Read Residence on Earth (New Directions Paperbook) Online
Authors: Pablo Neruda,Donald D. Walsh
In the depths of the deep sea,
in the night of long lists,
like a horse your silent
silent name runs past.
Lodge me at your back, oh shelter me,
appear to me in your mirror, suddenly,
upon the solitary, nocturnal pane,
sprouting from the dark behind you.
Flower of sweet total light,
bring to my call your mouth of kisses,
violent from separations,
resolute and delicate mouth.
Now then, in the long run,
from oblivion to oblivion the rails
reside with me, the cry of the rain:
what the dark night preserves.
Welcome me in the threadlike evening,
when at dusk it works upon
its wardrobe and in the sky a star
twinkles filled with wind.
Bring your substance deep down to me,
heavily, covering my eyes,
let your existence cut across me, supposing
that my heart is destroyed.
Cómo surges de antaño, llegando,
encandilada, pálida estudiante,
a cuya voz aún piden consuelo
los meses dilatados y fìjos.
Sus ojos luchaban como remeros
en el infinito muerto
con esperanza de sueño y materia
de seres saliendo del mar.
De la lejanía en donde
el olor de la tierra es otro
y lo vespertino llega llorando
en forma de oscuras amapolas.
En la altura de los días inmóviles
el insensible joven diurno
en tu rayo de luz se dormía
afirmado como en una espada.
Mientras tanto crece a la sombra
del largo transcurso en olvido
la flor de la soledad, húmeda, extensa,
como la tierra en un largo invierno.
How you rise up from yesteryear, arriving,
dazzled, pale student,
at whose voice the dilated and fixed months
still beg for consolation.
Their eyes struggled like rowers
in the dead infinity
with hope of sleep and substance
of beings emerging from the sea.
From the distance where
the smell of the earth is different
and the twilight comes weeping
in the shape of dark poppies.
At the height of motionless days
the insensible diurnal youth
was falling asleep in your ray of light
as if fixed upon a sword.
Meanwhile there grows in the shadow
of the long passage through oblivion
the flower of solitude, moist, extensive,
like the earth in a long winter.
En la noche del corazón
la gota de tu nombre lento
en silencio circula y cae
y rompey desarrolla su agua.
Algo quiere su leve daño
y su estima infmitay corta,
como el paso de un ser perdido
de pronto oído.
De pronto, de pronto escuchado
y repartido en el corazón
con triste insistencia y aumento
como un sueño frío de otoño.
La espesa rueda de la tierra
su llanta húmeda de olvido
hace rodar, cortando el tiempo
en mitades inaccesibles.
Sus copas duras cubren tu alma
derramada en la tierra fría
con sus pobres chispas azules
volando en la voz de la lluvia.
Into the night of the heart
your name drops slowly
and moves in silence and falls
and breaks and spreads its water.
Something wishes for its slight harm
and its infinite and short esteem,
like the step of a lost one
suddenly heard.
Suddenly, suddenly listened to
and spread in the heart
with sad insistence and increase
like a cold autumnal dream.
The thick wheel of the earth,
its tire moist with oblivion,
spins, cutting time
into inaccessible halves.
Its hard goblets cover your heart
spilt upon the cold earth
with its poor blue sparks
flying in the voice of the rain.
He vencido al ángel del sueño, el funesto
alegórico:
su gestión insistía, su denso paso llega
envuelto en caracoles y cigarras,
marino, perfumado de frutos agudos.
Es el viento que agita los meses, el silbido de un tren,
el paso de la temperatura sobre el lecho,
un opaco sonido de sombra
que cae como trapo en lo interminable,
una repetición de distancias, un vino de color confundido,
un paso polvoriento de vacas bramando.
A veces su canasto negro cae en mi pecho,
sus sacos de dominio hieren mi hombro,
su multitud de sal, su ejército entreabierto
recorreny revuelven las cosas del cielo:
él galopa en la respiración y su paso es de beso:
su salitre seguro planta en los párpados
con vigor esencial y solemne propósito:
entra en lo preparado como un dueño:
su substancia sin ruido equipa de pronto,
su alimento profético propaga tenazmente.
Reconozco a menudo sus guerreros,
sus piezas corroídas por el aire, sus dimensiones,
y su necesidad de espacio es tan violenta
que baja hasta mi corazón a buscarlo:
él es el propietario de las mesetas inaccesibles,
él baila con personajes trágicos y cotidianos:
de noche rompe mi piel su ácido aéreo
y escucho en mi interior temblar su instrumento.
Yo oigo el sueño de viejos compañeros y mujeres amadas,
sueños cuyos latidos me quebrantan:
su material de alfombra piso en silencio,
su luz de amapola muerdo con delirio.
Cadáveres dormidos que a menudo
danzan asidos al peso de mi corazón,
qué ciudades opacas recorremos!
Mi pardo corcel de sombra se agiganta,
y sobre envejecidos failures, sobre lenocinios de
escaleras gastadas,
sobre lechos de niñas desnudas, entre jugadores de foot-ball,
del viento ceñidos pasamos:
y entonces caen a nuestra boca esos frutos blandos del cielo,
los pájaros, las campanas conventuales, los cometas:
aquel que se nutrió de geografía pura y estremecimiento,
ése tal vez nos vio pasar centelleando.
Camaradas cuyas cabezas reposan sobre barriles,
en un desmantelado buque prófugo, lejos,
amigos míos sin lágrimas, mujeres de rostro cruel:
la medianoche ha llegado y un gong de muerte
golpea en torno mío como el mar.
Hay en la boca el sabor, la sal del dormido.
Fiel como una condena, a cada cuerpo
la palidez del distrito letárgico acude:
una sonrisa fría, sumergida,
unos ojos cubiertos como fatigados boxeadores,
una respiración que sordamente devora fantasmas.
En esa humedad de nacimiento, con esa proporción tenebrosa,
cerrada como una bodega, el aire es criminal:
las paredes tienen un triste color de cocodrilo,
una contextura de araña siniestra:
se pisa en lo blando como sobre un monstruo muerto:
las uvas negras inmensas, repletas,
cuelgan de entre las ruinas como odres:
oh Capitán, en nuestra hora de reparto
abre los mudos cerrojos y espérame:
allí debemos cenar vestidos de luto:
el enfermo de malaria guardará las puertas.
Mi corazón, es tarde y sin orillas,
el día, como un pobre mantel puesto a secar,
oscila rodeado de seres y extension:
de cada ser viviente hay algo en la atmósfera:
mirando mucho el aire aparecerían mendigos,
abogados, bandidos, carteros, costureras,
y un poco de cada oficio, un resto humillado
quiere trabajar su parte en nuestro interior.
Yo busco desde antaño, yo examino sin arrogancia,
conquistado, sin duda, por lo vespertino.
I have conquered the angel of sleep, the metaphorical
doom:
his procedure insisted, his dense passage arrives
wrapped in snails and locusts,
maritime, perfumed with sharp fruits.
He is the wind that shakes the months, the whistle of a train,
the passage of temperature over the bed,
an opaque sound of shadow
that falls like a rag on the interminable,
a repetition of distances, a wine of confused color,
a dusty passing of bellowing cows.
At times his black hamper falls upon my chest,
his bags of authority wound my shoulder,
his multitude of salt, his half-open army
overrun and overturn the things of heaven:
he gallops in the breath and his step is kisslike:
his secure saltpeter he plants in the eyelids
with essential vigor and solemn purpose:
he enters the preparation like a master
his soundless substance he equips suddenly,
his prophetic food he propagates tenaciously.
I often recognize his warriors,
his rooms corroded by the air, his dimensions,
and his need for space is so violent
that he comes down to my heart to seek it:
he is the proprietor of the inaccessible plateaus,
he dances with tragic and daily personages:
at night his aerial acid breaks my flesh
and within me I listen to the trembling of his instrument.
I hear the dream of old companions and beloved women,
dreams whose pulsings shatter me:
I tread in silence on their ruglike substance,
their poppy light I bite deliriously.
Sleeping corpses that often
dance clutched to the weight of my heart,
what opaque cities we travel through!
My dark shadowy steed becomes gigantic,
and above aged gamblers, above whorehouses with
worn-away staircases,
above beds with naked girls, among soccer players,
hugging the wind we pass:
and then fall into our mouths those bland fruits from the sky,
birds, convent bells, comets:
that one who was nurtured on pure geography and trembling,
that one perhaps saw us pass sparkling.
Comrades whose heads rest on barrels,
on a dismantled fugitive ship, far away,
my tearless friends, women with cruel faces:
midnight has arrived and a death gong
strikes around me like the sea.
In the mouth there is the taste, the salt of the sleeper.
Faithful as a penalty, to each body
hastens the pallor of the lethargic district:
a cold smile, submerged,
eyes hooded, like weary boxers,
a breathing that dully devours ghosts.
In that moistness of birth, with that gloomy proportion,
closed in like a wine cellar, the air is criminal:
the walls have a sad crocodile color,
a texture of sinister spider:
one steps on the softness as on a dead monster:
the immense black grapes, swollen,
hang down among the ruins like wineskins:
oh, Captain, in our hour of distribution
open the mute locks and wait for me:
there we must sup dressed in mourning:
the malarial patient will guard the doors.
My heart, it is late and shoreless,
the day, like a poor tablecloth put out to dry,
wavers surrounded by beings and extension:
of each living being there is something in the atmosphere:
if one looked hard at the air beggars would appear,
lawyers, bandits, mailmen, dressmakers,
and a little of each trade, a humbled remainder,
wants to perform its part in our interior.
I have been seeking for years, I examine without arrogance,
conquered, no doubt, by the twilight.
Qué pura eres de sol o de noche caída,
qué triunfal desmedida tu órbita de bianco,
y tu pecho de pan, alto de clima,
tu corona de árboles negros, bienamada,
y tu nariz de animal solitario, de oveja salvaje
que huele a sombra y a precipitada fuga tiránica.
Ahora, qué armas espléndidas mis manos,
digna su pala de hueso y su lirio de uñas,
y el puesto de mi rostro, y el arriendo de mi alma
están situados en lo justo de la fuerza terrestre.
Qué pura mi mirada de nocturna influencia,
caída de ojos oscuros y feroz acicate,
mi simétrica estatua de piernas gemelas
sube hacia estrellas húmedas cada mañana,
y mi boca de exilio muerde la carne y la uva,
mis brazos de varón, mi pecho tatuado
en que penetra el vello como ala de estaño,
mi cara blanca hecha para la profundidad del sol,
mi pelo hecho de ritos, de minerales negros,
mi frente, penetrante como golpe o camino,
mi piel de hijo maduro, destinado al arado,
mis ojos de sal ávida, de matrimonio rápido,
mi lengua amiga blanda del dique y del buque,
mis dientes de horario bianco, de equidad sistemática,
la piel que hace a mi frente un vacío de hielos
y en mi espalda se torna, y vuela en mis párpados,
y se repliega sobre mi más profundo estímulo,
y crece hacia las rosas en mis dedos,
en mi mentón de hueso y en mis pies de riqueza.
Y tú como un mes de estrella, como un beso fijo,
como estructura de ala, o comienzos de otoño,
niña, mi partidaria, mi amorosa,
la luz hace su lecho bajo tus grandes párpados,
dorados como bueyes, y la paloma redonda
hace sus nidos blancos frecuentemente en ti.
Hecha de ola en lingotes y tenazas blancas,
tu salud de manzana furiosa se estira sin límite,
el tonel temblador en que escucha tu estómago,
tus manos hijas de la harina y del cielo.
Qué parecida eres al más largo beso,
su sacudida fija parece nutrirte,
y su empuje de brasa, de bandera revuelta,
va latiendo en tus domínios y subiendo temblando,
y entonces tu cabeza se adelgaza en cabellos,
y su forma guerrera, su círculo seco,
se desploma de súbito en hilos lineales
como filos de espadas o herencias del humo.