Chamán (75 page)

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Authors: Noah Gordon

BOOK: Chamán
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—¿Es una caja de música? -preguntó Rachel.

—Non, es un carrousel. Uno elige un animal y cabalga sobre él, tres drole, tres plaisant -le informó el hombre-. Veinte centavos la vuelta.

Rob se sentó sobre un oso pardo. Rachel montó sobre un caballo pintado de un inverosímil color rojo. El francés gruñó mientras hacia girar la manivela y enseguida empezaron a dar vueltas.

En el centro del carrusel, una anilla de latón colgaba de una barra debajo de un letrero que anunciaba que cualquiera que lograra coger la anilla sin levantarse de su corcel sería premiado con una vuelta gratuita. Sin duda estaba fuera del alcance de la mayoría de los jinetes pero Chamán sólo tenía que estirar su largo cuerpo. Cuando el francés vio que Chamán intentaba coger la argolla, empezó a dar vueltas a la manivela con más fuerza y el carrusel cobró velocidad; pero Chamán se apoderó de la anilla en la vuelta siguiente.

Ganó varios viajes gratuitos para Rachel, pero pronto el propietario se detuvo para descansar el brazo, y Chamán bajó de su oso pardo y se ocupó de hacer girar la manivela. La hizo girar cada vez más rápido, y el caballo rojo pasó del medio galope al galope tendido. Rachel, la cabeza hacia atrás, reía como una niña cuando pasaba junto a Chamán.

No había nada infantil en su atractivo. Chamán no era el único que estaba fascinado; el francés lanzaba miradas de admiración mientras se preparaba para cerrar.

—Son los últimos clientes de l864 -le dijo a Chamán-. Final de la temporada. Pronto llegará el hielo.

Rachel dio once vueltas. Era evidente que habían entretenido al propietario más de la cuenta; Chamán le pagó y le dio una propina, y el hombre le regaló a Rachel una jarra de cristal blanco en la que había pintado un ramo de rosas.

Regresaron al hotel con el pelo revuelto por el viento, sonrientes.

—Lo he pasado muy bien -dijo ella al llegar a la habitación 306.

—Yo también. -Antes de que él tuviera tiempo de hacer o decir algo más, ella le había besado suavemente en la mejilla, y la puerta de la habitación se había abierto y vuelto a cerrar.

Una vez en su habitación, Chamán estuvo tendido en la cama durante una hora, completamente vestido. Finalmente se levantó y bajó los dos pisos. Ella tardó unos minutos en responder. El casi había perdido la esperanza, pero al fin se abrió la puerta: allí estaba Rachel, en salto de cama.

Se quedaron quietos, mirándose.

—¿Entras, o salgo yo? -dijo ella finalmente.

Chamán notó que estaba nerviosa.

Entró en la habitación y cerró la puerta.

—Rachel… -empezó a decir, pero ella le puso una mano en los labios.

—Cuando era niña solía bajar por el Camino Largo y detenerme en un sitio perfecto en el que el bosque se aparta del río, exactamente en el límite de nuestras propiedades, del lado que pertenece a mi padre. Pensaba que ibas a crecer muy pronto y que construirías una casa allí, y me salvarías de tener que casarme con un viejo sin dientes.

Imaginaba a nuestros hijos, un niño como tú, y tres hijas con las que serías cariñoso y paciente, y les permitirías ir a la escuela y vivir en su hogar hasta que estuvieran preparadas para marcharse.

—Te he amado toda la vida.

—Lo sé -dijo ella; mientras Chamán la besaba, ella le desabotonó la camisa.

Dejaron la luz encendida para contemplarse mutuamente y para que ella pudiera hablarle.

Después de hacer el amor, ella se quedó dormida con la misma facilidad con que un gato duerme una siesta, y él permaneció a su lado, contemplándola. Finalmente se despertó, y al verlo abrió los ojos desmesuradamente.

—Incluso después de casarme con Joe, incluso después de convertirme en madre, soñaba contigo.

—En cierto modo yo lo sabía. Por eso era tan doloroso.

—¡Tengo miedo, Chamán!

—¿De qué, Rachel?

—Durante años mantuve enterrada cualquier esperanza con respecto a nosotros. ¿Sabes qué hace una familia que practica la religión cuando uno de sus miembros se casa con alguien que no es de la misma fe? Cubren los espejos con tela y se ponen de luto. Y rezan por los muertos.

—No tengas miedo. Hablaremos con ellos hasta que al fin lo comprendan.

—¿Y si nunca lo comprenden?

El sintió una punzada de temor, pero era necesario enfrentarse a la pregunta.

—Si no lo comprenden, entonces tú tendrás que tomar una decisión -opinó Chamán.

Se miraron.

—Nunca más nos resignaremos, ni tú ni yo -afirmó Rachel-. ¿De acuerdo?

—De acuerdo.

Comprendieron que acababan de establecer un compromiso, algo más serio que cualquier promesa, y se abrazaron como si cada uno fuera la tabla de salvación de1 otro.

Al día siguiente, mientras viajaban en el tren rumbo al oeste, Rachel dijo:

—Necesitaré tiempo.

Cuando él le preguntó cuánto tiempo, ella dijo que quería contárselo a su padre personalmente, no en una carta enviada clandestinamente.

—No será mucho tiempo. Todo el mundo piensa que la guerra está a punto de terminar.

—Te he esperado durante tanto tiempo que puedo esperar un poco más -repuso él-. Pero no te veré en secreto. Quiero ir a buscarte a tu casa, y que salgas conmigo. Y quiero pasar mucho tiempo con Hattie y Joshua, para que podamos conocernos bien.

Rachel sonrió.

—Si -dijo, y le cogió la mano.

Lillian iría a Rock Island a buscar a su hija. Chamán bajó del tren en Moline y fue al establo a recoger su caballo. Cabalgó cincuenta kilómetros río arriba y cogió el transbordador que lo llevó al otro lado del Mississippi, a Clinton, Iowa. Pasó la noche en el hotel Randall, en una buena habitación iluminada con luz de gas y provista de agua corriente, caliente y fría. El hotel contaba con un maravilloso retrete de ladrillos en el quinto piso, al que se podía acceder desde todas las plantas. Pero al día siguiente, cuando fue a visitar el Hospital Inman, tuvo una gran decepción. Era un hospital pequeño, como el que pensaban instalar en Holden's Crossing, pero estaba mugriento y mal dirigido; era un ejemplo de lo que no se debía hacer. Chamán escapó de allí en cuanto pudo, y le pagó al capitán de una chalana para que los llevara a él y a Boss río abajo, hasta Rock Island.

Mientras cabalgaba en dirección a Holden's Crossing empezó a caer una lluvia fría, pero se sintió reconfortado pensando en Rachel y en el futuro.

Cuando por fin llegó a casa y desensilló el caballo, entró en la cocina y encontró a su madre sentada en el borde de la silla, muy erguida. Sin duda había estado esperando ansiosamente su regreso porque las palabras salieron como un torrente de su boca en cuanto él abrió la puerta.

—Tu hermano está vivo. Es prisionero de guerra -dijo Sarah.

65

Un telegrama

El día anterior, Lillian Geiger había recibido una carta de su esposo.

Jason le decía que había visto el nombre del cabo Alexander Bledsoe en una lista de confederados prisioneros de guerra. Alex había sido apresado por las fuerzas de la Unión el 11 de noviembre de l862, en Perryville, Kentucky.

—Por eso desde Washington no contestaban las cartas que enviamos preguntando si tenían un prisionero llamado Alexander Cole -razonó Sarah-. El utilizó el apellido de mi primer marido.

Chamán estaba exultante.

—¡Al menos es posible que aún esté vivo! Escribiré ahora mismo para intentar averiguar dónde lo tienen.

—Eso llevaría meses. Si aún está vivo, hace casi tres años que es prisionero. Jason dice en su carta que los campos de prisioneros, tanto de un bando como de otro, están en condiciones lamentables. Dice que deberíamos localizar a Alex de inmediato.

—Entonces iré yo mismo a Washington.

Su madre sacudió la cabeza.

—Lei en el periódico que Nick Holden vendrá a Rock Island y a Holden's Crossing para participar en mítines a favor de la reelección de Lincoln. Debes ir a verlo y pedirle ayuda para encontrar a tu hermano.

Chamán estaba desconcertado.

—¿Por qué habríamos de recurrir a Nick Holden en lugar de hablar con nuestro diputado, o con nuestro senador? Papá despreciaba a Holden por haber contribuido a la destrucción de los sauk.

—Nick Holden probablemente es el padre de Alex -dijo ella con naturalidad.

Durante un instante, Chamán quedó mudo de asombro.

—… Siempre pensé… Es decir, Alex cree que su padre natural es alguien llamado Will Mosby -dijo por fin.

Su madre lo miró. Estaba muy pálida, pero no había lágrimas en sus ojos.

—Yo tenía diecisiete años cuando murió mi primer esposo. Estaba totalmente sola en una cabaña, en medio de la pradera, en lo que ahora es la granja de los Schroeder. Intenté continuar yo sola el trabajo de la granja, pero no tenía las fuerzas necesarias. La tierra acabó conmigo muy pronto. No tenía dinero. En aquel entonces no había trabajo y aquí vivía muy poca gente. Primero me encontró Will Mosby. Era un delincuente y pasaba fuera largos períodos, pero cuando regresaba siempre traía montones de dinero. Luego Nick empezó a rondarme.

Los dos eran apuestos y encantadores. Al principio yo pensaba que ninguno de los dos conocía la existencia del otro, pero cuando quedé embarazada resultó que ambos se conocían, y cada uno afirmaba que el padre era el otro.

A Chamán le resultó difícil articular las palabras.

—¿No te ayudaron en nada?

Ella esbozó una amarga sonrisa.

—Absolutamente en nada. Creo que Will Mosby me amaba y que finalmente se habría casado conmigo, pero llevaba una vida peligrosa y temeraria, y eligió ese momento para que lo mataran. Nick no volvió a aparecer, pero yo siempre he pensado que era el padre de Alex.

Alma y Gus habían venido a hacerse cargo de la tierra, y supongo que él sabia que los Schroeder iban a proporcionarme comida.

Cuando di a luz, Alma estaba conmigo, pero la pobrecilla se queda paralizada cuando surge una emergencia, y yo tuve que decirle lo que debía hacer. Después de nacer Alex, la vida fue terrible. Primero me enfermé de los nervios, luego del estómago, lo que me pro dujo los cálculos en la vejiga. -Sacudió la cabeza-. Tu padre me salvó la vida. Hasta que él apareció, yo no creía que en el mundo existiera un hombre bueno y amable.

Lo importante es que yo había pecado. Cuando te quedaste sordo supe que ése era mi castigo, que te había ocurrido por mi culpa, y casi no podía acercarme a ti. Te quería mucho, y me remordía la conciencia. -Se estiró y le tocó la mejilla-. Lamento que hayas tenido una madre tan débil y pecadora.

Chamán le cogió la mano.

—No, no eres débil ni pecadora. Eres una mujer fuerte que tuvo que tener mucho coraje para sobrevivir. Y has tenido mucho coraje al contarme todo esto. Mi sordera no es culpa tuya, mamá. Dios no quiere castigarte. Nunca me he sentido tan orgulloso de ti, y nunca te quise tanto.

—Gracias, Chamán -dijo ella.

Cuando lo besó, notó que su madre tenía la mejilla húmeda.

Cinco días antes de que Nick Holden fuera a hablar a Rock Island Chamán entregó una nota para él al presidente del comité republicano del distrito. En la nota le decía que Robert Jefferson Cole agradecería infinitamente que se le brindara la oportunidad de hablar con el delegado Holden sobre un asunto urgente y de gran importancia.

El día del primer mitin Chamán se presentó en la enorme casa de madera que Nick tenía en Holden's Crossing y un secretario asintió cuando él dio su nombre.

—El delegado le está esperando -dijo el hombre, y acompañó a Chamán hasta el despacho.

Holden había cambiado desde la última vez que lo había visto. Se había vuelto corpulento, su cabellera gris empezaba a ralear y en los bordes de la nariz le habían aparecido montones de venas pequeñas, pero aún era un hombre apuesto, y lucia un aire de seguridad como si se tratara de un traje hecho a la medida.

Santo cielo, si tú eres el pequeño, el hijo menor, ¿no? ¿Y ahora eres médico? De verdad que me alegro de verte. Te diré lo que haremos: yo necesito una buena comida casera, tú te vienes conmigo al comedor de Anna Wiley y me permites que te invite a comer.

Hacia tan poco tiempo que Chamán había terminado de leer el diario de su padre que aún veía a Nick a través de los ojos y la pluma de Rob J., y lo que menos deseaba era aceptar una invitación de Nick. Pero sabía por qué estaba allí, de modo que se dejó llevar al comedor de la calle Main en el coche de Nick. Por supuesto, primero tuvieron que detenerse en el almacén, y Chamán esperó mientras Nick estrechaba la mano a todos los hombres que estaban en el porche, como un buen político, y se aseguraba de que todos conocían a “mi buen amigo, nuestro médico”.

En el comedor, Anna Wiley se deshizo en atenciones, y Chamán logró comer su carne asada, que era buena, y su tarta de manzana, que era mediocre. Finalmente logró hablarle de Alex.

Holden escuchó sin hacer interrupciones, y luego asintió.

—Hace tres años que es prisionero, ¿no?

—Si, señor. En el caso de que aún esté vivo.

Nick cogió un puro del bolsillo superior y se lo ofreció a Chamán.

Cuando éste lo rechazó, arrancó la punta con los dientes y lo encendió lanzando pequeñas bocanadas de humo en dirección a su invitado.

—¿Y por qué has venido a verme a mi?

—Mi madre pensó que usted estaría interesado -aclaró Chamán.

Holden le echó un vistazo y luego sonrió.

—Tu padre y yo… Ya sabes, cuando éramos jóvenes, fuimos grandes amigos. Corrimos grandes aventuras Juntos.

—Lo sé -respondió Chamán friamente.

Algo en el tono de Chamán debió de advertir a Nick que era mejor dejar ese tema de lado. Volvió a asentir.

—Bueno, dale a tu madre mis mejores recuerdos. Y dile que me ocuparé personalmente de este asunto.

Chamán le dio las gracias. De todas formas, cuando llegó a casa les escribió al diputado y al senador de su Estado pidiéndoles ayuda para encontrar a Alex.

Pocos días después de regresar de Chicago, Chamán y Rachel comunicaron a sus respectivas madres que habían decidido verse con regularidad.

Cuando se enteró, Sarah tensó los labios, pero asintió sin mostrar el más mínimo asombro.

—Serás muy bueno con sus hijos, por supuesto, lo mismo que tu padre con Alex. Si tenéis más hijos, ¿vais a bautizarlos?

—No lo sé, mamá. No hemos llegado tan lejos.

—En vuestro caso, yo hablaría del tema -fue todo lo que se le ocurrió decir.

Rachel no fue tan afortunada. Ella y su madre discutían con frecuencia. Lillian era amable con Chamán cuando él iba a su casa, pero no le mostraba el menor cariño. El llevaba a pasear a Rachel y a los dos niños en la calesa siempre que le resultaba posible, pero la naturaleza conspiraba contra él, porque el tiempo se volvió inclemente. Así como el verano había llegado temprano y casi no había habido primavera, ese mismo año el invierno había caído prematuramente sobre la llanura. Octubre fue un mes glacial. Chamán encontró en el establo los patines de su padre; les compró a los chicos patines de doble cuchilla en la tienda de Haskins y los llevó a patinar al pantano helado, pero hacía demasiado frío para que se lo pasaran bien. El día de las elecciones, cuando Lincoln fue reelegido por amplio margen, estaba nevando; y el dieciocho de aquel mes, Holden's Crossing fue azotado por una ventisca y el suelo quedó cubierto por un manto blanco que duró hasta la primavera.

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