Agentes del caos I: La prueba del héroe (8 page)

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Authors: James Luceno

Tags: #Aventuras, #Ciencia ficción

BOOK: Agentes del caos I: La prueba del héroe
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Mientras el ordenador de navegación calculaba las coordenadas para saltar hacia Coruscant a velocidad luz, Jaina miró a su madre, que parecía pequeña y frágil en el asiento enorme que Chewie había ocupado durante tantos años. Apenas había dicho una palabra desde que dejaron la plataforma Thiss.

—No suelo tener la oportunidad de pilotar la nave de papá —dijo Jaina con la esperanza de iniciar una conversación.

Leia reaccionó como si la hubieran sacado de un trance.

—¿Qué?

—Digo que me sorprende que papá me pidiera pilotar el
Halcón
de vuelta a casa.

Leia sonrió.

—Tienes un récord en el Capricho de Lando… y eres piloto del Escuadrón Pícaro… Tu padre tiene en mucha consideración tus habilidades. Jaina guardó silencio por un momento.

—Espero que él llegue a casa sin problemas.

Leia se rió.

—No te preocupes, cogerá un carguero o la nave de un comerciante, y quizá llegue a Coruscant antes que nosotros. No necesita ayuda en ese sentido.

—Ni en ningún otro. —dijo Jaina, frunciendo el ceño.

Leia apretó los labios y cogió la mano de su hija.

—No confundas rechazar ayuda con no necesitarla.

—¿Por qué tiene que ser papá así?

—¿Cuánto tiempo tenemos? —bromeó Leia—. La respuesta corta es que a tu padre no lo educaron como a ti y a mí. No tuvo el apoyo de una familia o la comodidad de un hogar estable —negó con la cabeza—. Ha sido muchas cosas: corredor de vainas, piloto, oficial de la Armada Imperial, contrabandista… Pero todas esas ocupaciones tienen una cosa en común: requieren una confianza extrema en uno mismo y cierta cantidad de autosuficiencia. No creció acostumbrado a que le ayudaran, así que lo más probable es que nunca pida ayuda.

—Pero es que actúa como si fuera el único que echa de menos a Chewie.

—Él sabe que eso no es cierto, y sabe que lo está haciendo. Cuando los dos regresamos a Sernpidal, tras la muerte de Chewie, me dijo que de repente tenía la sensación de que el mundo había dejado de ser un lugar seguro… que siempre había pensado que nuestra familia y nuestros amigos eran casi inmunes a la tragedia, que vivíamos en una especie de burbuja. Que hayamos sobrevivido a todo lo que nos ha pasado no deja de ser asombroso. Pero todas esas veces que escapamos por los pelos a la muerte sólo hicieron que Han se sintiera más invulnerable que antes. La muerte de Chewie cambió eso. Tu padre incluso habló de la enfermedad de Mara para argumentar lo inseguro e impredecible que se ha vuelto todo.

Leia se detuvo un momento mientras recordaba.

—Pero un tiempo después me acordé de que ya le había oído expresar las mismas dudas en una ocasión anterior. Justo después de que a Jacen y a ti os secuestrara Hethrir. ¿Recuerdas lo protector que se volvió?

Jaina negó con la cabeza.

—La verdad es que no.

—Bueno, erais muy pequeños. Pero, créeme, vuestro padre se pasó meses sin perderos de vista —Leia miró a Jaina—. Le gustaría que todo el mundo le creyera un escéptico sin remedio, pero la verdad es que sigue adelante a base de fe.

—Entonces ¿por qué se aleja de todo el mundo?

—Porque ceder ante el dolor le haría derrumbarse y sufrir de verdad, en vez de aislarse del mundo. Y él es demasiado hábil para eso.

—¿Por eso le pusieron su apodo?
[1]

Leia negó con la cabeza.

—Ésa es otra historia.

Jaina se mordió el labio inferior.

—Mamá, va a volver a casa, ¿verdad? Quiero decir, nosotros somos todo lo que tiene, ¿verdad?

—Claro —comenzó a decir Leia. C-3PO soltó un respingo—. Lo único que espero es que eso sea suficiente.

Mif Kumas, sargento de armas calibop del Senado de la Nueva República desde hacía dos períodos, estiró las alas mientras se levantaba del cómodo asiento en la plataforma de la Gran Cámara de Reuniones de Coruscant.

—Senadores, les prevengo contra interrumpir el procedimiento con despliegues vocales o sonoras exclamaciones, vengan o no a cuento —Kumas esperó a que todos guardaran silencio, e inclinó la cabeza hacia la tribuna del orador situada en la plataforma opuesta, sobre el pulido suelo de piedra del gran salón—. El director bel-dar-Nolek, del Instituto Obroano, tiene la palabra y merece ser escuchado.

Bel-dar-Nolek asintió cortés a Kumas para manifestar su aprecio, y continuó con su discurso.

—Por otro lado, el Instituto es consciente de que la Nueva República ha fracasado en cumplir con su obligación de proporcionar defensa allí donde se necesitara.

Era un humano corpulento que lucía un traje hecho a medida y un bastón de paseo de madera de greel tallado a mano. Le temblaban las mandíbulas al hablar y solía puntualizar sus comentarios apuñalando el aire con su regordete dedo índice.

—Los miembros de este organismo sabían que Obroa-Skai estaba en peligro, pero no se hizo nada para protegernos del ataque. Los yuuzhan vong cayeron sobre nosotros como velkeres, y arrasaron nuestras ciudades —se detuvo para aclararse la garganta—. En ese momento yo atendía unos asuntos en Coruscant, pero he visto los holoinformes.

Los comentarios velados, pocos de ellos halagadores, se extendieron por la sala, obligando a Kumas a repetir su llamada al orden. Encantado por el revuelo que habían provocado sus palabras, bel-dar-Nolek cruzó sus fornidos brazos y los posó sobre su desarrollado abdomen.

Filas y filas de galerías, palcos y balcones asomaban por todos lados, alineándose hasta el techo abovedado, mientras androides de servicio, de protocolo y de traducción se movían por las rampas, puentes y pasarelas que las comunicaban entre sí. Aunque la posición no estaba asociada al rango, muchos de los senadores ubicados en los niveles superiores representaban a planetas que habían sido admitidos recientemente en la Nueva República, y los delegados de las filas inferiores los consideraban más miembros del público que participantes. Con objeto de tranquilizarlos, se había hablado de equipar algunas de las galerías más alejadas con plataformas voladoras que pudieran separarse, como las que se emplearon en los últimos días de la Vieja República, aunque nadie daba mucho crédito a esos rumores.

De una de esas galerías surgió la voz de Thuv Shinev, portavoz de los 175 planetas habitados de los bordes exteriores de la Hegemonía de Tion. Al mismo tiempo, un holograma a tamaño real del senador humano se proyectó sobre el suelo de la cámara, entre la tribuna del orador y la plataforma del Consejo, con su estrecho arco de heterogéneos escaños. Cualquiera que desconociera la identidad del orador podía acceder a la información en pequeños monitores integrados en los reposabrazos de todos los asientos de la estancia.

—Yo afirmo ante este organismo que se envió una fuerza de protección a Obroa-Skai —discutió Shinev—. Y que se hizo todo lo posible. Bel-dar-Nolek se dirigió al holograma de Shinev.

—Un par de plataformas de defensa golanas reformadas y unas pocas naves de guerra antiguas apenas constituyen una fuerza de protección, senador.

—Fue todo lo que pudimos permitirnos, director —gruñó desde su asiento en la plataforma el Jefe de Estado bothano Borsk Fey’lya. Sus ojos violetas resplandecieron—. Y lo que es más, me parece indignante que haga esas recriminaciones, teniendo en cuenta los erráticos movimientos del enemigo y lo impredecible de sus estrategias.

Bel-dar-Nolek abrió las manos para aplacar los ánimos.

—Jefe Fey’lya, yo sólo quiero que no se produzcan futuros errores de juicio. Una cosa es ignorar los ruegos de planetas del Borde Exterior, y otra dejar que un planeta de la importancia de Obroa-Skai caiga en manos enemigas…

—¡Protesto ante el recalcitrante chauvinismo del director! —interrumpió el senador de Agarrar—. ¿Con qué derecho se retrata a Obroa-Skai como blanco de todas las miradas?

Bel-dar-Nolek miró iracundo al humano y soltó las palabras sin ninguna consideración.

—La dedicación de Obroa-Skai a la perpetuación de la diversidad cultural lo sitúa en importancia por encima de otros planetas. Exijo que se haga algo para rescatar lo que queda de nuestros documentos históricos antes de que sea demasiado tarde.

—Secretario Kumas —resonó una voz femenina, profunda y meliflua—. Pido que se me conceda la palabra.

Kumas estiró las alas.

—El Senado concede la palabra a la senadora Viqi Shesh, de Kuat.

Una mujer esbelta, atractiva y de edad indeterminada se echó la brillante melena negra por detrás de los hombros mientras se levantaba de su asiento en el palco. Relativamente nueva en política, Shesh había adquirido popularidad por su habilidad para cerrar tratos, y por su talento especial para contentar a todas las partes. Los medios le habían dedicado mucha atención, hasta el punto de ser el centro de incesantes informaciones que habían hecho su rostro casi tan conocido como el del Jefe de Estado Fey’lya.

—En lo referente a recuperar información, director, tengo entendido que una enorme cantidad de documentos fueron reubicados en las instalaciones del Instituto de Coruscant, mucho antes del ataque a Obroa-Skai. ¿Estoy mal informada?

—Apenas una fracción de lo que esperábamos salvar —replicó bel-dar-Nolek, enfadado.

Shesh frunció sus finas cejas y asintió de una manera que combinaba seriedad y vanidad.

—Disculpe que me exprese así, pero el futuro me preocupa muchísimo más que el pasado. Por muy terrible que haya sido la pérdida de Obroa-Skai, las fuerzas armadas de la Nueva República no están en posición de malgastar naves para recuperar un planeta, cuando ya emplea todo su potencial para defender a muchos otros. Los yuuzhan vong están ampliando su dominio de los sectores clave de los Bordes Exterior y Medio, y a menos que se frene ese avance, llegarán a las Colonias o al Núcleo Galáctico en un año estándar, y hasta Coruscant será vulnerable a un ataque.

Bel-dar-Nolek la miró con frialdad.

—La entiendo, senadora. Renunciaron a Obroa-Skai porque carece de valor estratégico. Cuando las naves de los yuuzhan vong comiencen a cercar Kuat, Chandrila y Bothawui, dudo mucho que las flotas de la Nueva República estén ocupadas en otras cosas. El ejército se presentó en Ithor. Lo hizo hasta el Remanente Imperial.

—Y perdimos Ithor pese a nuestros esfuerzos —dijo Shesh—. Lo lamento mucho, director, pero la verdad es que no sé qué podríamos hacer ahora. Bel-dar-Nolek golpeó la mesa con la mano abierta.

—Podemos pedir a los yuuzhan vong que permitan que Obroa-Skai siga siendo accesible a los miembros del mundo académico.

Las quejas fluyeron desde todos los rincones. Mientras Kumas intentaba restaurar el orden, Borsk Fey’lya se puso en pie, con el pelo color crema revuelto.

—No es política de este organismo negociar con los agresores —pronunció de manera que no dejaba lugar a réplica.

Pero bel-dar-Nolek no se vio afectado.

—Entonces me temo que no dejáis otra opción al Instituto Obroano, más que forjar una paz por separado con los yuuzhan vong.

—Le desaconsejo que tome medidas semejantes, director —dijo Shesh—. El intento más reciente de apelar al sentido de la justicia de los yuuzhan vong acabó en el terrible asesinato de uno de los nuestros: el senador Elegos A’Kla.

—Yo responsabilizo a Luke Skywalker y a los Jedi de la muerte del senador A’Kla —dijo bel-dar-Nolek con desprecio—. Y de todo lo que nos ha ocurrido. ¿Dónde estaban cuando cayó Obroa-Skai? Lo normal hubiera sido que acudieran sin dudarlo a proteger un centro de sabiduría.

—Ni siquiera los Jedi pueden estar en todas partes a la vez —dijo Fey’lya.

—Aun así, les culpo. Culpo a los Jedi y al almirante de los bothanos, Traest Kre’fey, que se ha convertido en un individuo peligroso.

—¡Exijo que se retracte! —exclamó Fey’lya, fulminante—. ¡Esos comentarios son absolutamente ofensivos y provocativos!

—¿Qué información tenemos sobre los orígenes de esta guerra? —dijo el director, jugando con el público—. Sólo tenemos la palabra de los Jedi de que los yuuzhan vong eliminaron el puesto de ExGal en Belkadan y atacaron Dubrillion y Sernpidal. ¿Pero quién dice que los yuuzhan vong no se vieron provocados a semejantes actos por los Jedi? Quizás encontraron hostilidad y respondieron de la misma manera. Quizás este conflicto sólo sea la perpetuación de ese malentendido inicial, alimentado por las acciones posteriores de los Jedi en Dantooine e Ithor, además de ciertas facciones del ejército, incluido el almirante Kre’fey y el Escuadrón Pícaro, y otras unidades aisladas involucradas en este conflicto.

Bel-dar-Nolek realizó una pausa para añadir dramatismo, y abrió los brazos, dirigiéndose a toda la estancia.

—¿Y dónde están ahora los Jedi? ¿Dónde está la embajadora Organa Solo? ¿Acaso no fue ella, senadores y representantes, la primera que llamó su atención sobre los yuuzhan vong?

El consejero alderaaniano, Cal Omas, tomó la palabra.

—La embajadora Organa Solo está atendiendo asuntos personales.

—Y me permito recordar al director bel-dar-Nolek y a los demás miembros de esta asamblea que ella no es la representante de los Caballeros Jedi —añadió Shesh.

—¿Y entonces quién es? —continuó bel-dar-Nolek—. ¿Por qué se les permite entrar en acción donde les venga en gana, sin tener que responder ante esta Cámara o ante el ejército? Se supone que somos miembros de la Nueva República, pero a mí me da la impresión de que somos más débiles que en la Vieja República, donde al menos los Jedi estaban bajo control.

Miró a su alrededor.

—Os pregunto también a todos vosotros, ¿a qué esperan los Jedi? ¿Acaso temen a los yuuzhan vong? ¿O es que tienen sus propios planes? Sugiero desde aquí que pongamos fin a su conducta temeraria, y que se abra una vía de negociación con los yuuzhan vong sin contar con los Jedi, ni con alguien relacionado con ellos, como Elegos A’Kla.

Viqi Shesh fue la primera en hablar cuando la estancia recuperó el suficiente silencio para permitirle hacerlo.

—Senadores, al menos podemos consolarnos con el hecho de que el director bel-dar-Nolek no es ni político ni militar —esperó a que acabaran las risas y los aplausos de aprobación—. No podemos permitirnos sufrir divisiones internas, ni dejar que la caída de Ithor o de Obroa-Skai sabotee nuestra confianza en los Jedi. Sé que estarán de acuerdo conmigo cuando digo que el daño que se le hace a los Jedi, nos lo hacemos a nosotros mismos.

Capítulo 6

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