Don Alfredo (55 page)

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Authors: Miguel Bonasso

Tags: #Relato, #Intriga

BOOK: Don Alfredo
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Cavallo, por su parte, ordenó a la DGI una investigación "reservada" sobre el Grupo Yabrán que abarcó tanto a las empresas como a las personas físicas que las integraban. Cuando Menem se animó a despedir al Ministro, en julio de 1996, la investigación empezó a languidecer y fue finalmente abandonada. Los autores del extenso informe, dividido en varios cuerpos, tropezaron con algunas dificultades que, a su juicio, les impidieron "cumplir felizmente con el objetivo". No pudieron obtener información de la Inspección General de Justicia, de los Registros Públicos de Comercio, de los Registros de la Propiedad Inmueble, del Registro Automotor ni de una corporación privada que reúne datos confidenciales para los bancos: el Sistema Veraz. Por alguna razón misteriosa tampoco pudieron recurrir "a las distintas agencias de la DGI donde se encuentran inscriptos los contribuyentes a efectos de extraer datos de los legajos". Aun así, la investigación de la DGI muestra con total asepsia que numerosos nombres de directores, síndicos y escribanos, así como ciertas direcciones, son comunes a empresas que se suponen competidoras, reforzando la idea cavallista de los "testaferros" y el cártel. El dato más sabroso les llegó a los investigadores, cuando la investigación ya no existía: en las últimas declaraciones juradas, Alfredo Yabrán y su esposa María Cristina Pérez habrían declarado, como "dinero de bolsillo", por fuera de patrimonio, inversiones y cuentas bancarias, cerca de sesenta millones de dólares. Alguien que declara espontáneamente semejante cifra suele ser considerado "un buen contribuyente". Y un buen contribuyente, claro, no necesita ser investigado.

La SIDE distaba mucho de ser una dependencia homogénea. Había grupos y facciones enfrentados. Uno de esos grupos, el que conducía el comisario José Roberto Scopa, habría sido el autor del famoso informe sobre el "Aparato de inteligencia y operacional de Alfredo Nallib Yabrán", más conocido como el de "los tres círculos". Un periodista bien informado, Joaquín Morales Solá, diría en cambio que la investigación de los "círculos" fue realizada por personal de Inteligencia de la Gendarmería.

Según el informe, el Primer Círculo era el más próximo a Yabrán y estaba integrado por el jefe de su custodia personal y los hombres de Bridees. El jefe de la custodia personal habría sido en aquel momento Claudio Pitana (alias
Fafa
o
Bigote),
ex cabo primero de la Policía Federal "exonerado de la institución". Un ex represor que durante el gobierno radical había integrado el cuestionado "Grupo Alem 218", un organismo de inteligencia disuelto por su vinculación con secuestros extorsivos, al que había pertenecido otro antiguo represor buscado por la Justicia argentina a nivel internacional, Raúl Guglielminetti, que ahora goza de impunidad merced a la protección de la DEA. Este Primer Círculo brindaba a Yabrán y a su familia "custodia interior" y "custodia en tránsito". La custodia "interior" comprendía fundamentalmente la Mansión del Águila, la de Riverside y, eventualmente, los domicilios de su sobrino Femando Bernabé Fiorotto, su cuñada Blanca Rosa Pérez y su concuñado Raúl Oscar Alonso. En estos tres últimos casos, la custodia no se brindaba sólo por razones de "parentesco": "al ser testaferros [en OCA], son conocedores de entrecruzamientos empresariales del Grupo". Los custodios están armados con escopetas High Standard, calibre 12/70, y reciben apoyo "exterior" de patrulleros de la Policía Bonaerense, "que acuden ante el menor llamado" y son mensualmente estimulados, de manera "no oficial". La "custodia en tránsito", generalmente hacia o desde las oficinas de Yabrán, "es prestada fundamentalmente a través de 2 o 3 vehículos de apoyo, que son rotados". "Se dispone para tales fines de tres camionetas Toyota 4X4 modelo Land Cruisser colores bordó (es la que suele manejar personalmente Yabrán), rojo y gris. Yabrán en sus desplazamientos no llama la atención porque la custodia se le presta
a distancia
próxima, no
a presión,
es decir que si concurre a Recoleta a cenar, primero llega un equipo adelantado, que informa novedades (presencia de personajes que puedan identificarlo o periodistas, por ejemplo)."

El Segundo Círculo sería el "núcleo del aparato de inteligencia y operacional de Yabrán", comandado por el capitán de fragata (RE) Adolfo Miguel Donda Tigel, a quien el informe señala erróneamente como "Tegual". La sede funcionaría en Santiago del Estero 454, piso 7°, Oficina 27 de la Capital Federal, que "figura como las oficinas de Servicios Quality Control SA". El equipo disponía, en el momento del informe, de seis automóviles, que "pueden ser incrementados o cambiados", dos motos, casi una decena de aparatos de telefonía celular, HT, equipos para video, filmación y fotografía a distancia, armas largas y de puño "e inclusive explosivos de características no precisadas". Los sueldos son más bajos, mil quinientos pesos mensuales, más adicionales. El responsable operativo, según los anónimos informantes, era el ex empleado del Batallón de Inteligencia 601, Francisco Schembri, "procesado por tráfico de drogas". El equipo operativo estaba dividido a su vez en Ala 1 y Ala 2. El Ala 1 estaba conducida por un ex oficial y un ex suboficial de la Federal, que estuvieron presos en Caseros en 1985. "Son hombres de acción y de extrema peligrosidad." En el Ala 2 militaba también el ex oficial inspector de la Federal Roberto González, exonerado por delitos comunes e integrante del Grupo de Tareas 3/3–2 de la ESMA, a quien se responsabiliza —entre otros crímenes— por el asesinato del escritor Rodolfo Walsh.

El Tercer Círculo es "exógeno al anterior y periférico al mismo". Gente que, según el informe, se convoca "según las necesidades o intereses de Yabrán".
Free lancers,
en suma, que conforman una masa heterogénea en la que participan desde delincuentes comunes convertidos en "informantes" hasta casi "dos decenas de oficiales superiores y oficiales jefes de las policías Federal y Bonaerense, muchos de los cuales ocupan lugares clave en sus respectivas instituciones". De la Bonaerense figuraban, por ejemplo, "el comisario general (RE) Oscar Rossi (a)
Coco y
el comisario inspector (RE) Mario Naldi".

El informe sostiene que el aparato de los Tres Círculos sugiere una capacidad operacional tanto "defensiva" como "ofensiva". Anexan también una lista de veintidós nombres que demuestran por qué Bridees merece llamarse "Brigadas de la Esma", por qué figuran allí varios ex represores como el
Tigre
Acosta, a quien señala curiosamente como "agente S.I.D.E."; Jorge Carlos Radice (alias
Ruger) y
Alberto González Menotti (alias
Gato).
Al
Tigre,
al
Fafa
Pitana y a otros personajes se les atribuía haber participado de una extorsión en contra del dirigente radical Fernando de la Rúa, que poco después sería elegido como primer jefe de gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. La extorsión, según el informe, se habría llamado "Operación Chupete" y en ella habrían colaborado "Donda, Hadad, Bunge y Rosello".

González Menotti es un nombre que se reitera permanentemente en esta clase de informes y sugiere extrañas asociaciones. Tras sus tareas como torturador en la ESMA, González Menotti fue transferido por la Armada a Londres, donde estuvo asignado en los años que precedieron a la guerra de Malvinas. Allí trabajó también con el ex jefe de la ESMA, el capitán de navío Jorge Vildoza (alias
Gastón),
actualmente prófugo de la Justicia por haberse apoderado del hijo de Cecilia Viñas, que desapareció para siempre en la Escuela de Mecánica. En su destino londinense, Vildoza y González Menotti cumplieron funciones en la estratégica Comisión Naval, en el 242 de Vauxhall Bridge Road. La Comisión Naval compraba entonces armas y equipos a Gran Bretaña (su futuro enemigo) por valor de cien millones de libras esterlinas —unos ciento sesenta millones de dólares—. Aunque el ex almirante Emilio Massera ya no conducía la Armada, seguía dedicándose al tráfico de armas y conservaba suficiente influencia como para ubicar en una posición tan atractiva a dos de sus antiguos subordinados.

Cavallo, basado en esta clase de datos, sostenía en privado que el Grupo había ayudado a Massera y otros genocidas a exportar a Europa (a través de España) los fondos obtenidos con el comercio de armamento y el botín de guerra. El juez español Baltasar Garzón pensaba algo parecido y había posado la lente sobre otro argentino que había empezado en Juncadella y en pocos años había construido el imperio Prosegur: Herberto Gut Beltramo, muerto en 1997 en un accidente de auto.

Un dato terrible y nunca investigado del Informe de los Tres Círculos era que uno de los hombres del aparato, Mario Hugo Cárdenas, otro delincuente vinculado con los servicios, habría participado en el asesinato, "simulado como suicidio", del brigadier Echegoyen junto con Pitana y Luis Alberto Martínez (el
Japonés),
otro ex miembro de la Policía Federal, "quien habría sido el autor material del homicidio". El instigador, según el documento de los Tres Círculos, habría sido Ibrahim Al Ibrahim.

Gregorio Ríos, un hombre que luego ocuparía un lugar importante en el aparato como jefe de la custodia personal de Yabrán, en reemplazo del
Fafa
Pitana, apenas asomaba en la lista. Se lo describía como ex suboficial del Ejército, "asignado a tareas de inteligencia durante la dictadura" y aparente dueño de un 20 por ciento de las acciones de Franchise Service, una empresa en la que figuraba también el periodista Enrique Szewach. Pronto alcanzaría una fama descomunal y no deseada en los médanos de Pinamar.

Mientras peleaba con Cavallo por el Correo, Yabrán comenzó a derivar sus inversiones hacia otros países, como Costa Rica, y hacia otros rubros, como el turismo y la industria hotelera. Los dos polos turísticos de su movida eran San Martín de los Andes, donde planeaba erigir un centro deportivo y turístico de invierno, y Pinamar, donde soñaba con un puerto deportivo para quinientas amarras, un gigantesco hotel y apart hotel, al que pensaba adosar un casino, y un polo inmobiliario que, según algunos, constituiría el negocio más sustancioso.

Cuando estas ideas empezaron a germinar, Yabrán aún era un perfecto desconocido y el hábitat elegido para desarrollarlas era todavía el epicentro veraniego de la fiesta menemista. Las playas se iban llenando de 4 X 4, cuatriciclos, motos, jet ski y gomones de los juniors, y por las noches la música tecno atronaba en la discoteca Ku donde Carlos Menem junior observaba desde las alturas del VIP a la juventud dorada, escoltado por uno de sus primos, hijo de Eduardo, y por una corte de arribistas y personajes de la noche que medraban a la sombra del joven príncipe. En los pasillos, sacudidos por las luces vertiginosas y la base rítmica, algunos personajes musculosos, que de día montaban guardia en las playas, disimulaban la
merca
en paquetes de Marlboro box. La fiesta era eterna. Todos se consideraban inmortales, también los políticos, los fiscales y los jueces que erigían casas hollywoodenses, groseramente incompatibles con sus salarios. Algunos antiguos vecinos añoraban la tranquilidad de los años idos, pero otros se acomodaban al aluvión de nuevos ricos, diciéndose que la plata no huele.

A nivel local, gobernaba Biaggio Blas Altieri, hijo de una familia italiana llegada al país en los años cincuenta, que había hecho fortuna con negocios inmobiliarios y con Itar, un corralón de materiales para la construcción. En sus años mozos, cuando estudiaba Derecho, Biaggio había estado cerca de la organización fascista Concentración Nacionalista Universitaria (CNU), pero en la madurez disfrutaba del modelo neoliberal, que permitía combinar política y negocios, borrando la línea de frontera entre lo público y lo privado. Era natural que un empresario fuera intendente y que el intendente siguiera haciendo negocios como empresario. El comodín para ascender políticamente había sido el
MUPP
(Movimiento Unión Partido de Pinamar), uno de los tantos partidos vecinalistas alentados en tiempos de la dictadura militar por el ministro de Gobierno de la provincia, Jaime Smart, para quebrar la influencia política de los grandes partidos nacionales. Los vecinos de Pinamar lo habían votado y lo reelegirían, porque a muchos de ellos les interesaba su ideal de balneario para las clases "medias altas" y pensaban que Altieri era lo suficientemente emprendedor como para atraer a los ansiados inversionistas.

El
ancien
regime
estaba representado por los ex represores que habían encontrado su santuario tanto en Pinamar como en la castrense Cariló, y por la mitológica
Vieja,
doña Cecilia Bunge de Shaw, hija de Jorge Bunge, fundador de la ciudad veraniega. Doña Cecilia y su hijo, Jorge Shaw, conducían Pinamar Sociedad Anónima, dueña del Hotel Playa, del Golf Club, de numerosas propiedades y de unas mil quinientas hectáreas de tierras aún sin lotear. Los
virreyes,
como los llamaban algunos vecinos, habían hecho la vista gorda a ciertos sucesos terribles que ocurrieron en aquellas playas en los años del Proceso e incluso contratarían al ubicuo capitán de fragata (retirado) Jorge Eduardo Acosta para estudiar el régimen de mareas con vistas a la construcción del mítico puerto deportivo para quinientas amarras, que podría hacer del balneario la Punta del Este argentina.

Altieri compartía con los
virreyes
la idea de expandir Pinamar con el puerto y le había dado calor municipal. Debajo de los viejos y nuevos empresarios, de los políticos y sus hijos bullangueros, se movía un submundo de escruchantes, rateros, prostitutas y traficantes de droga, controlados, protegidos e incentivados por policías corruptos de "la mejor del mundo". La famosa Banda de la Costa, que también sabía sellar los ojos de algunos guardianes de la Prefectura General Marítima, hasta el punto de impedirles ver, en ciertas noches de invierno sin luna, lo que observaban algunos vecinos insomnes: señales luminosas desde el mar, en las playas desiertas que se extendían al norte de La Frontera. Hilos de luz en la negrura del Atlántico que, de haberlos seguido, los hubieran llevado a descubrir inesperados desembarcos.

El dueño del chalet Narbay había hecho buenas migas con Biaggio, que lo invitaba a comer en su restaurante La Carreta o en Gitanillos, sobre la playa de Valeria del Mar. El intendente firmaba y pasaba la boleta a la Municipalidad, pero nunca dejaba pagar al vecino de la billetera más abultada. En los encuentros participaba otro buen amigo, el entonces secretario de Turismo Luis Abruzzese, concesionario del balneario La Pérgola, en Valeria, donde Yabrán sería sorprendido por los fotógrafos de
Noticias
mientras contemplaba los fuegos artificiales, en las primeras horas de 1995. Por Altieri se enteró Don Alfredo del proyecto del puerto y decidió hacerlo suyo de inmediato. El intendente lo conectó con los
virreyes
de Pinamar Sociedad Anónima y éstos decidieron venderle algunas hectáreas para la primera parte del proyecto: el hotel de cinco estrellas, primero de esa categoría que iba a construirse en Pinamar. Inicialmente iba a llamarse Glorias del Golf, hasta que un consejero avisado indicó a Don Alfredo que parecía el nombre de un cementerio-parque y decidieron cambiarlo por el más neutro Terrazas al Golf. Don Alfredo se entusiasmó con la posibilidad de sentar sus reales en un nuevo territorio, donde había tan buenos amigos con poderes nacionales, provinciales y municipales, y no midió la resistencia que podían provocar sus pasos de elefante.

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