Diáspora (26 page)

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Authors: Greg Egan

BOOK: Diáspora
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Liesl se mantuvo en sus trece.

—¿Y si dañamos la ecología de Orfeo, o su cultura, al ir demasiado rápido? Eso no sería una pena. Sería una tragedia.

Paolo asimiló todas las comunicaciones almacenadas de parte de su yo en la Tierra —casi trescientos años en total— antes de escribir una respuesta. Las comunicaciones iniciales contenían injertos mentales detallados, y estuvo bien compartir la emoción del lanzamiento de la Diáspora; ver —casi de primera mano— las mil naves, que las nanomáquinas habían tallado de un asteroide, partir en un destello cegador de rayos gamma. Luego las cosas se limitaron a la cuestiones prosaicas de siempre; Elena, la pandilla, los chismes desvergonzados, los proyectos de investigación de Carter-Zimmerman, el zumbido de la tensión cultural entre polis, las convulsiones no del todo cíclicas de las artes (la estética perceptiva destronaba, de nuevo, a la emocional... aunque Valladas en Konishi afirmaba haber construido una síntesis de las dos).

Después de los primeros cincuenta años, su yo de la Tierra empezó a guardarse cosas; para cuando llegó a la Tierra la noticia de la desaparición del clon de Fomalhaut, los mensajes se habían convertido en puros monólogos gestalt-y-lineal. Paolo lo comprendía. Era lo correcto; habían divergido y no enviabas injertos mentales a un extraño.

La mayor parte de las transmisiones se habían remitido indiscriminadamente a todas las naves. Pero cuarenta y tres años antes, su yo de la Tierra había enviado un mensaje especial a su clon con destino a Vega.

—El nuevo espectroscopio lunar que terminamos el año pasado acaba de recibir una señal clara de agua en Orfeo. Debería haber grandes océanos templados esperándote, si los modelos son correctos. Por tanto... buena suerte. —La vista mostraba las cúpulas de instrumentos que surgían de las rocas en el otro lado de la Luna; gráficas de los datos espectrales de Orfeo; un conjunto de modelo planetarios—. Quizá te resulte extraño todo el trabajo que nos tomamos para entrever lo que vosotros contemplaréis pronto de cerca. Es difícil explicarlo: no creo que sean celos o impaciencia. Sólo el deseo de independencia.

»E1 viejo debate ha revivido: tras el fracaso de los agujeros de gusano, ¿deberíamos considerar la idea de rediseñar nuestras mentes para cubrir distancias interestelares? Un yo que cubriese miles de estrellas, no mediante la clonación, sino aceptando la escala temporal natural impuesta por el retraso de la velocidad de la luz. Milenios entre procesos mentales. Las contingencias locales resueltas por sistemas no conscientes. —Incluía ensayos a favor y en contra; Paolo digirió los resúmenes—. Pero no creo que la idea tenga mucho apoyo... y los nuevos proyectos astronómicos son una especie de antídoto. Podemos observar las estrellas en la distancia, como siempre, pero debemos aceptar el hecho de que nos quedamos atrás.

»Pero no dejo de preguntarme: ¿adonde vamos ahora? La historia no nos puede guiar. La evolución no nos sirve de guia. La carta fundacional de C-Z dice
comprender y respetar el universo..
. ¿Pero de qué forma? ¿A qué escala? ¿Con qué sentidos, con qué tipo de mentes? Podemos convertirnos en cualquier cosa... y ese espacio de posibilidades futuras empequeñece la galaxia. ¿Podemos explorarlo sin perder el camino? Los carnosos solían tejer fantasías sobre alienígenas que venían a «conquistar» la Tierra, a robar sus «preciosos» recursos físicos, a destruirlos por miedo a la «competencia"... como si las especies capaces de realizar semejante viaje no fueran a tener el poder, o la sabiduría, o la imaginación, de eliminar esos imperativos biológicos obsoletos.
Conquistar la galaxia
es algo que harían bacterias con naves espaciales... al no saber que podían hacer otra cosa, al no poder elegir.

«Nuestra situación es justo la opuesta: no tenemos sino opciones. Es por eso que necesitamos encontrar otra civilización que viaje por el espacio. Comprender Lacerta es importante, la supervivencia astrofísica es importante, pero también necesitamos hablar con otros que se hayan enfrentado a las mismas decisiones, y que descubrieron cómo vivir, en qué convertirse. Precisamos comprender qué significa habitar el universo.

Paolo contempló las toscas imágenes de neutrinos de las alfombras moviéndose con temblores de staccato por su panorama hogar dodecaédrico. Sobre él flotaban veinticuatro oblongos irregulares, hijos de un oblongo desigual de mayor tamaño que se acababa de fisionar. Los modelos daban a entender que la simple fuerza de las corrientes oceánicas podía explicar todo el proceso, que se iniciaba sin más cuando el progenitor alcanzaba un tamaño crítico. La división puramente mecánica de una colonia —si era eso— podría tener bien poco que ver con el ciclo vital de los organismos constituyentes. Era frustrante. Paolo estaba acostumbrado a un torrente de datos sobre todo lo que le resultara interesante; era intolerable que el gran descubrimiento de la Diáspora siguiese siendo nada más que una serie de toscas imágenes monocromas.

Miró el diagrama de los detectores de neutrinos de la sondas de exploración, pero no vio ninguna opción de mejora evidente. Los núcleos de los detectores se excitaban a un estado superior de energía inestable, luego se mantenían ahí por medio de láseres de rayos gamma bien ajustados que eliminaban estados propios de baja energía más rápido de lo que podían ir apareciendo y provocar una transición. Cambios en el flujo de neutrinos de una parte en diez elevado a la decimoquinta potencia podían modificar los niveles de energía lo suficiente como para alterar el acto de equilibrio. Pero las alfombras proyectaban una sombra tan tenue que incluso esa visión casi perfecta apenas la resolvía.

Orlando Venetti dijo:

—Estás despierto.

Paolo se volvió. Su padre se encontraba a la distancia de un brazo, mostrándose como un carnoso de edad indeterminada vestido muy elaboradamente. Definitivamente mayor que Paolo, sin embargo; Orlando nunca cejaba de hacer gala de su jerarquía, incluso cuando la diferencia de edad era ya sólo del veinticinco por ciento, y en descenso.

Paolo hizo que las alfombras se desvanecieran de su habitación y pasaran al espacio tras una ventana pentagonal, y tomó la mano de su padre. Porciones de la mente de Orlando se fusionaron con las suyas expresando placer por el surgimiento de Paolo de la hibernación, recordaron cariñosamente experiencias compartidas del pasado y manifestando esperanza en la continua armonía entre padre e hijo. El saludo de Paolo fue similar, una «revelación» cuidadosamente artificiosa de su propio estado emocional. Era más un ritual que un acto comunicativo, pero la verdad era que él levantaba barreras incluso con Elena. Nadie era totalmente sincero con otra persona... a menos que tuviesen la intención de fusionarse permanentemente.

Orlando hizo un gesto hacia las alfombras.

—Espero que comprendas lo importantes que son.

—Sabes que así es. —Pero no lo había incluido en el saludo—. La primera vida alienígena. —
Al fin C-Z humilla a los robots gleisner..
. era probable que su padre lo viese así. Los robots habían sido los primeros en llegar a Alfa Centauri, los primeros en llegar a un planeta extrasolar, pero la primera vida era el Apolo para sus Sputnik, para quien quisiese pensar en esos términos.

Orlando dijo:

—Es el cebo que nos hace falta, para atraer a los ciudadanos de las polis marginales. Las que todavía no se han convertido al solipsismo. Esto las sacudirá... ¿no crees?

Paolo se encogió de hombros. Los ciudadanos de la Tierra eran libres de convertirse a lo que quisiesen; eso no le impedía a Carter-Zimmerman explorar universo físico. Pero para Orlando ni siquiera derrotar a los gleisners sería suficiente; como muchos refugiados del
cameual
, poseía una vena misionera. Quería que toda las otras polis comprendiesen que se equivocaban y que siguiesen a C-Z hasta las estrellas.

Paolo dijo:

—Ashton-Laval tiene alienígenas inteligentes. No estoy tan seguro de que un alga gigante conmocione a la Tierra.

Orlando respondió con ponzoña.

—Ashton-Laval intervino tantas veces en sus simulaciones pretendidamente «evolutivas» que bien podrían haber construido el producto final en un acto de creación de seis dias. Querían reptiles parlantes y... ¡milagro!... ahí los tienen. Hay ciudadanos automodificados en
esta polis
que son más alienígenas que los alienígenas de Ashton-Laval.

Paolo sonrió:

—Vale. Olvida a Ashton-Laval. Pero olvida también a las polis marginales. Nosotros decidimos dar valor al mundo físico. Eso es lo que nos define, pero es tan arbitrario como cualquier otra elección. ¿Por qué no puedes aceptarlo? No es el Único Camino Verdadero que incluso los infieles deben seguir aunque sea a la fuerza. —Sabía que en parte discutía por discutir, pero Orlando siempre le incitaba a adoptar la posición opuesta.

Orlando hizo un gesto de llamada, atrayendo la imagen de las alfombras a medio camino dentro de la estancia.

—¿Votarás a favor de las microsondas?

—Por supuesto.

—Ahora todo depende de eso. Está bien empezar con una imagen tentadora, pero sí no ofrecemos pronto más detalles la Tierra perderá rápidamente el interés.

—¿Perder el interés? Pasarán cincuenta años antes de que sepamos si para empezar alguien prestó la más mínima atención.

Orlando le miró con decepción.

—Si no te preocupan las otras polis, piensa en C-Z. Esto
nos
ayuda, nos
refuerza
. Tenemos que aprovecharlo al máximo.

Paolo se mostró desconcertado.

—¿Qué hay que reforzar? Haces que suene como si algo estuviese en peligro.

—Lo está. ¿Qué crees que nos habrían hecho miles de mundos sin vida?

—¿No es ahora una pregunta un poco académica? Pero vale, estoy de acuerdo contigo: esto refuerza a C-Z. Hemos tenido suerte. Me alegro. Estoy agradecido. ¿Es lo que querías oír? Orlando dijo amargamente: —Das demasiadas cosas por sentado.

—¡Y a ti te importa demasiado lo que pienso yo! No soy tu...
heredero
.—Había ocasiones en las que su padre parecía incapaz de aceptar que el concepto de
descendiente
había perdido toda su importancia arcaica—. No me necesitas para proteger en tu nombre el futuro de Carter-Zimmerman. O el futuro de la Coalición. Lo puedes hacer en persona.

Orlando se mostró dolido... una elección consciente, pero aun así significativa. Paolo sintió algo de remordimientos, pero no había dicho nada que sinceramente quisiese retirar.

Su padre recogió las mangas de su túnica dorada y carmesí —el único ciudadano de C-Z que podía lograr que a Paolo le incomodase estar desnudo— y repitió mientras desaparecía: —Das demasiadas cosas por sentado.

La pandilla presenció junta el lanzamiento de la microsondas... incluso Liesl, aunque acudió de luto, en forma de un gigantesco pájaro negro. Karpal le acarició nerviosamente las plumas. Hermann apareció como una criatura sacada de Escher, un gusano segmentado con seis pies de carnosos —en piernas con codos— con tendencia a enrollarse formando un disco y rodar por las vigas del Satélite Pinatubo. Paolo y Elena no paraban de decir lo mismo simultáneamente; acababan de hacer el amor.

Hermann acababa de trasladar el satélite a una órbita virtual justo debajo de una de las sondas exploradoras, y cambió la escala del panorama de forma que la superficie inferior de la sonda, un paisaje complejo de módulos de detección y toberas de corrección de altitud, ocupara la mitad del cielo. Las cápsulas de entrada atmosféricas, gotas cerámicas de tres centimetros de ancho, salieron disparadas del tubo de lanzamiento y cayeron como piedras, desapareciendo de la vista cuando ni siquiera habían caído diez metros hacia Orfeo, Todo era escrupulosamente preciso, aunque en parte se trataba de imágenes en tiempo real, en parte extrapolación, en parte
falso
. Paolo pensó:
Bien podríamos ejecutarlo como una simulación pura... y fingir que seguimos las cápsulas en su descenso
. Elena le dedicó una mirada de vergüenza/amonestación.
Sí... y luego ¿por qué molestarnos en lanzarlas? ¿Por qué nú limitarnos a simular el océano de Orfeo repleto de formas de vida plausibles? ¿Por qué no simular toda la Diáspora
? No existía el crimen de herejía en C-Z; la carta fundacional de la polis era una simple declaración de los valores de los fundadores, no una doctrina a aceptar so pena de exilio, Pero en ocasiones seguía pareciendo como caminar por la cuerda floja, intentando clasificar todo acto de simulación entre aquellos que contribuían a la comprensión del universo físico (buenos), aquellos que eran simplemente convenientes, recreativos, estéticos (aceptables).., y los que constituían una negación de la supremacía de los fenómenos reales (hora de plantearse emigrar).

La votación sobre las microsondas había sido reñida: setenta y dos por ciento a favor, justo por encima de la mayoría de dos tercios requerida, con un cinco por ciento de abstención. Los ciudadanos creados desde la llegada a Vega estaban excluidos... no porque a nadie en Carter-Zimmerman se le hubiese siquiera ocurrido falsear la votación. Esa idea era inconcebible. A Paolo le había sorprendido el estrecho margen; todavía no había oído ningún escenario plausible que implicase que las microsondas causaban daño. Se preguntó si habría alguna otra razón silenciosa, que no tenía ninguna relación con el temor por la ecología de Orfeo o su hipotética cultura, ¿El deseo de prolongar el placer de desentrañar los misterios del planeta? Paolo compartia parte de ese impulso, pero el lanzamiento de las microsondas no haría nada por reducir el placer a mayor y largo plazo de observar, y comprender, la evolución de la vida en Orfeo.

Liesl dijo con amargura:

—Los modelos de erosión de costas muestran que cada noventa años orfeanos, por término medio, un tsunami inunda el litoral noroeste de Lambda. —Les mostró los datos; Paolo les echó un vistazo y le parecieron convincentes, pero ahora era una cuestión más bien académica—. Podríamos haber esperado.

Hermann agitó sus pedúnculos oculares.

—Las playas están cubiertas de fósiles, ¿verdad?

—No, pero las condiciones apenas...

—¡Sin excusas! —Enrolló su cuerpo alrededor de un soporte, agitando las piernas con alegría. Hermann había sido escaneado en el siglo veintiuno, antes de que Carter-Zimmerman existiese, pero a lo largo de los terataus había borrado gran parte de sus recuerdos episódicos y había reescrito su personalidad una docena de veces. En una ocasión le había dicho a Paolo: «Me considero mi propio bis-bis-bisnieto. La muerte no está tan mal, si la realizas incrementalmente. Lo mismo vale para la inmortalidad».

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