—Había alguien? —preguntó Vanderbilt.
—Solo dos personas.
El oceanógrafo asintió.
—Pues ya esta todo el mundo. Ya han acabado de registrar los otros tres niveles.
—¿Cual es el recuento? —preguntó Crane.
—Ciento doce. —Vanderbilt señaló con la cabeza la fila que serpenteaba en dirección a la escalera—. Cuando hayan subido los últimos empezaremos la secuencia de lanzamiento.
—¿Y Stamper?
—Arriba, en la capsula, con el resto de la brigada. A este lado de la brecha ya no pueden hacer nada.
Vanderbilt volvió a la escalerilla. Crane se volvió hacia Hui Ping.
—¿Por que no estas a bordo? —preguntó, quitándole de los hombros la toalla húmeda para cambiarla por la seca.
—Te esperaba.
Se colocaron en silencio al final de la cola. Durante la espera Crane se descubrió pensando nuevamente en Michelle Bishopp. Miró a Hui para distraerse.
—¿Que querías explicarme? —preguntó.
Hui jugaba distraídamente con la toalla, sin mirar un punto fijo.
—Perdón?
—Antes has dicho que habías descifrado la transmisión; la más larga, la primera que se recibió de debajo del Moho.
Asintió con la cabeza.
—Sí. Bueno, es una teoría. No puedo demostrarla, pero cuadra.
Metió una mano en el bolsillo de la bata de laboratorio y sacó un microordenador mojado.
—Está empapado. Ni siquiera sé si funcionará.
Sin embargo, al pulsar el botón la pantalla parpadeó. Hui cogió el marcador y abrió una ventana de números binarios.
100000011100000000000000000001100000001000000000
000000000001100000000000000000000000000001100000
000000000000000011000001100000000000000000000000
000001100000000000000000000000000001100000000000
001000000000000001100000000000011100000000000001
100000000000001000000000000001100000000000000000
000000000001100000000000000000010000000001100000
000000000000000000000001100000110000000000000000
000001100000000000000000000000110001100000000000
000000000000000001000001001000000000000001110001
001000000000000000001000000000000000000001001000
010000000000001010000000000000000001000100000000
000000000000000000000000100000000100000000000100
000000100000000000010000100010000001000010000000
000001000000001000100000001000000000000000000100
000000000000000001000000000010000100000000000010
000100000000010000000100001000000000000000000001
000000000001000010000000000001000000000000000000
000000000000010110000000000010000010
—Es esto —dijo—; la secuencia digital que guardó el doctor Asher como «inicio.txt», y que no llegó a intentar descifrar. Mientras te esperaba he probado varios enfoques criptográficos, pero no funcionaba ninguno. No se veía nada en común con todas las formulas matemáticas que descifro el doctor Asher.
La cola de la escalerilla se acortaba lentamente. Delante quedaban unas diez personas.
—Sigue —dijo Crane.
—Justo cuando estaba a punto de darme por vencida me he acordado de lo que decías del WIPP, de que no empleaban un solo tipo de advertencia sino varias: ≪Imágenes, símbolos, texto… ≫ Y he pensado que tal vez los que pusieron todo esto debajo del Moho también usaban varios tipos de advertencia. Quizá no todo fueran formulas matemáticas prohibidas. Así que he empezado a hacer experimentos. Primero he intentado reproducir el mensaje como un archivo de audio, pero no funcionaba. Luego he pensado que podía ser una imagen grafica, o más de una, y lo he dividido de varias maneras. Me intrigaban las agrupaciones repetidas de unos de la primera mitad de la secuencia. Lo he dividido en dos partes iguales. Veras que la primera imagen esta delimitada por unos. La proporción entre unos y ceros es idéntica en las dos imágenes, como si ya estuviera hecho para ser dividido en dos mitades.
Dio unos golpecitos con el marcador en la pantalla, y esta vez la secuencia binaria apareció dividida en dos:
100000011100000000000000000001
100000001000000000000000000001
100000000000000000000000000001
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100000000000000000000000000001
100000000000000000010000000001
100000000000000000000000000001
100000110000000000000000000001
100000000000000000000000110001
100000000000000000000000000001
000001001000000000000001110001
001000000000000000001000000000
000000000001001000010000000000
001010000000000000000001000100
000000000000000000000000000000
100000000100000000000100000000
100000000000010000100010000001
000010000000000001000000001000
100000001000000000000000000100
000000000000000001000000000010
000100000000000010000100000000
010000000100001000000000000000
000001000000000001000010000000
000001000000000000000000000000
000000010110000000000010000010
Miró a Crane.
—¿Ves algo distinto en la imagen de arriba?
Crane se fijo en la pantalla.
—Los grupos de unos.
—Exacto.
Hui los rodeó con el marcador.
—Que, ¿te dice algo? —preguntó.
Crane sacudió la cabeza.
—No, la verdad es que no.
—Pues a mi si. Creo que es una imagen del sistema solar interno. —Dio unos golpes en el grupo más grande—. Aquí, justo en el centro, esta el Sol, rodeado por los cinco planetas interiores. Te apuesto lo que quieras a que si consultaras los mapas estelares verías que aparecen en sus posiciones de hace seiscientos años.
—La época del sumergimiento.
—Ni más ni menos.
—¿Entonces que es la segunda imagen? —preguntó Crane—.Parece aleatoria, como ruido.
—Exacto, es aleatoria. De hecho es de una aleatoriedad perfecta. Lo he comprobado.
Crane frunció el entrecejo al mirar el revoltijo de unos y ceros.
—Tu crees que significa… el apocalipsis?
HUI asintió.
—Creo que es otro tipo de aviso. Como toquemos lo de aquí debajo…
Dejó la frase a medias.
Crane alzo la vista de la pantalla.
—El sistema solar quedara reducido a cero.
—Literal y figuradamente.
Vanderbilt ya estaba ayudando a la científica de delante de Hui y Crane a subir a la capsula de salvamento por la escalerilla. Hui dio un paso para agarrarse, pero Crane la detuvo.
—¿Sabes que me has impresionado?
Hui se volvió a mirarlo.
—¿Como?
—Que estando escondida en el laboratorio hayas tenido ánimos no solo para analizar el problema sino para solucionarlo…
En ese momento se abrió de par en par la puerta de la zona de embarque y entro un marine con uniforme negro y un fusil de asalto M-16 en las manos. Su mirada salto de Crane a Hui, de Hui a Vanderbilt y de Vanderbilt a la científica que ya tenía medio cuerpo en la escotilla.
—Apártense de la escalera! —exclamo.
Crane se volvió hacia el.
—Estamos evacuando la estación para buscar ayuda.
—No habrá ninguna evacuación. Que desembarque todo el mundo y vuelva a sus puestos. La capsula de salvamento será desconectada.
—¿Por orden de quien? —dijo Vanderbilt.
—Del comandante Korolis.
—Korolis no esta bien —dijo Crane.
—Soy el científico de mayor graduación —dijo Vanderbilt—. Ahora que no se puede acceder a los niveles inferiores, estoy al mando. Vamos a seguir con la evacuación.
El marine los apunto con el fusil.
—Tengo ordenes —dijo sin alterarse lo más mínimo—. Ahora mismo debe salir todo el mundo de la capsula de salvamento. Sea como sea.
La mirada de Crane subió del canon del fusil a los ojos duros e impasibles del soldado, y no le cupo la menor duda de que no hablaba por hablar.
La mujer de la escalera se había quedado quieta. Lentamente, sollozando en voz baja, empezó a bajar.
Crane miró fijamente al marine. Estaba al lado de la puerta, a unos cinco metros.
Noto que se le cerraban los puños. En su cabeza se había formado inconscientemente un plan. Miró a Vanderbilt, que le devolvió la mirada. Se entendieron en silencio. El oceanógrafo asintió con un movimiento casi imperceptible.
La mirada de Crane regreso al fusil automático. Sabía que no podía cogerlo sin que le pegaran un tiro, pero si lograba entretener al marine al menos daría a Vanderbilt la oportunidad de intervenir.
Dio un paso.
El agente del destacamento negro se volvió hacia el y abrió ligeramente los ojos, como si adivinara sus intenciones. El arma subió rápidamente hasta apuntar al pecho de Crane.
En ese momento apareció algo en el pasillo, detrás de la zona de embarque.
—Baje el arma —trono una voz familiar.
El agente se volvió. El almirante Spartan estaba en la puerta con un gran corte en la frente. Tenia sangre seca por toda la parte superior del uniforme, y una pistola grande en la mano derecha.
Estaba pálido, pero se le veía decidido.
—He dicho que baje el arma, soldado —dijo con calma.
Al principio no se movió nadie. De pronto el agente del destacamento negro giro el M-16 en dirección a Spartan. El almirante levantó la pistola con un fluido movimiento y disparó. La detonación reverbero entre las cuatro paredes, ensordecedora. El impacto arrojo al marine hacia atrás, mientras su arma rebotaba en el suelo. La mujer de la escalera grito.
Spartan se quedó donde estaba, apuntando al cuerpo inmóvil del agente. Después de un rato se acercó, cogió el fusil automático y se volvió hacia Crane. Sin decir nada, Vanderbilt ayudo a la mujer a subir de nuevo por la escalera e hizo señas a Hui Ping de que se adelantase.
Crane abrió la bolsa para sacar vendas, pero Spartan le indico que no hacia falta.
—¿Donde estaba? —preguntó Crane.
—Encerrado en mi camarote.
—¿Como ha salido?
El almirante enseno la pistola con una sonrisa, pero serio.
—¿Sabe que ha ocurrido?
—Lo suficiente. ¿Ya han subido todos a la capsula de salvamento?
—Todos los de los niveles nueve al doce. En total ciento doce personas. El nivel ocho esta completamente inundado. De más abajo no puede subir nadie.
Spartan hizo una mueca de dolor.
—Es de vital importancia que se lleven lo antes posible a toda esta gente.
—Estamos de acuerdo. Subamos.
El almirante sacudió la cabeza.
—Yo me quedó.
—Imposible. No hay garantías de que el rescate llegue a tiempo. Además Korolis esta abajo, en la Canica Tres, y puede llegar al Moho de un momento a otro. En ese caso puede pasar cualquier cosa.
Spartan señaló al marine con la pistola.
—Están a punto de llegar más como este. Pararan la secuencia de lanzamiento de la capsula y les impedirán salir. No pienso permitirlo.
Crane frunció el entrecejo.
—Pero…
—Es una orden, doctor Crane. Debe salvar a toda la gente que pueda. Suba a bordo, por favor.
Después de otro momento de vacilación, Crane se cuadró e hizo un saludo militar al almirante. Spartan se lo devolvió mientras se le formaba una sonrisa gélida en el rostro. Crane se volvió para seguir a Vanderbilt por la escalera.
—Doctor! —lo llamó Spartan.
Crane miró hacia atrás.
Spartan saco una tarjeta del bolsillo y se la tendió.
—Cuando llegue a
Storm King,
llame a esta persona y cuénteselo todo.
Crane miró la tarjeta. Llevaba el sello en relieve del Departamento de Defensa. Aparte de eso solo ponía: MCPHERSON, (203) 111-1011.
—Señor, si, señor —dijo.
—Suerte.
Crane se despidió del almirante con un gesto de la cabeza y subió deprisa hasta cruzar la escotilla.
Penetro en un tubo pequeño y vertical iluminado con LED azules empotrados. La escalerilla seguía, con tuberías a ambos lados. Abajo se oyó un ruido metálico. Era Spartan, que había cerrado la escotilla.
Después de veinte o veinticinco escalones, Crane cruzó una especie de anilla enormemente gruesa y salió a un espacio bajo, en forma de lagrima. La luz era tenue, del mismo color azul claro que la del tubo de entrada. Mientras estaba en el ultimo peldaño, esperando a que su vista se acostumbrara, vio que lo rodeaban dos hileras de bancos circulares; la segunda estaba más elevada que la primera. Ocupaban todo el perímetro de la capsula, con una baranda protectora frente a cada una. Todos los asientos estaban ocupados. Algunas personas se cogían de la mano. Había un silencio extraño; casi no hablaba nadie, y los pocos que hablaban lo hacían susurrando. La mirada de Crane topo con varias caras conocidas: Bryce, el residente de psiquiatría; Gordon Stamper, el bombero; técnicos de laboratorio, pizzeros, mecánicos, bibliotecarios, cajeros del economato, personal del servicio de comida… Era un muestrario de los trabajadores del Complejo a quienes conocía por haber hablado o trabajado con ellos (o de simple vista) durante los últimos diez días.