Asesino Burlón (26 page)

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Authors: Jim Thompson

Tags: #Novela negra

BOOK: Asesino Burlón
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—Yo… —hice una pausa—. Te he hecho una pregunta, Stukey.

—Y yo te he dado una respuesta. Y aquí va otra para tu siguiente pregunta. ¿Por qué un sujeto le da dinero a una mujer? ¿Por qué sigue enviando dinero mes tras mes cuando ni siquiera la ve?

Escuché una risa. Una risa que no era mía, aunque provenía de mí.

—Oh, no —dije—. No, Stukey. No me trago ese sapo.

—Sé que no puedes creerlo. Sabía que no lo harías. Pero eso no cambia nada. Ella me gustaba… me gustaba hablar y charlar con ella, y a ella también parecía gustarle. Ella jamás me pidió un centavo, nunca trató de seducirme para sacarme dinero. Así que… así que tal vez eso formaba parte del trato. Tal vez eso significaba mucho para un tipo que nunca había visto una mujer que no extendiera la mano. Ella me gustaba, y cuando alguien te gusta tratas de ayudarle.

Volví a reírme y la risa no era mi risa. De modo que sólo le gustaba hablar con ella, charlar con ella; él se contentaba con eso. Y yo…

De alguna manera… le creía.

—Eso era todo, chico. Podía comprar otra mujer por muchísimo menos de tres de los grandes, y la tenía más a mano. Yo no tengo que esconderme ni buscar excusas. No fue fácil para mí, Brownie, hablar de ella como lo hice, fingiendo que pensaba que…

—¿Por qué lo hiciste?

—¿Por qué? —Me miró con expresión perpleja—. ¿Quieres decir que te tendría que haber manifestado mis sentimientos por ella? ¿No tendría que haber ocultado la verdad sobre la esposa de un amigo? Creo que tú y yo fuimos a escuelas diferentes, chico.

Traté de coger mi vaso y se deslizó entre mis dedos. Rebotó en la mesa y cayó al suelo salpicando la bebida. Cogí la botella y bebí directamente de ella.

—Creo que me amenazaste —le recordé—. Yo tenía que olvidarme de este asunto o tú harías que me arrepintiese.

—Olvidémoslo, ¿quieres, chico? No lo hubiera hecho aunque tú hubieses intentado sacar algo de este asunto. Tal vez te hubiese metido en problemas, pero para mí hubiera sido mucho más doloroso. Si se hubiera sabido que yo estaba divulgando una historia como… como…

—Continúa —dije.

—Ah, Brownie. —Apoyó la silla contra la pared recostándose en el respaldo—. Estaba muy dolido. No… no es nada. Para mí no supuso ninguna diferencia, ¿verdad? ¡Jesús!, yo lo había deducido desde el principio: esa pensión, sin tener ningún defecto físico visible, y separarte de tu esposa cuando no había otra chica en tu vida, y la bebida y esa manía de burlarte de todo el mundo, y… Y este lugar. Querer un hogar —no sólo una habitación— y hacer todo lo posible para conseguirlo. No era difícil descubrirlo para alguien que realmente estuviera interesado. Y yo lo hice, ¿y qué diablos importa? Si no tenía ninguna importancia para un pelmazo como yo, por qué iba a…

—Lo has sabido todo este tiempo —dije—. Dejaste que pensara que… Permitiste que siguiera adelante y…

Stukey murmuró una disculpa. Levantó su botella de cerveza y bebió, con la cabeza echada hacia atrás para evitar mi mirada.

Él me había permitido seguir adelante y… Y todo había comenzado porque yo temía que él…

—Hablemos de otra cosa, ¿eh, chico? —Me miró con ojos suplicantes—. Hablemos de esa muñeca con la que tu amigo Dave Randall ha estado jugando. Ella no es buena persona, y puedes decirle que lo he dicho yo. Sería mejor que lo dejara mientras aún está a tiempo de hacerlo.

—¿Muñeca? —pregunté—. ¿Muñeca?

No lo tenía registrado. No tenía espacio en mi mente para esa información.

—¿No sabías nada de esa muñeca? Bueno, casi todo el mundo parece estar enterado. El tipo prácticamente ha estado viviendo con ella por la noche, y ella es la clase de persona que habla. —Comenzó a levantar nuevamente la botella pero hizo una pausa—. Pensándolo bien, tal vez será mejor que no le digas nada. Yo me encargaré de esa fulana. La echaré de la ciudad.

La botella subió. Echó la cabeza hacia atrás para recibir la cerveza. Dudo que él sepa lo que sucedió después.

Lancé la botella de whisky y se estrelló con un ruido muy desagradable contra la botella que él sostenía en la mano. La silla inclinada salió disparada y Stukey se desplomó hacia atrás bajo una lluvia de cristales y su cabeza golpeó violentamente contra el suelo.

Quedó tendido y gimiendo, con la cara sangrando a través de una docena de cortes.

Fui a la cocina a buscar una cuerda para la ropa, lancé un extremo por encima de una viga de la sala y le di a Stukey un empujón, ¿verdad?

Y luego abandoné la cabaña. Tomé una habitación en un hotel. Y desde entonces no he vuelto a la cabaña. Y ahora estoy en el periódico. Los demás ya se han marchado, pero creo que ha entrado alguien, ha estado sentado en la oscuridad en el otro extremo de la habitación…

Por supuesto, no lo maté. Ahora sé que soy incapaz de matar a nadie. Ha estado desaparecido durante más de un día, pero no porque esté muerto. No sé… por qué…

Aún no tengo la respuesta para algunas otras preguntas, lo único que sé es que no he matado y no puedo matar, y…

Finalmente se está moviendo, el hombre que ha estado sentado detrás de mí. Se ha acercado y su mano se ha posado en mi hombro. Es una mano bien cuidada. Puedo oler el aroma del aceite del pelo y del polvo del talco y de los zapatos recién lustrados. La mano se desliza desde mi hombro hasta la pila del manuscrito. Lo barre del escritorio haciéndolo caer en la papelera.

—¡Jesús!, chico. No tendrías que escribir esas cosas. La gente podría pensar que estás loco.

Capítulo 24

Me sonrió con los labios ligeramente fruncidos. Un grueso esparadrapo le cubría la nariz. Su rostro empolvado era una red de cortes y rasguños rojos.

—¿Tengo un aspecto horrible, verdad, chico? ¡Jesús!, ¿por qué me dejaste plantado? Esa no es manera de tratar a un amigo. La silla de un compañero se escabulle de debajo de sus posaderas, se estrella la cara contra una botella, y…

—¿Qué… qué tratas de decirme? —balbuceé—. Yo sé que intenté matarte. Metí la pata con el primer trabajo y has estado esperando que volviese a intentarlo. Has mantenido la cabaña bajo vigilancia. Y has hecho que difundieran la noticia de que habías desaparecido, y…

—Pero, chico —abrió los ojos en un gesto de exagerado asombro—, no entiendo una palabra de lo que dices. Como ya he dicho, me caí de la silla. Lo juraría, ¿entiendes, Brownie? Yo juraría que fue así como sucedió.

Claro que le entendía. Estaba empezando a comprenderlo todo.

Me daba cuenta de lo que trataba de hacer y un temblor desagradable me recorrió el cuerpo.

—¿Por qué? —dije—. ¿Por qué abandonaste la vigilancia? ¿Qué fue lo que te hizo pensar que yo no había… que yo no podía…?

Su sonrisa se hizo más amplia. Su mirada se desvió y su cabeza señaló los teletipos.

—Parece que tienes un montón de noticias, chico.

—¿Por qué? —repetí.

—Tal vez debieras echar un vistazo. Tal vez sea la misma noticia que recibimos en la comisaría hace un par de horas.

Me volví lentamente. Me dirigí hacia los teletipos. Una larga cinta de papel amarillo salía de ambos. Cogí el que correspondía a la agencia A.P.

Y leí:

LOS ANG 101 AM SLP A COURIER

THOMAS J. JUDGE, HASTA HACE POCO TIEMPO REDACTOR DEL PACIFIC CITY COURIER, CONFESÓ HOY EL MISTERIOSO ASESINATO DE ELLEN TANNER BROWN, ESPOSA SEPARADA DE OTRO EMPLEADO DEL COURIER. SIN BLANCA Y SIN TRABAJO, EL HOSCO Y ROBUSTO REPORTERO LE DIJO A LA POLICIA QUE «QUERÍA ACLARARLO TODO».«NO LO LAMENTO POR ELLA», DECLARO. «SE LO MERECÍA». LA CONFESIÓN HECHA ESTA MAÑANA POR JUDGE A LA AUTORIDADES DE LOS ÁNGELES HA DESVIRTUADO LA DIFUNDIDA TEORIA DE QUE LA MUERTE DE LA SEÑORA BROWN ERA UNO DE LOS TRES LLAMADOS CRÍMENES DEL ASESINO BURLÓN. INCAPAZ DE EXPLICAR CIERTAS SIMILITUDES.

Tragué con esfuerzo y la cabeza me dio vueltas por un momento. Luego continué leyendo la cinta amarilla con los siguientes espacios de agencias.

Tom había permanecido debajo de las cabañas (mientras yo estaba allí) y había vuelto en sí de su estupor alcohólico (justo después de que yo me había marchado). Estaba furioso. Se sentía miserablemente tratado; ella le había llamado y luego se había reído de él.

Se arrastró hasta salir de debajo de las cabañas y volvió a entrar en la que ocupaba Ellen, medio histérica y gravemente quemada —y ocupada en apagar el fuego de la cama— se había lanzado contra él. Tom la había golpeado brutalmente, arrojándola al suelo. Entonces, aterrorizado por lo que acaba de hacer, había limpiado de huellas la habitación con su abrigo y luego había huido. Él no había tenido intención de matarla, naturalmente, pero había provocado su muerte. Él lo había hecho… no yo. Y yo sabía que era verdad.

—¿Bien, Brownie? —dijo Stukey—. Creo que eso lo aclara todo, ¿verdad?

Le miré sin verle, pensando en Tom Judge, en cuánto nos parecíamos. Sin duda esa era la razón por la que yo siempre le había detestado; era un espejo de mis propios errores. Tom exigía el beneficio de todas las dudas, pero no podía darle a nadie el beneficio de ninguna. Un gesto de enfado era sospechoso, pero también lo era una sonrisa… Tom Judge, arando obstinadamente una tierra rocosa, cuando habría podido trasladarse fácilmente a un territorio más amistoso. No trató de reorientar su vida. No trató de adaptarse a otro tipo de vida que, aunque no fuese completamente satisfactorio, podría haber sido mucho mejor del que tenía. Tom no. Yo no. Preferíamos ser miserables, martirizándonos a nosotros mismos, no viviendo como hombres sino como moscardones humanos.

—¿Lo ves, chico? Yo, como todo el mundo, pensé que las tres muertes estaban relacionadas. Eso fue lo que me confundió. Pero cuando Judge confesó, comprendí que tú no habías…

Stukey había estado en lo cierto en lo que a mí respecta. Yo no había querido que se produjera ningún cambio. Sólo quería seguir manteniendo a todo el mundo bajo mi pulgar, engañarles y presionarles mientras les observaba retorcerse… Dave Randall. Él no había permitido que fuese Kay la que siempre llevase los pantalones en la familia. Fui yo, no Kay, quien le había despojado de toda su confianza en sí mismo. Ella se había limitado a despojarle de aquello que yo había dejado… De modo que así habían sido las cosas. Eso era todo lo que yo había deseado: hacer que todos sufrieran mientras yo insistía en seguir sufriendo. Luego, cuando me cansara de ese juego, cuando ya no pudiera continuar con él, me mataría. O, no… ¡No! Haría que fuesen Ellos los que me matasen. Haría algo tan evidentemente criminal —tan chapucero— que Ellos sabrían que yo era el culpable, y Ellos tendrían que…

Ellos tendrían que hacerlo, ¿verdad?

No podían dejar que yo me perdiera… en la nada.

Stukey me observaba con los ojos entrecerrados.

—Métetelo en la cabeza, chico —dijo—. Tú…

—Te equivocas —dije—. Tom está mintiendo. Yo fui a la isla aquella noche. Discutimos, y ella me amenazó, y… y…

—Huh-uh. —Sacudió la cabeza—. Él no está mintiendo. De todos modos, no podrías haber llegado a la isla aquella noche. Era imposible que cruzaras la bahía. Todo el mundo lo sabe.

—¡Te estoy diciendo que lo hice! La golpeé con la botella. Yo…

—¿Sí? ¿Cómo vas a probarlo… y qué si lo hiciste? ¿Quieres que te caigan un par de años por agresión, Brownie? ¿Quieres que te metan en una celda, sin bebida y nada que hacer salvo pensar?

Rió entre dientes.

Pero sus ojos pequeños y redondos eran como dos pedazos de hielo marrón.

—Yo maté a la señora Chasen —dije—. Me encontré con ella en los Angeles cuando fui al funeral, y…

—Tú no la mataste. Ella se suicidó.

—¡Te digo que yo la maté! —Mi voz se elevó—. Puedo decirte cómo lo hice. Había estado bebiendo en un bar y, cuando regresé a mi cabaña, ella estaba durmiendo en la cama y…

Se lo conté todo.

Él me escuchó con aire pensativo, pero volvió a sacudir la cabeza.

—De modo que fue así como… —Dudó un momento—. Pero tú no la mataste, chico. Ella ya estaba muerta.

—Te digo que… ¿Qué te hace pensar que…?

—¿Recuerdas esas píldoras para dormir que ella tenía? ¿Amitales de cinco gramos? Bien, investigamos la receta y descubrimos que había comprado más píldoras el día anterior. Compró treinta de esas píldoras somníferas y sólo quedaban cinco en su bolso.

—Pero eso no prueba que ella tomara…

—Te lo estoy diciendo, chico. No teníamos gran cosa del cuerpo para poder investigar, pero había un montón de sangre. Y la sangre estaba llena de ese polvo somnífero. Más que suficiente para matarla. Seguro, lo mantuve en silencio. El caso ya estaba bastante complicado y no tenía sentido. Si ella se había matado, ¿cómo diablos pudo acabar en el depósito de los perros? Pensé que el forense se había equivocado. Pero… bueno, ahora tiene sentido. Ella ya estaba muerta cuando la golpeaste. Y, por cierto, chico, tú no le rompiste el cuello. El forense lo hubiera descubierto. Supongo que la golpeaste, pero no la mataste.

Asintió firmemente con la cabeza. Busqué un cigarrillo y lo dejé caer en el suelo sin encenderlo. Estaba nuevamente en la habitación con ella, mirando su cuerpo —su cuerpo tenso y extendido— y sus dedos rígidos como astillas muertas. Muerta, eso es, así estaba… y, de alguna manera, debí haberlo sabido. Pero el impulso de los dos sentidos había estado funcionando y la otra mitad se empeñó con ello, empujando y presionando. De modo que la golpeé y la cogí en mis brazos y la arrojé a los perros, aunque sabía que estaba muerta.

Cristo.

Su mirada se suavizó un poco.

—Era una dama solitaria, ¿verdad, chico? Por lo que he oído, no se llevaba bien con mucha gente. Así que estaba loca por ti. Y tú no sabías cómo hacer para quitártela de encima y… bueno, tal vez sea mejor que me cuentes lo que pasó. Tu versión será mucho mejor que la mía. Supongo que debe haber descubierto lo que te pasaba. Debió comprender que las cosas no serían como ella las había imaginado. Y supongo que una mujercita como ella… supongo que no pudo aceptarlo. No quería aceptarlo.

Nadie más que tú, Brownie. Si no pudiera tenerte…

—¿Lo ves, chico? Una vez que me quité de encima ese primer asesinato, el verdadero, los otros encajaron perfectamente. Podía tomarles por lo que realmente eran, un suicidio y un accidente.

—No lo sabes —dije—. No puedes estar seguro. Si yo confesara…

—Te meterían en un manicomio, Brownie. No te enviarían a la cámara de gas.

—Constance Wakefield estaba tratando de chantajearme. Le di largas para ganar tiempo e hice que tomase el último tren y luego…

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