Saga Vanir - El libro de Jade (33 page)

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quieren realmente de nosotros? Acaban matándonos cuando nos cogen, así que no nos convierten, pero, sin embargo, sí que nos estudian. ¿Por qué? ¿Qué quieren sacar de nuestros cuerpos?

—Algo que no obtienen de los nosferátums y de los lobeznos —contestó Aileen volviendo a pensar en voz alta. Caleb alzó las cejas y le sonrió. Oh, Dios. ¿Por qué era tan guapo?

—Sigue, Aileen. ¿Qué piensas tú de todo esto? —le preguntó Caleb con dulzura. Su voz era música para sus oídos.

Aileen carraspeó y se sintió nerviosa e importante. Caleb quería oír de verdad sus comentarios, como si realmente los valorara. Todos estaban pendientes de sus palabras.

—Eh... creo que... mmm... —habla por el amor de Dios, se exigió a sí misma— creo que nos estudian. Sea lo que sea lo que quieren, no lo obtienen de los otros, aunque los usan para llegar hasta nosotros. Tú me dijiste —dijo mirando a su abuelo— que en realidad los lobeznos eran berserkers mutados.

—Sí, así es.

—Pues parece que no les interesan los mutados, sino los originales. Los cuerpos originales. ¿Se supone que los nosferátums también son vanirios mutados? —preguntó a Caleb sin mantenerle la mirada.

—Lo son —contestó él comiéndosela con esos ojos verdes.

—Sí —asintió Noah. —Son vanirios débiles que cedieron al poder de Loki y se convirtieron en chupasangres.

—Exacto, como los lobeznos —dijo Caleb sonriendo fríamente a Noah.

—Pues sea lo que sea lo que hizo Loki con los hijos descarriados de los berserkers y de los vanirios, no les sirve a estas sociedades. Hay que descubrir qué quieren hacer con sus descubrimientos acerca de nosotros.

—En el libro de Jade mencionan dos nombres más. Patrick Cerril y Sebastián Smith. ¿Los
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llegaste a conocer? —preguntó Beatha.

Ja

—No. Nunca conocí a nadie de la cúpula de Newscientists. Siempre pensé que mi padre era la
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mente ejecutora de todo.

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—¿La empresa de Mikhail recibía subvenciones? —preguntó Caleb.

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—No estoy segura —contestó ella apartándose el pelo hacia atrás con un gesto sexy. —Yo no
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controlaba la administración. Pero puedo volver para averiguarlo. Estando dentro podremos
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descubrir lo que queramos.

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—Ni hablar... —la cortaron rápidamente Caleb y As.

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Aileen abrió los ojos exasperada y los miró a los dos con el ceño fruncido.

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—Un momento... —les dijo haciendo aspavientos con las manos. —Que yo sepa no estoy
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secuestrada, ¿verdad?

Vaa

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—No lo dudes ni por un segundo, Aileen —dijo Caleb cruzándose de brazos con una sonrisa machista y triunfante. —No te pondrás en peligro de manera innecesaria.

—Tú cállate, monstruo... —le espetó. —No mandas sobre mí.

Caleb y Aileen volvieron a mirarse echando chispas por los ojos. Ojos lilas contra verdes amarillentos. El resto los miraba contemplando una auténtica guerra de titanes.

—Mikhail ha sido asesinado —dijo ella. —La gente se estará preguntando cuál es el motivo de su larga ausencia. Yo era su hija, al menos a ojos de los demás. Se supone que tengo que aparecer para seguir trabajando. Hablaré con ellos y...

—Puede que los demás también sepan qué eres —dijo As suavemente.

—No lo creo —contestó ella. —Mikhail era un ser arrogante y avaricioso. ¿Por qué iba a compartir su secreto con otros cuando él sólito podía llevarse todo el mérito? Si todos los demás hubiesen sabido que yo era una híbrida, ¿qué les impedía al resto no secuestrarme y estudiarme?

Nada. Me habrían perseguido —se encogió de hombros— y habrían hecho lo mismo que Mikhail. No. Era mejor mantenerme en secreto.

Caleb apretó los puños al imaginarse a Aileen en manos de algunos de ellos.

—Creo que puedo ir a la empresa y ver...

—Si vas, no irás sola —era una orden imperante e irrevocable.

Aileen miró a Caleb y frunció el ceño.

—¿Y quién vendrá conmigo? ¿Tú? —alzó una ceja inquisitiva. —¿Cómo te atreves siquiera a sugerirlo? Tú no vas a...

—Deja de decir tonterías, niña —la cortó con arrogancia. —Mikhail no te contaba nada a ti, pero eso no quita que no se lo haya contado a nadie más. Si te muestras, te expondrás. No vas a ir sola.

—Necesito volver a Barcelona —gritó.

—No iremos a Barcelona. Iremos a la sucursal que tenéis en Londres —prosiguió Caleb haciendo caso omiso de las palabras de Aileen. —Fingirás que es una visita de cortesía y citarás al segundo de a bordo de la empresa. El que se encarga de todo en ausencia de Mikhail... ¿Quién es?

—No lo sé. Ya te he dicho que yo sólo trabajaba allí, no hablaba con mi padre ni con los empleados. Sólo con los enlaces externos.

Caleb apretó los labios.

—Contactaremos con él y obtendremos toda la información administrativa que necesitemos saber. Iremos al atardecer, cuando...

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—Iré con Noah y Adam. No contigo —sentenció ella en un tono afilado. —Yo iré con vosotros
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Ja

entonces —replicó él sin ningún tipo de duda. —No puedes. Tú levantas sospechas sólo con verte
de

—dijo Aileen. —¿Ah, sí? —preguntó él ocultando una sonrisa maliciosa. —Sí.
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—Necesitas protección. —No la tuya.

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—Ya es suficiente —dijo Beatha.

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Aileen y Caleb se giraron para mirarla.

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—Caleb irá contigo —dictó sin posibilidad de réplica.

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—Estás loca si crees que voy a aceptar —musitó entre dientes con los brazos tensos. —No
ire

quiero a ningún vanirio cerca de mí —dijo finalmente mirando a Caleb a los ojos. Desafilándolo. —

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Noah y Adam vendrán conmigo. Y tú no me vas a decir —alzó la barbilla y dirigió sus ojos
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relampagueantes a Beatha, —lo que voy a hacer o lo que no. Soy una berserker por decisión
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propia. No soy nada vuestro.

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—Estás muy equivo... —clamó Caleb.

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—Cuidado con lo que dices, monstruo —le advirtió Aileen alzando el mentón y señalándole con el dedo. —No pienses ni por un momento que soy alguna de tus posesiones. Caleb sintió una punzada a la altura del esternón. Fría casi dolorosa. Ella tuvo que apartar la mirada al ver los ojos desgarrados de Caleb. Le impactó darse cuenta de que tenía ese poder sobre él. Ella podía lastimar al fuerte y al terrorífico de Caleb.

—Os he perdonado, pero no quiero relacionarme cercanamente con vosotros—decidió

alejándose instintivamente del cuerpo de Caleb y acercándose al de su abuelo. —Para mí todavía es pronto para empezar a confiar en vuestro clan.

Beatha la miró con respeto. Esa chica realmente era sincera y no tenía ni el más mínimo decoro o miedo al hablarle. Era refrescante.

—Seremos informados —ordenó Beatha.

—Tan pronto como obtengamos la información —dijo Aileen asintiendo.

—Si tú no confías en nosotros, Aileen —susurró Caleb furioso por su rechazo, —¿por qué

debemos confiar en tu palabra?

Aileen no podía creer lo que oía. Él, el motivo principal de su desconfianza, la desafiaba.

—Porque hasta ahora no te he dado ningún motivo para que no lo hagas —estalló con todo el cuerpo en tensión. —Al contrario ¿no crees, monstruo? Todo cuanto te he dicho, ha resultado ser cierto.

Sí. Aileen le había dicho que no tenía nada que ver con la persecución de su raza y que no sabía nada, y decía la verdad. Aileen dijo que era virgen y decía la verdad. Aileen lo llamaba monstruo y era verdad. Porque él para ella era un miedo, algo maligno, una pesadilla. Eso era Caleb para Aileen.

Pero él no podía dejarla sola. Era su cáraid, por decreto físico. Porque sus cuerpos, aunque no sus almas, se habían reconocido.

Aileen se acercó a Noah intencionadamente y éste le tomó de la mano. Entrelazaron sus dedos. Los ojos de ella miraban a Caleb regocijándose con su rabia, con sus... celos. Ella tenía todos los instintos de las hembras berserkers. Sabía cómo se comportaban los hombres, qué tipo de emociones les hacía sentir con su actitud. No debería provocarlo así, se recriminó a sí misma. ¿Estaba mal?

Caleb quería gritar de la frustración.

Noah miró a Aileen y no la soltó mientras miraba sus labios y sus ojos con ansias de depredador.

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Aileen no quería dar esperanzas a Noah, pero el chico la hacía sentirse bien. Empezaba a ser un
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amigo.

Ja

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—En todo caso, si hay alguien en quién desconfiar... mira dentro de tu círculo —escupió Aileen
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con desdén. —Samael os ha estado ocultando muchas cosas. Por ejemplo que Thor y Jade tenían
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una hija y que, además, habían descubierto la existencia de sociedades secretas que os perseguían
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y os asesinaban. Y mientras, vosotros culpándoos los unos a los otros de vuestras pérdidas.
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—Samael está recluido por su conducta. Esta noche lo vamos a someter a juicio —reconoció

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Gwyn mirando a As. —Los dos miembros del Consejo del distrito de Walsall lo interrogarán. No
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esperábamos que nadie ocultara ese tipo de información. Nos ha sorprendido tanto como a
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vosotros. No lo sabíamos.

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Hubo un silencio sepulcral. A los vanirios esta revelación les había afectado realmente.
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—Bueno... ¿Qué precauciones vamos a tomar entonces? ¿Cómo vamos a colaborar? —

preguntó As buscando soluciones. —Centrémonos en eso. Creo que ahora no nos beneficia abrir heridas de ningún tipo.

—Tienes razón, As —Caleb se negó a mirar de nuevo a esos dos. —Tenemos que reorganizarnos —sugirió tomando el mando. —Por nuestra parte, muchos vanirios están desperdigados por partes distintas del mundo y no estamos en contacto con ellos.

—Nos pasó lo mismo a nosotros. Tras las migraciones, perdimos comunicación con el resto —

admitió As apesadumbrado. —Ni siquiera sabíamos que en los Balcanes teníamos miembros.

—Sin duda ha sido una sorpresa para todos —comentó Gwyn. —Y más sorprendente ha sido saber que berserkers y vanirios colaboraron juntos contra los cazadores.

—Hay que localizarlos. Hay que retomar la relación —sugirió Caleb. —Si ellos pueden, nosotros también. Es cierto que sucedieron muchas cosas entre nosotros, pero está en juego nuestra supervivencia y también la del resto de humanos. Esas sociedades secretas ocultan sus descubrimientos a la humanidad. Nadie sabe que existimos. Pero nos están utilizando. Averigüemos qué hay detrás de todo esto. Mañana mismo viajaremos a Londres, al atardecer. Aileen sabe cuál es la dirección del edificio que Newscientists tiene en la capital.

—Está en la calle Oxford. Iremos por la mañana —lo contradijo Aileen. Así él no la acompañaría.

—Irás con Caleb —le ordenó As mirándola fijamente y desaprobando la actitud de su nieta. —Al atardecer. Hay que trabajar en conjunto, pequeña. Este es un gesto que demuestra que los berserkers estamos dispuestos a confiar en ellos.

—As —Noah intervino. Él tampoco quería a Caleb cerca de Aileen, —ella no quiere que...

—Noah, es suficiente —As alzó la voz.

Aileen miró a su abuelo y se sintió traicionada. Respiró con agitación, soltó la mano de Noah y se dispuso a salir de allí mirando a Caleb por última vez, con rabia y frustración.

—Ya que ha quedado claro que mañana iremos a Newscientists al atardecer, ahora sólo queda el Peanas follaiseach —dijo Caleb con la mirada sombría. —Aileen, no te vayas —ordenó con un gruñido.

Aileen se paró en seco cuando oyó la orden.

—Niña, acércate —le ordenó también As ofreciéndole la mano.

—¿Por qué? —exigió saber con los brazos en jarras. —¿Por qué tengo que obedecerle?

—Caleb va a recibir un castigo ante todos —respondió As. —Por lo que te hizo. Tú debes estar presente. Es lo correcto. Fuiste tú la agraviada.

Aileen frunció el ceño y los labios, y dirigió sus ojos a la agitación que se formaba detrás de
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Caleb. Tres vanirios acercaron una mesa baja de piedra circular y la colocaron en el centro de la
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reunión.

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Caleb se dirigió a su hermana Daanna y, colocándose enfrente de ella, se sacó el polo negro por
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la cabeza y se lo entregó.

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—Caleb —le dijo Daanna angustiada. —No tienes que hacerlo.

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Aileen agudizó el oído y escuchó la conversación.

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—Tengo que hacerlo, Daanna, y ni esto va a ser suficiente para curar el daño que le hice.
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—Vas a perder mucha sangre... y recuerda que si no consigues que ella te alimente...
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—No te preocupes, Daanna. Bráthair es fuerte —sonrió.

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Aunque no podía engañarla. Aquello iba a ser muy doloroso.

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A Daanna se le humedecieron los ojos y agachó la mirada.

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Cahal y Menw estaban preparando unas cuerdas largas y gruesas. Las untaron con algo parecido a miel y luego las rebozaron en un cuenco lleno de fragmentos desiguales de cristales.

¿Qué iban a hacer?

Menw le ofreció las cuerdas debidamente preparadas y Caleb las examinó. Asintió con un gesto de su cabeza morena y éste las dejó sobre la mesa.

Caleb se giró y miró a Aileen.

Ella lo miró de arriba abajo. Tenía el torso desnudo y los ojos oscurecidos. Se quitó la cinta de cuero negro de la cabeza y dejó que los mechones le cayeran por la cara y por los laterales del cuello.

—¿Qué haces? —preguntó ella tragando saliva.

—Acércate aquí, Aileen —dijo Caleb.

Aileen se quedó inmóvil ante la orden.

—Por favor —rogó él.

Aileen miró a su abuelo y a los berserkers y, llena de dudas, se plantó ante él. Caleb dio un paso hacia ella sin apartar la vista de sus ojos, rodeó su cintura con un brazo y empezó a palpar su baja espalda.

Aileen se sobresaltó y percibió un montón de mariposas que volaban por su estómago. Empezó

a respirar con dificultad. Caleb se detuvo cuando encontró lo que buscaba. Cogió el puñal que llevaba Aileen en el cinturón y lo desenfundó.

—¿Qué crees que estás haciendo? —le dijo ella alterada y dando un paso hacia atrás. Caleb dio uno hacia delante, la tomó de la mano insistente, le abrió los dedos y le colocó la empuñadura del puñal de Thor. La obligó a cerrar la mano en torno a él. Cogió su muñeca con las dos manos para acercar la punta del puñal que cogía Aileen a la fuerza y dirigirla a su corazón. Se arrodilló ante el murmullo insolente de los berserkers y la incomodidad de los vanirios. Aileen tembló por lo que estaba pasando entre ellos.

—Aileen —dijo Caleb con la voz casi rota y la cabeza agachada, —mi vida está en tus manos. Te pido perdón por mi agravio hacia ti. De poder volver hacia atrás, lo rectificaría, pero no puedo... así que —la miró a la cara con los ojos llenos de vulnerabilidad y arrepentimiento. —Lo mínimo que puedo hacer es que tú seas quien dicte mi veredicto. Vivo o muero. Tú decides.

—Yo no... Suéltame... —se removió intentando soltarse. Si había algo que ella quería hacer, era levantarlo del suelo y sugerir que todos se fueran a casa.

—Aileen —Caleb la mantuvo en su lugar. —Éste es el puñal del que fue mi mejor amigo. Es

justo que sea su hija quién sea la que acabe conmigo después de lo que te hice pasar. Insulté su
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recuerdo, te insulté a ti... Me lo merezco. Tómate la revancha. Véngate.
Ja

—¿Me estás pidiendo que... que te clave el puñal en el corazón? —estaba acongojada.
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Se había recogido su cabellera negra en un moño, pero le caían mechones por la cara y el
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cuello. Se le había secado la boca y sentía que las rodillas se tornaban gelatina.
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Caleb curvó un poco los labios y la miró con ternura.

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No. Ella no sería capaz de hacer eso: era buena y compasiva.

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Va

—En realidad tienes que arrancármelo o no moriré. Si lo deseas, puedes cortarme la cabeza. Te
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estoy ofreciendo mis disculpas. No merezco seguir aquí —reconoció él abatido. La misericordia de
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Aileen lo impulsaba a rendirse ante ella y eso era lo que estaba haciendo.

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Volvió a empujar la punta del puñal hacia su corazón. Aileen sintió cómo la hoja se clavó

el

ligeramente en su pecho.

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—No... Para... —le gritó ella afligida queriendo liberarse de sus manos.
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Caleb la miró con sus preciosos ojos llenos de agonía.

—No puedo hacerlo —susurró ella mirándolo a su misma vez. —¿No lo entiendes? No... puedo. No quiero matarte.

No quería hacerle daño ni mucho menos matarlo. En aquella posición, Caleb parecía inseguro, sensible, frágil... Y a Aileen se le partió el corazón y le vinieron unas ganas irresistibles de abrazarlo y hacer que hundiese su bonito rostro en su estómago. De acariciarle el pelo y mecerlo como a un niño que después de una reprimenda por haberse portado mal, necesitaba consuelo y calor.

—No lo haré —le dijo con la barbilla temblorosa y reprimiendo las ganas de apartarle uno de sus preciosos mechones oscuros de la cara. —No soy así.

Suspiros de alivio se oyeron entre el clan de los vanirios. El más absoluto silencio en el de los berserkers.

—Entonces —Caleb se levantó como si llevara el peso del mundo a sus espaldas, —ven. La agarró de la muñeca, ella intentó librarse y la hizo caminar hasta la mesa. Cogió las cuerdas rebosadas de cristales y se las entregó a ella. Aileen las miró aterrorizada. Aquellos cristales pinchaban.

—¿Cuántos años tienes? —preguntó Caleb mirándola con firmeza.

—¿Qué pretendes? —enfurecida tiró las cuerdas al suelo. No le gustaba nada cómo Caleb la estaba haciendo sentir en ese momento. Ella no iba a ser el verdugo de nadie y menos de él.

—¿Cuántos años tienes? —le volvió a preguntar.

—Ya lo sabes.

—Dilo en voz alta.

—¿Por qué? —preguntó temerosa.

—Dilo...

—Veintidós —contestó pidiéndole en silencio que dejara lo que estaba haciendo. —Por favor, detente, Caleb.

—Bien —se puso de rodillas y dejó caer su torso sobre la mesa, dejando la espalda al descubierto, ofreciéndose para algo que parecía horrible. —Quiero que me des veintidós latigazos y que en cada uno de ellos, te desahogues por lo que te hice. Un latigazo por año de tu vida. Es lo mínimo.

—No... —intentó correr hacia su abuelo As para cobijarse. Ella no quería hacerle eso a nadie. Caleb se levantó como alma que lleva el diablo y detuvo a Aileen cogiéndola de los brazos.

—¿Qué te pasa? —la zarandeó. —Es tu momento de vengarte, Aileen. Descarga tu enfado
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conmigo. Yo soy el responsable de tu miedo, de tu...

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—No voy a hacer eso. Me niego a torturar a nadie—afirmó en redondo. —Eres un animal, pero
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no voy a azotarte.

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—¿Te niegas? —alzó las cejas desafiándola y miró a la multitud. —Si no lo haces tú, lo hará

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otro.

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—No... Te perdono, vale... —no soportaría ver que alguien pegara a Caleb y ese pensamiento la
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turbó bastante— ¿No es eso lo que querías oír? Ahora deja esto ya y...
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—No, Aileen. No lo dices en serio —miró sus pupilas, sus ojos rasgados y tupidos de pestañas.
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Estaba viendo su interior y ella no podía apartar la mirada de él. —No me dejas elección. Es lo que
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me merezco. No quiero clemencia y tengo que pagar de algún modo por lo que pasó.
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La soltó, recogió las cuerdas y se plantó enfrente de Noah.

Vaa

Aileen sintió que se le paraba el corazón.

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