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Authors: Julia Hoban

Tags: #Romántico, #Juvenil

Willow (35 page)

BOOK: Willow
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—Yo… Sí, ya lo sé.

Willow se seca las lágrimas y se gira hacia David sorprendida.

—¿Lo sabes?

—Sí. Y es posible que haya cometido un grave error estos últimos meses. Quería hablar contigo, pero es que no me parecía justo, es decir, hacerte revivir… Nunca sé qué nombre ponerle a lo que ocurrió. Y me preocupa que, si hablo de cosas, entonces no seas capaz de seguir adelante como has hecho hasta ahora, o que yo no podré. Y creo que tal vez sea mejor mantener las cosas encubiertas. Pero es evidente que no sé de qué estoy hablando. —Se detiene un segundo, coge del escritorio una caja de pañuelos de papel y le da unos cuantos a su hermana.

—Gracias. —Willow se suena la nariz ruidosamente.

—Incluso… incluso estoy menos preparado para enfrentarme a esto que para lo otro… —David suspira profundamente, y por un momento aparenta tener el doble, o el triple de la edad que tiene—. Es tan duro para mí pensar en lo que ha ocurrido, e incluso más ver lo que ha hecho contigo. Así que intento concentrarme solamente en seguir adelante, en cuidar de ti, de lo que, en primer lugar, no tengo ni idea. Pero intento una cosa. Intento asegurarme de no recordártelo constantemente para que tú puedas seguir adelante con tu vida. Y tú parece que realmente puedes superarlo. Estoy tan sorprendido de lo bien que has llevado todo esto que creo que recordarte el pasado sería muy cruel.

Willow no sabe cómo responder a esto. David le ha dicho tantas cosas que es difícil centrarse y asimilarlas todas. Le ha parecido entender que él aludía a lo que consideraba su capacidad de llevar bien esta situación y está segura de que debería desengañarle. Pero hay otros pensamientos que ahora mismo son más importantes y ella necesita asegurarle que él no se ha equivocado. Que, aunque ella quisiera hablar con él, a veces más que otra cosa en el mundo, eso no significa que él le haya fallado como ella le ha fallado a él.

—Pero tú, tú estás llevando las cosas bien —balbucea ella después de un momento—. Sé lo duro que es, lo duro que debe ser para ti y para Cathy tenerme aquí, y las dificultades económicas que tenéis y lo poco que yo puedo contribuir. Es todo por mi culpa y yo…

—Oh, Willow. —David la corta en seco—. Nada de todo esto es culpa tuya. ¿Es que nunca te has parado a pensar que fue un poco irresponsable por su parte beber como para que su hija de dieciséis años, con un permiso provisional de prácticas, tuviera que conducir en una de las peores tormentas del año? ¿Es que nunca te has planteado que, si yo estuviera donde tengo que estar, vendería la casa sin importarme lo que tardara el seguro y, que si lo hiciera, no tendríamos que preocuparnos para nada por el dinero durante años? ¿Que la única razón de que tengas que contribuir es que yo soy incapaz de enfrentarme a eso? ¿Que es mi culpa que tengas que darme todo tu dinero en lugar de poder gastártelo en tus cosas? —Se le ve enfadado, más enfadado de lo que Willow recuerda haberle visto jamás, y solamente puede sentirse agradecida de que el enfado vaya dirigido hacia él mismo, porque no cree que pudiera soportar que la mirara así. —Estoy furioso conmigo por eso, porque con todas las cosas que están pasando, esa parte debería estar solucionada. Y sé que será mejor que me encargue de eso pronto. Tengo que vender la casa antes de que empieces a tener que pensar en la universidad. Willow le pone la mano en el brazo.

—Pero aun así pienso que…

—Y también me indignan otras cosas. —David la vuelve a interrumpir. Pero a Willow no le importa porque ve que él está a punto de decir algo muy importante—. También me indignan otras cosas —continúa—. Me indigna tener que pensar que vas a ir a la universidad, tener que pensar en vender la casa para poder pagar esa universidad. Me indigna no poder tener relaciones sexuales con mi mujer cuando me apetece porque el apartamento es muy pequeño y no quiero que mi hermana de diecisiete años nos oiga. Me indigna no poder ir en ropa interior por mi casa y tener que comportarme como si fuera el padre de una chica de diecisiete años y no solamente de un bebé. —Se detiene por un instante y toma aire—. Ni siquiera me enfado o te hago responsable por la muerte de nuestros padres. Eso sería peor que una locura. Lo que dije en la cena iba en serio. Fue un horrible accidente, un acontecimiento inexplicable y mi primer pensamiento es siempre, siempre, siempre sobre lo duro que resulta todo esto para ti. Lo duros que van a ser para ti los próximos diez años, diez años en los que yo tuve a mis padres para que me ayudaran, pero que tú no los vas a tener. Sin embargo tienes razón. Sí que me enfado contigo. Me enfado contigo por el hecho de que prácticamente cada aspecto de mi vida diaria, cada estúpido aspecto, ha cambiado irrevocablemente. Y me pone furioso ver que nuestra relación ha cambiado y que, a pesar de que te adoro y siempre será así, ya no tengo esa sensación que tenía antes de que todo es fácil contigo. —Le coge la mano que ella ha apoyado en su brazo—. Siempre he sido responsable de ti, aunque únicamente sea en virtud de lo mucho que te quiero. Siempre he tenido una responsabilidad contigo y hacia ti. Tú también tienes esa responsabilidad conmigo y con cualquier persona que llegues a querer. Pero ahora es diferente. Ahora, diariamente mi responsabilidad contigo se ha puesto en el plano práctico, ahora tengo que encargarme de exámenes de francés y reuniones con los profesores, y a veces todo esto me vuelve loco, cuando me doy cuenta de que no soy lo suficientemente mayor para tener esas preocupaciones adicionales. Y entonces, me odio a mí mismo por pensar eso, porque sé que estoy siendo irracional, injusto y ruin. Y te miro y veo lo fuerte que eres y me sorprende que puedas ser así, y entonces me enfado aún más conmigo mismo por ser incapaz de apañármelas con los problemas del día a día cuando tú puedes con mucho más.

—¡Pero yo no soy fuerte! ¡No soy fuerte! —grita Willow. Separa la mano y, una vez más, se tapa la cara. Está tan emocionada por lo que le acaba de decir su hermano, tan aliviada por su sinceridad emocional, por admitir que aún la quiere —¡qué sorprendente!— a pesar de haber sentido enfado y frustración, confusión y conflicto, que no puede seguir sentada frente a él con falsas pretensiones.

Debería enseñarle sus cicatrices, las marcas de lo que ha hecho con la cuchilla, hacerle saber que la imagen que él tiene de ella es un fraude. Pero sus elogios tienen el efecto del bálsamo de Judea y le horroriza tener que hipotecar esa sensación. Y tampoco quiere añadir más peso a la carga de su responsabilidad. Y ahora sabe que lo que le dijo a Guy es cierto. Descubrir eso sobre ella, lo mataría.

Y ella aún no está decidida a abandonar la cuchilla. Se da cuenta de que no está preparada para dejarlo. Y sin embargo allí está, sentada junto a él, y se quita las manos de la cara y extiende los brazos como en un gesto de súplica, casi deseando que él, de algún modo, asuma la tarea de subirle las mangas y descubrir la verdad. Y piensa, igual que le ha ocurrido antes con Markie, que será fácil. Todo lo que necesita es que le levante las mangas y todo estará acabado. ¡Habrá llegado a su fin! Le confiscarán sus instrumentos, la llevarán a un médico, la observarán, la protegerán.

Pero ella no será la que haga que esto ocurra. No se pondrá en posición de provocarlo. Cree que aún necesita sus cuchillas y está segura de que no puede explicárselo a su hermano. De que aunque él la quiera, aunque ahora ya pueden hablar, aún están separados. Por un lado está la imagen que él tiene de ella y por el otro la realidad de lo que ella ha hecho, el camino que ha elegido.

—No soy fuerte —continúa entre llantos—, no soy fuerte.

—Willow. —David le coge las dos manos por las muñecas, las coge con fuerza. No le sube las mangas, ¿por qué debería hacerlo?—. ¡Estás temblando! ¡Estás temblando como una hoja! ¿He hecho mal en decirte todo esto? ¿Debería…?

—¡No, no! Has hecho bien, y no dejes de hablar conmigo porque… no pares… —No puede seguir hablado. Está demasiado cansada, está llorando demasiado desconsoladamente y, además, su hermano la abraza con demasiada fuerza como para que nada de lo que diga tenga mucho sentido, porque todas sus palabras son silenciadas por el cuello de la camisa de David. Y, en cualquier caso, ya le ha entrado el hipo.

—Chist. —David la intenta calmar igual que haría con Isa-belle si la pequeña estuviera llorando desconsoladamente—. Chist, intenta calmarte. Willow, intenta… ¡Maldita sea! He oído a la niña. —Se separa un segundo—. Cathy necesita dormir, ha pasado estas últimas noches despierta por la infección de oído de Isabelle… Tengo… debería bajar. ¿Estarás bien ahora? —Le coge de los brazos y la mira con detenimiento—. ¿Podemos seguir hablando de esto más tarde?

—Aja. —Willow se seca los ojos con el dorso de la mano. Y, mientras le ve marchar hacia donde está su hija, vuelve a sentirse golpeada por el hecho de que ella ya no volverá a ser la hija de nadie y que, aunque las cosas en su vida puedan mejorar, sobre todo su relación con David, ese hecho nunca cambiará.

Willow sale del edificio del instituto rodeada de docenas de estudiantes. El día ya se ha acabado y no podría estar más agradecida, y no solo porque se siente exhausta emocional y físicamente sino también porque está deseando ver a Guy. Y, al no tener clases juntos, el único rato que tienen para verse es justo después de clase.

Busca a su alrededor con preocupación. No ve a Guy por ninguna parte. Pero entonces él aparece junto a las puertas. Y mientras camina hacia él no puede parar de pensar en el hecho de que ella, solo ella entre todas las otras chicas, le conoce, le conoce de verdad, de todas las maneras posibles.

Willow quiere salir corriendo y cogerlo, correr hacia él y abrazarlo, ver si se siente igual de maravillosamente bien que ayer, pero es demasiado tímida, así que lo único que hace es acercarse a él y esperar a ver qué hace.

Él la abraza, la agarra, y ella se da cuenta de que se siente incluso mejor a como se sentía ayer.

—Oye, ¿sabes qué? —El la sostiene lo más cerca suyo que puede y la mira atentamente a los ojos—. Tengo muchísimas ganas de hablar contigo.

—Bueno, claro. —Willow frunce el ceño—. O sea, ¿qué, si no? No entiendo…

—No, me refiero a que tengo que hablar contigo sobre…

—¡Eh, Guy! —Laurie los llama desde la otra punta del patio—. Llévate a Adrián contigo dondequiera que vayas. Haced algo juntos. Willow se puede venir con nosotras. — Empieza a caminar hacia ellos con Adrián y Chloe detrás.

Willow se separa un poco de Guy a su pesar y se queda junto a él mirando cómo se acerca el resto del grupo.

—En serio —continúa Laurie—. ¿No tenéis algo que hacer Adrián y tú, hablar de remo o lo que sea?

—Adrián no está en el equipo.

Guy mira a Laurie sin entender nada.

—Sí, ya lo sé —responde Adrián con ironía—. Laurie también lo sabe, pero es que se quiere librar de mí —explica sin necesidad.

—Exacto —asiente Laurie—. Chloe y yo nos vamos a un café. Vente tú también, Willow, si quieres. Tenemos que hacer una lista de todos los posibles…

—Cállate, Laurie —interrumpe Chloe de buen humor.

—Perdona, Laurie —dice Guy—. Es que quería estar con…

—Estás diferente, Willow —dice Laurie de repente.

—¿Quéeee? —Willow pega un salto de unos cinco metros. Por el rabillo del ojo puede ver a Guy intentando por todos los medios no estallar en una carcajada, y ella sabe que él sabe perfectamente en qué está pensando.

—¿A qué te refieres con diferente? —Willow coge a Laurie de la mano y la aparta del resto del grupo—. ¿Cómo, diferente? ¿Qué quieres decir exactamente?

—Oh, solo es que… Bueno. —Laurie baja un poco la voz—. Parece como si hubieras estado llorando. Lo siento, no debería haber dicho nada delante de todo el mundo, yo únicamente… ¿estás bien? —Le estrecha la mano a Willow.

—Oh, oh, sí, claro. —Willow se ríe. Le devuelve el apretón a Laurie antes de dejarla ir y regresar junto a Guy—. Estoy bien, solo es que me he quedado en vela toda la noche haciendo un trabajo para la asignatura esa que te gustaba tanto el año pasado. Ya sabes, lo del Bulfinch. Pero gracias por preguntar.

—Vale, pues escucha. —Laurie vuelve a centrar su atención en Guy—. ¿Podrías…? —Olvídalo, Laurie. —Guy niega con la cabeza—. Tendrás que arrastrarlo contigo. Me apetece estar a solas con Willow, nos vamos hacia el río. Además, probablemente Adrián tenga ideas mucho mejores que tú para emparejar a Chloe.

—Ya, no tengo ningún interés en todo esto —protesta Adrián.

—Tendrás que superarlo. —Laurie lo rodea con el brazo—. Vamos, igual es mejor así. Ahora puedes pagar tú.

—¿En serio que has podido acabar el trabajo? —le pregunta Guy a Willow mientras los demás se alejan—. Ya sé que dije que te ayudaría y no…

—Bueno, no lo vayas diciendo por ahí, porque me da bastante vergüenza y probablemente sea ilegal, pero mi hermano ha hecho la mayor parte del trabajo.

—¿De verdad? —Guy la mira sorprendido mientras salen por las puertas y caminan calle abajo—. ¿Significa eso que tú, bueno, que hablaste con él?

—Sí.

—Entonces tú… No sé, entonces, ¿habéis arreglado las cosas? Igual suena un poco estúpido, pero ya sabes a qué me refiero. Tú estabas tan convencida de que no existía la posibilidad de que las cosas fueran bien entre vosotros. Pero crees que puedes volver a hablar con él, ¿en serio?

—Hummm. —Willow siente que le debe una explicación más completa a Guy de lo que realmente ocurrió entre ella y David, pero no puede hacerlo porque se está muriendo de la risa.

—¿Qué es tan divertido? —Guy la mira con suspicacia.

—Oh, no sé. —Willow camina de espaldas frente a él—. Solo estaba pensando que, aunque quizá yo ahora me sienta más cómoda hablando con él, posiblemente tú no.

—¿Qué… qué quieres decir exactamente?

—Solo quiero decir que tengo el presentimiento de que tú ahora mismo no te sentirías especialmente cómodo con él, eso es todo. —Vuelve a caminar junto a él mientras cruzan la calle y llegan al parque.

—Willow. —Guy se para en seco—. Tú no… Tú no le habrás contado que nos acostamos ni nada de esto, ¿verdad?

—¡Oh, no! —Willow niega con vehemencia—. Nunca le explicaría una cosa así.

—Bien. —Guy está infinitamente aliviado.

—Lo que no significa que no lo descubriera por su cuenta, sin embargo.

—¡Oh, no!

—¿Qué pasa?

—¡Oh, Dios mío!

—¿Qué problema hay? Guy, solo bromeaba sobre el hecho de no quisieras encontrártelo, él no tiene ningún problema en que tú y yo… O sea, ¿te incomoda lo que hicimos? ¿Te da vergüenza o algo así? —Willow está consternada.

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