Asesinato en el Orient Express (19 page)

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Authors: Agatha Christie

Tags: #Intriga, Policíaco

BOOK: Asesinato en el Orient Express
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Trasladó su mirada del rostro del doctor al de monsieur Bouc.

—¿Qué, no lo ven ustedes todavía? Esto es inexcusable… pues volvieron a tener ustedes una segunda oportunidad cuando el joven dijo: «
Uno está perdido si no habla más que un buen americano
».

—Y eso, ¿qué significa?

—Vamos, lo que usted quiere es que se lo den en palabras de una sílaba. ¡Bien, aquí está!
¡Míster Ratchett no hablaba francés!
Sin embargo, cuando el encargado acudió a la llamada de su timbre, fue una voz en francés la que le dijo que era una equivocación y que no le necesitaba para nada. Fue, además, una frase perfectamente idiomática la que utilizó, no la que habría elegido un hombre que conociese solamente unas palabras en francés:
Ce n’est rien. Je me suis trompé
.

—Es cierto —convino Constantine, emocionado—. ¡Debimos haberlo visto! Recuerdo perfectamente que usted recalcó las palabras cuando más tarde nos las repitió. Ahora comprendo el porqué de su rechazo a confiar en el testimonio del reloj abollado. Ratchett estaba ya muerto a la una menos veintitrés minutos.

—¡Y fue su asesino quien habló! —murmuró lúgubremente monsieur Bouc.

Poirot levantó una mano.

—No vayamos demasiado de prisa. Y no supongamos más de lo que realmente sabemos. Lo que sí podemos decir es que, a aquella hora, la una menos veintitrés minutos, alguna otra persona estaba en la cabina de Ratchett, y esa persona era francesa o sabía hablar con mucha soltura el idioma francés.

—Es usted muy cauto,
mon vieux
.

—Sólo se debe dar un paso cada vez. No tenemos verdaderas pruebas de que Ratchett estuviese muerto a aquella hora.

—Tenemos también el grito que le despertó a usted.

—Sí, es verdad.

—En cierto modo —dijo pensativo monsieur Bouc— este descubrimiento no cambia mucho las cosas. Usted oyó a alguien que se movía en la puerta de al lado. Aquel alguien no era Ratchett, sino el otro hombre. Indudablemente se estaba limpiando la sangre de las manos, quemando la carta acusadora… Después esperó hasta que todo estuvo tranquilo, y cuando se creyó seguro y con el camino libre, cerró por dentro con pestillo y cadena la puerta de Ratchett, abrió la de comunicación con la cabina de mistress Hubbard y escapó por allí. Es exactamente lo que pensamos…
con la diferencia de que Ratchett fue muerto cosa de media hora más temprano
, y el reloj fue puesto a la una y cuarto para justificar una coartada.

—No hay tal famosa coartada —replicó Poirot—. Las manecillas del reloj señalaban la una y quince, la hora exacta en que el intruso abandonó realmente la susodicha escena del crimen.

—Cierto —dijo monsieur Bouc, un poco amoscado—. ¿Qué le sugiere a usted entonces el reloj?

—Si las manecillas fueron alteradas…, observe que digo si…, la hora que quedó marcada
tiene
que tener un significado. La natural reacción sería sospechar de alguien que tuviese una perfecta coartada para esa hora… en este caso la una y quince.

—Sí, sí —dijo el doctor—. Ese razonamiento es bueno.

—Debemos también dedicar un poco de atención a la hora en que el intruso
entró
en el compartimento. ¿Cuándo tuvo la oportunidad de hacerlo? A menos que supongamos la complicidad del verdadero encargado, hubo solamente un momento posible: durante el tiempo que el tren estuvo detenido en Vincovci. Después de que abandona esta localidad, el encargado se sienta en el pasillo, en un sitio donde cualquiera de los viajeros apenas habría reparado en un empleado del coche cama, siendo el verdadero encargado la única persona que podría darse cuenta de la presencia de un impostor. Pero durante la parada de Vincovci el encargado baja al andén y la cosa queda despejada. ¿Comprenden mi razonamiento?

—Perfectamente —dijo monsieur Bouc—. Pero ese intruso no podía ser otro que uno de los viajeros, y volvemos a donde estábamos. ¿Cuál de ellos?

Poirot sonrió.

—He hecho una lista —dijo—. Si quiere usted examinarla, quizá le refresque la memoria.

El doctor y monsieur Bouc se inclinaron sobre la lista. Estaba escrita de un modo metódico, en el orden en que los viajeros habían sido interrogados.

HÉCTOR MACQUEEN: Ciudadano norteamericano, litera número 6, segunda clase.

Móvil
: Posiblemente pudiera derivarse de sus relaciones con el hombre muerto.

Coartada
: Desde medianoche, a las 2 de la madrugada. Desde medianoche hasta la 1.30, atestiguada por el coronel Arbuthnot, y desde la 1.16 a las 2, atestiguada por el encargado.

Pruebas contra él
: Ninguna.

Circunstancias sospechosas
: Ninguna.

ENCARGADO DEL COCHE CAMA PIERRE MICHEL. Francés.

Móvil
: Ninguno.

Coartada
: Desde medianoche hasta las 2 de la madrugada. (Visto por Hércules Poirot en el pasillo al mismo tiempo que se oía una voz en el compartimento de Ratchett a las 12.37. Desde la 1 a la 1.36, confirmada asimismo por otros encargados.)

Pruebas contra él
: Ninguna.

Circunstancias sospechosas
: El uniforme encontrado es un punto a su favor, puesto que parece estar destinado a hacer recaer las sospechas sobre él.

EDWARD MASTERMAN: Inglés, litera número 1, segunda clase.

Móvil
: Posiblemente surge de sus relaciones con el difunto, del que era criado.

Coartada
: Desde medianoche hasta las 2 de la madrugada. (Atestiguada por Antonio Foscarelli.)

Pruebas contra él o circunstancias sospechosas
: Ninguna, excepto que es el único individuo al que, por su estatura y corpulencia, le sentaría bien el uniforme. Por otra parte, no es probable que hable correctamente el francés, siendo súbdito inglés.

MISTRESS HUBBARD: Ciudadana norteamericana, litera número 3, primera clase.

Móvil
: Ninguno.

Coartada
: Desde medianoche hasta las 2 de la madrugada, ninguna.

Pruebas contra ella o circunstancias sospechosas
: La historia del hombre en su cabina está corroborada por la declaración de Hardman y por la de la señora Schmidt.

GRETA OHLSSON: Sueca, litera número 7, segunda clase.

Móvil
: Ninguno.

Coartada
: Desde la medianoche a las 2 de la madrugada. (Atestiguada por Mary Debenham.) Nota: Fue la última persona que vio a Ratchett.

PRINCESA DRAGOMIROFF: Naturalizada ciudadana francesa, litera número 4, primera clase.

Móvil
: Estuvo íntimamente relacionada con la familia Armstrong y fue madrina de Sonia Armstrong.

Coartada
: Desde medianoche hasta las 2 de la madrugada. (Atestiguada por el encargado y la doncella.)

Pruebas contra ella o circunstancias sospechosas
: Ninguna.

CONDE ANDRENYI: Súbdito húngaro, pasaporte diplomático, litera número 13, primera clase.

Móvil
: Ninguno.

Coartada
: Desde medianoche a las 2 de la madrugada. (Atestiguada por el encargado, esto no cubre el período de la 1 a la 1.16.)

CONDESA ANDRENYI: Como el anterior, litera número 12.

Móvil
: Ninguno.

Coartada
: Desde medianoche a las 2 de la madrugada. Tomó Trional y durmió. (Atestiguado por su esposo. El frasco de Trional en su armario.)

CORONEL ARBUTHNOT: Inglés, litera número 15, primera clase.

Móvil
: Ninguno.

Coartada
: Desde medianoche a las 2 de la madrugada. Habló con MacQueen hasta la 1.30. Fue a su compartimento y ya no lo abandonó. (Corroborado por MacQueen y el conductor.)

Pruebas contra él o circunstancias sospechosas
: El limpiapipas.

CIRUS HARDMAN: Norteamericano, litera número 16, primera clase.

Móvil
: Ninguno conocido.

Coartada
: Desde medianoche a las 2 de la madrugada no abandona ya su compartimento. (Corroborado por MacQueen y el encargado.)

Pruebas contra él o circunstancias sospechosas
: Ninguna.

ANTONIO FOSCARELLI: Ciudadano norteamericano (italiano de nacimiento), litera número 5, segunda clase.

Móvil
: Ninguno conocido.

Coartada
: Desde medianoche a las 2 de la madrugada. (Atestiguada por Edward Masterman.)

Pruebas contra él o circunstancias sospechosas
: Ninguna, excepto que el arma utilizada se adapta a su temperamento. (Véase monsieur Bouc.)

MARY DEBENHAM: Inglesa, litera número 6, segunda clase.

Móvil
: Ninguno.

Coartada
: Desde medianoche a las 2 de la madrugada. (Atestiguada por Greta Ohlsson.)

Pruebas contra ella o circunstancias sospechosas
: Conversación sorprendida por Hércules Poirot y que ella se niega a explicar.

HILDEGARDE SCHMIDT: Alemana, litera número 8, segunda clase.

Móvil
: Ninguno.

Coartada
: Desde medianoche a las 2 de la madrugada. (Atestiguada por el encargado y por la princesa.) Fue a acostarse. La despertó el encargado a las 12.38 aproximadamente y fue a ver a su ama.

Nota: Las declaraciones de los viajeros están apoyadas por las afirmaciones del encargado de que ninguno de ellos entró o salió del compartimento de míster Ratchett entre la medianoche y la una de la madrugada (hora en que él pasó al coche inmediato) y desde la 1.15 a las 2.

—Este documento, como comprenderán ustedes —aclaró Poirot—, es un mero resumen de las declaraciones que hemos escuchado, ordenadas de este modo para mayor claridad.

Monsieur Bouc le devolvió el papel con una mueca.

—No aclara mucho que digamos —murmuró.

—Quizás encuentre usted éste más de su gusto —repuso Poirot, entregándole una segunda hoja de papel.

2
 
DIEZ PREGUNTAS

E
N la hoja estaba escrito lo siguiente:

DIEZ PUNTOS QUE NECESITAN EXPLICACIÓN

  1. El pañuelo marcado con la inicial «H», ¿de quién es?
  2. El limpiapipas. ¿Lo dejó caer el coronel Arbuthnot? ¿Quién si no?
  3. ¿Quién llevaba el quimono escarlata?
  4. ¿Quién era el hombre, o la mujer, disfrazado con el uniforme de empleado del coche cama?
  5. ¿Por qué señalaban las manecillas del reloj la 1.15?
  6. ¿Se cometió el asesinato a esa hora?
  7. ¿Se cometió antes?
  8. ¿Se cometió después?
  9. ¿Podemos estar seguros de que Ratchett fue apuñalado por más de una persona?
  10. ¿Qué otra explicación puede haber de sus heridas?

—Bien, veamos lo que puede hacerse —dijo monsieur Bouc, algo más animado ante este desafío a su ingenio—. Empecemos por el pañuelo. Y procedamos ahora ordenada y metódicamente.

—Hagámoslo así —dijo Poirot con aire de satisfacción.

—La inicial «H» —prosiguió monsieur Bouc— sugiere tres personas: mistress Hubbard, miss Debenham, cuyo segundo nombre es Hermoine, y la doncella alemana Hildegarde Schmidt.

—¡Ah! ¿Quién de esas tres?

—Es difícil determinar. Pero yo votaría por miss Debenham. Quizá tenga más costumbre de designarse por su segundo nombre que por el primero. Además, es bastante sospechosa. Aquella conversación que sorprendió usted,
mon cher
, fue ciertamente un poco extraña, y lo mismo su negativa a explicarla.

—En cuanto a mí, voto por la norteamericana —dijo el doctor Constantine—. El pañuelo es muy costoso, y las norteamericanas, como todo el mundo sabe, no reparan en gastos.

—¿Así, pues, eliminan ustedes a la doncella? —preguntó Poirot.

—Sí. Como ella misma dijo, el pañuelo pertenece a un miembro de la clase alta.

—Vamos con la segunda pregunta: el limpiapipas. ¿Lo dejó caer el coronel Arbuthnot o quién?

—Eso es más difícil. Los ingleses no apuñalan. En eso está usted acertado. Me inclino a creer que alguna otra persona lo dejó caer… y lo hizo para desviar las sospechas hacia el inglés de las piernas largas.

—Como usted dijo, monsieur Poirot —intervino el doctor—, dos rastros son demasiados descuidos. Estoy de acuerdo con monsieur Bouc. El pañuelo fue un verdadero olvido…, por eso nadie reconocerá que es suyo. El limpiapipas es una pista falsa. En apoyo de esta teoría, recordará usted que el coronel Arbuthnot no dio muestras de turbación y confesó libremente que fumaba en pipa y que utilizaba aquel adminículo para limpiarla.

—No razona usted mal —dijo Poirot.

—Pregunta número tres. ¿Quién llevaba el quimono escarlata? —prosiguió monsieur Bouc—. Respecto a eso, confesaré que no tengo la menor idea. ¿Se ha formado usted alguna opinión sobre el asunto, doctor Constantine?

—Ninguna.

—Entonces nos confesaremos los dos derrotados aquí. La pregunta siguiente ya tiene algunas posibilidades. ¿Quién era el hombre o la mujer disfrazado con el uniforme de los coches cama? A eso podemos contestar con certeza que existe un cierto número de personas a quienes no sentaría bien ese uniforme. Hardman, el coronel Arbuthnot, Foscarelli, el conde Andrenyi y Héctor MacQueen. Todos ellos son demasiado altos. Mistress Hubbard, Hildegarde Schmidt y Greta Ohlsson son demasiado gruesas. Nos quedan el criado, miss Debenham, la princesa Dragomiroff, la condesa Andrenyi… ¡y ninguno de ellos parece probable! Greta Ohlsson por una parte y Antonio Foscarelli por otra, juran que miss Debenham y el criado no abandonaron sus compartimentos. Hildegarde Schmidt afirma que la princesa estuvo en el suyo, y el conde Andrenyi nos ha dicho que su esposa tomó un somnífero. Por lo tanto, parece imposible que haya sido alguno de ellos… ¡lo cual es absurdo!

—Como dice nuestro viejo amigo Euclides —murmuró Poirot.

—Pues tiene que ser uno de esos cuatro —dijo el doctor Constantine—. A menos que se trate de alguien de fuera que haya encontrado un escondite… y eso hemos convenido que no puede ser.

Monsieur Bouc pasó a la siguiente pregunta de la lista.

—Número cinco. ¿Por qué señalaban las manecillas del reloj la una y quince? Veo dos explicaciones a esto. O fue hecho por el asesino para establecer una coartada y después se vio imposibilitado de abandonar el compartimento cuando se lo proponía, al oír ruido de gente, o… ¡Espere! Se me ocurre una idea…

Los otros dos esperaron respetuosamente, mientras monsieur Bouc se debatía en mental agonía.

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