Saga Vanir - El libro de Jade (69 page)

BOOK: Saga Vanir - El libro de Jade
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—Hijos de puta, sois cobardes... —susurró ella llena de pena por el señor Francesc.
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—Samael está esperando el momento adecuado —susurró Víctor con odio. —Irá a por éste y lo
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matará —sus ojos destellaban odio al mirar a Caleb. —Maldito cabrón. ¿Ya te has acostado con

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ella? Ella... Aileen... Tú eres mía... Yo estaba ahí para ti. Protegiéndote... Esperaba que llegara tu
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conversión. Zorra... Tendrías que haberme esperado...

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Caleb la soltó, y soltando una maldición sin pensárselo dos veces, con un rápido movimiento se colocó delante de Víctor, lo arrancó de las correas y lo lanzó dando volteretas por los aires hasta que su cuerpo chocó contra la pared e hizo un boquete en el hormigón. Dio un salto y voló hacia el cuerpo que yacía dislocado en el suelo. Víctor seguía vivo, pero a su ya malograda pierna se le añadía un hombro desencajado, la mandíbula partida y una de las costillas sobresalía por su cuerpo.

—Caleb, espera... —susurró Aileen asustada y temblorosa. —Caleb.

—Ella no es tuya, ¿me oyes? —Caleb no la oía. Se disponía a darle un puñetazo letal.

—Caleb. No...

—Samael me vengará —Víctor le amenazó. —Samael irá a por ti, porque te... te has apropiado de lo que él quería. Como hizo Thor.

—¿Cómo? —preguntó Aileen corriendo a arrodillarse al lado de Víctor. —Contéstame.

—Sa... Samael se enamoró de Jade. Él la quería, pe... pero tuvo que ver como su hermano se la llevaba en su lugar.

—No la llegó a conocer para enamorarse de ella... —susurró Aileen negando con la cabeza. —

No puede ser.

—Hacía tiem... tiempo que la deseaba. Samael llevaba más de veinte años intentando desentramar la disposición genética de las especies, porque intuía que la sangre berserker os daría suficiente fuerza como para resistir al... sol. Experimentó con la sangre de los machos berserkers y luego con la de algunas mujeres, pero no lograba nada. Después decidió desistir en sus experimentos porque todos fracasaban —intentó tomar aire. —Pero un día la vio. Se enamoró de esa berserker. Quería tener a Jade, se enamoró de ella, se obsesionó con ella. Pero Thor se cruzó y le privó su principal anhelo. La apartó de él. Samael quería todo lo que Thor tocaba y eso sólo aumentó su deseo y sus ansias de venganza hacia ellos.

—¿Samael quería a Jade? —repitió Caleb absorto.

—Él los vi... vigiló durante los años que estuvieron fuera. Se llenó de ra... rabia y rencor y esperó a vengarse. Además, des... descubrió que la sangre berserker no lograba los resultados adecuados, no... no os hacía nada. Muerto de odio y frustración hacia los berserkers y hacia Jade, arrancó a Aileen de sus brazos y a ellos dos los torturó, durante... durante años. Ahora desea a Aileen y no se detendrá hasta que la tenga.

—Tendrá que pasar por encima de mi cadáver antes. ¿Y por qué siguen raptando a berserkers y a vanirios? ¿Han descubierto algo? —preguntó Caleb sorprendido por aquellas revelaciones. Víctor cerró los ojos y escupió sangre.

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—No... Aún no... —Caleb lo sacudió.

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—Es una manera de mermar vuestras fuerzas y un modo de seguir haciendo experimentos,
deor

porque final... finalmente, después de décadas de experimentación... él... él descubrió algo hace
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poco.

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—¿Qué? —preguntaron los dos a la vez.

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—Aileen... tu... —espiró una última vez, se ahogó con su propia sangre y murió.
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Ella lo miró horrorizada. Se dio cuenta que se le empañaba la vista hasta que comprendió que
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lloraba por él. Por los recuerdos que tenía, que aunque eran falsos, seguían ahí.
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—¿No estarás llorando por este asesino, verdad? —preguntó Caleb furioso.

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—Tienes que controlarte, Caleb —sugirió ella limpiándose la humedad de las mejillas. —

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Deberíamos haberle interrogado y lo has matado.

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—Él... ha dicho —su voz afilada salió disparada. —Ha dicho que eras suya.
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—¿Y qué? —le gritó ella levantándose furiosa.

¿Y qué? Que no había podido aguantar oír esas palabras.

—Que no es verdad... —él también se levantó cerniéndose sobre ella.

—Podría habérnoslo dicho todo y tú lo has echado a perder... —tenía los puños apretados a ambos lados del cuerpo.

—Sí... Lo he echado a perder... Y me he sentido mejor al reventarle la columna a ese asesino...

¿No te gusta lo que ves? Pues escucha esto. Yo soy así, soy un destructor, Aileen... Acostúmbrate

—la agarró de los brazos y la apretó con fuerza. —Soy un guerrero, un cazador, ¿entiendes? No soy gentil.

—Me haces daño —le advirtió ella obligándolo a que aflojara las manos. —No, no eres gentil. Eres un bruto y no tienes autocontrol. Por tu culpa ahora no sabemos nada más. Se dispuso a darle la espalda pero Caleb con un gruñido de frustración la agarró del codo y la obligó a que lo mirara.

—Nadie te hablará así mientras yo esté delante. ¿Me has oído? —le cogió la cara con ambas manos y juntó su frente a la de ella. —Lo mataría otra vez, Aileen —declaró desesperado. —Y

tampoco me arrepentiría. Tú no eres de él.

—No soy una propiedad, Caleb —contestó ella cautivada por el dolor que teñía la voz del vanirio. —Tienes que dejar de verme como una posesión. No es sano.

—Lo... lo sé —confesó Caleb cerrando los ojos y agitando la cabeza. —Pero te siento como si fueras mía, parte de mí. No voy a permitir que nadie te hable así.

—Caleb... —le echó los brazos al cuello y lo abrazó. Ella no estaba enfadada con él, sólo tenía miedo de lo que había dicho Víctor. ¿Y si hacían daño a Caleb? ¿Y si... lo mataban? —Sólo estoy asustada. Abrázame.

Caleb la abrazó y la alzó del suelo meciéndola con él.

—No me pasará nada —la tranquilizó. —¿De verdad tanto te preocupa lo que me pueda suceder?

Aileen apretó su cara contra el cuello de él ocultando su expresión, protegiéndose de su vulnerabilidad. Caleb no debía saber lo importante que ahora era él para ella. Caleb se arrepintió de todo lo que había pasado entre ellos. Si desde el principio hubiese sido distinto, en ese momento Aileen podría haber reconocido abiertamente lo mucho que le importaba él. Pero ella no confiaba, todavía.

Aún no
. Le había dicho en el coche.

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Inspiró cansado por esa situación. Era difícil para un hombre como él, esperar y reconocer que
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su felicidad y su humor, dependían de esa chica que tenía entre sus brazos. De si algún día le decía
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que lo necesitaba o que le importaba o que le quería.

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Él la quería. La amaba. Obligándose a apartar de su mente esa sensación dolorosa de rechazo,
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la abrazó con más fuerza.

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—¿Lo sabías? —le preguntó él al cabo de un rato. Hundió su cara en la curva del hombro de
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ella. —¿Sabías que él te deseaba? ¿Qué te quería?

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—Creo... creo que sí.

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—Cerdo —gruñó él. —¿Y tú eras confiada con él? ¿Le contabas todo? ¿Y él iba a tu habitación
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cada noche?

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—Sí.

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—¿Y tú lo dejabas entrar? ¿Ibas tapada? ¿Te tocaba?

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—¿Cómo? —se apartó lo suficiente como para mirarlo a los ojos. Estaba resentido y ella sorprendida. —No puede ser que estés celoso.

—Contéstame —ordenó él admirando la piel de su garganta. —¿El te tocaba? ¿Te sacaba sangre?

Aileen se sintió extraña y le entraron los calores de la muerte.

—Sí —se mordió el labio. Ahora le parecía horrible y algo muy íntimo ese gesto de sacarse sangre ante otro hombre.

—Maldición —Caleb apretó la mandíbula. —Estoy furioso, Aileen. Creo que voy a patearle el cráneo para asegurarme de que está muerto.

—Caleb, mírale. Lo está —Aileen le colocó un mechón de pelo negro detrás de la oreja. —Odio lo que me han hecho —reconoció. —Estoy enfadada —volvió a enterrar la nariz en su cuello. Su olor la reconfortaba.

—No me arrepiento de lo que he hecho, pequeña. No sirve de nada que me sermonees —

murmuró él. —Lo habría matado mucho antes.

—Lo sé —besó su cuello con dulzura. —No estoy enfadada contigo, Caleb. Sólo me impresionó

lo que hiciste y, además, estaba disgustada por todo lo que estamos descubriendo. Además,

¿quiénes son Lucian y Seth?

—Seth es un originario. Había crecido con nosotros, de hecho, quería emparejarse con mi hermana.

—¿Con Daanna? —preguntó sorprendida.

—Sí.

—Pero no lo hizo.

—No. Mi hermana no lo quería. Hace cinco siglos que no sabemos nada de él, no esperaba que se convirtiera, es una noticia terrible.

—¿Y el otro?

—Lucian —su voz se tornó peligrosa.

—Sí.

—Era un guerrero poderoso, pero ya de humano se le veía que disfrutaba matando. A mí nunca me gustó. Nada más convertirse se alejó del clan y nunca jamás supimos de él. Aún no me lo puedo creer —le acarició la espalda. —Son peligrosos. Los tres. Pero yo te protegeré. Hablaremos con As para que nos diga quiénes son los otros dos. A ver si él los conoce.

—¿Y quién cuidará de ti? —preguntó ella besándole en la mejilla. Deslizó su boca hasta la
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comisura de sus labios y lo besó allí también.

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Ja

—¿Qué ha pasado? —preguntaron Menw y Cahal mientras miraban divertidos la escena.
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—Caleb me estaba protegiendo —contestó Aileen mirándolos con una ceja levantada.
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—Samael se ha convertido —anunció Caleb dejándola de nuevo en el suelo. No le quitó las
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manos de encima. —En resumidas cuentas. Samael busca una cura que le permita salir bajo la luz

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del sol. Creía que la sangre berserker podría paliar ese defecto. Quiso probar su teoría con Jade, de
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quién estaba enamorado, pero Thor se adelantó al reclamarla como su cáraid. Furioso, los
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persiguió por todo el mundo jurando venganza, pues consideraba que Thor le había robado a su
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compañera. Cuando los halló, los separó de Aileen y los torturaron durante años. Descubrió algo...
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pero no hemos sabido qué era.

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—Joder—dijo Cahal serio. —¿Cómo no pudimos darnos cuenta de nada?

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—¿Cómo íbamos a saberlo? —reprochó Caleb. —Otra cosa. Los fundadores de la secta que nos
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persigue, son Samael, Lucian y... Seth. Se han convertido en vampiros.
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Menw se envaró al oír ese nombre y en su cara se posó una determinación absoluta.

—¿Samael se ha convertido? —la voz de Cahal se tornó hielo.

—Hay que dar caza a Samael y Mikhail. No quedaran libres de esto —sentenció Caleb. —Hay dos berserkers más que mueven el cotarro junto con los otros tres. Barreremos las casas de Samael y destruiremos las sedes de Newscientists de todo el mundo. Samael se esconde en algún lugar y nos está vigilando. Debemos localizar las guaridas de Seth y Lucian. Hasta ahora éramos cautelosos, pero esto ya se ha acabado. Vamos a muerte. Avisaré a As para que ponga en alerta a los suyos.

—Hoy mismo haremos redadas —Cahal cogió el iPhone y se puso a hacer llamadas telefónicas.

—Daremos con ellos. Por cierto, Cal —antes de dar media vuelta, Menw lo miró, —seré el guardián de tu hermana y, si me la tengo que llevar a otra parte, que no te quepa duda de que lo haré.

Caleb sonrió con sarcasmo.

—¿Me estás pidiendo permiso?

—No, no te pido permiso. No si tiene que ver con su seguridad. Pon a tu hermana en aviso —

ignoró el comentario. —No le gustará. —¿Pero tú no te echarás atrás, verdad? —Jamás —dijo solemne. —Deberías saberlo, Caleb. —Lo sé, Menw —sonrió comprensivo. Menw salió acompañado de Cahal y dejaron a Aileen y a Caleb solos. —Quiero irme de aquí, Caleb —pidió Aileen mirando a su alrededor asqueada.

—Como desees. Todavía tengo cosas que enseñarte. Caleb miró a Víctor y, al cabo de un segundo su cuerpo hizo combustión, como si alguien lo hubiera rociado de gasolina y hubiera echado una cerilla encima. Abrazó a Aileen y, ante el asombro de la joven, salieron de la sala volando.

No podía creérselo. Su coche. Su BMW estaba aparcado delante del jardín de la que era su nueva casa. Impoluto. De un azul eléctrico hermoso. Perfecto.

—Mi coche... —susurró Aileen caminando delante de Caleb. Tenía los ojos abiertos y la mandíbula desencajada. —Es mi coche.

—¿Te hace ilusión tenerlo aquí, álainn? —le preguntó él ilusionado caminando con las manos detrás de la espalda.

—¿Lo has traído para mí? —se giró para mirarlo a los ojos.

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—Supuse que era algo que te había costado pagar y que te gustaría conservar. Así que pensé...
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—¿Lo has traído para mí? —repitió ella esperando a que él lo reconociera.
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—Bueno... supongo que sí.

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—¿Supones?

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—Sí. Lo he traído para ti.

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—Gracias, gracias, gracias —lo besó las tres veces y él se quedó con ganas de más. —¿Por qué?

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—Ya te lo dije.

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—Dímelo otra vez. Ya no me acuerdo —se puso de puntillas para estar a la misma altura de sus
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ojos. —Tengo memoria de pez.

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Caleb se paró en seco y le dio un empujón mental para que pudiese entrar en sus
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pensamientos.

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—No, Caleb —frunció el ceño enfadada. —No quiero que entres. —¿No te fías de mí, todavía?

Quiero estar dentro de ti —gruñó con impotencia.

—No, hasta que yo lo decida.

—Aileen, tienes que parar esto. Tienes que enlazarte conmigo. Por favor.

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