—Ese es el plan. Estaré transmitiendo mis observaciones a los atacantes. —Odrade hizo un gesto hacía Teg, sentado sobre los hombros de Streggi—. El Bashar conducirá el ataque en persona.
—¿Quién irá con vos? Sí, ¿a quién tomaréis? —No había dudas acerca de la preocupación en esas exclamaciones. Así que la noticia aún no se había difundido por la Casa Capitular.
—Tam y Dortujla —dijo Odrade.
—¿Quién Compartirá con vos? —De nuevo Garimi.
¡Por supuesto! Esa es la pregunta política de mayor interés. ¿Quién puede suceder a la Madre Superiora?
Odrade oyó un nervioso agitarse tras ella.
¿Bellonda excitada? No tú, Bell. Tú ya lo sabes.
—Murbella y Sheeana —dijo Odrade—. Y otra, si las Censoras se dignan nombrar una candidata.
Las Censoras formaron pequeños grupos de consulta, pasándose sugerencias de grupo a grupo, pero no fue sometido ningún nombre. Alguien sin embargo tenía una pregunta:
—¿Por qué Murbella?
—¿Quién conoce mejor a las Honoradas Matres? —preguntó Odrade.
Aquello las silenció.
Garimi se acercó al estrado y alzó la vista hacía Odrade con una penetrante mirada.
¡No intentes engañar a una Reverenda Madre, Darwi Odrade!
—Tras nuestra finta en Gammu, estarán aún más alertas y reforzarán Conexión. ¿Qué os hace pensar que podemos vencerlas?
Odrade se apartó a un lado e hizo una seña a Streggi para que avanzara con Teg.
Teg había estado observando la actuación de Odrade con algo parecido a la fascinación. Ahora miró a Garimi. Su cargo era el de Censora Jefe de Asignaciones, y sin duda había sido elegida para hablar en nombre de un grupo de hermanas. Se le ocurrió que su absurda posición sobre los hombros de una acólita había sido planeada por Odrade con otras razones distintas a las que había proclamado.
Para situar mis ojos a un nivel cercano a los de los adultos a mi alrededor… pero también para recordarles mi menor estatura, para tranquilizarlas con el hecho de que una Bene Gesserit (y solamente una acólita) controla aún mis movimientos.
—No voy a entrar ahora en todos los detalles del armamento —dijo.
¡Maldita sea esta voz aguda!
Sin embargo, había atraído su atención.
—Pero vamos a lanzar una serie de señuelos que destruirán una gran parte de la zona a su alrededor si son golpeados por un rayo láser… y vamos a rodear Conexión con dispositivos que nos revelarán el movimiento de sus no-naves.
Cuando siguieron mirándole, añadió:
—Si la Madre Superiora confirma mis conocimientos anteriores de Conexión, sabremos íntimamente las posiciones de nuestros enemigos. No deben haberse producido cambios significativos. No ha pasado el tiempo suficiente…
Sorpresa, y lo inesperado. ¿Qué otra cosa esperaban de su Bashar Mentat?
Mantuvo la mirada de Garimi, desafiándola a expresar en voz alta más dudas acerca de su habilidad militar.
La Censora tenía otra pregunta.
—¿Tenemos que suponer que Duncan Idaho os aconseja en armamento?
—Cuando uno dispone de lo mejor, es un estúpido si no lo utiliza —dijo Teg.
—¿Pero os acompañará como Maestro de Armas?
—Ha elegido no abandonar la nave, y todas vosotras sabéis por qué. ¿Cuál es el significado de esa pregunta?
La había desviado de su cuestión y la había reducido al silencio, y eso no le gustó a Garimi. ¡Un hombre no debería ser capaz de maniobrar de esa forma a una Reverenda Madre!
Odrade avanzó unos pasos y apoyó una mano en el brazo de Teg.
—¿Habéis olvidado todas que este ghola es nuestro leal amigo, Miles Teg? —Miró a una serie de rostros en particular entre la concurrencia, eligiendo a aquellas que estaba segura que habían actuado como perros guardianes de los com-ojos y sabían que Teg era su padre, trasladando su mirada de rostro a rostro con una deliberada lentitud que no podía ser mal interpretada.
¿Hay alguna entre vosotras que se atreva a gritar «nepotismo»? ¡Entonces revisa una vez más las grabaciones de sus servicios!
Los sonidos de la Asamblea volvieron a hacerse más acordes a lo que podía esperarse de una reunión de aquel tipo. Dejaron de ser el vulgar entrechocar de voces exigentes compitiendo por llamar la atención. Ahora conjuntaban sus voces en un esquema muy parecido a un canto llano pero sin ser exactamente un canto. Las voces ondulaban y fluían conjuntadamente. Odrade siempre encontraba aquello notable. Nadie dirigía la armonía. Se producía debido a que todas eran Bene Gesserit. De una forma natural. Aquella era la única explicación que necesitaban. Ocurría porque tenían práctica en ajustarse las unas a las otras. La danza de sus movimientos cotidianos tenía su continuación en sus voces. Todas juntas, siempre unidas, no importaban los desacuerdos transitorios.
—Nunca se dispone de lo suficiente para efectuar predicciones ajustadas de acontecimientos penosos —dijo Odrade—. ¿Quién conoce esto mejor que nosotras? ¿Hay alguna entre nosotras que no haya aprendido la lección del Kwisatz Haderach?
No necesitaba elaborar aquella cuestión. Una mala predicción no alteraría su rumbo. Eso mantuvo a Bellonda en silencio. Las Bene Gesserit eran esclarecedoras. No había entre ellas estúpidas que atacaran al portador de malas noticias. ¿Echarle la culpa al mensajero?
(¿Quién podía esperar algo bueno de gente así?)
Ese era un esquema que debía ser evitado a toda costa.
¿Silenciaremos a los mensajeros desagradables, pensando que el profundo silencio de la muerte va a eliminar el mensaje?
¡La Bene Gesserit era mucho mejor que eso!
La muerte hace más fuerte la voz del profeta. Los mártires son realmente peligrosos.
Odrade observó cómo una consciencia reflexiva se difundía por toda la sala, incluso hasta las últimas filas superiores.
Estamos entrando en tiempos difíciles, hermanas, y debemos aceptarlo. Incluso Murbella lo sabe. Y sabe ahora por qué yo me mostraba tan ansiosa por hacer de ella una hermana. Todas nosotras lo sabemos, de una u otra forma.
Odrade se volvió y miró a Bellonda. No había decepción allí. Bell sabía por qué ella no se hallaba entre las elegidas.
Es el mejor camino que tenemos, Bell. Infiltrarnos. Agarrarlas antes de que sospechen siquiera lo que estamos haciendo.
Desviando su mirada hacia Murbella, Odrade vio una respetuosa consciencia. Murbella estaba empezando a recibir sus primeras cochuras de buenos consejos de sus Otras Memorias. El estadio maníaco había pasado, e incluso estaba recuperando un cierto
afecto
hacia Duncan. A su debido tiempo, quizá… El adiestramiento Bene Gesserit aseguraba que juzgaría por sí misma a las Otras Memorias. Nada en el porte de Murbella decía: «¡Guárdate para ti misma tus despreciables consejos!» Poseía comparaciones históricas, y no podía eludir su obvio mensaje.
No camines por las calles con otras que compartan tus prejuicios. Los gritos fuertes son a menudo los más fáciles de ignorar. «Quiero decir: ¡míralos ahí afuera gritando hasta desgañitarse, los muy estúpidos! ¿Deseas hacer causa común con ellos?»
Te lo digo, Murbella: juzga ahora por ti misma. «Para crear el cambio, encuentra puntos desde los cuales hacer palanca y actúa sobre ellos. Ten cuidado con los callejones sin salida. Los crecimientos de altas posiciones son una distracción común exhibida ante los caminantes. Los puntos desde los cuales puede hacerse palanca no se hallan todos en las altas esferas. A menudo están en centros económicos o de comunicaciones, y a menos que tú sepas esto, las altas esferas son inútiles. Incluso los lugartenientes pueden alterar tu rumbo. No cambiando los órdenes sino enterrando las órdenes no deseadas. Bell se aposenta sobre las órdenes hasta que las cree inefectivas. A veces le doy órdenes con esta finalidad: de modo que pueda jugar a su juego dilatorio. Ella lo sabe y sin embargo sigue el juego de todos modos. ¡Empápate de esto, Murbella! Y después de que Compartamos, estudia mi actuación con el mayor de los cuidados.»
Se había conseguido la armonía, pero a un cierto coste. Odrade señaló que la Asamblea había terminado, sabiendo muy bien que no todas las cuestiones habían sido respondidas, que algunas ni siquiera habían sido formuladas. Pero las cuestiones no formuladas irían filtrándose luego a través de Bell, donde podrían recibir el tratamiento más apropiado.
Las más alertas entre las hermanas no preguntarían. Ya veían su plan.
Mientras abandonaba la gran Sala Comunal, Odrade se sintió aceptar la plena responsabilidad de las elecciones que había hecho, reconociendo sus anteriores vacilaciones por primera vez. Había remordimientos, pero tan sólo Murbella y Sheeana podrían llegar a conocerlos.
Caminando detrás de Bellonda, Odrade pensó en
los lugares a los que nunca iré, las cosas que nunca veré excepto como un reflejo en la vida de otra.
Era una forma de nostalgia que se centraba en la Dispersión, y esto alivió su dolor. Era simplemente demasiado para una persona el mirar ahí afuera. Ni siquiera la Bene Gesserit con sus memorias acumuladas podía esperar captarlo nunca en su totalidad, no hasta su último detalle interesante. Era algo que estaba de vuelta de nuevo a los grandes designios. El Gran Cuadro, la Corriente Principal.
Las especialidades de mi Hermandad.
Había empleados allí Mentats esenciales: esquemas, movimientos de corrientes y lo que esas corrientes arrastraban, lugares hacia los que estaban yendo. Consecuencias. No mapas, sino flujos.
Al menos, he preservado elementos clave de nuestra democracia monitorizada por los jurados en una forma original. Pueden al menos darme las gracias por ese día.
Busca la libertad y sé cautiva de tus deseos.
Busca la disciplina y encuentra tu libertad.
La Coda
¿Quién esperaba que la maquinaria del aire se averiara?
El Rabino formuló su pregunta a nadie en particular. Permanecía sentado en un banco bajo, con un rollo de pergamino apretado contra su pecho. El rollo había sido reforzado con modernos artificios, pero seguía siendo viejo y frágil. No estaba seguro del tiempo. Mediada la mañana, probablemente. No hacía mucho habían comido algo que podía ser descrito como un desayuno.
—
Yo
lo esperaba.
Parecía estar dirigiéndose al rollo.
—La Pascua ha llegado y ha pasado, y nuestra puerta estaba cerrada.
Rebecca se detuvo de pie junto a él.
—Por favor, Rabino. ¿Cómo ayudará esto a Joshua en su trabajo?
—No hemos sido abandonados —le dijo el Rabino a su rollo—. Somos nosotros mismos quienes nos hemos ocultado fuera del camino. Cuando no podemos ser encontrados por los extranjeros, ¿cómo puede venir hasta aquí nadie que pueda socorrernos?
Alzó bruscamente la vista hacia Rebecca, con unos enormes ojos de búho tras sus gafas.
—¿Nos has traído el mal hasta nosotros, Rebecca?
Ella comprendió lo que quería decir.
—Los extraños siempre piensan que hay algo nefario en la Bene Gesserit —dijo.
—¡Así que ahora yo, tu Rabino, soy un extraño!
—Tú mismo te extrañas, Rabino. Hablo desde el punto de vista de la Hermandad a la que tú me hiciste ayudar. Lo que ellas hacen es a menudo fastidioso. Repetitivo, pero no malo.
—¿Yo te
hice
ayudar? Sí, lo hice. Perdóname, Rebecca. Si el mal se une a nosotros, yo lo habré traído.
Intentó inhalar profundamente. Los miedos y el aíre fétido y sobrecalentado lo hicieron difícil.
—Rabino, las hermanas han visto tanto que quizá sean más sensibles a la presencia del mal que cualquiera que no haya compartido su Agonía.
—¿Agonía? ¿Hablas de agonía a alguien cuyos antepasados conocieron cada uno de los monstruos de la represión que uno pueda imaginar?
—Hablo de la Agonía de la Especia, Rabino. Y de las Otras Memorias que presionan sobre una cuando hay una urgente demanda de datos. Las Otras te muestran los esquemas en los que interviene el mal y dicen: «¡Oh, no! ¡No de nuevo!» Pero es de estúpidos repetir tamaña necedad.
—¡Otras Memorias! Dices que presionan. El mal te presiona, Rebecca. La maldad de aquellos que…
—¡Rabino! Ya basta de eso. Son un clan extenso. Y sin embargo mantienen un susceptible individualismo. ¿No significa nada un clan extenso para ti? ¿Te ofende mi dignidad?
—Te diré, Rebecca, lo que me ofende. Por mi mano has aprendido a seguir diferentes libros que… —Alzó el rollo como si fuera un bastón.
—Nada de libros, Rabino. Oh, tienen una Coda, pero es simplemente una colección de advertencias, algunas veces útiles, otras veces desechables. Siempre ajustan su Coda a las exigencias del momento.
—¡Hay libros que no pueden
ser ajustados
, Rebecca! Ella bajó la vista hacia él con apenas disimulado desánimo. ¿Era así como veía a la Hermandad? ¿O era su miedo el que hablaba por él?
—Han dominado una imaginación creativa, Rabino. Y la utilizan para todos nosotros.
—¡Imaginación! —Agitó el rollo frente a ella—. ¿Es esto imaginación?
Rebecca tendió la mano y tocó el rollo. El Rabino lo apartó bruscamente, como si ella pudiera contaminarlo.
—Imaginación fue una palabra quizá mal empleada por mi parte —dijo ella—. Pero la imaginación proyecta posibilidades entre las cuales podemos buscar y elegir. Eso funciona hasta que se vuelve demasiado romántico.
—El caos —dijo él, aferrando el rollo contra su pecho.
—Cierto. Cuando las cosas se vuelven demasiado románticas se hacen autolimitativas. Desencadenan el caos entre nosotros.
—¡Y eso es lo que tú traes!
Una suave sonrisa afloró a los labios de Rebecca.
—¿Temes que urja a que abandonemos nuestra realidad cotidiana, las cosas que podemos tocar con nuestras manos? La imaginación romántica es de nuevo donde se originan las más grandes ideas.
Joshua avanzó hasta situarse a su lado, las manos llenas de grasa, manchas negras en su frente y mejillas.
—Tu sugerencia fue la correcta. Está funcionando de nuevo. Durante cuánto tiempo no lo sé. El problema es…
—Tú no sabes cuál es el problema —interrumpió el Rabino.
—El problema mecánico, Rabino —dijo Rebecca—. El campo de esta no-cámara distorsiona la maquinaria.
—No pudimos conseguir maquinaria sin fricción —dijo Joshua—. Demasiado revelador, sin mencionar el coste.