Descanso de caminantes (42 page)

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Authors: Adolfo Bioy Casares

Tags: #Otros, #Biografía, #Memorias

BOOK: Descanso de caminantes
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A pan y agua
. Entonces no me quejo. Nada me gusta como el pan y como el agua, aunque en orden inverso: el agua, algo sobrenatural, o extremadamente natural; el pan, la más natural de las obras del hombre.

Felicitaciones recibidas y otros homenajes
:

1) La florista. No podían creer que usted me hubiera besado, señor Bioy Casares. ¿Por qué? ¿Por qué soy una florista? les pregunté. Sepan que me besó el señor Bioy Casares, que es el cuñado de Victoria Ocampo y el esposo de Silvina Ocampo.

2) El garagista, agradecido porque le pagué la monstruosa suna que me cobra por la cochera: «Le deseo todos los triunfos y todas las satisfacciones. Le deseo más triunfos y satisfacciones de las que usted se merece».

3) Firma de libros.

—Qué honor. Me llevo un libro con la dedicación de Bioy Casares.

—Yo quiero tener una fotografía autobiografiaza por Bioy.

Novela
. Historia, ficticia o más menos supuestamente ficticia, de mayor extensión que un cuento, que puede terminar bien, con el triunfo del amor, o mal, con la muerte de uno de los dos protagonistas. Escritores chambones intentaron novelas que terminan bien, sin el triunfo del amor; fracasaron.

La aventura de un fotógrafo en La Plata
. Modesta apología de la vocación.

Vlady Kociancich
. Le digo que es muy conocida. Me contesta:

—Sí. Cuando me presentan, siempre hay alguno que pregunta: «Gladys, ¿Qué?».

Idiomáticas
.
Sacarle a alguien la frisa
. Hacerlo trabajar mucho. Mi padre usaba la expresión.

Proposición no temeraria
. Era más completa la vida cuando había mujeres de recambio.

Reflexiones inadecuadas
.

I) Hace un siglo, en el principio de nuestros amores, tuve ganas de fotografiarme con ella. La quería mucho; me parecía bien que una fotografía nos perpetuara; y me parecía que una fotografía de nosotros dos convendría para mi (futura) autobiografía, ya que por prudencia y por ser fotógrafo había fotografiado a mis amantes, pero no me hice fotografiar con ellas. Las fotografías de grupos, o siquiera de parejas, tienen más vida que las de una persona sola.

La llevé al Rosedal. Nos fotografió cerca del puente uno de esos fotógrafos de guardapolvo, máquina de trípode, trapo negro y revelación en un minuto. En un minuto, o poco más, aparecieron
il boun vecchio e la bella fanciulla
. Esa fotografía era una prueba concluyente de que nuestro amor era absurdo.

II) Cora, una chica inteligente, pero con una misteriosa propensión a brujos y horóscopos. Me dijo que Lafuente, un compañero del profesorado, se había convertido en un brujo hecho y derecho. Es claro que era muy astuto. En la semana anterior estuvo con Cora y con su amigo, por separado. A ninguno de los dos dijo una palabra para indicarles que sabía que estaban juntos. «Sin embargo —concluyó— tenía que saberlo, porque es brujo». «Seamos obvios», pensé y observé: «No lo dijo, porque no lo sabía y porque no es brujo, porque no hay brujos». Esta última afirmación fue temeraria. Tan increíble la juzgó que descreyó de las anteriores.

¿Qué te dieron las mujeres? Un placer real de duración breve, un placer imaginario pero alentador, de duración imprecisa, y engorros, molestias, compromisos tan reales como permanentes. Sin embargo, sin ellas no tengo techo para protegerme de las adversidades. Quedé fuera del alero. Está lloviendo y hace frío.

Frase de Eduardo Gutiérrez, que hoy parece poco respetuosa: «Aquel fraile, más gordo que el mismo Martín Fierro y más colorado que un cangrejo cocido» (
Un viaje Infernal
)
Martín Fierro
por Hernán
dez
, el libro o el personaje por el autor.

Sueño
. Hablo muy encomiosamente de una chica (que nunca vi fuera del sueño). En la siguiente escena que recuerdo, estoy acostándome con esa chica. Después la llevo al bar de La Biela, en la esquina de Quintana y Ortiz. Nos sentamos a una mesita en la vereda. En la mesa con ruedas de nuestros desayunos de cuando vivíamos en Santa Fe 2606, me traen muchísimos números del
Times Literary Supplement
. Me pongo a leerlos y me olvido de la chica. Cuando me levanto para irme, la chica es una mujer madura, adusta, con arrugas a los lados de la boca, que me mira con enojo.

Sueño. Babera revelada
. Digo algo a un amigo de mi padre, un hombre mayor, que está hablando con otros. Porque no me escucha, repito lo que dije. No me hace caso, lo que me parece ofensivo, aunque él sea un hombre mayor y yo (en el sueño) un muchacho. Al irme, expreso con ademanes y un portazo mi disconformidad. El hombre me sigue y, riendo, trata de aplacarme. Ni siquiera contesto. Mi padre intercede. Tajantemente declaro que su amigo se portó como un guarango. Después noto —estoy en una ciudad chica, termal o de veraneo, donde hay un grupo de personas conocidas que encuentro diariamente— que mi actitud ha sido vista con aprobación. Oigo frases por el estilo de «Qué bien». «Un muchacho que se hace respetar», etcétera.

Cuando despierto, me digo: «Yo no sabía que fuera tan sonso».

Idiomáticas. En las primeras de cambio
. En la primera oportunidad, en que alguien o algo se ponen a prueba. «Tiene muy buena ortografía y en las primeras de cambio arremete un acento a
perro
».

Me encuentro con Silvina Bullrich en la avenida Alvear, cerca del quiosco. Está muy rosada, con los cachetes inflados y sin arrugas. Me dice: «Qué mierda es la vejez. Claro que no hay que hacer lo de esa tarada de Marta Lynch». Pegarse un tiro: qué espanto. La pastilla, sí. Va a llegar el día en que habrá que tomarla. ¿Vos la vas a tomar? Yo te juro que sí. Yo, che, no quiero estar un día como Silvina (Ocampo, mi mujer). No hay que pararse a pensar en los hijos y los nietos. No tengo nada que ver con ellos. Más afines conmigo son esos que pasan. Uno debe hacer lo que quiera, sin pensar en los hijos. Vos estás muy bien, yo también, pero en plena decadencia. Tu nuevo libro me estimuló a escribir el artículo sobre la vejez. Hay que admitido: vos, che, inventaste la televisión. ¿Qué otra cosa es
La invención de Morel
? Y ahora publicás ese libro. Es para morirse. ¿Y te digo algo más? Cuando muera Silvina, vas a quedar roto, vas a dar lo que se llama un bajón. La vas a extrañar. Vas a estar solo. ¿Has pensado que ya nunca tendrás 69 años, ni setenta? ¿Te das cuenta lo que será cuando cumplas 80?

Idiomáticas
. En Buenos Aires dijimos siempre
Salón de lustrar
. Ahora vi en Callao un
Salón de lustre
. De un modo u otro debe de ser el último que queda.

Idiomáticas. ¡Guarda
! Exclamación que se usaba en los años veinte; quizás antes. «¡Guarda!, que viene el tramba». Cuidado, ojo, que viene… Creo que es el imperativo del verbo italiano
guardare
, mirar.

No fue Byron a Missolonghi para pelear por la libertad de Grecia, fue para escapar de Teresa Guiccioli.

Octubre 1985
. En el potrero 12 del campo Rincón Viejo, Pardo (cuartel séptimo del partido de Las Flores) en un charco, un peón, con la mano, pescó un bagre.

Una comida
. La anfitriona nos dio pan con cebolla, pedazos de palta cubiertos de salsa golf y pejerrey con papas gratinadas. Olí el pejerrey antes de llevarlo a la boca y preferí una papa, que estaba cruda. A mi derecha una señora dijo: «Este pescado está muy fuerte». «Podrido», dijo Carlitos Frías, y siguió comiendo. «Podrido, no —dijo otra señora—: poco fresco, algo
faisandé
y crudo». Carlitos corroboró: «Crudo y podrido», y siguió comiendo. Otra que comió bastante es Marta, la mujer del médico. Éste dijo que la intoxicación con pescado era bastante brava, que tuviera a mano el número correspondiente a intoxicaciones, el del Instituto de Diagnóstico y el de la Clínica del Sol. Trajeron una tarta de de chocolate. «¿Vos la hiciste?», le preguntaron a la señora de mi derecha. «No», contestó. «Yo hice una de dulce de leche, sin probar el dulce de leche. Después vino mi nuera, metió un dedo, se lo llevó a la boca y dijo: 'Este dulce de leche está ácido' así que tiré la torta y compré una de chocolate. Ahora voy a llamar a casa de mi hijo, para que no coman el lenguado, porque lo compré en la misma pescadería en que se compró este pejerrey, y me pareció que no estaba fresco». La anfitriona dijo: «A mí también me llamó la atención el olor, fuerte y feo no sé si me entienden, que tenía el pejerrey, pero lo cociné igual». La señora de mi derecha volvió del teléfono muerta de risa: «Mi hijo dice que encontraron el lenguado muy oloroso y con un gusto raro, más bien feo, pero que ya lo comieron. No había otra cosa en la casa y tenían hambre».

En el
Times Literary Supplement
leo una encuesta sobre
Neglected Fiction
. Contestan muchos escritores, casi todos ingleses y unos pocos extranjeros que viven en Inglaterra. La ojeé por si descubría alguna novela de otro siglo que ignorara. Casi todos los participantes señalaban libros recientes que no habían sido debidamente considerados o libros olvidados de comienzo de siglo, Al ver el nombre de Cabrera Infante, leí con más atención y en seguida una A seguida de una B y de una C mayúsculas detuvieron mi mirada, Cabrera Infante dice: «To name only a few, there is Adolfo Bioy Casares, the Argentine writer usually type-cast as Borges's sidekick, who has griten one or two
novellas
that are
obras perfectas
. These are
Morel's Invention
and
Plan of Scape
, both already translated into English with not even an
eco in lontano
». Ya con el inglés en mi pensamiento exclamé: «How true!». Me refería al ausente
eco in lontano
y pensé: Qué raro que no me preocupe. Soy un individuo aceptado en todas partes, menos tal vez en la ciudadela de la literatura, ¿No dijo el prologuista francés de
Le Guide Blue d'Angleterre
que la literatura inglesa es la metrópoli y todas las otras literaturas las provincias? Yo soy aceptado, casi famoso o por lo menos
famöso
, como decía Xul para las cosas no mejores, en las provincias, y no puedo entrar en la capital. Esto no me entristece. La capital de cada uno es su país. No me va mal en el mío.

Interlocutora
. Conversar con ella es como tirar de un carro.

Es copiosa la lista de héroes que fueron a la guerra para huir de una mujer.

José Gilardoni (el honesto, benévolo bibliófilo) le confesó a mi pariente, el librero Alberto Casares, que en San Fernando, su pueblo, él es conocido por
Borges
. El diarero le dice: «Che, Borges, tengo algo para vos» (y le muestra, por ejemplo, un diario o una revista con declaraciones de Borges). Gilardoni colecciona, además de los libros de Borges, todo lo que Borges publica en periódicos. También todo lo que se publica de y sobre Mallea, Victoria Ocampo, Güiraldes, Mujica Lainez, Silvina, un servidor, Molinari, Girri y
tanti altri
.

El pueblo de Pardo
. Según Noemí Pardo, el pueblo de Pardo fue fundado (c.1830) por su antepasado Santos Pardo.

Mi secretaria me preguntó el origen de la frase: «Los muertos que vos matáis gozan de buena salud»
[21]
. Afirma que yo le dije que era del
Don Juan
, de Tirso o de Zorrilla; me parece increíble, porque no tengo ningún recuerdo al respecto. Borges ignora la procedencia de la frase.

Juventud
. Abrazos tiernos, que duran poco.

A ese marido que, en una película, se iba al destierro lo envidié, porque se iba.

Cuando, abrazados, nos decíamos «Te quiero» no mentíamos. Yo de veras la quería en ese momento; ella me quería para casarse.

Frente al plato servido, un error de juicio abre paso a la muerte. Quién tuviera probadores a mano.

Trabajo del final de una tarde
:

—Escribo una carta, que enviaré con un cheque. Guardo la copia en el archivo.

—Hago el cheque. Tiene errores. Lo anulo.

—Hago un segundo cheque.

—Pongo la carta y el cheque dentro de un sobre. Lo cierro. Escribo la dirección, me equivoco. Rompo el sobre.

—Escribo otro sobre, pongo adentro la carta y el cheque. Lo cierro.

—Advierto que por error puse en el sobre el cheque anulado. Rompo el sobre.

—Escribo otro sobre, pongo adentro la carta y el cheque bueno. Cierro el sobre.

—Al archivar la copia de la carta, advierto que en ella puse el número del cheque anulado. Rompo el sobre, corrijo en la carta el número. Escribo un nuevo sobre y pongo adentro la carta y el cheque.

Biografía y festín de un hombre grosero
. Lo conocí en el club. Me dijo que su memoria era de aventuras en la selva. Fue siempre cazador. Las piezas cobradas a lo largo de la vida eran poco menos de cien leonas, jóvenes y hermosas. Cuando abandonó la caza, por incapacidad física, se volvió sentimental y habló de su empeño en aligerar culpas. Salió en procura de sus antiguas Antonias, Danielas, Hipólitas, Agustinas, Irenes, Eugenias, Carlotas, Dianas, Doroteas, Octavias. Las encontró. Les ofreció una amistad aceptable porque después de la temporada de caza no corrían peligro y quizá ya entendieron que para ellas nada había contado como el cazador, como él entendía que nada había contado como la presa.

El gomero que está frente al pórtico de la Recoleta
. Un amigo, que consiguió un ejemplar del
Álbum de Buenos Aires
, de la casa Witcomb, me dice que hay en él una fotografía del pórtico del cementerio de la Recoleta, visto desde la actual calle ortiz, en la que no se ve el gomero. La conclusión que saca el amigo es que el viejísimo gomero no es tan viejo, ya que el álbum ha de ser de fines del siglo XIX. De que los gomeros crecen con rapidez hay infinidad de pruebas. Mañana (27 de diciembre de 1985) iré a ver si el gomero está en el frente del pórtico.

Nota del 27 de diciembre: Está en frente.

Personas habladoras de extraordinaria inteligencia: Borges, Vlady, Lucila Frank. Personas habladoras y bobas: Rinaldini (con persistencia de llovizna, según Gerchunoff), Nattistessa, Abramowicz (amigo ginebrino de Borges).

Solía decir a las mujeres que a él no le gustaban las de este o aquel tipo. En realidad le gustaban las mujeres de todo tipo. Todas las mujeres.

Las mujeres jóvenes no rejuvenecen a los viejos, los deprimen con reflexiones sobre la posibilidad de que ellos mueran sin dejarles nada.

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