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Authors: Julia Hoban

Tags: #Romántico, #Juvenil

Willow (32 page)

BOOK: Willow
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—De tela rosa y con violetas bordadas —contesta Willow encogiéndose de hombros. —Correcto. Venga, vámonos.

El camino de regreso a casa pasa sin ninguna novedad aparte del hecho que la lluvia cae con más fuerza que nunca y que la ropa se les empapa aún más al entrar y salir del coche.

—¿Te puedes dar un poco de prisa y abrir la puerta? —dice Guy. Le castañetean los dientes.

—Perdona. —Willow busca la llave en el bolsillo—. La tengo.

Abre la puerta y los dos entran. La casa huele a cerrado, es obvio que está deshabitada, vacía.

—Bueno —dice Willow mientras los dos están en la entrada temblando con la ropa mojada—. Aquí estamos. —Deja en el suelo la bolsa y el vaso de chocolate que aún ni ha probado.

—Vale —dice Guy lentamente—. ¿Qué quieres hacer ahora?

Willow no tiene ni idea de qué quiere hacer. Todavía no ha logrado entender por qué quería volver. Esperaba que, en el momento en que entrara en la casa, lo sabría, que abriría la puerta y todo estaría claro.

Pero nada lo está. No ha ocurrido ninguna gran epifanía. El momento resulta tan falto de interés y de significado como antes, cuando se ha parado en la carretera en el lugar donde acabó la vida de sus padres.

Willow no tiene palabras. Guy está nervioso por ella, curioso por ver cuál será su próximo movimiento.

—¿Quieres ver mi habitación? —le pregunta de repente.

Guy la mira sorprendido. Es evidente que esto no es lo que él esperaba.

—Perdona. —Willow sacude la cabeza al pensar en lo estúpida que debe haber sonado la pregunta. No es que estén en primero y ella quiera enseñarle su colección de muñecas—. No ha sonado muy bien. Lo que quería decir es que tengo cosas allí y podernos cambiarnos y ponernos algo seco.

—Ah, genial —asiente Guy—. Aunque no estoy muy seguro de que gastemos la misma talla.

—Espera —le contesta jovial Willow—. Mi hermano aún tiene cosas aquí. Vamos. —Lo coge de la mano y suben la escalera.

—Tienes un montón de libros —le dice él al entrar en la habitación—. Aunque tengo que decirte que nunca me imaginé que tuvieras una habitación con paredes negras. — Camina sin rumbo fijo por la habitación con Willow cogida de la mano, y observa los diferentes títulos.

—Oh, es que esta era antes la habitación de David, él la pintó de negro —explica Willow—. Cuando se marchó a la universidad yo la heredé. Ahora él usa mi cuarto cuando viene de visita. —Hace una pausa al darse cuenta de que acaba de hablar en presente.

—Vamos a mi antigua habitación —dice, llevándolo por el pasillo—. Mi hermano guarda sus cosas aquí. —Abre una puerta que hay a la derecha—. Seguro que algo de esto te va. —Willow frunce el ceño mientras rebusca en el interior de los cajones de la cómoda—. Sois igual de altos… Toma. —Le lanza una sudadera y unos vaqueros desgastados—. Nos vemos en unos minutos. Mmm…Voy a cambiarme a mi habitación. —Willow se apresura a cerrar la puerta cuando Guy empieza a desabrocharse la camisa.

Willow se deshace la trenza y se pasa los dedos por el pelo. Después del comentario de Markie se siente incómoda con ella. En cualquier caso, se secará mucho más rápido ahora que lo lleva suelto. Va a su armario en busca de algo que ponerse. Le sorprende las cosas que tiene, ropa que había olvidado totalmente, y se pregunta si David o Cathy se darían cuenta y le harían preguntas si cogiera algo de aquí para llevarse.

Tal vez me podría poner un vestido.

Pasa las manos por los pliegues del montón de faldas que tiene en el armario. Guy nunca la ha visto llevando nada de esto…

Willow sacude la cabeza al darse cuenta de lo frívola que está siendo. No ha venido aquí para hacer un pase de modelos…

Aunque ella misma no sabe muy bien para qué ha venido aquí…

—¡Eo! ¿Estás lista? —Guy llama a la puerta.

—Eh… Un segundo. —Willow se pone unos vaqueros secos y una camisa—. Entra —le dice.

—¿Qué hago con todo esto? —le pregunta entrando en la habitación con la ropa mojada en una mano—. Oye, llevas el pelo diferente.

—Así se seca más rápido —dice Willow encogiéndose de hombros.

—No te lo había visto así. Es precioso.

—Gracias. —Willow se sonroja. Luego le mira y se echa a reír—. David y tú seréis igual de altos pero, por lo demás…

—¿Qué problema hay con lo que me he puesto?

—Nada, no pasa nada. Es solamente que, bueno, la sudadera te va un poco pequeña.

—Oye, tú eres la que me ha dado esto…

—No, no, es genial. —Willow no puede parar de reír—. Oye, prométeme que no dejarás el remo. Lo digo en serio. Incluso si acabas dedicándote al trabajo de campo, mete un par de remos en la maleta.

—Lo que tú digas. —Se encoge de hombros pero Willow se da cuenta de que se ha sentido halagado.

—Mmm… ¿Sabes qué? —Mira hacia el montón de ropa mojada que sostiene Guy—. Supongo que podríamos hacer una colada. —Recoge su propio montón de ropa mojada—. Ven, la lavadora está en el sótano.

Al pasar junto a las habitaciones vacías, Willow no puede evitar pensar en lo extraña, lo muerta que está la casa. Nadie que entrara aquí por primera vez podría pensar que es la casa de una familia que se ha ido de vacaciones. Hay algo en el aire que no permite esa posibilidad. Es como si la casa sintiera que sus habitantes se han ido, han muerto, se han desperdigado, y actuara en consonancia. Willow se detiene en la mitad de la escalera que va hacia al sótano. ¿Cómo se podía haber olvidado de lo que hay allí? Se desploma en un escalón y observa las estanterías a medio desmontar. El destornillador, su primer cómplice, yace en el suelo a un lado.

—¿Qué te pasa? —Guy se sienta junto a ella.

Willow sacude la cabeza. Una vez más tiene la sensación de que esta situación debería ser superior a ella, que debería dejarla derrotada. Se pregunta por qué no sentirá la desesperada necesidad de recurrir a la cuchilla, por qué todo la deja fría. Se gira para mirar a Guy y le sorprende ver lo mucho que le está afectando a él esta escena. Está pálido, casi parece un fantasma, y no le quita los ojos de encima al destornillador. El es el que necesita hablar de esto.

—¿Estás bien? —le pregunta Willow preocupada—. Guy, ¿estás bien?

—No lo sé. —Aparta la vista del destornillador y la mira a ella—. Solamente sé que esta debe ser la cosa más horrible que he visto en toda mi vida.

Guy le rodea los hombros con un brazo pero no dice nada.

—Tal vez simplemente tenía que volver a encontrarme con Markie —dice Willow. Levanta la cabeza y le mira—. Tal vez por eso vinimos aquí. —Se encoge de hombros—. O sea, no es que yo supiera que iba a ocurrir pero… da igual… Mira, a lo mejor debería poner la lavadora y, tal vez, coger el Bulfinch y después… no sé, ¿quieres que esperemos aquí hasta que pare de llover antes de que volvamos?

—Lo siento, no sé por qué te he traído hasta aquí. —Willow le aparta el pelo de la cara—. Mejor dicho, porque te he obligado a que me trajeras hasta aquí. Pensaba… No sé qué pensaba. —Niega con la cabeza—. Creí que había encontrado una conexión entre cómo estaba David la vez que vinimos aquí y el modo en el que llora… Pero no sé, la verdad es que no tiene sentido. Y aunque lo tuviera, he pasado tanto tiempo sin llorar, sin sentir, diciéndome a mí misma que no puedo llorar que… ¿a qué estoy jugando ahora? —Entierra la cara entre sus manos.

Guy la rodea con el brazo pero no dice nada.

—Tal vez el destino quería que me encontrara con Markie —dice Willow. Levanta la cabeza y lo mira—. A lo mejor por eso hemos venido hasta aquí. —Se encoge de hombros—. O sea, no es que yo supiera que iba a ocurrir pero… En fin… Mira, creo que pondré la lavadora, y también cogeré el Bulfinch, y después, no sé, ¿quieres que esperemos aquí hasta que pare de llover antes de regresar?

—Vale. Bueno, al menos hasta que acabemos con la colada. Pero ¿estás segura de que has acabado aquí?

—Ni siquiera sé qué he venido a hacer —dice Willow mientras se levanta de la escalera y mete la ropa en la lavadora—. Tardará un rato. —Echa el detergente y aprieta el botón—. Mejor volvemos arriba y, no sé, cogeré el libro…

Sube la escalera abatida.

—¿Quieres esperarte aquí? —Señala la sala de estar—. Solo subo un momento a buscar el Bulfinch… —Willow no quiere que Guy la acompañe porque hay una cosa que quiere darle, algo que está en el estudio de su padre, igual que el Bulfinch, y quiere que sea una sorpresa.

—¿Estás segura de que quieres estar sola?

—Estoy bien… Solo… Mira. —Willow le acompaña a la sala de estar—. Este era mi lugar favorito en el mundo entero para leer. —Se sube al alféizar de la ventana, que está habilitado como si fuera un sofá—. Ven. —Sonríe cuando Guy se sienta a su lado—. Solo será un segundo, ¿vale?

—Tómate tu tiempo.

Willow recorre el pasillo que lleva al estudio preguntándose si la habitación donde sus padres pasaban la mayoría del tiempo, donde trabajaban, la dejará tan indiferente como todo lo demás. Pero, al abrir la puerta y observar las estanterías llenas de libros que van desde el suelo hasta el techo, y los dos escritorios inmensos con sus vades de sobremesa de piel, se da cuenta, una vez más, de que no siente nada.

Cruza la habitación hasta las estanterías y coge el Bulfinch. Luego, busca un par de segundos hasta dar con
Tristes trópicos.
Sabe que si David se llega a enterar de que ha regalado la copia de su padre, una primera edición en perfecto estado, la matará. Pero no cree que vaya a ser dentro de poco y, de todos modos, sabe que significará mucho para Guy. Desea con todas sus fuerzas regalarle algo especial.

Willow camina por el estudio un rato, mirando algunos libros con desgana. Hay una fina capa de polvo que lo cubre todo como si fuera arena. Piensa en lo curioso que resulta que ahora la casa parezca una excavación arqueológica. Se sienta en el escritorio y mira entre los papeles que hay sobre el vade, con una especie de curiosidad morbosa por ver qué estaban haciendo sus padres el último día de sus vidas.

No hay nada especial, solamente algunas notas escritas en la letra casi ilegible de su padre, unas cuantas facturas y una nota a la asistenta en la enérgica caligrafía de su madre:

Hannah,

Muchas gracias por quedarte hasta tarde y ayudarme con la fiesta. No habría podido con todo sin tu ayuda. No te molestes en pasar la aspiradora hoy, pero cuando vayas a la tienda, ¿puedes asegurarte de comprar el zumo de naranja con calcio para Willow! ¡Calcio, muy, muy importante para Willow!

Willow coge la nota, piensa que quizá le gustaría tenerla en su escritorio, en casa de David. No tiene ningún recuerdo. No puede coger una foto, David se daría cuenta de algo así. No parece haber ningún otro escrito a mano que pueda ser más interesante, cualquier cosa así estaría en el ordenador de todos modos. Es un pequeño detalle, bastante falto de sentido, la verdad, pero le gustaría poder conservar ese trozo de papel con la letra de su madre.

Coge los libros y el papel y se va del estudio, parándose de camino al comedor para meterse la copia de
Tristes trópicos
en la bolsa.

—Oye, ¿qué estás leyendo? —le pregunta Willow a Guy que está sentado junto a la ventana pasando las páginas de un libro.

—Hablabas en serio cuando decías que tus padres tenían miles y miles de libros —dice señalando las estanterías del salón.

—Oscar Wilde. —Willow se sienta junto a él y mira el libro que tiene en la mano—. Es bastante divertido. Seguro que aquel profesor tuyo debió darte un montón de cosas de estas para leer.

—¿Y tú qué llevas ahí, aparte del Bulfinch? —le pregunta Guy mirando el trozo de papel que lleva Willow en la mano.

—Oh, no es más que una nota que escribió mi madre… Nada importante. —Willow se encoge de hombros—. Siento haberte hecho venir hasta aquí, era pedirte demasiado y no sé si te importaba mucho saltarte las clases y… bueno, tampoco he sacado nada en claro. Gracias por hacerlo de todos modos.

—No tienes que darme las gracias. —Guy le coge el papel de la mano—.
Calcio, muy, muy importante para Willow
—lee.

Willow no se da cuenta de que está llorando hasta que Guy le limpia las lágrimas con la mano. Sabe que tenía razón sobre SU hermano, que se necesita una fuerza increíble para afrontar este dolor tan terrible, y no sabe cómo puede soportarlo porque duele mucho, mucho más que la cuchilla. Y no sabe por qué, después de haber estado en el lugar donde sus padres perdieron la vida, después de volver a ver el lugar donde inició su ilícita relación con el destornillador, algo tan simple, tan trivial, pueda finalmente afectarla tanto.

Tal vez sea porque, al oír a Guy leer la nota, se ha dado cuenta, al igual que le ocurrió al ver a David con Isabelle, que ella ya nunca será la hija de nadie. Nadie volverá a preocuparse por ella del modo que lo hacían sus padres, nadie la cuidará igual que ellos. La única vez en la que Willow va a poder experimentar un lazo así será cuando ella misma sea madre. E incluso en ese momento necesitará a su propia madre y ella no estará allí. Ella no estará allí porque ha muerto. Muerto. Con décadas de antelación.

Y a Willow la sorprende, la sorprende muchísimo, que la cuchilla haya conseguido anestesiarla durante tanto tiempo, porque el sentimiento que la invade ahora es tan abrumador, tan apabullante, que necesitaría más que un par de cortes para transformar su angustia.

Se lleva la mano al estómago por miedo a partirse en dos del dolor. Guy no le dice nada, simplemente le separa el pelo de la cara y de vez en cuando le limpia las lágrimas.

—No… No… No… —Se le cortan las palabras—. ¡No soy la hija de nadie! —dice Willow como si fuera algo que acabara de descubrir—. Y ya sé… ya sé que debería sentirme mal por mi hermano, que… que… —Para un segundo. Jadea y aspira aire con tanta fuerza que tiene miedo de estar hiperventilando.

—¿Puedes respirar? —le pregunta Guy.

—Sí, o sea no. Dame un segundo. —Willow se seca la nariz con la mano—. Eso no ha sido muy educado, perdona. —Le sale una risa un poco histérica—. No puedo respirar cuando lloro tanto… Y no recuerdo… la última vez que lloré así.

—Debería… Debería sentirme mal por David porque él tampoco tiene padres. Y ya sé… ya sé que debería también sentirme mal por mis padres porque ellos no sabían, al despertarse, que ese iba a ser el último día de su vida… —Le aprieta las manos con tanta fuerza que no entiende cómo es que no grita de dolor—. Pero solamente puedo pensar en que yo ya no soy la hija de nadie…

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