El conductor cojeaba un poco y pasaba casi desapercibido entre los uniformes de la AFI y la SI a mí me pareció una falta de educación que hicieran moverse al viejo más rápido de lo que podía.
Alguien había girado uno de los inmensos focos de las obras para que iluminara la zona y cuando los lejanos generadores cobraron vida con un rumor sordo a medio kilómetro de distancia, un fulgor suave se convirtió en una claridad dura que eliminó el gris del atardecer moribundo. Poco a poco, el rumor de fondo empezó a pasar desapercibido. Mientras mi cabeza daba vueltas tras una idea, dejé caer la barrita gastada en el bolso y suspiré.
Después me quedé inmóvil y rocé con los dedos los conocidos objetos que llevaba en el bolso. Faltaba algo además del control remoto. Sobresaltada, me quedé mirando el bolso oscuro de tela y lo ladeé un poco para que la luz creciente iluminara lo que pudiera. La visión de mis cosas esparcidas por la rejilla cuando Nick me tiró al suelo me pasó por delante de los ojos.
—No está —dije, y la sensación era irreal. Levanté la cabeza y me encontré primero con la mirada extrañada de Jenks y luego la de Ivy. La vampira se apartó un poco del vehículo.
—¡La estatua del lobo no está! —exclamé mientras intentaba decidir si debería reírme o maldecir por haber tenido razón al no confiar en Nick—. El muy cabrón se la llevó. ¡Me tiró al suelo y la cogió! —Había hecho bien al dejar el tótem metido entre la ropa interior de seda de Jenks y su docena de cepillos de dientes. Maldita sea, me habría encantado haberme equivocado esa vez.
—Me meo en las margaritas… —dijo Jenks—. Por eso provocó la pelea.
La cara perpleja de Ivy se despejó al comprenderlo todo, o por lo menos creía entenderlo.
—Disculpad un momento —dijo y se apartó de un empujón del vehículo de la SI.
—Ivy, espera —dije. Ojalá le hubiera dicho lo que había hecho aunque no era como si pudiera ponerme a gritar que Nick tenía una estatua falsa. Me aparté de la puerta de atrás del todo terreno con un empujón. La punzada de dolor que me recorrió me recordó que acababa de estrellarse un camión contra mí—. ¡Ivy! —grité, y un tío de la SI fue tras ella.
—¡Solo será un momento! —exclamó ella por encima del hombro. Cruzó como una tromba los carriles cerrados, los tipos de uniforme se acercaban desde todas direcciones para cerrarle el paso. Yo me puse a seguirla pero me encontré de inmediato con que mi codo quedaba atrapado por las garras de uno de los tíos de bigote. Varias imágenes de fechas de juicios y celdas de cárceles me mantuvieron quietecita cuando el primer hombre que tocó a Ivy terminó en el suelo, Ivy le había dado un golpe en la mandíbula con el brazo rígido.
Se hizo una llamada general y yo seguí mirando, se me hundió el alma a los pies, recordé aquella vez que entre ella y Jenks habían derribado a toda una planta de agentes de la AFI. Pero esa vez eran cazarrecompensas de la SI.
—Quizá deberíamos habérselo dicho —dije y Jenks lanzó una risita de satisfacción mientras se frotaba la muñeca donde había llevado las esposas.
—Tiene que desahogarse un poco —contestó el pixie y después susurró—: Joder. Mira eso.
Sus ojos verdes brillaban bajo la luz de neón que nos abrasaba, me quedé con la boca abierta cuando seguí la mirada de Jenks hasta el camión grúa. La luz que inundaba la zona, mucho más brillante, hacía obvio lo que habían ocultado las sombras. Las manos del tío del garaje estaban inmaculadas, ni una sola mancha, y la mancha oscura de la rodilla del mono azul estaba demasiado húmeda para ser aceite.
—Nick —susurré sin aliento, y sin saber cómo se había puesto el pelo de aquel color blanco sucio tan rápido. Seguía llevando mi amuleto de disfraz pero con el mono y la gorra era irreconocible.
Jenks se levantó a mi lado y susurró:
—Por el jardín del pecado de Campanilla, ¿se puede saber qué está haciendo? Sacudí la cabeza y vi a los hombres lobo observándolo también.
Maldita sea
mil veces, creo que saben que es él.
—Cree que tiene el foco —dije—. Está intentando llevarse también el original.
—¿Y nos deja a nosotros cargando con el muerto? —terminó Jenks, indignado—. Será babosa. Si no va al hospital y muere sobre el papel, tenemos un vampiro muerto que explicar y nos harán comparecer por fraude al seguro. ¡Rache, soy demasiado guapo para ir a la cárcel!
Aterrada, me volví hacia Jenks con el estómago hecho un nudo.
—Tenemos que detenerlo.
Jenks asintió y yo hice bocina con las manos.
—¡Ivy! —grité—. ¡La grúa!
No fue la mejor idea del mundo pero funcionó. Ivy solo tuvo que echar un vistazo para darse cuenta que era Nick. Lanzó un grito, le dio un porrazo al último agente de la SI y echó a correr, y solo para que la derribara un golpe afortunado de otro oficial al que ya había tirado antes. Ivy cayó espatarrada y en menos de dos segundos estaba esposada.
Jenks se puso en movimiento y distrajo a los agentes de la AFI que nos rodeaban. Tras pensar que aquello iba a quedar estupendo en mi currículo, los esquivé y corrí hacia la grúa. La gente empezó a gritar y seguramente alguien había sacado un arma, porque oí:
—¡Deténgase o usaré la fuerza!
Fuerza, y una mierda
, pensé. Si me disparaban, denunciaría a aquellas chapitas hasta el día de la Revelación. Yo no tenía nada más fuerte que un amuleto del dolor. Me habían registrado y lo sabían.
Fue más o menos entonces cuando Nick se dio cuenta que iba a por él. Obviamente asustado, abrió la puerta de un tirón. Se oyó un grito cuando su motor se revolucionó, el rugido se oyó por encima del ruido de los generadores. Escuchamos un silbido penetrante y el líder de la facción militar desconocida agitó una mano por encima de la cabeza como si diera instrucciones. Empezaron a sonar cláxones cuando tres coches trucados pararon en medio del tráfico y salieron unos hombres lobo, que se acercaron con expresiones lúgubres. No estaban muy contentos. Y yo tampoco.
—¡Detenedlo! —me salió como una especie de orden ladrada antes de acelerar el paso. Iba a ser la primera en coger a Nick o quien fuera que me ganara en el intento iba encontrarse con mi pie en sus tripas. Me había herido y traicionado, me había dejado para que limpiara su marrón y pagara lo que había hecho él. Dos veces. Pero no está.
Había clavado los ojos con fervor en el camión cuando dio una sacudida y estuvo a punto de calarse, pero un destello de polvo de pixie me hizo detenerme en seco.
—¿Jax? —exclamé, conmocionada.
—Señorita Morgan —dijo el adolescente pixie, flotaba delante de mis narices con un amuleto tan grande como él, los ojos brillantes y las alas rojas de emoción—. Nick quería que le dijera que lo siente mucho y que la quiere. La quiere de verdad.
—¡Jax! —Tuve que parpadear hasta que se desvanecieron las chispas de su polvo. Posé los ojos en el camión. Nick intentaba poner el pesado vehículo en movimiento y las ruedas humeaban. Después se bloquearon con una sacudida y me quedé fría cuando me di cuenta que venía directamente hacia mí. Vi a Nick luchando con el enorme volante, con los brazos rígidos y el miedo en los ojos mientras hacía lo que podía por girarlo.
—¡Rachel, quítate de en medio! —chilló Ivy por encima del rumor sordo del motor.
Me quedé inmóvil cuando las ruedas giraron y no me dieron por poco, las llantas asumieron el peso que las comprimía de forma peligrosa. Jenks se estrelló contra mí y me apartó todavía más. Ahogué un grito y choqué con el asfalto por tercera vez, la tercera, en menos de una hora. El camión pasó rugiendo a nuestro lado en medio de un ruido aterrador y una brisa de vapores con olor a diesel. Un crujido seguido por un estruendo me agitó las tripas, el sonido me fue recorriendo la espalda como una ola. Jenks me mantuvo la cabeza en el suelo y un segundo estruendo siguió al primero.
¿
Qué coño había sido aquello
? Con el corazón martilleándome en el pecho, me quité a Jenks de encima y levanté la cabeza. La grúa se estaba escorando fuera de control, las ruedas habían estallado. ¿Alguien les había disparado a las llantas?
Me levanté como pude y vi que la grúa con la camioneta de Nick giraba de repente para esquivara los periodistas, que salieron corriendo. Las llantas chillaron y las marchas se clavaron, los frenos se quemaron cuando Nick los pisó a fondo. El impulso mantuvo el vehículo en movimiento, escorándose hacia el quitamiedos temporal.
—¡Nick! —chillé, pero la grúa atravesó la barrera como si fuera mantequilla. Con un silencio espeluznante, desapareció.
Cojeé hasta el borde con el corazón en la boca, demasiado herida para erguirme del todo. Jenks venía detrás de mí y me echó hacia atrás de un tirón cuando llegué al borde medio deshecho. El viento llegaba a ráfagas del agua lejana y me quitaba el pelo de los ojos. Miré hacia abajo, mareada.
Empecé a hiperventilar con la mano en el estómago. Se me nubló la vista y me quité la mano de Jenks de encima.
—Estoy bien —murmuré, pero no había nada que ver. Ciento ochenta metros empequeñecen hasta un camión grúa.
Y Nick estaba dentro.
Que Dios me ayude
.
—Tranquila, Rache —dijo Jenks mientras me echaba hacia atrás y me hacía sentarme.
—Nick —murmuré, me obligué a abrir los ojos cuando el asfalto frío recibió mi trasero. No iba a desmayarme. ¡De eso nada, maldita fuera! Miré el borde, la carretera se partía para enseñar el metal incrustado en ella que amenazaba con ceder allí donde el peso del camión la había golpeado con fuerza. Unos zapatos brillantes se arremolinaron a mi alrededor, los de los agentes que se habían asomado al borde. Al frente de la nerviosa multitud estaban los hombres lobo. Iban vestidos de traje, cuero y uniformes militares, pero la expresión de sus rostros era la misma en todos. Incredulidad y conmoción. Había desaparecido.
El crujido de una radio se inmiscuyó en el momento, era la del agente de la SI que maldecía en voz baja mientras miraba por el borde.
—Al habla Ralph —dijo manoseando el botón—. Tenemos dos camiones que se han caído del puente y un cuerpo en el agua. Sonreíd, chicos. Vamos a salir en las noticias.
No oí lo que le contestaron, que se perdió entre el siseo de la mala cobertura y el estruendo de mi corazón al intentar encajar todo aquello.
Se había ido puente abajo. Nick se había caído por el puente
.
—Pues sí —dijo el hombre—. Confirmo que un vehículo comercial que remolcaba una camioneta se ha ido puente abajo y hay un cuerpo en el agua. Será mejor que saquéis el bote. ¿Alguien tiene el número de Marshal?
Escuchó la respuesta y después se colgó la radio del cinturón y se quedó mirando hacia abajo con las manos en las caderas. Varias obscenidades en voz baja caían de sus labios como el humo gris de su cigarrillo, que se mezclaba con el leve aroma a incienso. Ralph era un vampiro vivo, el primero de la zona que yo veía aparte de la que me había vendado la pierna. Me pregunté de quién era el cuello que no mordía para que le hubieran encasquetado un trabajo allí arriba, tal lejos del bullicio de la ciudad en la que tanto prosperaban sus iguales.
Levanté la cabeza.
—¿Estará bien? —pregunté y Ralph me miró, sorprendido.
—Señorita —dijo al verme—, ese tipo murió de un ataque al corazón antes de chocar con el agua. Y si eso no acabó con él, murió con el impacto. Desde esta altura, es como estrellarse contra un muro de ladrillos.
Parpadeé e intenté asumirlo.
Un muro de ladrillos
. Sería el segundo muro de ladrillos que golpeaba Nick ese día. Se me nubló un poco la vista y la visión de Jax y aquel amuleto me llenó la cabeza. ¿Y si…?
—¿Y el cuerpo? —insistí, y el agente se volvió, impaciente—. ¿Cuándo podrán recuperar el cuerpo?
—No lo encontrarán jamás —contestó—. La corriente se lo llevará y lo dejará en el lago Hurón antes de lo que el maíz tierno tarda en pasar por un turista. Se ha ido. La única forma que tendría de sobrevivir sería si ya estuviera muerto. Maldita sea, me alegro de no tener que ser yo el que tenga que hablar con su familia. Apuesto a que tiene mujer y tres hijos.
Me encorvé, empezaba a caer en la cuenta de lo que había pasado en realidad. Dios bendito, había sido una idiota por partida doble. Nick no había muerto al caer por el puente. Aquello había sido una estafa justo desde el momento en que le había dicho que no se iba a quedar con la estatua, y yo me había metido directamente en la trampa.
—Se llamaba Nick —susurré, y el agente de la SI giró en redondo, la sorpresa invadía su rostro arrugado por los años. Ivy y Jenks se quedaron rígidos. Yo estaba traicionando nuestra tapadera, pero nos iban a interrogar en poco tiempo y quería que nuestras historias fueran las mismas—. Nick Sparagmos —añadí, pensando a toda prisa—. Nos estaba ayudando con una obra de arte que me habían contratado para que recuperara. Soy cazarrecompensas independiente en Cincinnati y esto era un trabajo. —
Hay que decir la verdad
.
»Se suponía que no tenía que estar aquí —continué mientras la tensión cuadraba los hombros de Ivy—. Pero cuando ese tío se estrelló contra nosotros y mató a Peter… —Cogí aire, ese dolor era real—. Se suponía que Peter solo tenía que asegurarse que la obra se entregaba sin problemas a las personas adecuadas. No tenía que salir herido. Las personas que tenían el objeto cuando lo recuperamos… Creo que el accidente fue su intento de llevárselo antes de que lo entregáramos. Nick vino con el camión grúa para asegurarse que no lo cogían. El artefacto seguía en la camioneta. El iba a sacarla de aquí, pero alguien les disparó a las ruedas. Oh, Dios, se cayó puente abajo. —Y una pequeña mentira mezclada con la verdad evita que tenga que ducharme en compañía.
Jenks me puso una mano en el hombro y me lo apretó para decirme que lo entendía. Peter había muerto en la camioneta en un accidente para satisfacer a la compañía de seguros. Nick había muerto al caerse del puente para satisfacer a los hombres lobo. Que Nick también fuera el conductor del camión Mack ni se consideraría siquiera, la ausencia del conductor se explicaría como la típica fuga de un conductor culpable tras un accidente. Si a alguien le picaba la curiosidad y averiguaba que el camión pertenecía a DeLavine, sería a él al que le caería encima el pleito de la compañía de seguros por interrupción prematura ilegal, no a mí.
A mí me sonaba bien, así que me iba a atener a eso.
Casi pude notar la preocupación que abandonaba a Jenks, pero Ivy seguía hecha un nudo de tensión sin saber que Nick no había conseguido absolutamente nada.