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Authors: Octavia Butler

Tags: #Ciencia Ficción

Amanecer (19 page)

BOOK: Amanecer
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Quizá la ayude, cuando llegue el momento.

3

Durante tres días, Tate durmió mucho, comió mucho, e hizo preguntas que Lilith contestó con total honestidad. Tate también habló de su vida de antes de la guerra. Lilith vio que esto parecía relajarla, eliminar ese caparazón de control emocional que habitualmente llevaba puesto. Eso hacía que valiese la pena. Significaba que Lilith se sentía obligada a hablar un poco acerca de sí misma, de su pasado de antes de la guerra; algo que, normalmente, no se habría sentido inclinada a hacer. Había aprendido a conservar su cordura a base de aceptar las cosas tal cual eran; adaptándose a las nuevas circunstancias, a base de echar a un lado las antiguas cuyos recuerdos pudieran ser demasiado para ella. Había tratado de hablar con Nikanj acerca de los seres humanos en general, sólo contándole anécdotas personales de modo ocasional. Su padre, sus hermanos, su hermana, su esposo e hijo... Decidió hablar ahora de su regreso a la Universidad.

—¡Antropología! —exclamó despectivamente Tate—. ¿Para qué querías husmear en las culturas de otra gente? ¿Es que no podías hallar lo que buscabas en la tuyapropia?

Lilith sonrió y se dio cuenta de que Tate fruncía el ceño, como si aquello fuese el inicio de una respuesta incorrecta.

—Empecé queriendo hacer justamente eso —contestó—. Husmear. Buscar. Me parecía que mi cultura..., la nuestra, estaba corriendo de cabeza a un abismo. Y, naturalmente, como se vio luego, eso es precisamente lo que estaba haciendo. Creí que debía de haber modos de vida más cuerdos.

—¿Hallaste alguno?

—No tuve muchas oportunidades. De todos modos, tampoco hubiese importado demasiado. Lo que contaba eran las culturas de los EE.UU. y de la URSS.

—Me pregunto...

—¿Qué?

3

—Los seres humanos son más parecidos que diferentes..., mucho más jodidamente iguales de lo que nos gusta admitir. Me pregunto si, finalmente, no hubiera sucedido lo mismo, sin importar qué dos culturas hubiesen sido las que hubieran adquirido la habilidad de eliminarse la una a la otra, llevándose consigo al resto del mundo.

Lilith lanzó una carcajada amarga.

—Te gustará esto: los oankali piensan de un modo muy parecido al tuyo.

Tate se dio la vuelta, repentinamente preocupada. Fue a ver las nuevas tercera y cuarta habitación, que Lilith había hecho crecer a ambos lados del segundo baño. Una de ellas estaba espalda contra espalda de su propia habitación y, en parte, era extensión de una de sus paredes. Había contemplado crecer las paredes..., lo había contemplado primero con incredulidad, luego con ira, negándose a creer que no la estaba, de algún modo, tomando el pelo. Luego había empezado a guardar las distancias con Lilith, a contemplarla con suspicacia, a mostrarse sobresaltada y silenciosa.

Esto no había durado mucho. Si no otra cosa, Tate era adaptable.

—No lo entiendo —había dicho en voz baja, a pesar de que, por aquel entonces, Lilith ya le había explicado por qué podía controlar las paredes y cómo podía hallar y Despertar a personas en concreto.

Ahora, Tate volvía a ello una y otra vez.

—No lo entiendo. ¡Nada de esto tiene sentido!

—A mí me fue más fácil llegar a creer —explicó Lilith—. Un oankali se encerró conmigo en mi habitación de aislamiento, y se negó a marcharse hasta que me acostumbrase a él.

No puedes estar mirándolos y dudar que sean alienígenas.

—Quizá tú no puedas.

—No voy a discutir eso contigo. He estado Despierta mucho más tiempo que tú. He vivido entre los oankali, y los acepto como lo que son.

—Como lo que ellos dicen que son.

Lilith se alzó de hombros.

—Quiero empezar a Despertar a más gente. Hoy a dos más. ¿Me ayudarás?

—¿A quién vas a Despertar?

—A Leah Bede y Celene Iver.

—¿Dos mujeres más? ¿Por qué no despiertas a un hombre?

—Lo haré, en su momento.

—Aún estás pensando en tu Paul Titus, ¿no?

—No era mío. —Deseó no haberle hablado de él a Tate.

—Despierta después a un hombre, Lilith. Despierta al tipo que encontraron protegiendo a los niños.

Lilith se volvió para mirarla.

—¿Siguiendo la teoría de que, si te caes de un caballo, lo que has de hacer es volverte a montar de inmediato?

—Sí.

—Tate, una vez esté Despierto, se queda Despierto. Mide uno ochenta y ocho, pesa ochenta y ocho kilos, ha sido poli durante siete años, y está acostumbrado a dar órdenes a la gente. Aquí no puede ni salvarnos ni protegernos, pero lo que sí puede hacer es jodernos por todo lo alto. Lo único que tiene que hacer para hacernos daño es negarse a creer que estamos en una nave. Después de eso, todo lo que haga estará mal, y puede ser potencialmente peligroso.

—¿Y entonces qué? ¿Vas a esperar hasta que puedas Despertarlo y se encuentre con una especie de harén?

—No. Una vez que tengamos a Lean y Celene Despiertas y razonablemente estables, voy a despertar a Curt Loehr y Joseph Shing.

—¿Y por qué esperar?

—Voy a sacar primero a Celene. Tú te ocupas de ella mientras yo saco a Leah. Creo que Celene puede ser alguien de quien Curt se pueda ocupar.

Fue a su habitación, trajo las imágenes de ambas mujeres, e iba a empezar a buscar a Celene cuando Tate la agarró por el brazo.

—Nos están observando, ¿no? —preguntó.

—Sí. No sé si nos observan constantemente, pero, ahora que estamos las dos Despiertas, seguro que nos observan.

—Si hay problemas, ¿nos ayudarán?

—Si deciden que la cosa es lo suficientemente mala. Creo que había algunos que hubiesen dejado que Titus me violase. Pero no creo que hubieran dejado que me matase.

No obstante, quizás hubiesen sido demasiado lentos para lograr impedirlo.

—Maravilloso —murmuró amargamente Tate—. Estamos solas.

—Exacto.

Tate agitó la cabeza.

—No sé si debería estar deshaciéndome de las restricciones de la civilización y preparándome para luchar por mi vida, o manteniéndolas y defendiéndolas en bien de nuestro futuro.

—Haremos lo que sea necesario —afirmó Lilith—. Lo que probablemente significará, más pronto o más tarde, que tendremos que luchar por seguir vivas.

—Espero que te equivoques —dijo Tate—. ¿Qué es lo que hemos aprendido, si lo único que podemos hacer es seguir peleando entre nosotros?

Hizo una pausa.

—No tuviste hijos, ¿verdad, Lilith?

Lilith comenzó a caminar lentamente a lo largo de la pared, con los ojos cerrados y la imagen de Celene entre su palma abierta y el muro. Tate caminaba a su lado, distrayéndola.

—Espera hasta que te diga —indicó—. El buscar así necesita de toda mi atención.

—Realmente es duro para ti hablar de tu vida anterior, ¿no? —comentó Tate, con una simpatía en la que Lilith no acababa de confiar.

—Inútil, no duro —contestó Lilith—. Viví de esos recuerdos durante mis dos años en solitario. Para cuando el oankali apareció en mi habitación, ya estaba dispuesta para trasladarme al presente y quedarme en él. Mi vida de antes fue un cúmulo de tantear a ciegas, buscando quién-sabe-el-qué. Y, en lo que respecta a niños, tuve un hijo. Se mató en un accidente de coche, antes de la guerra.

Inspiró profundamente.

—Ahora déjame sola. Te llamaré cuando haya encontrado a Celene.

Tate se apartó y se apoyó contra la pared opuesta, cerca de uno de los baños. Lilith cerró los ojos y comenzó a avanzar de nuevo, poco a poco. Perdió la noción del tiempo y del espacio, sintió como si estuviese fluyendo a lo largo de la pared. La ilusión le era familiar, y le resultaba tan físicamente placentera y tan emocionalmente satisfactoria como una droga..., una droga que, en este momento, necesitaba mucho.

—Si tienes que hacer algo, mejor que te lo pases bien haciéndolo —le había dicho Nikanj. Una vez que sus brazos sensoriales habían crecido del todo, se había mostrado muy interesado por los placeres y dolores físicos de ella. Afortunadamente, había prestado más atención al placer que al dolor. La había estudiado como se estudia un libro..., y había hecho ciertas correcciones en lo escrito.

La protuberancia de la pared se notaba clara y grande, cuando sus dedos la hallaron.

Pero, cuando abrió los ojos, no pudo ver ninguna irregularidad.

—¡Ahí no hay nada! —dijo Tate, justo tras su hombro derecho.

Lilith se sobresaltó, dejó caer la imagen, y se negó a volverse y fulminar a Tate con la mirada mientras se inclinaba para recogerla.

—¡Apártate de mí! —dijo en voz baja.

De mala gana, Tate se echó varios pasos atrás. Lilith podría haber hallado el punto de nuevo sin necesidad de concentrarse especialmente, sin tener que apartar a Tate. Pero Tate tenía que aprender a respetar la autoridad de Lilith en cualquier cosa que tuviera que ver con el abrir las paredes, los oankali o su nave. ¿Qué demonios se creía estar haciendo, volviendo a acercarse, caminando sigilosamente junto a Lilith? ¿Qué era lo que andaba buscando? ¿Algún truco?

Lilith pasó una mano por la parte delantera de la imagen y la colocó contra la pared.

Halló la protuberancia al momento, aunque seguía siendo demasiado pequeña como para poder verla. Al retirar la imagen había dejado de crecer, pero no se había desvanecido.

Ahora Lilith la frotó suavemente con la imagen, animándola a crecer. Cuando la protuberancia se hizo visible, se echó atrás y esperó, haciendo un gesto a Tate para que se acercase.

Juntas de pie, miraron como la pared vomitaba la larga planta verde traslúcida. Tate emitió un sonido de asco y se echó hacia atrás cuando le llegó el olor.

—¿Quieres mirarla antes de que la abra? —le preguntó Lilith.

Tate se acercó y estudió la planta.

—¿Por qué se mueve?

—Para que cada una de sus partes se vea expuesta a la luz durante un rato. Si pudieras marcarla, verías que está girando sobre sí misma, muy lentamente. Se supone que este movimiento también es bueno para la gente que hay dentro. Ejercita sus músculos y los cambia de posición.

—Realmente no parece un gusano —dijo Tate—. No cuando hay alguien dentro.

Fue hasta ella, la acarició con varios dedos y luego se miró éstos.

—Ten cuidado —dijo Lilith—. Celene no es muy grande. Probablemente a la planta no le importaría meterse a alguien más dentro.

—¿Podrías sacarme?

—Sí. —Sonrió—. El primer oankali que me enseñó estas plantas no me avisó. Metí la mano dentro, y casi me domina el pánico cuando me di cuenta de que la planta me tenía agarrada y se me iba tragando el brazo.

Tate lo intentó, y naturalmente la planta comenzó a tragársele la mano. Dio un tirón a su brazo, y luego miró a Lilith, obviamente asustada.

—¡Haz que me suelte!

Lilith tocó la planta alrededor de la mano cautiva, y la planta la soltó.

—Y, ahora...

Fue a uno de los extremos de la planta y movió sus manos a todo su largo. La planta se abrió a su habitual manera lenta, y Lilith alzó a Celene y la depositó en el suelo, donde Tate pudiera ocuparse de ella.

—Colócale algo de ropa antes de que se despierte —le dijo a Tate.

Para cuando Celene estuvo totalmente despierta, Lilith ya tenía a Leah Bede fuera de la pared y de la planta. Vistió con rapidez a Leah. Y no empujó de nuevo a las dos plantas a través de la pared hasta que ambas mujeres no estuvieron totalmente alerta y mirando a su alrededor. Y, cuando lo hubo hecho, se volvió, pensando sentarse con Leah y Celene y contestar a sus preguntas.

En lugar de ello, se vio súbitamente desequilibrada por el peso de Leah cuando ésta saltó a su espalda y comenzó a estrangularla. Lilith empezó a caer. El tiempo pareció haberse hecho más lento para ella.

Si caía sobre Leah, probablemente la mujer se haría daño en la cabeza o la espalda.

La herida podía ser sólo superficial, pero también podía ser peligrosa. Sería un error dejar que se perdiese una persona potencialmente útil por un acto de estupidez.

Consiguió caer al suelo de costado, de modo que sólo el brazo y el hombro de Leah golpearon al suelo. Lilith alzó las manos y apartó las de Leah de su cuello. No le fue difícil: incluso pudo seguir teniendo cuidado de no causarle daño. Y también tuvo cuidado de que Leah no viese lo fácil que le resultaba derrotarla. Jadeó mientras arrancaba las manos de Leah de su garganta, aunque aún no estaba desesperada por respirar, ni mucho menos. Y permitió que las manos de Leah fueran hasta las suyas mientras se debatían.

—¿Acabarás ya? —gritó—. Aquí soy una prisionera más, como tú. No puedo liberarte.

No puedo salir yo tampoco. ¿Lo entiendes?

Leah dejó de debatirse. Ahora alzó una mirada asesina hacia Lilith.

—Sal de encima mío. —Su voz era por naturaleza profunda, gutural; ahora era casi un rugido.

—Eso pretendo —dijo Lilith—. Pero no vuelvas a saltarme al cuello. No soy una enemiga tuya.

Leah emitió un sonido sin palabras.

—Conserva tus fuerzas —dijo Lilith—. Tenemos mucho que reconstruir.

—¿Reconstruir? —gruñó Leah.

—La guerra —dijo Lilith—. ¿La recuerdas?

—Me gustaría poder olvidarla. —El gruñido se había suavizado.

—Si me matas aquí, probarás que aún no has tenido bastante de guerras. Demostrarás que no eres adecuada para tomar parte en la reconstrucción.

Leah no dijo nada. Al cabo de un momento, Lilith la soltó.

Ambas mujeres se pusieron desconfiadamente en pie.

—¿Y quién decide si soy adecuada o no? —preguntó Leah—. ¿Tú?

—Nuestros carceleros.

Inesperadamente, Celene susurró:

—¿Y quiénes son? —Su rostro ya estaba surcado por las lágrimas. Ella y Tate se habían acercado a unirse a la conversación..., o a contemplar la pelea.

Lilith miró a Tate, y ésta agitó la cabeza:

—¡Y tú tenías miedo que Despertar a un hombre pudiera causar violencia! —dijo.

—Aún lo temo —contestó Lilith. Miró a Celene, luego a Leah—. Vamos a comer algo.

Contestaré a todas las preguntas que pueda.

Las llevó a la habitación que sería la de Celene y miró como sus ojos se agrandaban al ver, no los esperados boles de Dios-sabe-qué, sino comida reconocible.

Fue más fácil hablar con ellas cuando hubieron comido hasta hartarse, cuando estuvieron relativamente relajadas y confortables. Se negaron a creer que estuvieran en una nave, más allá de la órbita de la Luna. Leah se echó a reír a carcajadas, cuando oyó que eran prisioneras de extraterrestres.

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