Cazadores de Dune (15 page)

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Authors: Kevin J. Anderson Brian Herbert

Tags: #Ciencia Ficción

BOOK: Cazadores de Dune
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Cuando vio que los dos ayudantes de laboratorio estaban ocupados con el tanque, Hellica frunció el ceño.

—¿Es este proyecto más importante que el mío? Necesitamos nuestra droga… ¡no debéis demoraros!

Los dos ayudantes se quedaron petrificados. Uxtal se apresuró a hacer una reverencia ante ella y dijo:

—Por supuesto que no, Madre Superiora. Estamos aquí para satisfacer vuestros deseos.

—¿Mis deseos? ¿Y qué sabes tú cuáles son mis deseos? —Y se cernió sobre él, observándolo con su mirada predadora—. No sé si tienes el estómago necesario para hacer este trabajo. Todos los maestros originales murieron como castigo por sus crímenes pasados. No me obligues a incluirte en la lista.

¿Crímenes? ¿Qué podían haber hecho los tleilaxu originales a las Honoradas Matres que fuera tan grave como para querer exterminarlos?

—Yo solo entiendo de genética, Madre Superiora, no de política. —­Hizo una reverencia y se quitó rápidamente de en medio—. Me complace enormemente serviros.

Las cejas claras de la mujer se arquearon.

—Tu misión en la vida es servir.

19

Cuando el pasado regresa a nosotros en toda su gloria y dolor, no sabemos si abrazarlo o salir corriendo.

D
UNCAN
I
DAHO
,
Confesiones de algo más que un mentat

En otro tiempo, los dos tanques axlotl del centro médico de la no-nave habían sido Bene Gesserit. Voluntarias. Ahora lo único que quedaba de ellas eran voluminosos montículos de carne, brazos y piernas flácidos, mentes completamente vacías. Eran matrices vivientes, fábricas biológicas para la creación de especia.

Teg no podía mirarlas sin sentirse desolado. En el centro médico el aire olía a antiséptico, a medicinas, y a canela.

El Manual de las Acólitas decía: «Una necesidad concreta siempre lleva a la solución». Durante el primer año de su odisea, el maestro tleilaxu había revelado el secreto para fabricar melange con tanques axlotl. Conscientes de lo que había en juego, dos de las refugiadas se presentaron voluntarias. Las Bene Gesserit siempre hacían lo que era necesario, incluso a aquel nivel.

Años atrás, en Casa Capitular, Odrade, la Madre Superiora, también había permitido la creación de tanques axlotl para los experimentos con gholas de la Hermandad. Enseguida encontraron voluntarias que consideraban que aquella era la mejor forma de servir a su orden. Él mismo, su nuevo cuerpo, había salido de una de ellas hacía catorce años.

Las Bene Gesserit saben cómo exigirnos nuestro sacrificio. De alguna forma consiguen que deseemos hacerlo.
Teg había derrotado a muchos enemigos, utilizando sus conocimientos tácticos para dar una victoria tras otra a la Hermandad. Su muerte en Rakis había sido el sacrificio último.

Teg seguía mirando los tanques axlotl… a aquellas
mujeres
. Hermanas que habían entregado su vida pero de un modo distinto. Y ahora, gracias a Scytale y su cápsula oculta de nulentropía, Sheeana necesitaba más tanques.

Al analizar el contenido de la cápsula, las doctoras suk habían descubierto que junto a las otras también había células de Danzarines Rostro, y eso hizo que surgieran sospechas sobre el maestro. Scytale se apresuró a aclarar que el proceso podía controlarse, que podían identificar y seleccionar solo a los individuos a los que quisieran resucitar en forma de gholas. El pequeño maestro, viendo que su vida declinaba, ya no tenía con qué negociar. Y en un momento de debilidad, explicó cómo separar las células de los Danzarines Rostro de las otras.

Y luego, una vez más, suplicó que le dejaran crear un ghola de sí mismo, antes de que fuera demasiado tarde.

En aquellos momentos, Sheeana andaba arriba y abajo por el centro médico, observando a Scytale con los hombros rígidos y el cuello arqueado. El maestro tleilaxu aún no se sentía del todo a gusto con su nueva libertad. Parecía nervioso, como si se sintiera culpable por haber revelado tantas cosas. Lo había contado todo, y ya no tenía ningún control.

—Lo mejor serían tres tanques nuevos —dijo el hombre como si hablara del tiempo—. De otro modo, crear el grupo deseado de gholas uno a uno llevaría demasiado tiempo, puesto que cada uno necesita nueve meses de gestación.

—Confío en que encontraremos voluntarias. —La voz de Sheeana era fría.

—Cuando iniciéis finalmente el programa, mi ghola tendría que ser el primero. —Scytale pasó la vista de uno de aquellos pálidos tanques axlotl al otro, como un médico que examina los tubos de ensayo en un laboratorio—. Mi necesidad es más apremiante.

—No —dijo Sheeana—. Debemos verificar que lo que dices es cierto, que realmente esas células son muestras de quien dices que son.

El minúsculo hombre miró a Teg frunciendo el ceño, como si esperara apoyo de alguien que decía servir al honor y la lealtad.

—Sabéis perfectamente que la parte genética ya ha sido verificada. Vuestras propias bibliotecas y secuenciadores de cromosomas han tenido meses para comparar y catalogar el material celular que os proporcioné.

—El solo hecho de cribar las células y seleccionar a los primeros candidatos será una tarea ingente. —Hablaba con tono pragmático. Todas las células habían sido separadas y almacenadas en cajones seguros en la biblioteca genética, protegidas mediante códigos de seguridad y con vigilancia para asegurarse de que nadie las manipulaba—. Tu gente se mostró muy ambiciosa con las células que robó y que se remontan a los tiempos de la Yihad Butleriana.

—Las adquirimos. Sí, es posible que los míos no tuvieran programas reproductivos como los vuestros, pero sabíamos que había que conservar la línea de los Atreides. Sabíamos que importantes acontecimientos estaban por llegar y que vuestra prolongada búsqueda de un kwisatz haderach sobrehumano probablemente se haría realidad en la época de Muad’Dib.

—Bueno, ¿y cómo conseguisteis todas esas células? —preguntó Teg.

—Durante milenios, los obreros tleilaxu han manipulado a los muertos. Aunque muchos lo consideran una profesión sucia y despreciable, nos permitía un acceso a los cuerpos, sin precedentes. Si un cuerpo no está totalmente destruido, conseguir un par de muestras de piel es muy sencillo.

Teg solo tenía catorce años, y aún era un joven larguirucho. Cuando se sentía abochornado, le salían gallos, por mucho que los pensamientos y los recuerdos de su mente fueran los de un anciano. Habló lo bastante bajo para que solo Sheeana le oyera.

—Me gustaría conocer a Paul Muad’Dib y su madre, dama Jessica.

—Eso es solo el principio —dijo Scytale, y sus ojos furiosos miraban a Sheeana—. Y aceptasteis mis términos, Reverenda Madre.

—Tendrás tu ghola. Pero de momento no tengo prisa.

Aquel duendecillo se mordió el labio inferior con sus dientes diminutos y afilados.

—El tiempo se agota. Necesito tiempo para crear mi ghola y que crezca lo suficiente para que pueda despertar sus recuerdos.

Sheeana agitó la mano con desdén.

—Tú mismo dijiste que aún te quedan al menos diez años, seguramente quince. Tendrás la mejor atención médica. Nuestras doctoras Bene Gesserit vigilarán la evolución de tu salud. Y si no quieres que sean mujeres quienes te cuiden, el rabino es un doctor suk retirado. Entretanto, probaremos las nuevas células que nos has proporcionado.

—¡Por eso necesitáis tres tanques axlotl más! El proceso de conversión llevará meses, luego hay que implantar el embrión, y esperar durante el período de gestación. Tenemos que hacer muchas pruebas. Cuanto antes creemos los suficientes gholas para aclarar vuestras dudas, antes comprobaréis la veracidad de cuanto he dicho.

—Y antes podrás tener tu ghola —añadió Teg y se quedó mirando fijamente los dos tanques axlotl, hasta que pudo imaginar a las mujeres que eran antes del horripilante proceso de conversión, mujeres reales con una mente y un corazón. Mujeres con una vida y unos sueños, con gente que las quería. Y sin embargo, en cuanto la Hermandad dijo lo que necesitaba, se ofrecieron sin vacilar.

Teg sabía que Sheeana solo tenía que pedirlo. Y habría nuevas voluntarias que verían como un honor gestar a héroes de los legendarios días de Dune.

20

Somos la fuente de la supervivencia humana.

M
ADRE
COMANDANTE
M
URBELLA

Las exploradoras de Murbella regresaron con expresión macilenta de un reconocimiento por las coordenadas que habían encontrado en la nave fugitiva de las Honoradas Matres. En su viaje a un lejano sistema estelar, mucho más allá de los límites conocidos de la Dispersión, encontraron evidencia de una gran carnicería.

Cuando Murbella tuvo las grabaciones, las visionó en su habitación, en compañía de Bellonda, Doria y la vieja Madre de Archivos Accadia.

—Totalmente exterminados —dijo la exploradora, una antigua Honorada Matre llamada Kiria, joven y ardiente—. A pesar de su potencia militar y su agresividad… —La mujer seguía sin acabar de creerse lo que estaba diciendo, lo que había visto. Colocó un rollo de hilo shiga en el proyector y los hologramas aparecieron en medio de la habitación—. Podéis verlo por vosotras mismas.

El planeta sin identificar, una tumba calcinada, era obviamente un antiguo centro de población de Honoradas Matres; los reductos de docenas de grandes ciudades presentaban la distribución típica. Toda la población había muerto, los edificios se veían ennegrecidos, había secciones enteras de las ciudades convertidas en cráteres vidriosos, infraestructuras fundidas, puertos espaciales cubiertos de grietas, y una atmósfera que era como un caldo de hollín y vapores venenosos.

—Esto es aún peor. —Profundamente turbada, Kiria pasó a otras imágenes, que mostraban un campo de batalla espacial. Esparcidos por la zona orbital, flotaban los restos de miles de naves enormes y con pesados blindajes. Naves fuertemente armadas, la poderosa flota de las Honoradas Matres… destruida en su totalidad, y formando un amplio anillo—. Hemos escaneado los restos, madre comandante. Todas las naves presentan un diseño similar al de la que encontramos aquí. Y no había naves destruidas de otro tipo. ¡Es increíble!

—¿Cuál es el significado de todo esto? —preguntó Bellonda.

Kiria contestó con voz brusca.

—Significa que las Honoradas Matres fueron aniquiladas (miles de sus mejores naves de guerra) y que no consiguieron destruir… ¡ni una sola de las naves enemigas! —Golpeó la mesa con el puño.

—A menos que el Enemigo retirara sus naves dañadas para mantener en secreto su forma de operar —dijo Accadia, aunque la explicación no parecía muy plausible.

—¿No habéis encontrado ninguna pista sobre la naturaleza del Enemigo? ¿O de las Honoradas Matres? —Una vez más, Murbella había tratado de buscar en las Otras Memorias, de adentrarse en su pasado, pero solo había encontrado misterios y callejones sin salida. Su mente solo podía remontarse a través de los linajes Bene Gesserit, siguiendo una vida tras otra, hasta los días de la Vieja Tierra. Pero por las líneas de Honoradas Matres no encontraba prácticamente nada.

—He reunido la suficiente información para estar asustada —dijo Kiria—. Se trata claramente de una fuerza a la que no podemos derrotar. Si una cantidad tan grande de Honoradas Matres ha sido destruida, ¿qué esperanza tiene la Nueva Hermandad?

—Siempre hay esperanza —dijo la vieja Accadia sin ninguna convicción, como si estuviera citando un tópico.

—Y ahora también hay un incentivo y una dura advertencia —dijo Murbella. Miró a sus consejeras—. Convocaré una reunión inmediatamente.

— o O o —

Casi un millar de mujeres fueron convocadas desde todos los confines del planeta y hubo que modificar sustancialmente la sala de asambleas para el evento. El trono de la madre comandante y todos los símbolos de su cargo se retiraron; muy pronto el significado de aquel gesto quedaría a la vista de todas. Ordenó que se cubrieran todos los frescos y decoraciones de las paredes y los techos abovedados para dar a la sala un aire utilitario. Una señal de que debían concentrarse en importantes asuntos.

Sin explicar el porqué, la Odrade-interior le recordó a Murbella un axioma Bene Gesserit: «Toda vida es una sucesión de tareas y decisiones aparentemente insignificantes, que culminan en la definición del individuo y su propósito en la vida. —Y siguió con otro—. Cada hermana es parte de un organismo humano más grande, una vida dentro de otra vida».

Murbella pensó en el descontento que bullía entre las diferentes facciones, incluso allí, en Casa Capitular, y entendió por qué lo decía.

—Cuando nuestras hermanas se matan entre ellas, mueren más que simples individuos.

Recientemente, durante una comida, un altercado había terminado con una Bene Gesserit muerta y una Honorada Matre en un coma profundo. Murbella había decidido convertir a la que estaba en coma en tanque axlotl como castigo ejemplar, pero ni siquiera eso era suficiente para castigar aquella continua y descarada actitud de desafío.

Mientras andaba arriba y abajo por la sala de conferencias, la madre comandante se obligó a recordar los avances que había logrado en los pasados cuatro años, desde la fusión forzada. Ella misma había necesitado años para hacer el cambio, para aceptar las enseñanzas de base de la Hermandad y ver los defectos de los métodos violentos y los objetivos a corto plazo de las Honoradas Matres.

Tiempo atrás, cuando estuvo presa entre las Bene Gesserit, incluso ella había asumido ingenuamente que su fuerza y sus capacidades serían más fuertes que las de las brujas. ¡Cuánta arrogancia! Al principio maquinó para destruir a la Hermandad desde dentro, pero cuanto más aprendía del saber y la filosofía Bene Gesserit, más comprendía —y detestaba— los defectos de la organización a la que había pertenecido. Ella fue la primera conversa, el primer híbrido entre Honorada Matre y Bene Gesserit…

La mañana de la reunión, las representantes tomaron asiento en los lugares que les habían asignado, sobre cojines verde oscuro dispuestos en una serie de círculos concéntricos, como pétalos de una flor que se abre. La madre comandante puso su cojín entre los de sus hermanas, en lugar de alzarse por encima de todas desde su trono.

Murbella vestía un sencillo traje negro de una pieza que le permitía una libertad total de movimiento, pero sin los llamativos colores, sin la capa ni la ornamentación que tanto gustaban a las Honoradas Matres; también evitaba las túnicas amplias con que las Bene Gesserit ocultaban sus formas.

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