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Authors: Dan Simmons

Olympos (82 page)

BOOK: Olympos
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—Sí lo hace cuando se contempla lo que han estado haciendo los posthumanos en la Tierra durante casi un milenio y medio —contestó Orphu de Io—. Y lo que no han estado haciendo.

—¿Qué quieres decir con eso de lo que «no han estado haciendo»? — preguntó Mahnmut. Había planeado permanecer en silencio durante la conversación, pero su curiosidad era demasiada.

—Primero, no han estado reproduciéndose como se reproducen los seres humanos —dijo Orphu—. Fueron menos de diez mil durante varios siglos. Entonces ese rayo de neutrinos (guiado por taquiones modulados, creo entender por las publicaciones online de los astrónomos) fue disparado desde Jerusalén hace mil cuatrocientos años, un rayo que no apuntaba a ninguna parte en el espacio profundo y, de repente, pareció que no quedaban humanos. Ninguno.

—Sólo brevemente —dijo el Integrante Primero Asteague/Che.

—Sí, pero con todo... —continuó Orphu. Pareció que perdía el hilo de lo que iba a decir, pero luego añadió—: Y entonces, menos de un siglo más tarde, había unos cien mil humanos antiguos dispersos por el planeta. Evidentemente no eran descendientes de esos diez mil que desaparecieron. No hubo aumento de población... sólo
zas, pam
, gracias-señora... y cien mil personas surgen de la nada.

—¿Y qué te indica eso? —preguntó Asteague/Che. El formidable europano parecía divertido, como un maestro cuando un estudiante demuestra ser de pronto una promesa inesperada.

—Eso me indicó que los antiguos no nacieron —dijo Orphu de Io—. Fueron decantados.

—¿Nacimiento virgen? —preguntó Cho Li. La extraña voz del calistano rezumaba sarcasmo.

—Más o menos —dijo Orphu, sugiriendo con su tono tranquilo que no se había ofendido por el retintín—. Creo que los posthumanos tienen y tenían un millón o así de memorias y personalidades y cuerpos humanos almacenados en esos aparatos de memoria orbitales... ¿Quién sabe? Tal vez un satélite por cada ser humano, y que restituyeron la manada. Lo cual lleva a la explicación de por qué la población parece haberse mantenido exactamente en cien mil antiguos durante un milenio y medio.

—¿Por qué? —preguntó el centurión líder Mep Ahoo. Al igual que

Mahnmut, el soldado rocavec parecía sinceramente interesado.

—Población rebaño mínima —dijo Orphu—. Los posthumanos permitieron a los antiguos reproducirse solamente por sustitución... es decir, uno por persona. Y sólo cuando se producía una muerte. Y he leído que se estima que los antiguos viven exactamente un siglo terrestre y luego desaparecen. Suficiente para mantener al rebaño en marcha dados los cambios climáticos o lo que sean, sin que haya tantos para que puedan tener una población excesiva o escapar de la reserva.

—¿Dónde has leído que los humanos antiguos vivían exactamente un siglo? —preguntó Cho Lo. Parecía sorprendido.

—En
The Scientific Ganymedan
—contestó Orphu—. Hace más de ocho siglos que estoy suscrito a su emisión.

El Integrante Primero Asteague/Che alzó una mano muy humanoide.

—Tendrás que perdonarme, Orphu de Io, pero aunque te felicito por tus deducciones sobre el propósito de los aparatos orbitales y la longevidad exacta que hemos observado en los restantes cien mil seres humanos antiguos (al menos hasta estos últimos meses, cuando se ha producido una caída en la población debida a esos ataques de criaturas desconocidas), has dicho que podías decirnos por qué hay dioses griegos en Marte, de quién es la Voz, cómo fue Marte tan milagrosamente terraformado y qué está causando la actual inestabilidad cuántica tanto en la Tierra como en Marte.

—A eso voy —dijo Orphu—. ¿Quieres que lo condense y ponga la Teoría del Todo en una ráfaga de tensorrayo a alta velocidad? Tardaría menos de un segundo.

—No, no es necesario —dijo el Integrante Primero Asteague/Che—. Pero tal vez deberías hablar algo más rápido. Tenemos menos de tres horas para lanzar la nave de contacto... o no, durante la maniobra de aerofrenado.

Orphu de Io bramó a niveles subsónicos de un modo que Mahnmut había aprendido a interpretar hacía tiempo como una risotada.

—Los humanos antiguos se concentran en unos trescientos centros localizados, en cinco continentes de la Tierra, ¿correcto? —dijo el ioniano.

—Correcto —respondió Cho Li.

—Y la población de esos nódulos varía —dijo Orphu—, aunque nuestros telescopios nunca han detectado signos de transporte: ninguna carretera importante en uso, ningún avión, ningún barco... ni siquiera barcos de vela como ésos en los que Mahnmut y yo recorrimos el Valles Marineris de Marte, ni siquiera un globo aerostático ocasional. Así que supusimos que los humanos antiguos se teletransportaban cuánticamente, aunque nuestros científicos moravec nunca han podido perfeccionar ese modo de viajar.

—Fue una suposición razonable —dijo Suma IV.

—Razonable —reconoció Orphu de Io—, pero equivocada. Sabemos ahora por los datos cuánticos dejados por los llamados dioses del Olimpo de Marte y la Tierra otradimensional, donde aún se libra la batalla de Troya, cómo es realmente el teletransporte cuántico. Conocemos sus huellas... y lo que los humanos antiguos hacían para llegar desde el Punto A al Punto B no lo es.

—Si los humanos antiguos no se teletransportan cuánticamente —dijo el centurión líder Mep Ahoo—, entonces ¿cómo se han estado moviendo instantáneamente de un lugar a otro de la Tierra durante más de mil cuatrocientos años?

—Usan la anticuada idea del teletransporte —dijo Orphu—. Almacenar todos los datos del cuerpo y la mente y la personalidad de un ser humano en código, descomponer la materia en energía, transmitirla y luego reagruparla en otra parte, igual que en esa vieja serie de televisión de la Edad Perdida...
Star Truck
.


Trek
—lo corrigió el general Beh bin Adee.

—¡Ajá! —dijo Orphu de Io—. Otro fan.

El general chasqueó sus afiladas garras con gesto de sonrojo o irritación.

—Hace mucho tiempo que nuestros científicos determinaron que almacenar cantidades tan increíbles de datos sería imposible —dijo Cho Li—. Requeriría más terabytes de espacio de almacenamiento que átomos hay en el universo.

—Evidentemente los posthumanos encontraron un medio de construir ese almacenamiento de memoria —dijo Orphu—, porque los humanos antiguos se han estado teletransportando durante siglos. No usan el verdadero teletransporte cuántico como nuestro amigo Hockenberry o los dioses del Olimpo, sino la burda destrucción mecánica de las moléculas y su montaje en otro lugar.

—¿Por qué querrían hacer eso con los humanos antiguos? —preguntó Mahnmut—. ¿Por qué un proyecto tan increíble para cien mil personas a quienes tratan casi como mascotas... como animales en un zoo? No hemos visto signos de nueva ingeniería humana, construcción de ciudades o creatividad desde hace más de milenio y medio.

—Tal vez el teletransporte en sí tenga algo que ver con ese retraso cultural —dijo Orphu—. Tal vez no. Pero estoy convencido de que eso es lo que estamos viendo. Un caso de «Teletransporte, Scoot.»

—Scotty —lo corrigió el Retrógrado Sinopessen.

—Gracias —dijo Orphu. A Mahnmut le tensorrayó:
Ya somos tres
.

—Puede que tengas razón y los humanos antiguos hayan estado utilizando una forma burda de replicación-transmisión de materia en vez de auténtico teletransporte cuántico —dijo Asteague/Che—, pero eso no explica Marte ni...

—No, pero la obsesión de los posthumanos por alcanzar otro universo dimensional sí que lo hace —contestó Orphu, sin advertir siquiera en su emoción y su placer que estaba interrumpiendo al Integrante Primero más importante de todo el Consorcio de las Cinco Lunas.

—¿Cómo sabes que los posts estaban obsesionados con llegar a otro universo dimensional? —preguntó el general Beh bin Adee.

—¿Bromeas? —dijo Orphu. Mahnmut supuso que al severo general rocavec del Cinturón de Asteroides no le habían hecho esa pregunta muchas veces en su vida ni en su carrera militar.

—No hay más que echar un vistazo a toda la chatarra que los posthumanos dejaron en órbita —continuó Orphu, ajeno a la sorpresa del moravec militar—. Tienen acumuladores de agujero de gusano, aceleradores de agujeros negros... todo ello primeros intentos de romper el espacio-tiempo y tomar atajos para llegar a este universo... o a otro.

—Los agujeros negros y los agujeros de gusano no funcionan —dijo llanamente el calistano Cho Li—. Al menos no como medio de transporte.

—Sí, nosotros lo sabemos ahora y eso es lo que los posthumanos descubrieron hace más de mil quinientos años —reconoció Orphu—. Entonces, cuando tuvieron en órbita todos esos increíbles satélites de almacenamiento de memoria, además de los burdos portales teletransportadores de replicación de materia para los humanos antiguos (a quienes, me juego el cuello, seguro que usaban como conejillos de indias en todos esos experimentos), sólo entonces empezaron los posthumanos a juguetear con los Agujeros Brana y el teletransporte cuántico.

—Nuestros científicos e ingenieros han estado... jugueteando, como tú lo expresas... con el teletransporte cuántico y la generación de Agujeros Membrana del universo Calabi-Yau desde hace muchos siglos —dijo el Retrógrado Sinopessen. El amalteano estaba tan agitado que casi bailaba sobre sus largas y plateadas patas arácnidas—. Sin suerte —añadió.

—Eso es porque no teníamos lo que permitió a los humanos dar su salto —dijo Orphu de Io, e hizo una pausa. Todos esperaron. Mahnmut sabía que su amigo estaba disfrutando del momento.

—El millón de cuerpos humanos, mentes, memorias y personalidades que fueron almacenados como datos digitales en sus satélites de memoria orbitales —dijo Orphu. Su grave voz sonaba triunfante, como si hubiera resuelto un problema matemático largamente meditado.

—No lo entiendo —dijo el centurión líder Mep Ahoo.

El radar de Orphu fluctuó sobre todos ellos, la caricia de una pluma sobre el espectro electromagnético. Mahnmut pensó que su amigo estaba esperando sus reacciones, quizá sus gritos de aprobación. Nadie se movió ni habló.

—Yo tampoco lo entiendo —dijo Mahnmut.

—¿Qué es el cerebro humano? —preguntó Orphu retóricamente—. Quiero decir, todos nosotros los moravecs tenemos un pedazo de uno. ¿Cómo es? ¿Cómo funciona? ¿Como los ordenadores binarios o de ADN que también llevamos para pensar?

—No —dijo Cho Li—. Sabemos que el cerebro humano no es un ordenador, ni tampoco es una máquina de memoria química como creían los científicos de la Edad Perdida. El cerebro humano... la mente... es un frente de onda holístico firme de estado cuántico.

—¡Exactamente! —exclamó Orphu—. Los posthumanos usaron este conocimiento profundo de la mente humana para perfeccionar sus Agujeros Brana, el viaje en el tiempo y el teletransporte cuántico.

—Sigo sin entenderlo —dijo el Integrante Primero Asteague/Che.

—Piensa en cómo funciona el teletransporte cuántico —dijo Orphu—. Cho, tú puedes explicarlo mejor que yo.

El calistano zumbó y luego moduló el zumbido en palabras.

—Los primeros experimentos de teletransporte (realizados por humanos antiguos en tiempos lejanos, hacia el siglo XX), funcionaban produciendo pares enlazados de fotones... y teletransportando un miembro del par... o más bien teletransportando el estado cuántico completo de ese fotón mientras transmitía el análisis del estado-Bell del segundo fotón a través de canales subliminales regulares.

—¿No viola eso el principio de Heisenberg y las restricciones de la velocidad de la luz de Einstein? —preguntó el centurión líder Mep Ahoo, quien, como Mahnmut, obviamente no había sido informado de los mecanismos por los que los dioses del monte Olimpo marciano se TCeaban a Ilión.

—No —respondió Cho Li—. Los fotones teletransportados no llevaban consigo ninguna información cuando se movían instantáneamente de un lugar a otro de este universo... ni siquiera información sobre su propio estado cuántico.

—Entonces los fotones teletransportados son inútiles —dijo el centurión líder Mep Ahoo—. Al menos para propósitos comunicativos.

—No del todo —lo corrigió Cho Li—. El recipiente de un fotón teletransportado tenía una posibilidad entre cuatro de adivinar su estado cuántico... el fotón cuántico sólo tenía esas posibilidades y, por deducción, la de utilizar los fragmentos de información cuántica. Se llaman qubits y los hemos usado con éxito para propósitos de comunicación instantánea.

Mahnmut sacudió la cabeza.

—¿Cómo llegamos de los fotones de estado cuántico que no transmiten información ninguna a los dioses griegos que se teletransportan cuánticamente a Troya?

—«La imaginación puede compararse con el sueño de Adán —entonó

Orphu de Io—. Despertó y encontró la verdad.» John Keats.

—¿Podrías intentar ser más críptico? —preguntó cáustico Suma IV.

—Podría —contestó Orphu.

—¿Qué tiene que ver el poeta John Keats con el teletransporte cuántico y el motivo de la actual crisis cuántica? —preguntó Mahnmut.

—Sugiero que los posthumanos consiguieron dar su salto en el teletransporte cuántico y los Agujeros Brana hace más de milenio y medio, precisamente por su conocimiento íntimo de la naturaleza cuanticoholística de la naturaleza humana —dijo el ioniano, ahora con voz seria.

»He hecho algunos estudios preliminares en el ordenador cuántico de la nave —continuó Orphu—. Cuando se representa la conciencia humana como el fenómeno de frente de oda que realmente es, se halla el factor en terabytes de los datos cuánticos qubit en la base del frente de onda de la realidad física misma, se aplican los adecuados campos relativistas de Coulomb que se transforman en estas funciones de onda de mente-concienciarealidad, entonces se ve fácilmente cómo los posthumanos abrieron Agujeros Brana a nuevos universos y luego se teletransportaron allí.

—¿Cómo? —preguntó el Integrante Primero Asteague/Che.

—Primero abrieron Agujeros Brana a universos alternativos donde había puntos en el espacio-tiempo donde ya había frentes de onda de pares relacionados de conciencia humana.

—¿Eh? —dijo Mahnmut.

—¿Qué es la realidad sino un frente de onda cuántica firme que se colapsa a través de estados de probabilidad? —preguntó Orphu—. ¿Cómo funciona la mente humana sino como una especie de interferómetro que percibe y colapsa esos mismos frentes de ola?

Mahnmut sigue meneando la cabeza. Se había olvidado de los otros moravecs del puente, de que podrían enviar su submarino y la nave de contacto a la Tierra al cabo de menos de tres horas, olvidado del peligro que corrían... se había olvidado de todo excepto del dolor de cabeza que su amigo Orphu de Io le estaba provocando.

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