—Perdona, es una amiga —le explica en voz bajita al joven guapísimo que le vuelve a sonreír una vez más y le hace un gesto como de "contesta, no te preocupes". Ella se levanta y camina hacia otra parte de la sala. La joven pareja enamorada ya se ha ido.
—¿Sí…?
—Cariño, ¿qué tal va la cosa? —pregunta rápidamente Miriam al oír la voz de su amiga—. No molestamos, ¿verdad?
—¿"Molestamos"? ¿"La cosa"?
—Sí. Estamos aquí Diana, Cris y yo reunidas. Espera. Decid algo chicas… —un escandaloso "hola", seguido de un insulto amistoso, se oye al otro lado del móvil—. ¿Ves como te queremos y nos preocupamos por ti? ¿Qué tal va la cita?
"Uff, la cita". Ahora cae. Pero no tiene ganas de dar explicaciones a sus amigas en ese momento, y menos tener que darles la razón. Así que se ahorra decirles que aquel capullo no se ha presentado.
—Bien, "la cosa" va bien. Pero no puedo hablar ahora mismo. Estoy muy liada y…
—¡¡¡Uhhh!!! Muy liada… Mmmm. Muac, muac, muac. Bueno, no te molestamos más, niña. Queremos que nos cuentes todos los detalles mañana. Chicas, colgamos. Despedíos…
Y con un sonoro "adiós, te queremos", seguido de otro improperio cariñoso, se da por finalizada la conversación.
Paula cierra los ojos. Suspira. "Están locas". Y se dirige otra vez a su sillón. El joven guapísimo está de pie y lleva el libro bajo el brazo.
—Me tengo que ir. Se me ha hecho tardísimo. En diez minutos empiezo las clases.
"Las clases. ¿Qué clases? ¿A estas horas?".
—Encantado de conocerte. Espero que el final del libro te guste.
Y sin decir nada más el chico guapísimo de sonrisa maravillosa sale corriendo de la cafetería.
Paula entonces se vuelve a sentar mientras decide que ya es hora de regresar a casa, tomar un buen baño relajante y olvidarse por un tiempo de su PC. Coge el libro para guardarlo, pero percibe algo extraño. El separador no es el suyo y además está en la última página.
"Ese idiota se ha equivocado de libro y se ha llevado el mío".
Abre el libro por el final y arriba, escrito con bolígrafo azul, puede leer: "
[email protected]. Por si quieres comentar el final del libro
".
La nota le hace sonreír y Paula termina soltando una pequeña carcajada. Guarda el libro dentro de su mochila de las Supernenas y camina hacia las escaleras de la planta alta del Starbucks sin poder evitar una sonrisa tonta.
"Y el tío va y me dice que espera que el final del libro me guste. Qué capullo…". Pero, hablando de capullos… En ese momento, otro joven alto, atractivo, sube a toda velocidad las escaleras de la cafetería. Va tan deprisa que no ve a Paula: al tropezar con ella, la chica da un culazo contra el suelo y él casi se cae encima, pero consigue saltarla y termina de rodillas justo detrás. De sus manos resbala una rosa roja. Ambos se miran sorprendidos. Él sonríe al ver la mochila de las Supernenas en el suelo..
Más o menos a esa hora, en otro sitio de la ciudad.
También él mira el reloj. También él suspira. Mario está sentado en el suelo encima de una alfombra, haciendo los deberes de Matemáticas. De fondo suena una canción de Maná.
¿Cómo pudiera un pez nadar sin agua? ¿Cómo pudiera un ave volar sin alas? ¿Cómo pudiera la flor crecer sin tierra? Cómo quisiera poder vivir sin ti
…
No puede evitar repetir la última frase. Y se le encoge el corazón. Y suspira.
Cómo quisiera poder vivir sin ti
.
Sí. Eso es lo que él querría: poder vivir sin pensar en ella.
"Céntrate, Mario… Los deberes, las Matemáticas, las notas… ¡Pero así no puedo!".
Se levanta y pone en modo silencio el reproductor del PC. Le parece un sacrilegio cortar una canción de Maná, su grupo preferido, y también el de ella, pero, si no, es imposible concentrarse.
Vuelve a la alfombra. A las dichosas Matemáticas. Derivadas.
Concentración. Encoge las piernas situando la derecha sobre la izquierda. Hace movimientos de relajación con el cuello. Luego coloca sobre su cabeza el cuaderno de Matemáticas. Hace equilibrio y no se cae. A continuación pone sus manos a ambos lados de las sienes y con los dedos índice y corazón comienza a frotárselas suavemente, con pequeños círculos. Cierra los ojos y de su boca sale un "Ohmmmmm" de cinco segundos. Luego otro "Ohmmmmm", este un poco más largo. Y luego… se oye una tos desde la puerta de su habitación.
—Ejem. Ahora entiendo por qué no tienes novia… Su hermana sonríe y sus amigas no pueden evitar una pequeña carcajada detrás.
Mario abre los ojos, descruza las piernas y se quita el cuaderno de la cabeza. Se ha puesto rojo como un tomate. Las mira nervioso y espera que ella no esté allí. Parece que no. Solo son su hermana y dos de las pesadas de clase.
—¿Qué quieres?
—Decirte que nos vamos. Papá y mamá no están así que te quedas solo. A ver qué haces…, ¿eh?
La chica pone cara pícara y luego silba mirando hacia arriba.
—Pues qué voy a hacer…, terminar este coñazo…
—¿Estás con las derivadas? Luego me las pasas.
—¡Y a nosotras también! —se oye en el pasillo.
Mario mira a su hermana con indignación.
—¿Y por qué no te lo curras un poco? No me extraña que repitieras cuarto. No te vale con que tu hermano te coja, sino que además quieres que te adelante… Debería darte vergüenza, Miriam.
—No seas tonto. Si lo hice para estar en clase con estas petardas —se burla Miriam, señalando a Diana y Cris. Y de improviso se lanza al suelo encima de su hermano pequeño.
—Pero, ¿qué haces? ¡Para de una vez!
Tirados en la alfombra, Miriam no para de besuquear a Mario.
—¿Quién es el hermano más guapo y bueno del mundo mundial y del universo universal?
Las dos amigas, detrás, ríen sin parar al ver la cómica escena entre los hermanos.
—¡Vale! ¡Basta! Luego te paso los deberes, pero déjame ya en paz. Eres, eres…
—…increíble, ¿a que sí? —Y da un sonoro beso en la mejilla a Mario—. ¡Guapo! —Luego se levanta, se coloca bien el escote y el pantalón y, tras salir de la habitación, cierra la puerta.
Qué pesadilla compartir clase con ella. No solo tenía que soportarla en casa sino que este era el segundo año que, además, también la veía a todas horas en el instituto. A Mario no le hacía ninguna gracia. Para colmo de males, su hermana se había convertido en la mejor amiga de…
Clavado en un bar
suena desde el móvil encima del escritorio. ¿Ella? No puede ser. Nunca le llama. Pero, ¿y si es ella?
Mario se levanta con torpeza, resbalando, dándose con la pared, pero al fin llega al escritorio. Decepción: son sus padres.
—Dime, mamá…
—Hijo, llegaremos tarde. Haceos vosotros la cena. Tenéis ahí varias cosas en el frigorífico.
—Sí, mamá.
—Y dile a tu hermana que cene algo, que siempre está con esas tonterías de la dieta.
—Sí, mamá.
—Y que haga los deberes.
—Sí, mamá.
—Y, si pasa algo, llámanos al móvil.
—Sí, mamá.
—Y…
—Mamá —interrumpe Mario—, ¿todo esto no deberías decírselo a Miriam, que es la hermana mayor?
Su madre se queda callada al otro lado del móvil durante unos breves segundos:
—No —termina contestando con rotundidad—. Si pasa algo, ya sabes… Un beso cariño. Te quiero.
El chico mueve la cabeza de un lado para el otro y deja otra vez el móvil en el escritorio. Camina hacia el PC y vuelve a subir el volumen del reproductor.
Cuando los ángeles lloran
. De pie, escucha y tararea un trozo de la canción. Luego se agacha y recoge lo que tenía sobre la alfombra. De su cuaderno de Matemáticas cae una foto que esa misma mañana había hecho en el instituto y que nada más llegar a casa había impreso. Está preciosa. Bueno, tal vez
preciosa
no sea la palabra, ya que sale sacando la lengua y guiñando un ojo. Pero para Mario ella siempre está preciosa. Le tiene puesta la mano por detrás, abrazándola. Si ella supiera que estaría abrazándola cada hora, cada minuto, cada segundo de cada día… Abrazándola y besándola. No pararía de saborear sus labios, su boca… Y es que la quiere. La ama con todas sus fuerzas. ¡Cómo es posible que todavía haya gente que diga que a los dieciséis años no se sabe lo que es el amor…! Que eso no es un amor verdadero. Y entonces, ¿qué es? Si le duele con tan solo pensarlo…
Mira su reloj. ¿Qué estará haciendo ella ahora? ¿Y si la llama? No, no quiere ser pesado. No quiere molestarla. ¿Qué le podría decir, además? Si ya la ve cada día en clase… No, no puede ser un pesado. ¿Un SMS? No, tampoco. Eso sería peor aún. ¿Y si luego no le contesta como ha pasado otras veces? Se pone nervioso, tenso. Cree que a ella él le importa lo más mínimo. Es duro amar en silencio.
El ordenador. Internet. Seguro que a esta hora anda en el Messenger. Últimamente entra mucho, más de lo habitual. Aunque a veces tarde en contestarle. Silencios largos. Silencios eternos.
Mario entra en su MSN, y teclea la clave, "Paulatq". No está. Sale del MSN y vuelve a escribir la contraseña. Diez veces en media hora. No aparece.
Finalmente, derrotado, se tumba en la cama con la almohada sobre la cabeza. En su PC suena
Labios compartidos
.
Ese día de marzo, en esa misma ciudad, unas horas antes del encontronazo entre Paula y Ángel.
La redacción está completamente vacía. Solo queda el jefe, encerrado como siempre en su pequeño despacho, y él, que además está a punto de terminar un artículo sobre esa banda escocesa de moda en Reino Unido. Bajito, muy bajito, en el ordenador suena
All you need is love
, pero no la original de los Beatles sino una versión que sale en la película
Love actually
. "Todo lo que necesitas es amor".
Ángel relee una vez más lo que ha escrito. Prácticamente, cada vez que escribe una línea, examina el texto entero. "Ya casi está", piensa.
Escribir, la música…: esto es lo que le gusta de verdad. Vale, la revista no es gran cosa y el sueldo tampoco. Pero es su primer trabajo serio a sus veintidós años y quizá, con el tiempo, pueda llegar a más. A la
Rolling Stone
, por ejemplo. Pero por ahora se conforma con lo que tiene. Otros compañeros de carrera aún no tienen trabajo mientras que él, además, escribe sobre lo que le gusta.
Termina la canción y comienza
I finally found someone
cantada a dúo por Brian Adams y Barbara Streisand. "Finalmente encontré a alguien". Ángel sonríe. Recuerda que esa canción se la pasó a Paula por el MSN. Ella no la conocía por el título, pero cuando la oyó, dijo: "Ahhhh, sííííí. ¡¡¡¡Esta salió en Operación Triunfo!!!!".
Él, en su soledad, sentado frente al ordenador portátil, no pudo evitar sonreír ante la respuesta de aquella chica que en las últimas semanas le había robado un trocito del corazón. ¿Estaba enamorado?
Esa tarde darían un pasito más. Después de dos meses hablando cada día, por fin se iban a ver, se iban a tocar, se iban a oler…
—¿De verdad que te has montado con Katia en su propio coche?
—Sí, y tendrías que verlo.
—¿Está bien?
—¡Genial! Un Audi deportivo de color rosa. Nunca vi nada igual.
—No, tonto. Hablaba de ella…, que si es tan guapa como parece en las fotos y en la tele.
Ángel no dice nada y piensa bien la respuesta. Realmente Katia le ha parecido mucho mejor en persona que en todas las fotos y vídeos que había visto. Sinceramente, la pequeña cantante es una chica preciosa.
—Normal. Es una chica normal —termina respondiendo.
—Mientes —refunfuña ella, pero enseguida la sonrisa le vuelve a iluminar el rostro—. Seguro que es más guapa que yo.
Ángel se pone una mano en la barbilla y se la frota.
—Pues ahora que lo dices…, quizá. De hecho, cuando hemos llegado adonde había quedado contigo, le he dicho que siguiera para delante, que quería cenar con ella. Pero tenía otra entrevista…
—¡Capullo! —grita Paula, haciéndole ver que se enfada, y se acerca a golpearle.
Ángel la esquiva y corre divertido, alejándose de ella. Cuando la chica le va a dar alcance, él acelera un poco y se vuelve a escapar. Y así una vez tras otra, hasta que finalmente se deja arrapar y se abrazan. Su primer abrazo.
—Estoy cansada. Me has hecho correr mucho. No te ha valido con tenerme una hora de pie esperándote: ahora, además, tengo que correr detrás de ti.
—Sentémonos allí.
Es un banco vacío en una pequeña plazoleta con una fuente iluminada detrás. Se oye de fondo cómo caen los chorros de agua regando el suelo de la fuente lleno de monedas. Paula se sienta en el banco y, cuando Ángel lo va a hacer a su lado, pone la mano para evitarlo.
Espera.
El joven no entiende qué ocurre. ¿Se ha enfadado?
—¿No quieres que me siente a tu lado?
—Desfila para mí.
Ángel no sabe si reírse o tomárselo a broma.
—¿Lo dices en serio?
—¿Tú ves que tenga cara de chiste? Desfila. Quiero comprobar si esas descripciones que hacías de ti mismo en el MSN eran ciertas.
El joven se echa a reír, pero acepta dándose por vencido.
—De acuerdo. Pero luego tú, ¿vale? Promételo.
Paula acepta la condición. Cruza los dedos, les da un besito y lo promete.
Ángel se coloca enfrente y comienza a caminar en línea recta. No lo hace mal. Paula cruza las piernas y mira con atención.
—Chaqueta fuera —le dice.
Ángel se quita la chaqueta, se la cuelga de un hombro y continúa desfilando. Va y viene. Se acerca y se aleja. La luz que embellece la fuente lo ilumina. Paula no le quita el ojo de encima ni por un momento. Finalmente el chico se detiene ante ella esperando el veredicto.
—¿Y bien?
—Mmmm. Es cierto, tienes los hombros anchos. Creo que sí que mides metro ochenta y tres, como decías. Tampoco creo que me hayas mentido con el peso. Peto hay una cosa que decías en la que no estoy de acuerdo.
—¿En cuál? —pregunta curioso.
—Tienes buen culo. No "normal", como me decías. Me gusta.
Ángel no puede evitar una carcajada mientras se vuelve a acercar a Paula:
—Ahora tú. Lo prometiste.
—Espera, aún no he terminado. Agáchate.
El joven suspira. No entiende, pero obedece. Tiene su cara justo enfrente de la de la chica.
—Mírame fijamente a los ojos.