delegación?
—Quizá lo necesita afuera por alguna razón.
—¿Para hacerlo responsable de los crímenes?
—O para cumplir alguna misión.
—El tipo es sin duda haitiano.
—Eso ya lo sabíamos desde que llegó a la delegación, además, si es el mismo que vivía en el edificio de Kennedy…
—¿Por qué estaría allí?
—Tal vez trabajan juntos en esto.
—No se por qué pero no me lo parece, de hecho creo que este hombre desea perjudicar al sacerdote.
—¿Una vieja rencilla en Haití?
—Puede ser o algún problema religioso.
—¿Cuántos años le calculas a ese tipo?
—De treinta y cinco a cuarenta años.
—Pues para eso debe haber nacido entre el 73 y el 78.
—En esos años Kennedy estaba en prisión.
—Y lo estuvo hasta los noventa, no fue sino con la salida de Duvalier del poder que los casos de prisioneros del régimen se revisaron.
—Duvalier salió del poder en el 86.
—Y regresó a Haití en estos días.
—Lo sé, lo he visto en televisión apenas hace unas noches, pedía cuentas sobre lo que habían hecho con su país.
—El muy hijo de perra…
—¿Crees que todo esto esté relacionado?
—¿Qué la vuelta de Duvalier a Haití haya motivado el regreso del sacerdote y la aparición de este tipo?
—Supongo que en Haití habría rumores del regreso del caudillo mucho antes.
—Y que los que fueron apresados en aquellos días de la dictadura decidieran salir de Haití cuanto antes.
—También puede haber sido el terremoto devastador.
—Pero si lo piensas, un hombre como Kennedy con un pasado de ayuda a los necesitados no se marcharía cuando más lo necesitaban.
—A no ser claro que saliera huyendo del posible regreso del hombre que lo encarceló.
—¿Y qué papel jugaría este sujeto que me llamó?
—Quizá sea hijo de alguien relacionado con el sacerdote en aquellos días previos a su detención, alguien a quien el sacerdote perjudicó.
—¿Algún familiar de Strout?
—Puede ser. Si un maldito sacerdote matara a un familiar mio en una misa negra…
—Fue un exorcismo, no una misa negra.
—No lo sé Bronson, al margen de que el sacerdote me da mala espina desde el principio, creo que su afición religiosa va más allá de ser un servidor de la iglesia católica.
—Puede que tantos años en Haití le hayan secado el cerebro.
—Y que hiciera una mezcla de creencias que lo han llevado a ser una especie de brujo.
—Hay mucho más que investigar, al menos la llamada de este tipo nos ha abierto un poco la investigación.
—Pero no nos dice nada de los muertos.
—Ahora que lo dices, le insinué que tres hombres habían muerto y me dijo que eran muchos más.
—¿Se refería a Ryan?
—No lo sé, se lo pregunté directamente, Ryan, Renaud el chico McIntire.
—Pero no te dijo nada.
—No. Ese hombre solo habla en acertijos.
—Un poco de presión de la policía puede que le afloje la lengua.
—Ni siquiera sabemos su verdadero nombre.
—Pero sabemos como es, podemos pasar un retrato hablado y dar con él.
—Hablaré con el dibujante a primera hora de la mañana.
—Te envidio, yo tendré que buscar a Natasha para pedirle una descripción.
—Siempre pensando en como favorecerte.
—No te quejes, Lucila estaría feliz de que no seas tu quien interrogue a ese bomboncito.
—Lo que me recuerda que espero su llamada.
—Todo estará bien. Mañana podremos empezar a seguir estas nuevas pistas.
—Espero que mientras tanto no aparezca un nuevo muerto.
—Quizá uno nuevo no, pero puede que uno viejo haya desaparecido.
—¿Te refieres a Renaud?
—Así es, tengo la orden de exhumación y mañana temprano debemos estar en el cementerio.
—Si ese tipo no está en su caja, comenzaré a preocuparme de una invasión de zombis.
—Duermete y que tengas dulces sueños con el caso.
—Eres un maldito.
—Quizá todos lo somos a causa de esa tal Lilitú. Aún es temprano para mi, buscaré en Internet que hay de cierto en que nuestro padre Adán tuvo un primer amor.
—Ya me contarás mañana.
Johnson cortó la comunicación y sonrió. Tomó el ordenador y digitó Lilitu en su buscador. Al instante se le desplegaron varias páginas que contenían información al respecto. Buscó en imágenes y no le costó dar con las correctas.
—Así que de verdad existes —dijo en voz alta mientras leía la historia de aquella mujer, recordando que ya algo había leído acerca de un súcubo en el expediente de Kennedy.
Leyó con interés:
De mujer de Adán a un ser demoniaco.
Escribir sobre Lilith es algo que no resulta fácil, por lo poco que de ella se conoce. Existe desde antes de la creación de Eva y fue la primera esposa de Adán, antes de convertirse en un lujurioso demonio y en la reina de los súcubos.
Entre el pueblo sumerio se la designaba con el nombre de «lilitu», lo que viene a significar «aire» o «espíritu del aire». Se la consideraba en esta tradición como un poderoso demonio que gobierna una legión de súcubos (creaciones mentales eróticas) y el nombre que se le asigna es el de «Ardath Lilith».
Es considerada de naturaleza femenina, de una belleza inconcebible y que junto con su legión (femenina) se encarga de perder a los hombres utilizando todas las artes sexuales de seducción. Se cree que difícilmente un mortal puede luchar contra este tipo de creaciones demoniacas, ya que su magia es tal, que el poder de su hechicería y sortilegios son ‘casi infalibles’. Afortunadamente, sólo ‘casi’… ya que para quienes saben cómo combatirla, a ella y a sus huestes, sus poderes se pueden anular y eliminar.
Quienes se dedican a la práctica de la magia negra, si conocen la forma de invocar a Ardath Lilith y realizar las invocaciones pertinentes, lograrán los favores de este demonio para hechizar a los varones. Afortunadamente, este conocimiento sólo está en manos de muy poca gente, y siempre se trata de personas con conocimientos oscuros y dedicados a hacer el mal.
—Esta mujer es todo un personaje, pero no entiendo que puede tener que ver con todo este caso, a no ser claro está, que Kennedy sea un seguidor de este demonio —Continuó leyendo:
Lilith comenzó a influenciar e interferir en los sueños de los varones, incitándoles a que tuvieran sueños eróticos para que derramaran su simiente, la cual ella utilizaría para crear a sus hijos y continuar formando su legión de demonios. De ahí procede la creencia en los súcubos.
La apariencia que muestra Lilith, cuando llega a manifestarse a través de un conjuro, es la de una mujer divina, de largos cabellos, en ocasiones pelirroja. Algunos magos creen que se trata de la reina Lamia, abandonada por Zeus, o Brunilda, de los nibelungos. En la Biblia, aparece mencionada por Isaías, conviviendo en los desiertos con sátiros y animales en el desolado desierto.
Johnson siguió con la lectura, no decía mucho más pero debía reconocer que el tema era interesante, pensó en si él mismo no había sido víctima de esta Lilitu en muchos de sus sueños, volvió a sonreir al pensar en Natasha y en que tenía que volver a entrevistarse con ella, reconoció que tal vez, una vez más fuera visitado por Ardath Lilith, de ser así, no dudaría en preguntarle si sabía quién demonios era el asesino a quien debía buscar. Repasó la conversación con su compañero y digitó en su ordenador sello de fuego, pero no tuvo ningún resultado, al menos nada congruente, solo alguna publicidad y una referencia a un juego de cartas. Ya no quiso investigar más por esa noche, se fue a dormir a la espera de que a la mañana siguiente, en su visita al cementerio no se le revolviera el estómago al encontrar el cuerpo descompuesto de Jean Renaud o encontrarse con la sorpresa de que en Nueva Orleans, ni siquiera a los muertos era sencillo encontrarlos donde debían estar.