Cuentos inconclusos de Númenor y la Tierra Media (61 page)

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Authors: J.R.R. Tolkien

Tags: #Fantasía

BOOK: Cuentos inconclusos de Númenor y la Tierra Media
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En un texto ya citado acerca de los nombres de los ríos de la Tierra Media, hay breve referencia a los Drúedain en la Segunda Edad. Se dice aquí (véase Apéndice D de «La historia de Galadriel y Celeborn») que el pueblo nativo de Enedwaith, huyendo de las devastaciones de los númenóreanos a lo largo del curso del Gwathló, no cruzó el Isen ni se refugió en el gran promontorio entre el Isen y el Lefnui, que formaban el brazo septentrional de la Bahía de Belfalas, porque los «Hombres Púkel», que eran un pueblo furtivo y fiero, infatigables y silenciosos cazadores, utilizaban dardos envenenados. Decían que siempre habían estado allí y que anteriormente habían vivido también en las Montañas Blancas. En edades pasadas no hicieron ningún caso del Gran Oscuro (Morgoth), ni tampoco se aliaron más tarde con Sauron, porque odiaban a todos los in-vasores del Este. Del Este, decían, habían venido los Hombres altos que los habían expulsado de las Montañas Blancas y que tenían maligno el corazón. Quizá incluso en tiempos de la Guerra del Anillo parte del pueblo Drû permaneció en las montañas de Andrast, las estribaciones occidentales de las Montañas Blancas, pero sólo los restantes miembros de este pueblo, que estaban en los bosques de Anórien, eran conocidos del pueblo de Gondor.

Esta región entre el Isen y el Lefnui era el Drúwaith Iaur, y otra nota garrapateada sobre el mismo tema dice que la palabra Iaur, «viejo», en este nombre no significa «original», sino «anterior».

Durante la Primera Edad los «Hombres Púkel» ocupaban las Montañas Blancas (a ambos lados). Cuando en la Segunda Edad los númenóreanos empezaron la ocupación de las costas, sobrevivieron en las montañas del promontorio [de Andrast] que los númenóreanos nunca ocuparon. Otro resto sobrevivió en el extremo oriental de la cordillera [en Anórien]. A fines de la Tercera Edad, se creyó que éstos eran los últimos sobrevivientes; de ahí que la región se llamara «el Viejo Yermo Púkel» (Drúwaith Iaur). Siguió siendo un «yermo» y los Hombres de Gondor y de Roban nunca lo habitaron y rara vez penetraban en él; pero los Hombres de Anfalas creían que algunos de los antiguos «Hombres Salvajes» todavía vivían allí en secreto.
[13]

Pero en Roban no se reconoció la semejanza de las estatuas de la Quebrada de los Túmulos llamadas «Hombres Púkel» con los «Hombres Salvajes» del Bosque Drúadan, como tampoco se reconoció su «humanidad»: de ahí que Ghân-buri-Ghân se refiriera a la persecución de los «Hombres Salvajes» por los Rohirrim en el pasado [«dejad a los Hombres Salvajes tranquilos en los bosques y no los persigáis ya como bestias»]. Como Ghân-buri-Ghân intentaba emplear la Lengua Común, llamaba a su pueblo «Hombres Salvajes» (no sin ironía); pero, por supuesto, no es éste el nombre que ellos mismos se daban.
[14]

Nota del editor

Hacia el final de su vida, mi padre reveló muchas más cosas acerca de los Hombres Salvajes del Bosque Drúadan y las estatuas de los Hombres Púkel en el camino a Dunharrow. La narración que se ofrece aquí, en la que aparecen Los Drúedain, que vivían en Beleriand durante la Primera Edad, y que contiene la historia de «La piedra Púkel», fue extraída de un largo ensayo discursivo e inconcluso que se reúne sobre todo a las interrelaciones de las lenguas de la Tierra Media. Como se verá, los Drúedain se remontarían a la historia de Edades más tempranas; pero no hay huella de esto en la versión publicada de
El Silmarillion
.

II
Los Istari

L
a descripción más completa de los Istari, según parece, se escribió en 1954 (para una explicación de su origen, véase la Introducción). La incluyo aquí entera, y me referiré a ella luego como «el ensayo sobre los Istari».

Mago [Wizard] es una traducción de la palabra quenya istar (en sindarin, ithron): uno de los miembros de una «orden» (como ellos la llamaban) que pretendía poseer —y exhibía— un amplio conocimiento de la historia y la naturaleza del Mundo. La traducción (aunque adecuada en cuanto se relaciona con «sabio» [wise] y otras palabras antiguas con que se designa lo referido al conocimiento, como ocurre con istar en quenya), no es quizá feliz, pues Heren Istarion u «Orden de los Magos» era algo muy distinto de los «magos» de la leyenda posterior; pertenecieron a la Tercera Edad exclusivamente y luego partieron, y nadie, salvo quizá Elrond, Círdan y Galadriel des-cubrieron su especie o de dónde venían.

Entre los Hombres, los que tuvieron trato con ellos, se creyó (en un principio) que eran Hombres que habían aprendido las ciencias y las artes mediante un prolongado estudio secreto. Aparecieron por primera vez en la Tierra Media aproximadamente en el año 1000 de la Tercera Edad, pero durante largo tiempo vivieron de manera sencilla como si fueran Hombres ya avanzados en años, pero de cuerpo sano, viajeros y trotamundos que adquirían conocimiento de la Tierra Media y de todo lo que allí vivía, pero que a nadie revelaban sus poderes y sus propósitos. En ese tiempo los Hombres los veían rara vez y les hacían poco caso. Pero cuando la sombra de Sauron empezó a crecer y a cobrar forma otra vez, se volvieron más activos e intentaron de continuo entorpecer el crecimiento de la Sombra y lograr que Elfos y hombres se precavieran del peligro. Entonces en todas partes cundió ostensiblemente entre los Hombres el rumor de las idas y venidas de la Sombra y de sus intervenciones en múltiples asuntos; y los Hombres advirtieron que no morían y que no cambiaban (aunque envejecían un tanto su apariencia), mientras que los padres y los hijos de los Hombres morían todos. Los Hombres, por tanto, los temieron, aun cuando los amaran, y los consideraron de la raza élfica (con la que, en verdad, tenían trato frecuente).

Sin embargo, no era así. Porque venían de ultramar desde el Más Extremo Oeste; aunque durante mucho tiempo esto lo supo solamente Círdan, el Guardián del Tercer Anillo, el amo de los Puertos Grises, que fue testigo del desembarco de los Istari en las costas occidentales. Eran emisarios de los Señores del Oeste, los Valar, que todavía se reunían para el gobierno de la Tierra Media, y cuando la Sombra de Sauron empezó a agitarse otra vez, adoptaron medidas para oponerle resistencia. Con el consentimiento de Eru enviaron a miembros de su elevada orden, pero investidos en el cuerpo de Hombres, reales y no fingidos, sujetos a los temores y los dolores y las fatigas de la tierra, vulnerables al hambre, la sed y la muerte; aunque a causa de sus nobles espíritus no morían, y sólo envejecían por los cuidados y los trabajos de los largos años. Y esto hicieron los Valar en el deseo de poner remedio a los errores de antaño, en especial el de haber intentado guardar y recluir a los Eldar por obra de una gloria y un poderío plenamente revelados; mientras que ahora sus emisarios tenían prohibido mostrarse con una forma majestuosa, o tratar de gobernar la voluntad de los Hombres y de los Elfos por despliegues manifiestos de poder, y se les ordenó que, asumiendo una forma débil y humilde, orientaran hacia el bien con consejo y persuasión a los Hombres y a los Elfos, e intentaran unir en amor y comprensión a todos aquellos a los que Sauron, si volvía, trataría de dominar y corromper.

De esta Orden el número de miembros no se conoce; pero de los que fueron al Norte de la Tierra Media, donde eran mayores las esperanzas (por causa del resto de los Dúnedain y Eldar que allí vivían), los principales eran cinco. El primero en llegar fue uno de noble rostro y buen porte, de negros y brillantes cabellos y una bella voz, e iba vestido de blanco; gran habilidad tenía para las obras de las manos, y era considerado casi por todos, incluidos los Eldar, como el principal de la Orden.
[1]
Otros había también: dos vestidos de azul marino y uno de color pardo como la tierra; y un último llegó que parecía el menos importante, menos alto que los demás, de aspecto más envejecido, de cabellos y vestido grises y apoyado en un cayado. Pero Círdan, desde el primer encuentro en los Puertos Grises, descubrió en él el espíritu más grande y más sabio; y le dio la bienvenida con reverencia, y le entregó en custodia el Tercer Anillo, Narya el Rojo.

—Porque —dijo— grandes trabajos y peligros os aguardan, y por temor de que vuestra misión no sea excesiva y fatigosa, tomad este Anillo para ayuda y consuelo. Me fue confiado sólo para guardar el secreto y aquí en las costas occidentales permanece ocioso; pero me parece que en días que no tardarán en llegar debe estar en manos más nobles que las mías, que puedan emplearlo para dar coraje a todos los corazones.
[2]
—Y el Mensajero Gris cogió el Anillo y lo guardó en secreto; no obstante, el Mensajero Blanco (muy hábil en el descubrimiento de todo lo secreto) supo al cabo de un tiempo de este regalo, y se resintió por esta causa, y ése fue el principio de la animadversión oculta que experimentó por el Gris, que luego se hizo manifiesta.

Ahora bien, en días posteriores el Mensajero Blanco fue conocido entre los Elfos con el nombre de Curunír, el Hombre Hábil, o Saruman, en la lengua de los Hombres del Norte, pero eso fue después de sus muchos viajes, cuando volvió al reino de Gondor y se estableció allí. De los Azules poco se supo en el Oeste, y no tuvieron más nombre que Ithryn Luin, «los Magos Azules»; porque fueron al Este con Curunír, pero luego nunca retornaron, y no se sabe si se quedaron en el Este en cumplimiento de la misión que les fuera encomendada o perecieron o fueron capturados por Sauron, como sostuvieron algunos, y convertidos en sus sirvientes.
[3]
Pero ninguna de estas contingencias era imposible; porque, aunque parezca extraño, los Istari, encarnados en cuerpos de la Tierra Media, como los Hombres y los Elfos, podían tomar caminos desviados y abrazar el mal, olvidados del bien y buscando el poder para llevar el mal a la práctica.

Un pasaje separado escrito en el margen, sin duda corresponde a este contexto:

Porque se dice en verdad que, al estar encarnados, los Istari tenían que aprender muchas cosas de nuevo por lenta experiencia, y aunque sabían de dónde venían, el recuerdo del Reino Bendecido era para ellos una visión lejana por la que sentían (en tanto permanecieran fieles a su misión) una nostalgia intensa. Así, soportando por libre voluntad las angustias del exilio y los engaños de Sauron, podrían poner remedio a los males de ese tiempo.

En verdad, de todos los Istari, sólo uno permaneció fiel, y ése fue el último en llegar. Porque Radagast, el cuarto, se enamoró de muchas bestias y pájaros que moraban en la Tierra Media, y abandonó a los Elfos y a los Hombres, y pasó sus días entre las criaturas silvestres. Así adquirió su nombre (en la lengua de Númenor de antaño significa, según se dice, «cuidador de bestias»).
[4]
Y Curunír ’Lân, Saruman el Blanco, tomó un camino errado, y volviéndose orgulloso e impaciente y enamorado del poder, intentó imponer su voluntad por la fuerza y suplantar a Sauron, pero cayó en la trampa de ese es-píritu oscuro, más poderoso que él.

Pero el último en llegar fue llamado entre los Elfos Mithrandir, el Peregrino Gris, porque no moraba en sitio alguno y no acumulaba riquezas ni tenía seguidores, sino que iba siempre de aquí para allá en las Tierras del Oeste, de Gondor a Angmar, y de Lindon a Lórien, trabando amistad con todos los pueblos en tiempos de necesidad. Cálido y vivaz era su espíritu (e intensificado por el anillo Narya), porque era el Enemigo de Sauron, oponiendo al fuego que devora y marchita, el fuego que anima y socorre en la desesperanza y la aflicción; pero su alegría y su rápida ira se ocultaban tras hábitos grises como la ceniza, de modo que sólo los que lo conocían bien alcanzaban a percibir la llama interior. Solía mostrarse alegre y bondadoso con los jóvenes y los simples, pero también era rápido para la respuesta mordaz y la reprensión de los desatinos, pero no era orgulloso y no buscaba el poder ni la alabanza, y así, en todas partes lo querían todos los que a su vez no eran orgullosos. Casi siempre viajaba infatigable a pie, apoyándose en un cayado; y por ello era llamado entre los Hombres del Norte, Gandalf, «el Elfo de la Vara». Pues lo creían (erróneamente, como ya se dijo) de la especie élfica, porque obraba a veces maravillas, y estaba enamorado en especial de la belleza del fuego, y sin embargo, estas maravillas las obraba sobre todo por alegría y deleite, y no deseaba que nadie le tuviera un temor reverente o siguiera su consejo por miedo.

En otro sitio se cuenta cómo, cuando Sauron despertó otra vez, también él despertó, y en parte reveló el poder que tenía, y convirtiéndose en el principal instigador de la resistencia a Sauron, resultó al final victorioso, y concentró todo, con vigilancia y trabajo, en el propósito que le habían designado los Valar bajo la égida del único que está por encima de ellos. No obstante, se dice que al culminar la tarea para la cual había venido, sufrió grandemente, y fue muerto, y devuelto de la muerte por un breve tiempo, anduvo vestido de blanco y se convirtió en una llama radiante (aunque invisible todavía, salvo en casos de gran necesidad). Y cuando todo hubo acabado y la Sombra de Sauron se hubo extinguido, se fue por el mar para siempre. Mientras que Curunír fue abatido y humillado por completo, y pereció finalmente en manos de un esclavo oprimido; y su espíritu fue a todos los lugares a donde estaba condenado a ir, y a la Tierra Media, con o sin cuerpo, jamás regresó.

En
El Señor de los Anillos
la única afirmación general acerca de los Istari aparece en una nota de encabezamiento en «La Cuenta de los Años» de la Tercera Edad, en el Apéndice B.

Cuando quizá mil años hubieron transcurrido y la primera sombra hubo caído sobre el Gran Bosque Verde, los Istari o Magos aparecieron en la Tierra Media. Se dijo después que venían del Lejano Oeste y que eran mensajeros enviados para contrarrestar el poder de Sauron y unir a todos los que tenían la voluntad de oponerle resistencia; pero les estaba prohibido oponerse a su poder con poder, o intentar dominar a Elfos u Hombres por la fuerza o el miedo.

Vinieron por tanto en forma de Hombres, aunque no fueron nunca jóvenes y sólo envejecían muy lentamente; y tenían múltiples poderes, mentales y manuales. Revelaron sus verdaderos nombres a muy pocos, y utilizaban los nombres que les daban. Los dos más elevados de esta orden (de los que se dice que eran cinco) fueron llamados por los Eldar, Curunír, «el Hombre Hábil», y Mithrandir, «el Peregrino Gris», pero los Hombres del Norte los llamaron Saruman y Gandalf. Curunír viajó a menudo al Este, pero vivió por fin en Isengard. Mithrandir era el que más estrecha amistad tenía con los Eldar, y erraba sobre todo por el Oeste, y nunca tuvo morada duradera.

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