A bordo del naufragio (11 page)

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Authors: Alberto Olmos

BOOK: A bordo del naufragio
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. Los de las últimas filas, tú incluido, empiezan a disimular, esconderse, meter folios en la carpeta, con la huera intención de que el profesor no les designe como oradores voluntarios.
QUÉ PASA PERO ES QUE NO HAY NADIE QUE QUIERA DECIR ALGO
. Este tío o es retrasado mental o ha visto demasiadas veces
El club de los poetas muertos
.
A VER USTED MISMO
. Tiemblas.
NO USTED NO EL QUE TIENE DETRÁS
. Te señalas a ti mismo con el dedo. SÍ
USTED QUÉ OPINA DE TODO ESTO
. La clase entera te está mirando. Cien miradas sobre tu cuerpo. Doscientos ojos sobre tu cuerpo. Tu corazón se desboca. Juegas con el bic. Le quitas la tapa, le pones la tapa, le quitas
BIEN ESTAMOS ESPERANDO
la tapa, se te cae al suelo (risitas), lo recoges,
PERO HOMBRE NO SE QUEDE CALLADO DIGA ALGO,
miras para abajo, manoseas el bic, le quitas la tapa, le pones la tapa.
PERO PERO SE ESTÁ USTED RIENDO DE MÍ.
Partes el bic, lo dejas sobre la mesa, te frotas las manos,
YA SÉ QUE PENSAR CUESTA TRABAJO
(gilipollas)
REQUIERE UN ESFUERZO
(hijo de puta)
Y ALGUNOS NO ESTÁN SUFICIENTEMENTE CAPACITADOS PARA ELLO
(cabrón)
LO FÁCIL ES PASAR EL TEMA
(bastardo). Alguien levanta la mano en las primeras filas.
OH GRACIAS UN VOLUNTARIO QUIERE AÑADIR ALGO A LA OPINIÓN DE SU LOCUAZ COMPAÑERO SÍ JEJEJE QUIERO DECIR QUE LA PRENSA NACIONAL SÓLO
. Levántate, vamos, provinciano, se ha reído de ti, te ha dejado en ridículo, ha confirmado lo que todos pensaban: ése del fondo es tonto. No debes dejar que esto termine así. Si de verdad no eres un cobarde, tienes que ponerte en pie, andar hasta la tarima, y clavarle el bic en los ojos al señor profesor, un trozo en cada uno. Y luego sal de aquí, sin mirar atrás, sólo agrede y sal dando un portazo, punto final, dixit. Ya no lo vas a hacer, ¿verdad? Sabía desde el principio que, en cuanto tu corazón volviera a su sitio, te olvidarías de tus instintos. Tú siempre te olvidas de tus instintos. Y por eso acaba siempre doliéndote la cabeza, como ahora, que te duele más que nunca, el sol se te ha metido dentro, a través de la nuca, y la brea se convulsiona hiriéndote como si estuviera formada por cuchillas de afeitar. Tienes hambre y sueño y un deseo urgente de regeneración (¿con un vuelo, quizá?). Necesitas ir al baño. Tienes que salir de aquí. Vas a reventar. Hay decenas de leprosos suicidándose en tu estómago. Sientes la garganta como un pañal sucio. Alguien te está cagando por dentro. Puedes aguantar un poco más, pero no demasiado. Tu abuelo aguantaría hasta el final. Él es duro, no se queja nunca, aguanta y aguanta, quejarse es de débiles. Pero tú no eres tu abuelo. Quieres levantarte, irte al baño, pero te da vergüenza. No quieres que todos te miren de nuevo y digan, mira ahora se va el muy estúpido. No quieres que el profesor te pregunte adónde vas. No quieres que nadie te pregunte nada ni te diga nada, y que se mueran. Te levantas. No puedes soportarlo más. Alguien está eyaculando y sangrando en tus entrañas. De piel para dentro, eres todo corrupción, hez, atrabilis. Te echas la mochila al hombro y caminas encorvado hacia la puerta. Ves tu silueta reptando por el suelo, delante de ti. Algunos empiezan a mirarte, extrañados por tu lamentable aspecto. Otros te ojean burlones. Y ella también te está mirando, Lolita, desde allí, en la primera fila, con su cuello de marfil ligeramente forzado, lanzando su luz verde hacia tu figura gris. Sientes de pronto una mano subiendo desde el estómago a la garganta, dejas de respirar durante unos segundos, y vomitas sobre tu sombra. Das un paso, y vuelves a vomitar. Sientes una mano en el hombro,
ESTÁS BIEN
, miras la mancha color carne del suelo (¿esto lo he hecho yo?), y sales corriendo. El profesor te mira,
OIGA
, abres la puerta y sales sin cerrar. Corres por el pasillo hacia el cuarto de baño. Te cruzas con gente, oyes voces, te trastabillas. Ves la puerta naranja de los servicios. Dos cepillos en forma de equis clausuran la entrada. Los apartas y pasas. El suelo está recién fregado. Huele a lejía. Dejas la mochila en el suelo, entras en uno de los cubículos y metes la cabeza en la taza. Vomitas por tercera vez. Estás de hinojos, contemplando los restos de ti, esa miasma que flota en los meos ajenos y cantarines de vete tú a saber quién. Te recuestas contra el tabique y resoplas. Miras los azulejos, blancos, relucientes. Ves tus zapatos, cargados de barro seco, tus vaqueros incoloros, tu cuerpo entero desdibujado y roto sobre las baldosas oscuras y anónimas del retrete. El brazo izquierdo cuelga de la taza, el derecho no sabes dónde para. Te da igual. Todo te da igual. Incluso vomitar de nuevo, sentir el segundo de asfixia y muerte, te es lo mismo. Que se vaya todo a la mierda. Y piensas: Dios, baja por mí, que estoy hasta los huevos. Y tus palabras son oídas, sí, ya está descendiendo la divinidad, la tienes a tu lado, sientes su influjo, se te arrima, parece que va a besarte; pero lo que hace es devolver en tu boca, llenártela de líquidos estomacales y ya estás de nuevo sumergido en la taza, vomitando lo vomitado, con un acre olor a lejía incrustado en la pituitaria, con el frío del suelo anestesiándote las rodillas, con la boca como un estercolero y el alma como la boca, las rodillas y la pituitaria todas juntas y elevadas a la máxima potencia. La hostia, sí que estás un rato mal, oye. No creas que me importa, te lo digo con el corazón..., bueno, con lo que sea, en la mano. Tú estás ahí, excremento, y yo no. Es así de sencillo. No voy a solidarizarme contigo porque, para ser sincero, me importas un pito. Vamos, que por mí puedes estar vomitando hasta que se te caigan las muelas. Eso no quiere decir que yo sea un mal tipo; bueno, sí quiere decir eso pero, dentro de que soy un mal tipo, has de admitir que no me queda otro remedio, sabes a lo que me refiero, ¿no?, bueno, algún día lo comprenderás, algún día se comprende todo, incluso lo de Dios: dice un personaje de una novela de Böll que no le gustan los ateos porque siempre están hablando de Dios, y eso es lo que te pasa a ti, no crees en Dios pero no paras de hablar de Él, es una cuestión que habría que analizar, puedes llegar a conclusiones positivas, incluso puedes recibir la llamada y eso estaría bien porque así tendrías algo que hacer los domingos por la mañana, es más, a lo mejor ellos te enseñaban a no pensar, todos los cristianos que has conocido en tu vida, que tampoco son muchos, para ser sincero, pensaban bastante poco, es una buena señal, tienes que llegar al, , ése es el objetivo, hay que amortajar el petróleo de tu mollera, si no estás acabado, ya lo estás viendo. ¿Qué vas a hacer ahora? Ni idea, ¿verdad? Tienes miedo a salir del baño; aunque sería bastante recomendable hacerlo, porque te sientes como un judío en su día de suerte en Auschwitz. Si sales, puede verte alguien. Todavía están en clase. Seguro que nada más asomar la cabeza por esa puerta, te topas con toda la piara abandonando el paralelepípedo de los lelos. Quédate aquí, tranquilito. Deja que el tiempo pase. Tú dedícate a tirar de la cadena cada media hora, para que la soledad se vaya por el retrete. Sabes cómo se hace, llevas años haciéndolo. Soledad, je, eres licenciado en soledad, doctorado en silencio y con un máster en masturbación. ¿Crees que eso quedará bien en tu currículum? Sientes movimiento en tus entrañas. No vas a regurgitar de nuevo. Vas a cagar. Te pones en pie, desabrochas el cinto, te bajas la cremallera, deslizas los vaqueros por tu peluda y pálida piel y te sientas en la gélida cerámica. Cagas suelto, como dice tu abuela (tú más bien dirías líquido, y es que tú eres un tipo con escasa imaginación y nulo talento para las metáforas, o lo que sea). Oyes el ruido de las heces zambulléndose en el agua/ orín/vómito y piensas que se podría hacer un buen cóctel para hijos de puta con todo eso. El primero al que propondrías la cata sería al profesor de antes. Tome, capullo, beba despacio que las existencias son limitadas. Ya no te queda más mierda en el recto, de modo que pasas a la siguiente fase. Problema: no hay papel. Solución inmediata: pues no te limpias. Solución mediata y, mayormente, higiénica: limpiarte con los apuntes de Estructura de la Información. Muy buena idea, y muy simbólica. Problema: la mochila está fuera. Solución inmediata: pues no te limpias. Solución mediata: pues no te limpias. Solución síntesis de las anteriores: pues eso, que no. (A la mierda Hegel.) Te subes los archipiélagos (así llama tu abuela a la ropa cuando se lleva descompuesta) y te quedas sentado en la taza, con la cara entre las manos. Recorres visualmente el interior de la puerta, ese mural político y demagógico, procaz y sodomita, catártico y fóbico, que las mentes más conspicuas del alumnado han compuesto para, entre otras cosas, darle trabajo al personal de limpieza.
VASCO BUENO VASCO MUERTO SE BUSCA UNA RAZÓN PARA CONTINUAR LOS FACHAS A DERECHO A TOMAR POR EL CULO COMUNISMO O MUERTE HIJO DE PUTA VISCA BARÇA PUTA REAL MADRID PUTA RAÚL VISCA RONALDO TÚ SÍ QUE TE VAS A TOMAR POR CULO ORGULLO CASTRENSE QUIERO POLLA DE TÍO CACHAS PARA CHUPAR YO MORENO ATRACTIVO DEJAR FECHA Y HORA CASTILLA ENTERA NUESTRA TIERRA COMUNERA TC PNC MADRID ES CASTILLA ODIO LA TUNA HIJOS DE PUTA TOCANDO GILIPOLLECES SATÁN VIVE CATALUNYA LLIURE I DON’T KNOW WHAT I WANT BUT I WANT IT NOW TUNO BUENO TUNO MUERTO AUTONOMÍA ADISKIDETASUNA BAKEA LIBERTATEA FORUAK
. Y piensas: la verdad se esconde detrás de las puertas del wáter. La verdad no sale cada día en los periódicos, la verdad debería escribirse en papel higiénico. La verdad de la prensa es la mentira lubricante, la falacia aceitosa que permite que la máquina siga rodando, con sus tuercas y tornillos, sus émbolos y manivelas, funcionando en beneficio de ya nadie sabe quién. Abunda, en las puertas de los baños, el sexo; algunos hasta dan su teléfono tras hacerte la lúbrica oferta. Seguro que son falsos. Pero la proposición no lo es. La vida se agota enseguida, y al final hay que inventársela. Se agota el sexo, lo que se supone que es el sexo, y hay que emprender la anábasis hacia los instintos, buscando algo más, buscando el otro lado, el reverso tenebroso, que decían en la película. ¿Y las mujeres? Deberías hacer una visita al servicio de mujeres y mirar en el reverso tenebroso de sus puertas, para ver si son también obscenas, fascistas, onanistas, sádicas y humanas. Ya deben de haber salido de clase. Sí, la clase estará ahora vacía, sugerente por lo tanto; y más sugerente que nunca gracias a que no se sabe quién ha extendido sobre el suelo una orgánica alfombra de pésimo gusto. Aunque lo más probable es que tus hígados no sigan allí, fermentando, porque ya habrán avisado al criado de turno, para que limpie la cosa. Seguro que todos han abandonado el aula asqueados, comentando el desagradable incidente, preguntándose si haber olido durante tres minutos los vómitos de un extraño no les producirá un cáncer en alguna de las valiosísimas y cuidadas partes de su dorado cuerpo de ninfa o adonis. Lolita aparece en tu mente. Lolita te ha mirado, por fin te ha mirado; pero lo ha hecho para ver cómo vomitabas. Una idea deprimente, muy deprimente. Sólo ha percibido tu presencia cuando has dado el espectáculo más lamentable de tu vida. Joder, también es mala suerte. Supongo que ahora le dará algo de reparo besarte en la boca. Bueno, tampoco te hundas. Sabías desde el principio que esa niña no era para ti. Ninguna es para ti, pero ésa, Ésa, menos que ninguna. Quién se la beneficiará, y sobre todo, por qué. Ah, son las frívolas preguntas que habitan tu mente. No tienes tiempo ni ganas de sudar por asuntos de mayor enjundia, como la Unión Europea o la capa de ozono, que, por cierto, te importa tres cojones. A ti para qué te sirve el ozono. Para nada, di que sí, y si la Tierra se recalienta y salta en mil pedazos pues mira, mala suerte, tampoco hay que dramatizar, un planeta más o menos en el sistema solar tampoco es para tanto, y no digamos en la galaxia, y en el universo ni te quiero contar; en el universo no es nada. Nos creemos tan importantes que es para morirse de la risa, el hombre, ah, el centro del universo, ser creado a la imagen y semejanza de Dios, su criatura favorita..., autólatras de mierda.
LO JURO NO ME LO CREO TRONCO QUE SÍ TÍO QUE UN PAVO HA ECHADO LA POTA EN CLASE NO JODAS QUE SÍ SE LEVANTÓ Y EN MITAD DEL PASILLO GUAJJ QUÉ FUERTE Y QUÉ HIZO LUEGO EL MUY GILIPOLLAS SE FUE CORRIENDO HOMBRE TAMPOCO SE VA A QUEDAR A QUE LE APLAUDÁIS NO BUENO CLARO PERO NO ME JODAS TÚ CREES QUE ES NORMAL VOMITAR Y SALIR CORRIENDO VOMITAR Y SALIR CORRIENDO OYE SABES QUE ES UN BUEN TÍTULO PARA UNA PELÍCULA SÍ ME RECUERDA UNA DE WOODY ALLEN CÓMO ERA CORRIENDO CON EL DINERO CORRER NO CORRO NO SÉ NO ME
. Ya se han ido. A lo mejor estaban hablando de ti. Claro que estaban hablando de ti, ¿cuántas personas crees que han vomitado hoy en clase? (No cuántas han sentido ganas de vomitar.) Ninguna, ¿verdad?, a excepción de ti, que siempre tienes que ser la excepción. Por cierto, ¿vas a seguir mucho tiempo aquí? Lo digo porque sería conveniente tirar de la cadena. También es verdad que si tiras de la cadena delatarás que has terminado, y alguien esperará que salgas. Y tú no quieres salir, estás muy cómodo dentro de un retrete público. Ya le vas cogiendo cariño a los azulejos desdentados y a las colillas. Y todavía te falta añadir un nuevo fluido a los ya envasados. Ya sabes a cuál me refiero, tienes un máster, no lo olvides. No está mal tener un máster antes de los veintidós. ¿Sabes que tu cumpleaños, el catorce de enero, coincide con el día en que murió Bogart? Vaya putada, y vaya mal agüero también. Te pasas la vida buscando un catorce de enero interesante y lo único que encuentras es el óbito del tipo más grande del celuloide. Si hubieses nacido el veinticinco de septiembre, alardearías de tener la misma fecha de cumpleaños que William Faulkner. Sería magnífico. También Adolfo Suárez nació el veinticinco de septiembre. Incluso Scott Fitzgerald vino al mundo ese día. Pero a ningún hijo de puta se le ocurrió nacer el catorce de enero. Qué pasa, es una fecha como otra cualquiera. Pues no, que prefieren el once de mayo, o el tres de abril. ¿Tú crees que es estrafalario saberse la fecha de nacimiento de cincuenta y seis escritores, diez pintores y cuatro compositores? No es nada estrafalario. La gente se sabe muchas fechas, las de todos esos amigos que tú no tienes y más aún: aniversarios de amor, días en que tiene que venir la regla, caducidad de los condones..., en fin, una serie de datos que tú no almacenas, que tú ni siquiera llegas a conocer. ¿Y tu mochila? ¿No te la habrán birlado entre pitos y flautas? Bah, es imposible, sólo hay libros, ¿a quién le interesan hoy en día trece libros de bolsillo amarillentos y pintarrajeados? Tiras de la cadena (inexacto: aprietas una palanca) y sales del cubículo. No hay nadie. Tu mochila está en su sitio. Te acercas a los lavabos. Te ves en el espejo transversal que cuelga sobre ellos. Das pena. La única solución para adecentar tu cabeza es que te la corten. No hay ni una sola cosa en su sitio. La boca, la nariz, los ojos, todo parece arrojado a voleo, sin orden. ¿Hay alguien en este mundo, o en cualquier otro, que comprenda el desorden de tu rostro? ¿Hay alguien en algún sitio que comprenda algo, tal que el funcionamiento de la democracia o la teoría del eterno retorno? Catorce de enero, catorce de enero, ¿por qué no naciste el catorce de enero en lugar de morir, pedazo de cabrón? No, tú te ves en el espejo pero no te tuteas con confianza. El espejo oblongo y sucio, el espejo sincero y frío, el puto espejo que quieres romper pero que nunca, nunca, romperás. Abres el grifo (en puridad, etcétera) y te enjuagas la boca, te mojas el cabello, inútilmente, y te secas las manos con el faldón de la camisa. Te miras. Eres tú. No lo elegiste pero te jodes. Te jodes y bailas. No sabes bailar, pues te jodes y te vuelves a joder. Eres tú. No lo elegiste, nadie elige nada, ésa es la vida, hija de puta, hija de puta para algunos, para Ronaldo seguro que no, debe de ser tan fácil levantarse por la mañana siendo Ronaldo, si no sabes quién eres no tienes más que leer los periódicos. Pero ¿dónde está ese periódico que habla de ti? No existe, tú no eres noticia, nadie ha hecho nunca un reportaje sobre ti, ni una crónica, ni un editorial ni una esquela ni nada de nada de nada. Quizá todo acabe en esto: verse en el espejo, intentando reconocerse, aceptarse, todo eso que dicen por la tele (qué sabrán ellos de nada; por Dios, si son la tele). Por ahí fuera tiene que haber alguien como tú, es imposible que seas la única víctima. Sí, es seguro que por esos vericuetos posmodernos camina alguien, hombre, mujer o mostrenco, que en algún sentido, en algún matiz, detalle o ademán se parece a ti. Sí, repito, sí y mil veces sí; pero ¿cómo encontrarlo? Joder, cómo se nota lo que estudias, siempre con las mismas preguntas, quéquién-cómo, etc. Etc.: ése sería un buen título para un libro, una película o una canción sobre tu vida. Bueno, en realidad, para un libro, una película o una canción sobre cualquier vida. Incluso podría ser un buen epitafio: Perico de los Palotes, etc. (El sentido de la vida no es otro que poner la fecha de defunción en nuestra propia lápida: lo demás, nombre, nacimiento, RIP, podía estar esperándonos desde que nacimos.) Todas las palabras sobre la muerte son bonitas: funeral, epitafio, cenotafio, sepulcro, óbito. Aunque hay algunas palabras de la vida que también son preciosas, como cintura, caderas, pubis, senos, clítoris, felatriz. Te miras por última vez en el espejo, coges tu mochila verde y sales del baño. Sales al murmullo, el oleaje de sonidos que comunican algo, pero que nunca te tienen a ti como receptor. En todo caso eres el ruido, el estorbo, la redundancia. Te sientes mejor. Lavarse la cara parece que lava también las ideas. Te sientes fresco como una losa. Después de todo, vomitar no es tan malo si da paso a una situación mejor. Algo de esto se ha dicho de las guerras. Bueno, déjalo, no empieces de nuevo. Tú no estás en ninguna guerra, me refiero a una guerra mundial, claro. Lo tuyo es la psicosis de una guerra que nunca existió, una posguerra sin referentes, sin enemigo, sin posibilidad de victoria. Una guerra incruenta y sucesiva. Te sumas al río y vas bajando las escaleras. Tienes delante de ti decenas de cabezas, de todos los colores y tamaños y aderezos, y es muy deprimente ser uno más uno más uno más uno más en esta autopista unidireccional sin desvíos ni áreas de descanso. Por fin llegas al nivel del asfalto y de nuevo el imbécil de turno te cose en la palma de la mano la publicidad de una escuela de idiomas o de informática o de escritura o de fotografía o un curso de teatro, televisión, mecanografía, baile y demás medallitas para la pasarela laboral. Estás en la calle. El sol se mira en los charcos creando un extraño y dialéctico clima, entre verano e invierno, que no te agrada lo más mínimo porque por lo menos el cielo podía tener las cosas claras. Coches y autobuses recorren la avenida y dejan a su paso un residuo de ruido, que palpita un momento en el aire y desaparece justo cuando otro ruido nace. Tú, entretanto, ajeno a la febril actividad que te rodea, avanzas con tu sucia sombra delante, mirando cómo se embarran tus embarrados zapatos y soñando con el hermetismo dulce de tu pecera. A medida que se aproxima el mediodía, los leucocitos del personal parecen animarse y he aquí que la cháchara aflora, y la risa cristaliza, y toda la ciudad se convierte en una cafetería universitaria. A primera hora de la mañana, casi todos están como tú (a primera hora de la mañana sí que todos los hombres son iguales): abatidos, olvidados de sí mismos. Pero ahora sólo tú estás como tú. Ahí los tienes, ya han superado la puta mañana, ya han recuperado sus esperanzas y sus proyectos, están listos para el resto del día. Y tú no. Cada día te resulta más difícil superar la mañana, cada día es ésta más larga, más acerada, más fría y abominable. Llegas al paso de peatones y esperas al hombrecito verde. Algunos aprovechan el irregular fluir del tráfico y se enhebran entre los coches alcanzando la otra orilla, mientras tú sigues aquí, Fiat Tipo rojo, Ford Fiesta blanco, sumiso, esperando el permiso preceptivo, que acaba de aparecer, y ya estás cruzando al otro lado, más tarde que nadie, procurando no pisar fuera de los rectángulos blancos, porque siempre has creído que un peatón no tiene derecho a poner el pie en el asfalto interlineal. Llegas a la entrada del metro y, ¡oh, Dios de los cielos!, cuatro jovenzuelos cuatro te están esperando para informarte de los cursos jodidos cursos que alguien amablemente hace para mejorar tu puto currículum puto. Tomas todos los folletos que te dan y haces una pelota con ellos, pero no la puedes depositar en la papelera, como era tu cívica intención, porque ésta rebosa publicidad por los cuatro costados, así que la tiras al suelo con disimulo.

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