Mark no parecía especialmente desaprobador. Roic, que escuchaba, alzó su taza de café a modo de saludo y bebió. Oki no era el peor del grupo, desde luego.
—Confío en que mi nombre no haya aparecido en el proceso —dijo Miles.
—No tienen ni puñetera idea de quién eres —le aseguró Mark, y sonrió como un grueso tiburón ante su expresión dolorida—. ¿Es verdad que Kareen tuvo que sentarse encima de ti para impedirte que dieras entrevistas?
—Eso fue una broma, y ella lo sabía —dijo Miles, austero.
—Sí, ya.
—¿Qué vas a hacer a continuación?
—Voy a ver al Grupo Durona con una larga lista de tareas que no están previstas en sus planes, igual que tú cuando llegues a casa, sin duda. Espero tener el equipo de nuestra primera clínica fuera de Escobar montado y en camino dentro de una semana. Las reparaciones de Fuwa están ya en marcha, cosa que es un alivio: según mi experiencia, la mayoría de los contratistas apenas son más rápidos que los abogados. Kareen dice que su trabajo tiene buena pinta hasta ahora, así que podremos seguir contratando a su compañía. Parece lo menos que podemos hacer por el hombre.
—¿Cuánto conseguiste no pagarle esa noche?
Mark hizo un gesto presuntuoso con la barbilla.
—Eso es información privada. Pero para compensar sus remordimientos de vendedor, planeo encargarle un montón de negocios de construcción.
—Apuesto a que intentará cobrarte de más.
—Oh, por supuesto. —Mark agitó la mano, dándolo por hecho.
Miles se preguntó si enviar a Mark a engordar en Kibou-daini sería una venganza adecuada por el plan de CrisBlanco en Komarr. Era lo que parecía.
—¿Y tú? —preguntó Mark—. ¿Vas directo a Barrayar o te pasarás por Sergyar para ver a nuestros padres?
Miles se frotó la boca con los nudillos, frunciendo el ceño.
—No tuve ninguna posibilidad de bajar en mi viaje de ida, claro. Aunque sí encontré veinte minutos para hablar en tiempo real con mamá, desde la estación de tránsito orbital.
—¿Cómo estaba?
—No más atareada que de costumbre. Le prometí que pasaría en el viaje de vuelta, pero mi caso superó en un par de semanas lo que había planeado inicialmente (por cosa mía, ciertamente), y puede que tenga que pasar unos cuantos días en Komarr, preparando la trampa para CrisBlanco con algunos amigos, cosa que tampoco estaba en mi plan inicial. Así que quizá tenga que esperar a que vengan a casa para la Feria de Invierno, si lo hacen, este año. ¿Vendréis Kareen y tú para entonces?
—No lo sé todavía.
—Pensaba que podrías intentar convencer de tu nuevo procedimiento al conde-nuestro-padre en persona.
—Ya veremos cómo estamos para entonces. Tal vez tengamos ya algunos resultados preliminares. O no.
Unos cuantos transeúntes volvieron la cabeza para mirar a los dos «no del todo gemelos», sentados, por el momento, en idénticas poses en sus sillas atornilladas la una frente a la otra. Miles estudió a su clon con esa pizca de asombro que nunca había perdido del todo.
—¿Qué? —dijo Mark, ladeando la cabeza, invitando a convertirse en blanco de la famosa cháchara de su hermano-progenitor.
—Estaba pensando en el tío al que ninguno de los dos llegó a conocer. El hermano mayor de nuestro padre, que murió en el mismo ataque que se llevó a nuestra abuela barrayaresa, en los primeros disparos de la guerra de Yuri el Loco. Creo que era un adolescente. Estaba pensando en lo extraño que era tener un hermano que no conocí hasta que fui adulto, mientras que nuestro padre tuvo un hermano al que todo el mundo había olvidado para cuando fue adulto. ¿Te hablaron alguna vez de él, cuando te instruían sobre Barrayar?
Mark se encogió de hombros.
—Sólo mencionaron su nombre. No le dedicaron ningún tiempo, cuando había tantas otras cosas que aprender.
—Papá tampoco me contó mucho más. Un periodo doloroso de su vida, supongo. Tal vez si Kareen y tú venís por la Feria de Invierno, podamos abordarlo en conjunto y hacer que cuente algo más. Porque estaba pensando… apenas queda ya nadie con vida que sepa nada de él.
Mark asintió.
—Trato hecho. Si vamos. Podría ser interesante. O espeluznante.
—O ambas cosas. A veces me preguntó cómo sería todo de distinto si hubiera vivido. Nuestro padre nunca se habría convertido en conde, para empezar. Tal vez ni siquiera en lord Vorkosigan, si su hermano hubiera conseguido engendrar un heredero antes de la muerte de nuestro abuelo. Habría sido lord Aral toda la vida.
—Apuesto a que habría seguido teniendo una carrera militar —dijo Mark juiciosamente.
—Tal vez. O quizá, con la responsabilidad de nuestra Casa en manos de otra persona, se habría sentido más libre para rebelarse. Hacer otra cosa, ser alguien distinto.
—Hummm… —dijo Mark.
Miles acarició el holocubo que llevaba en el bolsillo. No tenía sentido sacarlo y enseñárselo de nuevo a Mark, puesto que ya lo había hecho. Dos veces.
—¿Kareen y tú estáis planeando tener hijos ya? Por no mencionar el matrimonio —añadió pensándoselo mejor. La informal relación de la pareja, que no habría llamado la atención en la Colonia Beta, resultó una píldora difícil de tragar para los muy barrayareses padres de Kareen, pero después de varios años los Koudelka parecían haberse hecho a la idea. Y Kareen tenía tres hermanas mayores casadas, todas con al menos un retoño, así que no había sobre ella la presión familiar que hubo sobre, digamos, Miles.
—Los niños me asustan —confesó Mark—. Tú tenías a tu padre como modelo, pero todo lo que yo tuve fue un terrorista komarrés loco que se pasaba todo el tiempo intentando entrenarme para que fuera tú.
—Papá pasó un montón de tiempo intentando entrenarme para que fuera yo, también —dijo Miles—, pero no era lo mismo.
Mark hizo una mueca.
—Desde luego que no.
«Qué experiencias. Podemos reírnos de todo eso ahora, más o menos», pensó Miles, satisfecho y divertido.
—Tendrías a Kareen como copadre —sugirió Miles—. Es una de las personas más cuerdas que conozco.
—Eso sí —admitió Mark—. ¿Cuál es tu mayor terror, ahora que tú mismo eres padre?
—¿Y si…? —Miles se tiró del pelo, miró con los ojos bizcos para ver si podía ver alguna cana pero todavía era demasiado corto—. ¿Y si mis hijos descubren que en realidad no soy un adulto? ¿Se sentirían horriblemente decepcionados?
Esta vez, Mark se rió con fuerza. A Miles le pareció un sonido muy bueno, y le sonrió con tristeza a su hermano.
—Creo que tu esposa ya lo sabe —dijo Mark.
—Eso me temo. —Miles se frotó los labios—. Eh. ¿Crees que Vorlynkin y la señora Sato seguirán adelante?
—Santo Dios, ¿cómo voy a saberlo?
—Me pareció que él tenía esa expresión en los ojos. No estoy tan seguro con ella…
Lo cual hizo que Miles sintiera, ahora que lo consideraba, cierta camaradería añadida hacia Vorlynkin. Le deseó suerte.
Roic se envaró, asomado al paseo.
—¿Qué ocurre? —preguntó Miles.
—Ése es el coronel Vorventa —respondió Roic—. Me pregunto qué querrá.
Miles se inclinó hacia la barandilla y estiró el cuello para ver. El militar barrayarés era, entre otras cosas, el enlace de Seglmp de la embajada barrayaresa local en esta estación de tránsito. Miles había tratado con él antes, aunque más a menudo con sus predecesores. El coronel alzó la cabeza, vio a Roic y luego a Miles, hizo un gesto de que esperara y se dirigió a los ascensores situados al fondo.
—A nosotros, sin duda. O a mí —respondió Miles. Seglmp habría sabido que su nave venía, naturalmente.
—Espero que a ti —dijo Mark—. He tenido unas cuantas conversaciones con él. Creo que no se fía de mí.
—Es bastante cosmopolita, para tratarse de un barrayarés —dijo Miles—. Uno de los Nuevos Hombres de papá. Rayos, espero que no me traiga más trabajo.
Era una idea atractiva y no deseada. Si algún nuevo incendio relacionado con los intereses de Barrayar había estallado en algún lugar de este extremo del Nexo, bueno, aquí estaba uno de los bomberos más notables de Gregor a mitad de camino. Miles hizo una mueca. «¡No, acabo de terminar una misión! ¡Ahora quiero irme a casa!»
—Qué curioso —dijo Roic en voz baja, especulando—. Creo que no lo había visto nunca de uniforme.
Miles tampoco.
—Es verdad. Siempre lleva ropas civiles, para intentar mezclarse.
Hoy no. Vorventa vestía una túnica militar de cuello alto y color verde bosque, con todos sus galones y condecoraciones colocados perfectamente en su sitio, los pantalones verdes con la costura roja por dentro de las botas de montar brillantes como espejos, el atuendo menos apropiado que Miles podía imaginar para una estación espacial.
—Maldición, se le ve resplandeciente. Me pregunto qué ocurrirá.
—Lo descubriremos dentro de un momento —dijo Mark, volviéndose en su asiento para ver al oficial abrirse camino entre las mesas hacia ellos.
Vorventa frenó el paso mientras se acercaba, y sus ojos buscaron su objetivo, aunque su rostro permaneció impasible. Se detuvo junto a la mesa, dirigió a Mark y Roic un grave saludo con la cabeza, se puso firmes y ofreció a Miles un saludo muy formal, aunque Miles no vestía ningún tipo de uniforme, excepto sus pantalones grises y su chaqueta.
El mensajero se humedeció los labios y dijo:
—¿Conde Vorkosigan, señor?
1. MARK
Mark le disparó una vez a un tipo con un disruptor neural. Vio los ojos sorprendidos quedarse en blanco cuando la carga quemó el cerebro tras ellos. No supo por qué mirar a Miles aceptando la noticia de la muerte de su padre le hizo recordar aquello. No hubo ningún zumbido ni chisporroteo, sólo tres palabras.
Horas más tarde, después del jaleo para reorganizar el viaje, se dio cuenta de lo que había visto. Como en coordinación con el conde-su-padre, lord Vorkosigan había muerto en ese mismo momento también, la antigua vida desapareció junto con el color de su cara.
2. MILES
El conde Vorkosigan se miró en el espejo.
—Mierda.
«Mierda. Mierda. Mierda…»
—¿Está usted bien, milord? —preguntó Roic desde la cabina del correo rápido.
—¡Claro que no estoy bien, idiota! —replicó Miles, y luego, con más calma—. Lo siento. Lo siento. Siento como si me hubieran sacado el cerebro, y que en mi cráneo no hubiera nada más que cables arrancados de mi espina dorsal. Dios. ¿Por qué tanta prisa ahora? ¿Demasiado tarde? ¿Días?
—La condesa, eh… la condesa viud… su madre lo está esperando en Sergyar.
—Ah —dijo el conde—. Sí. Lo siento.
—Nos las apañaremos, señor.
3. CORDELIA
No fue Cordelia quien lo encontró, pero sí quien decidió. Un aneurisma cerebral, una cálida tarde, dos horas transcurridas mientras los criados pensaban que el hombre de pelo blanco se había quedado dormido en su sillón, como hacía después de almorzar últimamente.
La voz de Miles era entrecortada.
—¿No pudiste hacer que lo crioprepararan de algún modo? La tecnología podría avanzar…
—¿Y despertar sin mente ni memoria, el alma hecha jirones? Él me lo dijo una vez: «Ningún hombre querría vivir así.»
O despertar con la carga de sus recuerdos intacta, casi el mismo horror. ¿Podría comprender Miles?
Alférez Dubauer, lo siento.
4. IVÁN
El funeral de estado duró una horrible semana. Iván vio a Miles subir al estrado para pronunciar el panegírico. Gregor le había prestado a sus mejores redactores de discursos; Miles lo había corregido. Con todo, Iván contuvo la respiración cuando Miles cogió los flimsis con mano temblorosa y casi, casi los hizo a un lado para pronunciar sus heridas palabras
ex tempore
.
Hasta que su mirada se posó en sus hijos, que se agitaban confusos en la primera fila entre su madre y su abuela. Vaciló, alisó los flimsis, empezó a leer. El discurso del nuevo conde fue todo lo que debía ser. Muchos lloraron.
Iván se preguntó qué habría dicho el antiguo Miles.
5. GREGOR
El entierro en Vorkosigan Surleau fue privado, lo que significaba la asistencia de un par de cientos de personas. La tumba era doble, pero sólo abrieron un lado: la tierra esperaba como un lecho nupcial. Los portadores del féretro eran seis: Iván, Illyan y Koudelka, naturalmente; Duv Galeni por Komarr; el almirante Jole por Sergyar. Y uno más.
Lady Alys, a quien todos debían su cordura, señaló que el lugar de Gregor estaba con los principales dolientes.
—El hombre me ha llevado en brazos desde que tenía cinco años —respondió el Emperador de Barrayar—. Es mi turno.
Alys se hizo a un lado y Gregor fue a ayudar a cargar el féretro.
Miles Vorkosigan/Naismith: su universo y su época
Lois McMaster Bujold ambienta prácticamente todas sus novelas y narraciones en un mismo universo coherente, en el que se dan cita tanto los cuadrúmanos de
EN CAÍDA LIBRE
como los planetas y los sistemas estelares que presencian las aventuras de Miles Vorkosigan, su héroe más característico.
A continuación se ofrece un breve esquema argumental del conjunto de los temas que tratan los libros de ciencia ficción de Bujold aparecidos hasta hoy en Estados Unidos. La
CRONOLOGÍA
se refiere a la edad de Miles Vorkosigan, protagonista central de la serie, y los
HECHOS
incluyen un brevísimo resumen de parte de lo sucedido, con la única intención de situar el conjunto de las narraciones en un esquema general. Cada uno de los libros puede ser leído independientemente. La mayor parte de la información procede de datos aparecidos en las ediciones norteamericanas de las aventuras de Miles Vorkosigan, que no he dudado en modificar y completar por mi cuenta. El apartado
CRÓNICA
hace referencia a las narraciones en las cuales se detallan las diversas aventuras. Se indica, en cada caso, el título original en inglés, la fecha de publicación de dicho original y una traducción del título que, muy posiblemente, coincida con la que utilizaremos en su edición española.
CRONOLOGÍA:
Aproximadamente 200 años antes del nacimiento de Miles
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HECHOS:
Se crean los cuadrúmanos por medio de la ingeniería genética. La gran corporación espacial Galac-Tech los explota, en condiciones de esclavitud, en el Habitat Cay. Los cuadrúmanos luchan por su libertad con la ayuda del ingeniero Leo Graf.