Read Cuentos inconclusos de Númenor y la Tierra Media Online
Authors: J.R.R. Tolkien
Tags: #Fantasía
Los Cuentos inconclusos de Númenor y la Tierra Media es una colección de relatos sobre la Historia de la Tierra Media desde los Primeros Días hasta el fin de la Guerra del Anillo. Entre esos relatos se cuentan el animado discurso en que Gandalf explica cómo llegó a enviar a los Enanos a la famosa reunión de Bolsón Cerrado; la emergencia de Ulmo, el dios del mar, ante los ojos de Tuor; la historia de Númenor antes de su caída. El libro contiene además todo lo que se sabe de asuntos tales como los Cinco Magos, las Palantiri, la organización militar de los Jinetes de Rohan, la leyenda de Amroth, y el único mapa de Númenor dibujado por J. R. R. Tolkien. Christopher Tolkien, que explica en la Introducción los distintos tratamientos que estos textos han exigido, ha escrito un largo comentario a cada una de las historias, y ha vuelto a dibujar, a mayor escala, el mapa que acompaña a El Señor de los Anillos, añadiéndole nuevos accidentes y nombres.
J. R. R. Tolkien
Cuentos inconclusos de Númenor y la Tierra Media
Edición de Christopher Tolkien
ePUB v2.0
Coco23.07.12
Título original:
Unfinished Tales of Númenor and Middle-earth
J. R. R. Tolkien, 1980.
Edición: Christopher Tolkien
Traducción: Rúben Masera
Ilustraciones: Alan Lee
Editor original: Coco (v1.0 a v2.0)
Portada: Horus01
ePub base v2.0
La suma variedad de la incidencia de los comentarios hizo necesario que la mano del autor se distinguiera de la del editor de modo diferente en diferentes partes de este libro. El autor aparece en tipo grande a lo largo de todo el texto original; y en la Introducción y en el Apéndice, sangrado al margen.
Los problemas con que se enfrenta quien tiene la responsabilidad de los escritos de un autor fallecido son difíciles de resolver. Puede que en esta situación, algunas personas decidan que no se publique ninguna clase de material, excepto la obra que esté virtualmente acabada a la muerte del autor. En el caso de los trabajos inéditos de J. R. R. Tolkien quizá ésta parezca a primera vista la medida más adecuada; puesto que él mismo, muy riguroso y exigente con su propia obra, ni siquiera hubiera soñado en permitir la publicación de estas narraciones —aun las más acabadas— sin que pasaran antes por un largo proceso de reelaboración.
Por otra parte, me parece que la naturaleza y el alcance de su capacidad inventiva ponen a sus historias, aun las abandonadas, en una posición peculiar. Que
El Silmarillion
no llegara a conocerse es para mí impensable, a pesar de su estado desordenado, y de las conocidas aunque irrealizadas intenciones de transformarlo que tenía mi padre; y en este caso, después de mucho vacilar, me atreví a presentar la obra no en la forma de un estudio histórico, un complejo de textos divergentes eslabonados por comentarios, sino como un cuerpo completo y coherente. Las narraciones comprendidas en este libro, en verdad, pisan un terreno del todo distinto: tomadas en conjunto, no constituyen un todo, y el libro no es nada más que una colección de escritos dispares en forma, intención, acabamiento, y fecha de composición (y también, en el tratamiento que les di), referidos a Númenor y la Tierra Media. Pero el argumento en defensa de su publicación no es por naturaleza distinto, aunque sí de menor fuerza, del que sostuve para justificar la publicación de
El Silmarillion
. Las que nunca hubieran renunciado voluntariamente a ciertas imágenes: Melkor con Ungoliant, cuando juntos contemplan desde la cima de Hyarmentir «los campos y pastos de Yavanna, Oro bajo los altos trigales de los dioses»: las sombras que arroja el ejército de Fingolfin al salir por primera vez la luna en el occidente: Beren, que atisba camuflado en un lobo bajo el trono de Morgoth; o la luz del Silmaril súbitamente revelada en la oscuridad del Bosque de Neldoreth, comprobarán, según creo, que las imperfecciones de la rima de estos cuentos quedan con mucho compensadas por la voz de Gandalf (que se oye aquí por última vez) cuando se burla del altivo Saruman en la reunión del Concilio Blanco en el año 2851, o cuando cuenta en Minas Tirith, después de terminada la Guerra del Anillo, como llegó a llevar a los Enanos a la celebrada fiesta de Bolsón Cerrado: por la aparición de Ulmo, Señor de las Aguas, al levantarse del mar en Vinyamar; o por la de Mablung de Doriath escondido «como un ratón de campo» bajo las ruinas del puente en Nargothrond; o por la muerte de Isildur cuando sale luchando del lodo del Anduin.
Muchas de las piezas que componen esta colección son desarrollos de temas contados más brevemente, o al menos mencionados en otros sitios; y hay que decir sin mas demora que muchos lectores de
El Señor de los Anillos
no encontrarían satisfactoria gran parte de este libro, pues consideraría que la estructura histórica de la Tierra Media es un comienzo y no un fin, el modo de la narración y no su objetivo, y tendrán escasos deseos de seguir más adelante la exploración por sí misma; no querrán conocer cómo se organizaron los jinetes de la Marca de Rohan, y de buen grado dejarían en paz a los Hombres Salvajes del Bosque de Drúadan. Mi padre, por cierto, no los consideraría equivocados. Dijo en una carta escrita en marzo de 1955, antes de la publicación del tercer volumen de
El Señor de los Anillos
:
¡Ojalá no hubiera prometido que seguirían unos apéndices! Pues creo que su aparición en forma truncada y comprimida no satisfará a nadie: por cierto, no a mí; es evidente por las cartas que recibo (en cantidad abrumadora), que tampoco satisfará a la gente que gusta de esas cosas —sorprendentemente abundante—; mientras que quienes disfrutan del libro como «historia heroica» solamente, y encuentran en las «perspectivas inexplicadas» parte del efecto literario, con razón no harán caso de los apéndices.
Ya no estoy tan seguro ahora de que la tendencia a tratar toda la obra como una especie de vasto juego sea en verdad acertada; por cierto no para mí, pues esas cosas me resultan fatalmente atractivas. Que tantos clamen por mera «información» o «conocimientos» es quizá un tributo al curioso efecto que tiene una historia fundada en una muy minuciosa elaboración de su geografía, su cronología y su lengua.
En una carta del año siguiente escribió:
…mientras que muchos como usted solicitan mapas, otros desean indicaciones geológicas más que la situación de los lugares; muchos quieren gramáticas, fonologías y especímenes élficos; algunos métricas y prosodias… Los músicos quieren melodías y notaciones musicales; los arqueólogos, cerámicas y metalurgia; los botánicos una más precisa descripción de los mallorn, elanor, niphredil, alfirin, mallos y symbelmynë; los historiadores desean más detalles acerca de la estructura social y política de Gondor; los curiosos quieren información sobre los Aurigas, los Harad, los orígenes de los Enanos, los Hombres Muertos, los Beórnidas y los dos magos desaparecidos (de los cinco mencionados).
Pero sea cual fuere el punto de vista que se adopte sobre esta cuestión, algunos, como yo, encontrarán un mayor valor que la mera revelación de detalles curiosos en el hecho de saber que Vëantur el Númenóreano llevó su barca Entulessë, «El Regreso», a los Puertos Grises ayudado por los vientos de la primavera del sexcentésimo año de la Segunda Edad; que la tumba de Elendil el de la Alta Talla fue erigida por Isildur su hijo en la cima de la colina del fanal de Halifirien; que el jinete Negro que vieron los hobbits en la neblinosa oscuridad de la ladera lejana de Bucklebury era Khamfil, el jefe de los Espectros de los Anillos de Dol Guldur, o aun que la infancia de Tarannon, décimo Rey de Gondor, que no tuvo hijos (hecho registrado en un apéndice de
El Señor de los Anillos
), tenía relación con los gatos, hasta ahora enteramente misteriosos, de la Reina Berúthiel.
La construcción del libro ha sido difícil, y el resultado obtenido, algo complejo. Las narraciones son todas «inconclusas», pero en distintos grados, y en distintos sentidos de la palabra; por tanto, han exigido un tratamiento diferente; más adelante diré algo sobre cada una de ellas, y aquí sólo llamaré la atención sobre algunos rasgos generales.
El más importante es la cuestión de la «coherencia»: el mejor ejemplo es el texto titulado «La historia de Galadriel y Celeborn». Se trata de un «Cuento inconcluso» en un sentido amplio: no una narración que se interrumpa bruscamente como «De Tuor y su llegada a Gondolin», ni una serie de fragmentos como «Cirion y Eorl», sino una hebra primaria de la historia de la Tierra Media que nunca fue definida con claridad, y que nunca tuvo forma escrita definitiva. La inclusión de las narraciones y esbozos de narraciones inéditas, por tanto, implica la aceptación de la historia no como realidad fija, con existencia independiente que el autor comunica (en el «papel» de traductor y redactor), sino como concepción imaginaria en desarrollo y que cambiaba en su mente. Desde el momento en que el autor dejó de publicar él mismo sus obras, después de someterlas a una minuciosa crítica y a un juicio comparativo, el más avanzado conocimiento de la Tierra Media que pueda encontrarse en sus escritos inéditos entra a menudo en conflicto con lo que ya «se sabe»; y los nuevos elementos incorporados al indicio existente contribuyen menos a la historia del mundo inventado que a la historia de su invención. En este libro he aceptado desde el principio que por fuerza ha de ser así; y salvo en relación con detalles menores, tales como cambios de nomenclatura (que hubieran creado una confusión desproporcionada, o la necesidad de una dilucidación desproporcionada) no he cambiado nada para que fuera coherente con la obra ya publicada, y en cambio he llamado la atención en todo momento sobre conflictos y variaciones. Por tanto, en esto, Cuentos inconclusos es esencialmente diferente de
El Silmarillion
, en el que un objetivo primordial, pero no exclusivo, era lograr cierta cohesión, tanto interna como externa; y, salvo en determinados pocos casos, he tratado en verdad la forma publicada de
El Silmarillion
como un punto de referencia fijo, al igual que los escritos que mi mismo padre publicó, sin tener en cuenta las innumerables decisiones «inautorizadas» que hube de adoptar entre las variantes y versiones rivales.
El contenido del libro es enteramente narrativo (o descriptivo): he excluido todos los escritos acerca de la Tierra Media o Aman de naturaleza primordialmente filosófica o especulativa, y, donde se abordan tales materias, no las he continuado. Di al texto una estructura sencilla, mediante una división en Partes, que corresponden a las primaras Tres Edades del Mundo; hubo inevitablemente algunas superposiciones, como en el caso de la leyenda de Amroth que figura en «La historia de Galadriel y Celeborn».
La cuarta parte es un apéndice, y quizá exija cierta justificación en un libro llamado «
Cuentos inconclusos
», pues los textos que contiene son ensayos de tipo general, discursivos, con muy pocos elementos narrativos o aun con ninguno. La sección de los Drúedain debió por cierto su inclusión original a la historia de «La piedra fiel», de la que es parte; y esta sección me llevó a incorporar las referencias a los Istari y los Palantiri, pues éstas (especialmente las primeras) son asuntos por los que mucha gente manifestó curiosidad, y este libro pareció un lugar conveniente para exponer todo lo que queda por decir.