Saga Vanir - El libro de Jade (67 page)

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Caleb la miró divertido y sus ojos verdes se encendieron de calor. La tomó de la muñeca, acercó

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su mano y se metió los dedos con la pieza de fruta en toda la boca. Aileen entreabrió los labios
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cuando sintió que él le relamía uno a uno los dedos y luego le plantaba un beso en toda la palma.

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—Mmm... Qué bueno... —sonrió él pícaramente.

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—Caleb... Compórtate...
—le ordenó ella.

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—¿Me das comida de tu propia mano y me dices que me comporte? Eso es muy erótico,
pequeña.

—Basta, no seas absurdo. A ti te parecería erótico hasta ver cagar a un cerdo.
Caleb soltó una carcajada. Una de las auténticas, de ésas que nacen en el estómago y te hacen cosquillas en la garganta. Fue una risa sincera que sorprendió a su hermana y a sus amigos y a ellos también les hizo sonreír y mirar a Aileen complacidos, aprobando a la joven cáraid de Caleb.

—Pues sí —dijo Ruth alzando las cejas y mirando a su amiga con aprobación. —Sí que estás bien.

—Entonces... ¿Habéis dormido bien? ¿No te duele nada, Caleb? —preguntó Cahal cruzándose de brazos y sonriéndoles. —Ayer estabas bastante indispuesto.

Aileen lo miró echando fuego por los ojos.

—Muy bien, Cahal —contestó Caleb repasando a Aileen con ojos hambrientos. —Ya no me duele nada.

—¿Qué le dolía, señor? —preguntó María untando los gofres de chocolate. Daanna se aclaró la garganta al ver las marcas de los incisivos, ligeras, pero marcas al fin y al cabo, en sus cuellos. Aquella conversación se estaba saliendo del tiesto.

—Los huevos —comentó Menw haciendo que todos se partieran de la risa. —¿Perdón? —dijo María agrandando los ojos de una manera no demasiado inocente.

—Huevos —corrigió él. —¿Podría hacerme unos huevos fritos, también?

—Claro —contestó María achicando los ojos. —Señorita Daanna, ¿me acercas los huevos de Menw?

Aquel comentario tomó a todos desprevenidos y de repente estallaron a carcajadas. No se podían aguantar.

Daanna lo miró de reojo de un modo desafiante. Cogió dos huevos de encima de la mesa y ella misma se encargó de partirlos y echarlos a la sartén.

—Dos huevos, muy hechos. Tostaditos a poder ser —sugirió Daanna.

—Chaval... —susurró Cahal limpiándose las lágrimas de tanto reírse. —Qué crudo lo tienes. María se fue de la cocina y los dejó solos.

Menw no contestó. Sus ojos estaban clavados en Daanna. En su manera de moverse, en ese porte elegante y sexy que la hacía parecer inaccesible.

Ruth miró a Menw y a Daanna con ojos de alcahueta. Luego sonrió al ver a Aileen, tan cómoda y a gusto con la cercanía de Caleb. Y finalmente tuvo que girarse a mirar a los dos berserkers. Noah
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era todo porte. Adam, el que tenía al lado, parecía ocupar todo el espacio y el aire de alrededor.
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Adam la miró. No la sonrió, no le hizo ningún gesto para que se sintiera cómoda. Simplemente
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la miró cómo si no hubiese nadie más en la cocina, sus ojos de obsidiana eran todo un
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espectáculo.

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—Bueno —Noah se apartó del respaldo de la puerta, —ya veo que estás bien, Aileen. Me

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alegro.

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Aileen se sonrojó pero no lo suficiente para apartar la mirada.
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—Gracias. ¿A eso habéis venido todos? —preguntó mientras cortaba otro trozo de mango y se
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lo metía en la boca. —¿A ver si sigo viva?

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—Antes de contestar —dijo Adam, —¿hasta qué punto ellos pueden escuchar? —señaló a Ruth
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y a Gabriel.

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—¿Perdona? —dijo Ruth girándose hacia él con los ojos de color ámbar refulgiendo de incredulidad. —¿Crees que no me acuerdo de lo que pasó la otra noche? ¿Te enseño las marcas que me dejaron en el estómago? —irritada se levantó la camiseta negra que llevaba y les enseñó a todos una fantástica porción de su estómago plano y del diamante que tenía en el ombligo. Las marcas ya casi habían desaparecido. —Sé muy bien de lo que vais a hablar aquí así que no me intentes apartar.

Adam gruñó extrañamente y se cernió sobre ella para encubrirla ante los ojos de los demás. Eso la obligó a retroceder.

—Y yo sé muy bien lo que te pasó. Cúbrete —contestó con un tono frío. —Yo estaba allí. Todos estábamos allí. Es sólo que... —no le salían las palabras y se giró para hablar con Aileen. —Son humanos.

—Premio para el niño —soltó Gabriel. —Relájate, no es para tanto.

—Hola, estoy aquí —dijo Ruth ofendida al sentirse ignorada.

—No está bien que ellos sepan nada de esto. Nunca ha sido así —continuó el berserker.

—Demasiado tarde —murmuró Ruth. —Ya lo sabemos todo.

—Es peligroso que ellos —siguió Adam sin hacerle caso— sepan de nuestra existencia. Nos pondrán en peligro.

—Oye, guapo —dijo Ruth encarándolo, —¿crees que estamos tan locos de airear lo que vimos?

Mi amiga es una medio mujer lobo con colmillos. ¿Crees que la pondría en peligro? No soy tan tonta como para revelar nada de esto.

—Me fío de mis amigos, Adam —dijo Aileen caminando hacia ellos. —Jamás dirán nada.

—¿Estás segura? —preguntó él mirando a Ruth de un modo que a la chica no le gustó nada. —

Ésta es distinta. La puedo oler.

—No te pases —advirtió Gabriel señalándolo con el dedo.

—¿Que me puedes oler? —repitió ella poniéndose a un centímetro de su apuesta cara. Era guapo. Muy guapo. —Chucho, cuidado con lo que dices, no me gusta cómo me hablas.

—¿Qué me has llamado? —dijo él divertido ante el atrevimiento de Ruth.

—Chucho.

—Parad ya los dos —ordenó Aileen sorprendida ante la actitud de Adam y Ruth. —Mis amigos se quedan, Adam. No los voy a echar de mi vida.

—Sí, me quedo. Digo, nos quedamos —Ruth miró a Gabriel. —Nos hemos pasado la noche hablando de lo que hemos vivido aquí. Queremos ayudaros en vuestra misión de ahuyentar a los
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vampiros y a los lobeznos.

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—Tú no puedes ahuyentar a nadie. Eres un imán para los problemas, bonita —la cortó Adam.
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Ruth lo miró extrañada, sin entender muy bien a qué venía esa actitud agresiva hacia ella.
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—¿Qué pasa contigo? ¿Hoy no te han dado tu ración de Royal Canin? Pobrecito —musitó Ruth
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desafiante. —¿Es que no tiene correa? —miró a Noah enfurecida.

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—Claro —contestó Adam atravesándola con las palabras. —¿Quieres unos azotes?

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Ruth palideció al oír ese comentario. Miró a Adam como si él supiera cosas de su vida que había
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intentado enterrar. Como si él la conociera.

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—Adam —Aileen corrió a abrazarla al ver lo lívida que estaba Ruth. Sólo ella conocía los
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detalles escabrosos de la vida de Ruth y no permitiría que nadie volviera a herirla así. —¿Por qué

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has dicho eso?

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Ruth se apartó de su abrazo. La vulnerabilidad se reflejaba en el temblor de sus labios, pero sus
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ojos de ámbar almendrados volvieron a desafiarlo.

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—Bobby, perro bonito —tomó una naranja, miró a Adam y la tiró al comedor haciendo que volara y luego rodara por el suelo. —Busca.

Noah agrandó los ojos sorprendido. Esa chica era la primera que desafiaba a su amigo de un modo tan abierto.

Adam tensó los músculos de la mandíbula hasta hacerlos palpitar. Los vanirios miraban la escena sin poder creérselo.

Caleb se tensó al sentir la alarma de Aileen ante las palabras del berserker.

—¿Qué les pasa a los de Barcelona? ¿Son todos tan atrevidos?

—Si nos tocan las narices, sí —contestó Ruth alzando la barbilla. Adam la miró fijamente y luego miró a Aileen.

—Traerá problemas —y dicho eso, Adam les dio la espalda y se fue. Noah se lo quedó mirando. Lo estudiaba. Nunca había visto a Adam perder los nervios.

—Aileen, te llamaré —dijo Noah disculpándose.

—Dile a mi abuelo que estoy viva —ordenó mientras acariciaba el pelo de Ruth.

—Sí —Ruth se frotaba los brazos, todavía un poco consternada por el comentario de Adam— y, de paso, le dices que saque a ese desagradable a pasear más a menudo. Está muy tenso.

—Cuidado, chica —advirtió Noah dándole la espalda. —Hay que tener mucho cuidado con él. Aileen esperó a escuchar la puerta de la entrada cerrarse. Luego se volvió a mirar a Ruth.

—¿Qué quieres decir con que queréis ayudarnos?

—¿Cómo no íbamos a quererlo? —repitió Ruth abriendo los brazos. —¿Cuántas veces tiene una persona de vivir lo que hemos vivido nosotros en dos días que llevamos aquí? Es algo impensable. Cuando éramos pequeñas jugábamos a los superhéroes, ¿te acuerdas?

—Sí —asintió Aileen y sonrió con melancolía. —Catwoman y Wonderwoman.

—Tú puedes ser una heroína con tus dones, Aileen. Yo lo puedo ser con mis acciones. Quiero quedarme aquí y ayudaros, como sea. No puedo seguir siendo indiferente a todo esto. Dime ¿con qué cara volverías a retomar tu vida si supieras de esto? Y sé sincera, Aileen —le señaló con un dedo desafiándola.

—Pero, Ruth...

—Nada de peros. Lo tengo decidido. Aquí nos quedamos —la cortó su amiga alzando el mentón. —Ahora lo único que tenéis que decirnos es cómo podemos ayudaros. Aileen miró a Gabriel con la boca abierta.

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—No podéis hablar en serio. Tenéis una vida en Barcelona, tenéis...
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—Nimiedades —contestó Gabriel metiéndose un cacho de gofre en la boca.
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—La familia no es ninguna nimiedad —dijo Aileen frunciendo el ceño.
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—La familia es la que te toca. Y tú conoces bien cómo es la mía —le dijo Ruth cruzándose de
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brazos. —Sabes perfectamente que si por mí fuera elegiría una nueva.

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—Os pondréis en peligro y no quiero que os hagan daño —confesó ella como último recurso
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mirando a Caleb. —Diles algo.

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—No puedo decirles nada, Aileen. Son sus decisiones y creo que a ti te hará bien tenerlos cerca.
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Además, tienen razón. Necesitamos ayuda —se encogió de hombros. —Y ellos necesitaran
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protección y nosotros se la daremos.

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—¿Qué? —preguntó ella en un susurro. —Caleb, no.

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—Necesitamos ayuda —repitió él acercándose a Aileen. —Las cosas tienen que cambiar y nos vendrá bien tener un apoyo humano. He estado pensando en ello y creo que sé cómo pueden ayudarnos. Ya no están a salvo. ¿Quieres llevar todo este caos a Barcelona?

—No, no quiero. Pero... —rebatió ella. —Son frágiles y, además, son los únicos amigos que tengo. No soportaría que les hicieran daño.

—Harán todo lo posible para alcanzarte a través de ellos y querrán cazarlos. Desde la noche en el pub, se han convertido también en objetivos. Tarde o temprano lo habrían sido. Mikhail y Víctor los habrían utilizado en tu contra y lo sabes —Caleb le puso las manos sobre los hombros para tranquilizarla. —Por eso los traje aquí. Nosotros podemos darles la protección y ellos pueden echarnos una mano.

Aileen lo miró unos segundos y finalmente bajó los hombros.

—Tienes razón... Creo.

Caleb sonrió y Ruth abrazó a Aileen para tranquilizarla.

—No nos pasará nada —le aseguró. —¿Y a qué os vamos a ayudar? —preguntó Ruth excitada.
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CAPÍTULO 23

MIENTRAS IBAN en el Cayenne de Caleb, Aileen lo miraba impresionada por lo rápido que cavilaba su mente. Era un visionario, un hombre terriblemente inteligente y lleno de iniciativa. Caleb iba a montar una página web. Algo relacionado con la tradición celta, una página informativa sobre la cultura ancestral de Britannia. Sin embargo, la página tendría unos tribales simbólicos que sólo los vanirios puros y los que fueran descendientes podrían reconocer. La web tendría también un foro, por supuesto. Caleb tenía la esperanza de que en el foro encriptado todos los vanirios esparcidos por el mundo volvieran a entrar en contacto. Él estaba convencido de que el celta vanirio, al ver los tribales y las palabras antiguas reflejadas en la página, se identificarían con ellas e intentaría entrar en contacto con los responsables. Caleb había decidido que era momento de unirse, de reencontrarse y de trabajar codo con codo. Habían sido muchos años de guerras, de enfrentamientos con vampiros y lobeznos, pero también de terribles desavenencias entre ellos y los berserkers, y de indiferencia ante la posibilidad de conocer a los que eran como ellos y estaban fuera de Inglaterra. La indiferencia era lo peor. Si se hubieran interesado un poco más tal vez tarde o temprano habrían sabido de esas sociedades que los capturaban y los torturaban. Aileen observó su mano grande y fuerte coger el cambio de marchas automático y ella sintió

deseos de acariciarlo.

Caleb había querido que Ruth y Gabriel fueran los responsables de mantener la página actualizada y que fueran también los moderadores de los foros con el único objetivo de observar y avisar en cuanto alguien interesante se pusiera a hablar con ellos. En ese caso, Caleb y los demás entrarían en contacto con los que pudieran ser vanirios perdidos o hijos de vanirios.

La cuestión era cerrar filas, agrandar el grupo e informar de las sociedades de humanos que trabajaban con vampiros y lobeznos para desgracia de berserkers y vanirios. Todos debían saber la verdad, todos debían aprender a defenderse como ellos estaban aprendiendo ahora. Todo se tenía que saber. Desde las ubicaciones masivas de esos malditos, hasta el radio de acción de raptos, ataques, violaciones y asesinatos que pudieran utilizar para su beneficio. La cuestión era organizarse y estructurarse por grupos de trabajo. Estaba convencido de que la página serviría para ello. La página sería el medio para que todos se unieran y se reconocieran de nuevo. Ruth y Gabriel serían los enlaces y, por supuesto, se les pagaría por ello. Ése iba a ser ahora su trabajo.

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