Saga Vanir - El libro de Jade (52 page)

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Aileen apretó los dientes. Se puso el sostén, la camiseta y los téjanos. Pero no dejó de mirarlo en ningún momento, aguantando como una campeona el bochorno. Estaba roja como un tomate y sentía un poco resquebrajado el corazón. Bueno, ya sabía lo que se sentía al ser rechazada. ¿Así se habría sentido Caleb?

Caleb no entendió muy bien todo lo que salió de su boca una vez la vio vestida. Pero fueron palabras que hubiera deseado no decir jamás, palabras escogidas para lastimar a mujeres
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orgullosas y hermosas como ella. Palabras que ninguna cáraid quisiera oír y menos una con sangre
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berserker en sus venas.

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—¿Creías que iba a caer a tus pies, bonita? ¿Qué no me iba a poder resistir? —frunció el ceño.
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—Te sobrevaloras demasiado —se estaba pasando. —¿Me crees un animal salido, Aileen? Sí, ya
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veo. Uno que al verte desnuda se hubiera arrodillado ante ti y hubiera olvidado todo lo que has
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propuesto sólo para poder follarte. Soy un guerrero, guapa —dijo con desprecio— y no me gusta
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que me vapuleen —plantó toda su altura ante ella y la obligó a que echara la cabeza hacia atrás
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para mirarlo. Los colmillos de Caleb sobresalían de su labio superior. —Así que, ya ves. De nada te
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ha servido actuar como una «calientapollas». No he caído —sonrió orgulloso. —A lo mejor no eres
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tan irresistible como te piensas. Bueno, nunca es tarde para que te pongan los pies en el suelo.

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Vaya... —puso un gesto teatral de asombro— esto me hace pensar... A lo mejor no eres tú mi
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cáraid y nos hemos equivocado rotundamente, ¿acaso no es eso lo que crees? —la tomó de la
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barbilla para asegurarse de que veía sus ojos cuando le soltara la última puñalada. —¿Dime
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Aileen? Porque a lo mejor tienes razón ¿sabes?.. Mi mujer —señaló— tiene que ser más mujer, no
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una niña caprichosa y miedosa. Tiene que tener mucho más poder sobre mí, volverme loco de deseo, ser más valiente y tú hoy —sonrió con malicia— no me has demostrado eso. Aunque tienes un buen polvo ¿sabes? —sonó el timbre de la casa. —Salvada por la campana, ¿eh Aileen? Tu abuelo ya está aquí.

Se apartó de ella, pero no lo suficientemente rápido como para no ver que por las comisuras de sus ojos lilas, descendían los lagrimones más grandes que él había visto en su extensa existencia. Era ruin hacerle eso, sobre todo cuando él sabía perfectamente que Aileen estaba confundida, como muy bien había querido decir ella.

Por ahora, eso era lo mejor. Si tenían que verse, y no poder estar juntos, al menos si ambos se distanciaban después de esa humillación, las cosas podían ser más fáciles.

—Dile a mi abuelo que aho... ahora subo —su voz estaba entrecortada por los sollozos silenciosos.

Caleb apretó tanto el mango de la puerta que iba a volar por los aires. Aileen lloraba como una niña pequeña, herida de verdad. La miró por encima del hombro. Se había tapado la cara, estaba sentada en la cama, y sus hombros no dejaban de temblar.

Inspiró profundamente y salió de la habitación como alma que lleva el diablo. Sí, mejor así. Aileen tenía ganas de gritar, de arrancarse el corazón por lo mucho que le dolía. No la habían preparado para ese tipo de dolor, de desplante. Caleb la había humillado, horas después de hacer el amor. Se había burlado de ella, ensañado como si no valiera una mierda. Y todo porque le había dicho que no quería acostarse con él de nuevo. Él le había querido devolver la jugada, pero se la había devuelto con creces. Además, ella estaba a punto de corregirse, de decirle que puede que se sintiera confundida respecto a él y a ella, a su relación. Ya no importaba. No tenía más valor si le había dicho eso por sentirse rechazado, por venganza o por si realmente lo sentía. Esas palabras no se le decían a una pareja. Jamás. Y eso ella lo sabía por el diario de Jade y también por los instintos que ella tenía como mujer. Jade dijo que el rechazo de una pareja, de una cáraid, era una herida abierta y sangrante, y que ese era el mayor dolor que se podría infligir. Daanna también se lo había dicho. Toda su naturaleza berserker y vaniria se había despertado con sus palabras. Estaba enrabiada, pero también hundida.

De nada te ha servido actuar como una «calientapollas». A lo mejor tú no eres mi cáraid... Mi
hembra tiene que ser más mujer... y tú hoy no me has demostrado eso.
Oyó la voz de su abuelo y se levantó de la cama de un brinco. Estaba muy cabreado y como no la viera pronto iba a ocurrir algo muy feo. Se metió en el baño y se enjuagó la cara con agua helada. Enseguida le dio color a las mejillas. La secó con la toalla y corrió hasta abrir la puerta y aparecer en el comedor. Caleb no iba a verla llorar de nuevo. Ni hablar.

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CAPÍTULO 18

—POR ODÍN, Caleb —As olisqueaba al vanirio con el rostro desencajado por la furia. —¿Qué

has hecho con mi nieta? ¿La has vuelto a marcar? Hueles a ella por todas partes...

—No la he obligado a nada, As.

—No te acerques a ella, ¿me has oído? Todavía está superando la conversión como para que tú

ahora la reclames. Déjala disfrutar un poco —su tono perdió el tono imperativo y se quedó en una súplica paternal. —Tiene que estar muy confundida ahora. Hay que dejar que se adapte,

¿entiendes?

Caleb miró al suelo avergonzado. As se comportaba como un padre iracundo con su hijo. Era curioso ver ese comportamiento hacia él.

—¿Dónde está? —exigió saber.

—Aquí, abuelo —dijo una voz al otro lado del salón.

Caleb ni se giró, pero As la miró a la cara consternado. Aileen parecía indefensa, aunque seguía demostrando la determinación y el porte de una berserker. Sin embargo, la luz de sus ojos violeta ya no estaba. Se acercó a su abuelo y le rodeó la cintura con los brazos.

—¿Qué ha pasado? —su mirada helada sobre Caleb.

Caleb enderezó los hombros y miró hacia otro lado.

—Nada que no tuviera que pasar, abuelo —restregó la cara en el pecho del hombre. Quería oler a él y quitarse la esencia de Caleb de encima.

—Tú no estás bien, cariño —la tomó de la cara. —Mira tus ojitos, están hinchados...

—Es sólo que estoy cansada —explicó ella. —Estos días están siendo agotadores y ayer hubo una pelea y...

—¿Te hicieron algo? —preguntó tenso. —Envié a los pelotones de Noah y Adam a la zona donde ibas a estar.

—Sí, As —comentó Caleb. —Ellos vinieron a echarnos una mano. Os lo agradecemos. As ni lo miró. Tenía los ojos protectores sobre el rostro de Aileen.

—¿Qué haces aquí, abuelo? —le preguntó ella jugando con su camisa roja y negra.

—Estaba preocupado por ti. Quería verte. Vente a mi casa a vivir, no tienes que quedarte aquí

—no le gustaba que el vanirio se la llevara tan pronto y de una manera tan fulminante de su lado. Caleb admiró la facilidad con la que el berserker revelaba sus sentimientos. No los tenía que

ocultar, decía lo que decía porque así lo sentía. Tal vez por eso tenía esa expresión de paz en el
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rostro.

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—Tranquilo, abuelo As. Ayer estuve en la casa de mi padre, que ahora es mía ¿sabes? Mis
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amigos Ruth y Gabriel están aquí, él los trajo —señaló a Caleb sin mirarlo.
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—¿Por qué hiciste eso, colmillos? —preguntó asombrado. —Primero el perro, ahora esto...
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Caleb miró a Aileen, pero ésta no le devolvió el gesto.

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—Creí que se sentiría mejor con ellos aquí. Ya sabes, no tan sola.
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—Aha —lo miró extrañado. —Todo un detalle. ¿Entonces te gusta tu casa, pequeña? —la volvió

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a sonreír.

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—Es demasiado para mí.

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—No lo es. Tú tienes lo que te mereces. Pero te lo repito: puedes vivir conmigo. Me gusta que
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estés en casa y además no quiero que estés sola. Necesitas protección.
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Por una de las puertas de la casa, aparecieron Menw y Cahal, ambos con su pelo rubio y sus caras de pecado, vestidos de riguroso negro.

—¿Qué pasa, amigos? —preguntó Caleb.

—Te traigo el estudio de todo lo que obtuviste del camión —dijo Menw entregándole un amplio dossier con tapas negras.

Cahal miró a Aileen y a Caleb intermitentemente. Inhaló el aire, pero frunció el ceño. No había el nudo emocional entre ellos. Sí una vinculación física, pero no estaban vinculados realmente todavía.

—Habla, Menw. Es bueno que As esté aquí para oírlo todo. Sentémonos, por favor —dijo Caleb censurando a Cahal con la mirada.

—Estamos enfrentándonos a hombres que saben lo que se hacen —Menw entrelazó las manos y se inclinó sobre la mesa. —Ya no se trata de los típicos grupos con crucifijos, ajos y estacas. Nosotros no somos vampiros, así que esos utensilios no nos afectan. Sin embargo, estos hombres son expertos en la ciencia y la medicina y saben muy bien como aplacarnos —puso una bolsa negra sobre la mesa de diseño y sacó de ella todos los artilugios. Aileen abrió los ojos para ver todo lo que había allí. Sprays, perdigones, balas con puntas en forma de erizo, bolsas aislantes de la luz...

—Empieza Menw —sugirió Caleb.

—En este frasco —tomó uno rojo metálico con el pitorro negro, —hay componentes fenólicos y terpénicos: tinol, carvanol, geraniol, linalol y terpinerol.

—Estos potes —dijo Aileen observándolo con atención— son los que se utilizan en las salas de operaciones para esterilizarlas. Es como un desodorante. Yo he vendido estos productos. Menw alzó las cejas y asintió.

—Tú lo has dicho —le dijo el rubio. —Es lo que crees, sólo que se utilizan para otros medios. Lo usan para disimular nuestros olores cuando expectoramos. Nuestro sudor, nuestro olor corporal es muy fuerte, que no desagradable. Si están haciendo daño a alguno de los nuestros, nuestra nariz lo detecta, pero si camuflan el olor con esto... no olemos nada. Son sustancias que eliminan los olores. Desodorantes, como indica la palabra. Las salas donde hacen las operaciones están selladas herméticamente para que no transpire el olor. Por eso, aunque haya una sede aquí de Newscientists y hayan cogido a uno de los nuestros, nosotros no lo hemos notado. No podemos olerlos. Rocían los cuerpos con esto, y
voilá
. Si a esto le sumas que como dijo el chucho...

—Noah —corrigió Aileen reprochándolo.

—Perdona... que como dijo Noah —corrigió— tienen cuerpos criogenizados en los laboratorios,
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¿cómo íbamos a detectarlos? El cuerpo congelado no huele.

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—Pero encontrasteis a mi padre —dijo Aileen.

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—Lo encontramos porque alguien quiso que así fuera —explicó Caleb sin mirarla. —Su cuerpo
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había sido criogenizado y cortado a trozos. Parte de los miembros tenían resto de congelación... Es
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como si lo hubieran sacado de la nevera a propósito. Lo pusieron en un container público en la

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calle Oxford. Eso es algo ridículo, impensable, a no ser que...
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—Una provocación —siseó As.

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—O tal vez no. Lo colocaron ahí para que lo encontráramos. Su cuerpo, particularmente un
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sello que tenía en el brazo, nos llevó a la sede oficial en Barcelona. Allí fue estudiado y luego lo
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reportaron aquí, pero no llegó al edificio de la calle Oxford. Nosotros no sabíamos que en el
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mismísimo Londres teníamos otros laboratorios Newscientists. Lo teníamos enfrente y no nos
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dimos cuenta. Lo que me hace pensar que alguien ha querido destapar el tinglado dejando el
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cuerpo a la vista de todos.

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—¿Alguien os ha querido ayudar? —susurró Aileen.

—Puede ser... no lo sabemos con seguridad. Lo único que sí sabemos es que la noche que sacaron el cuerpo de Thor, los dos mejores rastreadores del clan —dijo Menw, —que son Caleb y Samael, estaban de guardianes. Lo olieron y lo descubrieron. El cuerpo no olía a berserker ni a nosferátum, sólo a humano. Eso, por eliminación, ya daba una pista sobre quiénes lo habían tocado.

—¿Qué más hay? —preguntó As memorizando toda la información.

—Esta crema que hay aquí es la antítesis del desodorante —señaló Menw frotando parte de la crema entre su dedo índice y el pulgar. —Feromonas.

Los hombres se echaron para atrás e intentaron no inhalar.

—De las dos especies —concretó Menw. —Imaginaos que desaparece un berserker. Al cabo de un tiempo aparece muerto con este olor por toda su piel. Huele —ordenó a Caleb.

—No hace falta —dijo él, —lo huelo desde aquí. Huele a vanirio. As inhaló y asintió.

—Durante mucho tiempo los berserkers han creído que tras las muertes de sus miembros estábamos nosotros detrás. ¿Cómo no iban a creerlo? Eso les decía su nariz.

—Y a nosotros nos ha pasado lo mismo —afirmó Cahal mirando a As.

—¿Y que son estos perdigones? —preguntó Aileen.

—Son cápsulas con Pentotal y Propofol. Se deshacen en el torrente sanguíneo una vez perforan la piel. Se utilizan en las anestesias intravenosas y balanceadas. Nos disparan con esto y si aciertan, nos dejan en alfa. Tienen dosis muy altas, capaces con sólo una de ellas de tumbar a un elefante. Éstas de aquí —señaló unas minúsculas de color amarillo— contienen ácido. Deshacen el músculo y la carne una vez te perforan.

—Señor —suspiró Aileen abrazándose.

Caleb la miró de reojo y sin poder evitarlo se acercó a ella queriendo transmitirle calor. Aileen lo vio y se movió contra su abuelo, alejándose de él. Así estaban las cosas.

—Más cosas... —Menw cogió un sobre plateado, lo abrió y sacó un pañuelo húmedo. —Paños con halotano, isoflurano, desflurano... es una variedad de morfina. La inhalas y caes en redondo hasta que se te aparece Moisés. Y éstas de aquí —señaló las jeringas y los frascos, —fentanilo, succinilcolina... Morfina intravenosa y relajantes musculares. Esto lo utilizan en las carnicerías que hacen con nosotros, seguro.

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