Las respuestas son un peligroso asidero al universo. Pueden parecer razonables y sin embargo no explicar nada.
El Látigo Zensunni
Mientras aguardaba a la hacía largo tiempo prometida escolta, Odrade se sintió primero furiosa, luego divertida. Finalmente, empezó a seguir a los robs del vestíbulo, interfiriendo con sus movimientos. La mayoría eran pequeños y ninguno tenía aspecto humanoide.
Funcionales. El sello distintivo de los servos ixianos. Pequeños y ajetreados accesorios para una estancia en Conexión o su equivalente en cualquier otro lugar.
Eran algo tan común que muy poca gente se daba cuenta de su presencia. Puesto que no eran capaces de enfrentarse a interferencias deliberadas, se inmovilizaban con un paciente zumbido.
—Las Honoradas Matres tienen muy poco o ningún sentido del humor.
Lo sé, Murbella. Lo sé. Pero, ¿han recibido mi mensaje?
Dortujla obviamente sí. Había emergido de su temor y observaba a aquellas antigüedades con una amplia sonrisa. Tam parecía desaprobadora pero tolerante. Suipol se sentía encantada. Odrade tenía que contenerla para que no la ayudara a inmovilizar los dispositivos.
Déjame a mí provocar la hostilidad, muchacha. Sé lo que hay reservado para mí.
Cuando estuvo segura de haber conseguido lo que buscaba, Odrade se situó bajo uno de los candelabros.
—Atiéndeme, Tam —dijo.
Tamalane se situó obedientemente frente a Odrade, con una expresión atenta.
—¿Has observado, Tam, que los vestíbulos modernos tienden a ser más bien pequeños?
Tamalane lanzó una mirada a su alrededor.
—Hubo un tiempo en que los vestíbulos eran grandes —dijo Odrade—. Para proporcionar una prestigiosa sensación de espacio a los poderosos, e impresionar a los demás con tu importancia, por supuesto.
Tamalane captó el espíritu del juego de Odrade, y dijo:
—En esos días eras importante por el simple hecho de viajar.
Odrade contempló los inmovilizados robs esparcidos por el suelo del vestíbulo. Algunos zumbaban y se estremecían. Otros aguardaban inmóviles a que alguien o algo restableciera el orden.
El autorecepcionista, un tubo fálico de plaz negro con un sólo com-ojo brillante, surgió de detrás de su jaula y se abrió camino por entre los inmovilizados robs para enfrentarse a Odrade.
—Hay demasiada humedad hoy. —Tenía una empalagosa voz femenina—. No sé en qué está pensando el Control del Clima.
Odrade se dirigió por encima de él a Tamalane:
—¿Por qué tienen que programar a esos mecanismos para simular amistosos humanos?
—Es algo obsceno —admitió Tamalane. Apartó a un lado al autorecepcionista, que se volvió para estudiar la fuente de la intrusión pero no hizo ningún otro movimiento.
Odrade fue consciente de pronto de que había tocado la fuerza que había prendido el Yihad Butleriano… la motivación de las masas.
¡Mi propio prejuicio!
Estudió el mecanismo que tenían frente a ellas. ¿Estaba aguardando instrucciones, o debía dirigirse ella directamente a la máquina?
Cuatro robs más entraron en el vestíbulo, y Odrade reconoció el equipaje de su grupo apilado sobre ellos.
Todas nuestras cosas han sido cuidadosamente inspeccionadas, estoy segura. Buscad lo que queráis. No llevamos ni el menor asomo de nuestras legiones.
Los cuatro robs se deslizaron discretamente por un ángulo de la habitación, y encontraron su paso bloqueado por los que habían sido inmovilizados. Los robs con el equipaje se detuvieron y aguardaron a que se solucionara la situación. Odrade les dirigió una sonrisa.
—Ahí van los signos de lo transitorio ocultando nuestros secretos yoes.
Ocultando, y secreto.
Palabras para irritar a las observadoras.
¡Vamos, Tam! Tú conoces la maniobra. Confunde ese enorme contenido de inconsciencia, despierta sentimientos de culpabilidad que serán incapaces de reconocer. Hazlas estremecerse de la misma forma que yo he hecho con los robots. Haz que se vuelvan cautelosas. ¿Cuáles son los auténticos poderes de esas brujas Bene Gesserit?
Tamalane cogió la onda.
Transitorio, y secretos yoes.
Para los com-ojos, explicó con el mismo tono utilizado para los niños:
—¿Qué es lo que llevas cuando abandonas tu nido? ¿Eres de las que intentan empaquetarlo todo? ¿O te ajustas a las necesidades?
¿Qué es lo que clasificarán las observadoras como necesidades? ¿Artículos de limpieza e higiene o ropas de repuesto? ¿Armas? Las buscaron en nuestro equipaje. Pero las Reverendas Madres tienden a no llevar consigo armas visibles.
—Qué horrible lugar es éste —dijo Dortujla, uniéndose a Tamalane frente a Odrade y entrando en la representación—. Una casi pensaría que es deliberado.
Ahhh, detestables observadoras. Fijaos en Dortujla. ¿La recordáis? ¿Por qué ha vuelto cuando tiene que saber lo que podéis hacerle? ¿Comida para los Futars? ¿Veis lo poco que le preocupa?
—Un lugar transitorio, Dortujla —dijo Odrade—. La mayor parte de la gente nunca lo desearía como su destino. Y los inconvenientes y pequeñas incomodidades sirven únicamente para recordártelo.
—Un alto en el camino, y nunca será mucho más que eso a menos que lo reconstruyan completamente —dijo Dortujla.
¿La estaban oyendo? Odrade adoptó una expresión de absoluta compostura para el com-ojo seleccionado.
Esta es una fealdad que traiciona intencionalidad. Nos dice: «Os proporcionaremos algo para el estómago, una cama, un lugar donde evacuar vejiga e intestinos, un lugar donde realizar los pequeños rituales de mantenimiento que requiere la carne, pero os iréis rápidamente porque todo lo que realmente deseamos es la energía que dejáis detrás.»
El autorecepcionista retrocedió rodeando por detrás a Tamalane y Dortujla, intentando una vez más establecer contacto con Odrade.
—¡Nos enviarás inmediatamente a nuestros aposentos! —dijo Odrade, mirando furiosa el ciclópeo ojo.
—¡Por supuesto! Hemos sido muy inconsiderados.
¿Dónde habían encontrado aquella melosa voz? Repulsiva. Pero Odrade estaba ya camino de la salida del vestíbulo en menos de un minuto, precedida por los robs con sus equipajes, Suipol muy cerca tras ella, seguida por Tamalane y Dortujla.
El pequeño drama aguijoneante que habían representado para las Honoradas Matres había hecho que la mente de Odrade se remontara hasta un antiguo sendero.
Mensajes ocultos. Antiguos esquemas. Excepto por esos malditos candelabros, ni barrocos ni con florituras rococó. Todo ello estampado con moldes conservados sin duda en algún lugar para el día en que sean necesarios algunos reemplazos. ¡Conservadurismo absoluto!
El lugar estaba unido funcionalmente a las creencias ixianas. Los decoradores habían conseguido una forma estándar, una tan adecuada que se introducía por la fuerza en los sentidos de los que pasaban por allí. Era posible pensar en este lugar como aceptable incluso para los viajeros de los tiempos antiguos. Detalles y elementos de moderna tecnología podían preocupar a algunos de esos imaginados antiguos, pero no por mucho tiempo. Funcionalismo… una respuesta que se servía a sí misma.
—Oh, entiendo. Eso limpia los suelos. ¿Y eso otro de ahí responde a las preguntas? Inteligente.
Las instalaciones de seguridad eran visibles incluso para el ojo casual. Destellos en las cornisas y en los ángulos superiores de los salones. Monitores y cosas peores. Algunos de ellos ixianos. Probablemente no superiores al equipo de la Dispersión pero aprovechándose del hecho de que estaban aún en uso. Reconoció algunas de aquellas instalaciones como ofensivas.
Pueden matarte en un segundo.
Pero la Cofradía había sido notablemente cautelosa. Como la Bene Gesserit. Créate tan pocos enemigos como sea posible. No un requerimiento para no crearse
ningún
enemigo. Los enemigos adecuados te dan lustre. Una posición de débil y desvalido poseía sus atractivos, como habían demostrado diversos grupos religiosos a lo largo de los eones.
Había un aspecto claramente visible de negligencia en toda un ala del edificio cuando pasaron por ella. ¿Significaba eso que el tráfico en Conexión había declinado? Interesante. Los postigos de las ventanas estaban cerrados a lo largo de todo un corredor. ¿Ocultando algo? A la semipenumbra resultante, detectó polvo en el suelo, y muy pocas huellas de mantenimiento en los mecanismos. ¿Ocultación de lo que había al otro lado de aquellas ventanas? Muy poco probable. Llevaban cerradas algún tiempo.
Detectó un esquema en lo que aún seguía sometido a mantenimiento. Muy poco tráfico. Efecto de las Honoradas Matres. ¿Quién se atrevía a ir de aquí para allá cuando parecía mucho más seguro quedarse en casa y rezar y no hacerse notar por los peligrosos merodeadores? Los accesos a las zonas de la élite privada eran los únicos que seguían sujetos a un mantenimiento completo. Tan sólo lo mejor seguía siendo mantenido como lo mejor.
Cuando lleguen los refugiados de Gammu, habrá sitio para ellos.
En el vestíbulo, le habían entregado a Suipol un pulsor guía. «Para que luego encuentre su camino.» Una esfera azul con una flecha amarilla flotaba en él, indicando el camino que tenias que seguir. «Hace sonar un suave timbre cuando llega usted a su destino.»
Encantador.
Por todas partes en Conexión había aquella extraña pátina de hospitalidad, como un fantasma en el festín, completamente fuera de lugar. Aquella no era (fuera lo que fuese lo que pudiera ser en realidad) una estructura hospitalaria, y nunca lo había sido. El funcionalismo triunfaba sobre el confort, y era exhibido como si sus diseñadores te hicieran un favor.
El suave timbre del pulsor sonó.
¿Y adónde hemos llegado?
Otro lugar en donde sus anfitriones habían proporcionado «todos los lujos» mientras conseguían que siguiera siendo repelente. Habitaciones con suelos amarillo suave, paredes malva pálido, techos blancos. Ninguna silla-perro. Había que dar las gracias por ello, aunque su ausencia hablara de economía antes que de atención hacía las preferencias de los huéspedes. Las sillas-perro requerían constante mantenimiento y un personal especializado. Vio muebles con tapizados en permaflox. Y debajo del tapizado notó la dureza del plástico. Todo en los mismos colores que las habitaciones.
¡Ved! Lo hemos conjuntado todo.
La cama fue un pequeño shock. Alguien había tomado la petición de un colchón duro demasiado al pie de la letra. Una superficie plana de plaz negro, sin colchón. Sin ropa de cama.
Suipol, viendo aquello, empezó a objetar, pero Odrade le hizo un signo de que callara. Pese a los recursos Bene Gesserit, a veces el confort era algo que había que dejar de lado. ¡Acepta lo que ya está hecho! Esa era su primera orden. Si la Madre Superiora tenía que dormir ocasionalmente sobre una superficie dura y sin mantas, podía aceptarse en nombre del deber. Además, la Bene Gesserit tenía formas de ajustarse a tales inconsecuencias. Odrade se fortaleció ante la incomodidad, consciente de que si formulaba alguna objeción podía encontrarse ante algún otro insulto deliberado.
Dejemos que añadan esto a todo ese contenido inconsciente y se preocupen por ello.
El aviso llegó mientras estaba inspeccionando el resto de sus aposentos, mostrando una preocupación mínima y un abierto regocijo. Una voz brotó aguda de los respiraderos del techo mientras Odrade y sus compañeras emergían al salón común.
—Regresad al vestíbulo, donde os aguarda una escolta para llevaros ante la Gran Honorada Matre.
—Iré sola —dijo Odrade, silenciando las objeciones.
Una Honorada Matre vestida de verde aguardaba en una frágil silla allá donde el corredor penetraba en el vestíbulo. Tenía un rostro construido como las murallas de un castillo… piedra sobre piedra. La boca era como una esclusa a través de la cual inhalaba algún líquido vía una paja transparente. Un flujo púrpura ascendía por la paja. Había un olor a azúcar en el líquido. Los ojos eran armas atisbando por encima de las murallas. La nariz: una ladera descendente a lo largo de la cual los ojos derramaban sus odios. La barbilla: débil. No era necesaria aquella barbilla. Una idea tardía. Algo que había quedado pendiente de una construcción anterior. Podías ver a la niña en ella. Y el pelo: oscurecido artificialmente hasta un castaño lodoso. Carente de importancia. Ojos, nariz y boca, esos eran los importantes.
La mujer se puso en pie lentamente, insolentemente, enfatizando que hacía un favor simplemente en reparar en la presencia de Odrade.
—La Gran Honorada Matre condesciende en veros.
Una voz dura, casi masculina. El orgullo intentaba tapiarlo todo hasta tan arriba que dejaba al descubierto todo lo que hacía. Sólidamente empaquetado con inamovibles prejuicios.
Sabía
tantas cosas que era una exhibición andante de ignorancias y miedos. Odrade la vio como una perfecta demostración de la vulnerabilidad de las Honoradas Matres.
Al final de muchas revueltas y corredores, todos ellos limpios y bien iluminados, llegaron a una larga estancia,… el sol derramándose a través de una hilera de ventanas, una sofisticada consola militar a un extremo; mapas espaciales y mapas de superficie proyectados allí. ¿El centro de la tela de la Reina Araña? Odrade sintió dudas. La consola era demasiado obvia. Algo de un diseño distinto a la Dispersión, pero sin ninguna duda acerca de su finalidad. Los campos que los humanos podían manipular tenían límites físicos, y una capucha para interface mental no podía ser otra cosa más que eso aunque se presentara bajo la forma de una estructura oval de un peculiar amarillo sucio.
Barrió la habitación con su mirada. Apenas amueblada. Unas cuantas sillas y mesitas pequeñas, una amplia zona despejada donde (presumiblemente) la gente podía aguardar órdenes. No había desorden. Se suponía que aquello era un centro de acción.
¡Imprimid eso sobre la bruja!
Las ventanas de una de las largas paredes revelaban al otro lado zonas pavimentadas y jardines. ¡Todo aquello no era más que un decorado realista!
¿Dónde está la Reina Araña? ¿Dónde duerme? ¿Cuál es el aspecto de su cubil?
Entraron dos mujeres por una puerta en arco, procedentes de una de las zonas pavimentadas. Ambas llevaban túnicas rojas con resplandecientes arabescos y dibujos de dragones en ellas. Y unas cuantas soopiedras de adorno.