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Authors: Kim Harrison

Tags: #Fantástico, Romántico

Bruja blanca, magia negra (29 page)

BOOK: Bruja blanca, magia negra
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—No me digas más —respondió.

A continuación se quedó en silencio cuando un hombre lobo pasó cojeando junto a nosotros, con un corte en la frente que tenía muy mal aspecto.

—Tienes que separarlos del resto —murmuró Ivy. Entonces se giró hacia nosotros con expresión severa—. ¿De veras crees que tener a esos dos junto a los humanos es una buena idea?

Edden apoyó una de sus robustas manos en mi hombro y nos alejó de donde estábamos, conduciéndonos lentamente hacia el grupo de agentes de la AFI que se había congregado junto a las máquinas recreativas infantiles.

—Tengo a tres agentes de paisano con ellos. Estamos sacando a todos los individuos, de uno en uno. De manera cuidadosa y efectiva.

Asentí con la cabeza al descubrir a los agentes infiltrados. Ivy no parecía muy convencida y, al oír que suspiraba, Edden levantó una mano.

—Estamos esperando a los servicios sociales para que se ocupen de la niña —explicó—. No quiero que presenten cargos por desamparo si la cosa acaba en los tribunales.

Lo dijo en un tono malhumorado, y recordé que aquella gente era la que había mandado a su hijo al hospital.

—Eso está muy bien —dijo Ivy con los ojos puestos en el grupo—, pero no creo que la cosa pueda esperar mucho más.

Jenks despidió un espeso polvo amarillo y Edden y yo nos giramos. Remus observaba con el ceño fruncido que se llevaban a otras dos personas para «interrogarlas». Mientras lo hacía, empezó a levantar la voz tanto que casi retumbaba. La niña rompió a llorar y Mia la cogió y la abrazó con fuerza, claramente molesta.

—Edden, haz algo —dije dispuesta a ir hasta allí yo misma. Remus se mostraba muy delicado a la hora de cuidar al bebé, pero también había mandado al hospital a un experimentado agente de la AFI. No me gustaba un pelo que se encontrara rodeado de inocentes que ignoraban lo que estaba pasando. Y si yo había sido capaz de distinguir a los agentes de paisano, él también podría hacerlo. Era un hijo del sistema que, creciendo, se había convertido en un asesino. Al igual que un lobo que se hubiera criado entre humanos, la sociedad había transformado a un ser ya de por sí peligroso, en algo el doble de amenazante.

Edden miró a los tres agentes que se encontraban entre los humanos y, frunciendo el ceño, hizo con la cabeza un gesto de asentimiento de lo más elocuente. De inmediato, la única mujer se situó entre Remus y los pocos humanos que quedaban. Dos corpulentos hombres vestidos con abrigos idénticos fueron a por Remus, uno de ellos decidido a apartarlo de su mujer y de la niña y el otro sacando las esposas. Era demasiado pronto, y Remus perdió el control.

Con un fuerte alarido, lanzó un puñetazo que estuvo a punto de alcanzar al más bajo de los agentes que, aturdido, dio un traspié hacia atrás. Remus se abalanzó sobre él golpeándole brutalmente con el codo en la cabeza y, tras agarrar la mano del desconcertado agente, se la retorció hasta derribarlo. A continuación, le clavó la rodilla en el hombro y, justo en el mismo instante en que se oyó un crujido de la articulación, el agente abatido soltó un aullido de dolor. El estómago se me encogió. Había sonado como si le hubiera dislocado el hombro. Jenks e Ivy salieron disparados, dejándome inesperadamente sola.

—¡Jenks, no! —grité con el corazón a punto de salírseme del pecho al imaginar la mano de Remus aplastando al pequeño pixie. Por suerte, se detuvo a medio metro del conflicto. Ivy también se paró en seco y los repentinos gritos de miedo hicieron que todos los vampiros del lugar se volvieran hacia nosotros con los ojos completamente negros.

Remus se había hecho con un rehén y, con una mano, extrajo la pistola de la funda del agente que yacía en el suelo y se puso en pie sin soltar la muñeca del oficial de policía y con un pie en su hombro.
Mierda
. ¿
Por qué he vuelto a acceder a algo así
?

La segunda agente tenía agarradas a Mia y a la niña y las alejaba lentamente. Hubiera podido matarlos a todos en un abrir y cerrar de ojos, pero solo parecía disgustada. El tercer agente se ocupaba de los humanos y los incitaba a salir de allí a toda prisa. El chasquido de los seguros de seis armas de fuego soltándose al mismo tiempo resonó en el lugar y, en ese momento, Edden gritó:

—¡No lo hagas, Remus! ¡Suéltalo y tírate al suelo!

—¡Atrás! —gritó Remus mientras los humanos restantes y los inframundanos se ponían a cubierto—. ¡Soltad a mi mujer! ¡Si no la soltáis, juro que lo mataré! Le he roto el jodido hombro y, como no os alejéis, le vuelo la cabeza.

Ivy se encontraba entre Remus y yo, con las piernas entreabiertas y las manos a la vista como gesto de buena voluntad. Con su cuerpo en tensión, estaba a unos tres metros; demasiado lejos para reducirlo con facilidad pero a una distancia lo bastante grande como para esquivar las balas si se ponía a disparar a diestro y siniestro. Jenks había desaparecido y hubiera apostado lo que fuera a que hubiera podido cegar a alguien con su polvo si hubiera querido. Edden y el resto de la AFI se habían quedado inmóviles para evitar que Remus cumpliera su promesa, pero la verdadera amenaza era Mia. Desde el otro extremo de la sala, los agentes de la SI lo observaban todo con preocupación, sin querer intervenir. Una cosa era hacer la vista gorda cuando Mia absorbía el alma de los humanos por los rincones o en algún callejón oscuro para evitarse problemas, pero otra era que mataran a un oficial de la AFI en un centro comercial, lo que los obligaría a actuar, y ninguna de las partes tenía ganas de comenzar una guerra.

Mia tenía la boca entreabierta y sus pálidos ojos fruncidos por la rabia. Holly, por su parte, se quejaba a voz en grito, y la banshee pareció ofendida mientras se zafaba de la agente que la retenía. En la planta superior, la gente se apiñó aún más intentando ver lo que sucedía, convencidos de que se encontraban a salvo. Una fría corriente de aire acompañó la huida de humanos e inframundanos.

—¡He dicho atrás! —gritó Remus, alzando la vista para mirar a la gente que susurraba en la segunda planta—. ¡Soltad a mi mujer! ¡Estáis haciendo daño a mi hija! ¡Dejad que se marchen! —Y, con los ojos muy abiertos y la mirada desatada, dirigió la vista hacia la parte delantera del centro comercial—. ¡Quiero un coche! ¡Conseguidme un coche!

Edden sacudió la cabeza.

—Remus, no podemos dejarte marchar. Deja la pistola en el suelo y túmbate con las manos en la cabeza. Te prometo que nadie hará daño ni a tu mujer ni a tu hija.

Remus parecía presa del pánico. El agente al que retenía con la rodilla estaba sudando, resollando de dolor, con la expresión tensa y, probablemente, mortificándose por haber dejado que Remus le quitara la pistola. El personal de la SI empezó a aproximarse lentamente. Ivy no se movió, pero me di cuenta de que estaba tensa. Al igual que Mia.

—¡Basta! —gritó dejando a la niña cuidadosamente en el suelo. Esta se quedó en el sitio y se aferró a la pierna de su madre con los ojos muy abiertos y, finalmente, en silencio—. Déjalo, Remus —dijo quedamente, con una voz elegante y un acento extraño—. Esto no me va a ayudar. Ni tampoco a Holly. Escúchame. Si sigues con esto, le harás mucho daño a Holly. Necesita un padre de verdad, no el recuerdo de alguien que murió. ¡Te necesita!

El hombre dejó de mirar al piso superior y se concentró en su esposa.

—¡Nos separarán! —dijo con voz suplicante—. Puedo hacer que salgamos de esta, Mia. Puedo ponerte a salvo.

—No —respondió Mia caminando hacia él. Ivy la interceptó, agarrándole el brazo con firmeza pero sin apretar demasiado, obligándola a mantenerse a unos dos metros de distancia. Holly echó a andar tras ella tambaleándose, sujetándose de nuevo a la pierna de su madre para no caer. Los agentes de la SI se limitaron a observar, cada vez más tensos.

Con una mano en la cabeza rubia de su hija, Mia le lanzó a Ivy una mirada burlona y, a continuación, se concentró en su marido.

—Amor mío —dijo con su voz de chica de buena familia y sus mejores dotes de persuasión—, todo va a salir bien. —Acto seguido miró a Ivy y, con un tono cargado de convicción, le pidió—: Suéltame. Puedo conseguir que se calme. Si no lo haces, matará a ese agente antes de que tengas tiempo de reaccionar y perderé al único hombre al que puedo amar. Tú sabes lo mucho que significa para mí. Suéltame.

Ivy le apretó el brazo aún más y Mia frunció el ceño.

—Puedo darle paz —insistió—. Es a lo que me dedico.

—Le hiciste daño a un amigo mío —respondió Ivy quedamente. Un escalofrío me recorrió de arriba abajo al percibir su rabia.

—Fue un accidente —se justificó Mia con frialdad—. Dejarlo allí en esas condiciones fue un error. Reconoceremos nuestro error y haremos todo lo que esté en nuestras manos para repararlo. No he conseguido vivir todos estos años arriesgando mi vida o dejándome llevar por mis instintos. Puedo calmarle. —Su voz cambió, tornándose más dulce, pero sus ojos se volvieron prácticamente negros con lo que parecía hambre vampírica—. Nadie saldrá herido —añadió—. Suéltame. La ley decidirá lo que es justo.

Sí, claro. Y yo me lo creo
.

La respiración de Remus era afanosa y el hombre que tenía debajo jadeaba de dolor, intentando mantener los ojos abiertos a pesar de que su agonía le obligaba a cerrarlos. Mia no había dicho «confía en mí», pero a mí me pareció oírlo. Probablemente Ivy tuvo la misma sensación, pues, tras vacilar unos instantes, liberó lentamente a la banshee. El corazón empezó a latirme con fuerza apenas estuvo libre y se sacudió el abrigo como si estuviera deshaciéndose del recuerdo de la mano de Ivy.

—¡Atrás! —gritó Edden. Sentí el aumento de la presión ambiental incluso antes de que todos se retiraran. Luego, una cascada de polvo cayó sobre mí y Jenks aterrizó en mi hombro.

Mia alzó en brazos a Holly y, con la niña sobre la cadera, se acercó a Remus con la misma tranquilidad que si estuviera comprando mantequilla de cacahuete.

—Suelta al agente —dijo posando una mano en su hombro.

—¡Nos separarán! —se lamentó él. A sus espaldas, los agentes de la AFI se acercaban a hurtadillas, pero Edden les hizo un gesto con la mano para que se detuvieran cuando Mia los descubrió—. Te quiero, Mia —dijo Remus, desesperado—. Y también quiero a Holly. No puedo vivir sin vosotras. No puedo regresar a ese lugar en mi mente.

Mia hizo un suave ruidito con la boca para que se callara y esbozó una sonrisa.

—Deja que se marche —dijo, y me pregunté si se habría producido una escena similar en su salón antes de abandonar a Glenn a su suerte—. En cuanto les contemos lo que ha pasado, volveremos a nuestra vida anterior.

Yo no estaba tan segura, pero Remus se revolvió indeciso. A mi alrededor, los agentes se pusieron tensos.

—Deja que te pongan las esposas —le susurró poniéndose de puntillas para acercarse a su oído—. Yo te protegeré. No nos separarán. Si me quieres, debes confiar en mí.

Entrecerré los ojos con recelo. ¿
Confiar en mí
? Jenks chasqueó las alas y me volví a mirarlo.

—Esto no me gusta naaaada —canturreó.

No. Ni a mí tampoco
. Yo solo era una bruja, maldita sea. Las banshees estaban completamente fuera de mi alcance.

Mia colocó una de sus pequeñas manos en la mejilla de su marido y, con Holly balbuceando feliz entre ambos, Remus exhaló, dejó caer los hombros y apoyó la barbilla sobre el pecho.

—Lo siento —dijo apretando cuidadosamente el seguro de la pistola antes de dejarla en el suelo y lanzarla lo más lejos posible.

—Gracias, cariño —dijo ella, sonriendo, y me pregunté si aquella anciana mujer de aspecto juvenil iba a dejarlo en manos de la justicia y permitir que cargara con la culpa de lo que le había pasado a Glenn mientras ella se escondía tras la excusa de haber sido una simple espectadora. Estaba tramando algo. Lo sentía.

Remus soltó la muñeca del agente, que gritó aliviado. Edden hizo un gesto y los hombres situados detrás de él se acercaron, lo apartaron de su compañero y lo esposaron. Desde el otro extremo de la zona de restauración los agentes de la SI se pusieron a cuchichear. Algunos soltaban improperios, pero la mayoría se reía. Ivy se irguió intentando recobrar su habitual elegancia. Sus ojos estaban negros cuando se cruzaron con los míos. Una sensación de miedo recorrió todo mi cuerpo, pero se desvaneció de inmediato. Entonces apartó la vista y decidí mantener las distancias durante un rato.
Debería haber traído mi perfume

—¡Tened cuidado! —imploró Mia a los agentes que trataban a Remus con brusquedad.

Una agente le cerraba el paso a ella y a Holly y, al verlo, Remus se detuvo y tensó los músculos de los brazos mirándola con fiereza.

—¡No! —pidió Mia alzando la voz antes de que Remus pudiera reaccionar—. No nos separéis. Puedo conseguir que mantenga la calma. Nunca pretendimos causar problemas. Tan solo estábamos aquí sentados.

Jenks se rió disimuladamente desde mi hombro.

—¿No pretendían causar problemas? ¿De verdad cree que nos vamos a tragar esa mierda?

—Sí, pero míralo a él —dije señalando al hombre con la barbilla. Bajo la atenta mirada de Ivy, Mia se había reunido con él y volvía a mostrarse dócil. Bueno, casi. Aquello resultaba verdaderamente espeluznante. Era más sencillo de aquel modo, y menos embarazoso, teniendo en cuenta que la SI lo estaba presenciando todo. Por no hablar de las unidades móviles de las noticias aparcadas justo enfrente. Si no hubiera sido por Ivy, todo habría resultado mucho más complicado. Mientras Mia no tuviera intención de causar problemas, Ivy podría mantenerla a raya y, en consecuencia, Remus haría lo mismo.

Junto a mí, Edden resopló de satisfacción.

—Los hemos capturado a los dos, mientras que ellos ni siquiera se atrevían a intentarlo —me dijo señalando con la barbilla a la SI. Pero yo tenía mis dudas de que aquello hubiera terminado. A juzgar por las palabras de Mia, creía que solo queríamos a Remus. Cuando averiguara que también la queríamos a ella, las cosas podrían ponerse muy feas.

—Esto no me gusta —le susurré a Edden, pensando que había sido demasiado sencillo, pero él me lanzó una mirada ofendida. De acuerdo, en ese momento caminaba tranquilamente hacia la puerta, pero no se iba a mostrar tan sumisa cuando le quitáramos a su hija. ¡Por todos los demonios! Vivía con un asesino en serie, y el hecho de que lo manejara de esa manera debería poner en guardia a Edden—. La cosa no acaba aquí.

Edden soltó un bufido.

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