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Authors: David Eddings

Tags: #Fantástico

La vidente de Kell (28 page)

BOOK: La vidente de Kell
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—Siempre ha sido así, Belgarion. La Niña de las Tinieblas es solitaria, al igual que el orgulloso Torak. Vos, sin embargo, sois humilde. Nunca habéis cometido excesos porque no conocéis la magnitud de vuestra valía. Eso os honra, Niño de la Luz, pues no os regodeáis en vuestra propia importancia. La Profecía de las Tinieblas ha elegido una sola persona y le ha concedido todo el poder. La Profecía de la Luz, sin embargo, ha preferido dispersar su poder entre varias. Aunque vos sois el principal portador de esta carga, todos vuestros compañeros comparten su peso. La diferencia entre las dos profecías es simple, aunque profunda.

—¿Te refieres a la diferencia entre el absolutismo y la responsabilidad compartida? —preguntó Beldin con aire pensativo.

—Algo similar, pero la diferencia es mucho más compleja.

—Sólo intentaba ser conciso.

—Eso es toda una novedad —dijo Belgarath y luego se dirigió al rey de Perivor—. ¿Podríais describir el arrecife, Majestad? —le preguntó—. El dibujo del mapa no es demasiado claro.

—Será un honor, venerable Belgarath. En mi juventud, navegué hasta aquellas aguas, pues el arrecife es una maravilla. Los navegantes aseguran que no hay nada igual en el mundo. Está formado por una serie de picos rocosos que se elevan por encima del mar. Es fácil ver los picos y por lo tanto también esquivarlos. Sin embargo, bajo la superficie de aquellas aguas acechan otros peligros. Furiosas corrientes y mareas fluyen entre las grietas del arrecife y el clima del lugar es muy inestable. Por este motivo, nadie ha logrado trazar un mapa preciso de la zona. Los marineros prudentes evitan pasar por allí y se mantienen apartados de este temerario obstáculo.

En ese momento entraron Durnik y Toth.

—Ya nos hemos ocupado de todo, Majestad —informó Durnik—. Naradas está bajo tierra y no volverá a causaros problemas. ¿Os interesa saber dónde lo hemos enterrado?

—Prefiero ignorarlo, amigo. Vos y vuestro gigantesco amigo me habéis hecho un gran favor esta noche, así que os ruego que si alguna vez puedo serviros en algo, no dudéis en avisarme.

—Cyradis —dijo Belgarath—, ¿se han acabado los acertijos? ¿Ó aún queda algún hilo suelto por ahí?

—No, venerable anciano. El juego de los acertijos ha concluido. Ahora comienza el de los hechos.

—Por fin —suspiró Belgarath, aliviado.

Entonces él y Beldin se dispusieron a estudiar el mapa.

—¿Habéis encontrado el mapa de Korim? —le preguntó Durnik a Seda.

—Ahí lo tienes —respondió Seda acompañándolo hasta la mesa—. Es un mapa muy antiguo. Los modernos escriben el nombre de otra forma y por eso tuvimos que venir hasta aquí.

—Hemos recorrido una larga distancia persiguiendo un simple trozo de papel —observó el herrero.

—Así es, amigo mío. Según Cyradis, todo ha sido parte de un juego entre el amigo que Garion lleva dentro de su cabeza y otro, que probablemente esté dentro de la cabeza de Zandramas.

—Odio los juegos.

—A mí no me molestan —dijo Seda.

—Porque eres drasniano.

—Supongo que ésa es la razón, al menos en parte.

—Está más o menos en el mismo sitio donde se encontraban las montañas de Korim, Belgarath —dijo Beldin mientras medía las distancias con los dedos—. Es probable que se movieran un poco cuando Torak agrietó la tierra.

—Si no recuerdo mal, ese día se movieron un montón de cosas.

—Oh, sí —asintió Beldin con vehemencia—. Tuve dificultades para mantenerme en pie, y eso que estoy más cerca del suelo que tú.

—¿Sabes una cosa? Ya lo había notado. Majestad —le dijo el anciano al rey—, ¿no podríais ser más concreto con respecto al arrecife? Intentar atracar junto a un pico rocoso con un barco que salta sobre el oleaje podría resultar difícil y peligroso.

—Si la memoria no me engaña, venerable Belgarath, creo recordar algunas playas de roca, construidas sin duda con piedras y guijarros caídos de las laderas de los promontorios y luego erosionados por el turbulento mar. Cuando la marea está baja, estos ripios, acumulados a lo largo de siglos y siglos, proporcionan un medio de trasladarse de un promontorio al siguiente.

—Como el puente de tierra entre la tierra de los morinds y Mallorea —recordó Seda con amargura—. Aquél no fue un viaje muy agradable.

—¿Hay algún tipo de señal que nos permita identificar esa playa? —insistió Belgarath—. El arrecife es bastante grande y podría llevarnos mucho tiempo encontrar el lugar exacto donde desembarcar.

—No puedo hablar por experiencia propia —dijo el rey con cautela—, pero ciertos navegantes aseguran que hay una cueva al norte del promontorio más alto. En más de una ocasión audaces marineros se han arriesgado a desembarcar allí para investigar su interior, pues como todo el mundo sabe, las cuevas remotas a menudo albergan tesoros de contrabandistas o piratas. El promontorio, sin embargo, siempre ha logrado vencer los más valientes esfuerzos y cada vez que uno de estos intrépidos individuos intenta desembarcar, el mar se enfurece y una súbita tormenta se desata en el cielo despejado.

—Ya lo tenemos —rió Beldin con alborozo—. Es evidente que algún ser ha intentado evitar por todos los medios que exploradores fortuitos se acercaran a esa cueva.

—Creo que han sido dos seres —corrigió Belgarath—. Sin embargo, tienes razón al pensar que hemos localizado el lugar del encuentro. Sucederá en esa cueva.

Seda gimió.

—¿Acaso estáis enfermo, príncipe Kheldar? —preguntó el rey.

—Aún no, Majestad, pero pronto lo estaré.

—Nuestro querido príncipe tiene problemas con las cavernas, Majestad —explicó Velvet con una sonrisa.

—No tengo ningún problema, Liselle —objetó Seda—. Es muy sencillo: cada vez que veo una caverna, sufro un ataque de pánico.

—He oído hablar de esa aversión —dijo el rey—. Me pregunto cuál será su misterioso origen.

—No hay nada misterioso en el origen de mi aversión —dijo Seda con frialdad—. Sé exactamente a qué se debe.

—Si tenéis la intención de acercaros a ese peligroso arrecife, venerable Belgarath —dijo entonces el rey—, os entregaré un barco fuerte, apropiado para llevaros allí. Daré las órdenes pertinentes y estará listo para zarpar con la marea de la mañana.

—Sois muy amable, Majestad.

—Es sólo una pequeña recompensa por el favor que me hicisteis anoche. —El rey hizo una pausa y su rostro cobró un aire pensativo—. Es probable que el espíritu del perverso Naradas tuviera razón —musitó—. Quizá sea un hombre vano y estúpido, pero sé demostrar gratitud. No quiero demoraros más, pues todos tenéis preparativos que hacer. Nos encontraremos mañana a la hora de la partida.

—Estamos muy agradecidos, Majestad —dijo Garion con una reverencia que hizo crujir su armadura.

Luego condujo a los demás fuera de la habitación y no le sorprendió ver a la loba sentada junto a la puerta.

—Es el momento apropiado, ¿verdad, Cyradis? —le dijo Polgara a la vidente cuando todos salieron al pasillo—. En Ashaba dijiste que faltaban nueve meses para el encuentro. Según tengo entendido, el día exacto será pasado mañana.

—Vuestros cálculos son correctos, Polgara.

—Todo encaja a la perfección. Tardaremos un día en llegar al arrecife e iremos a la cueva a la mañana siguiente —dijo Ce'Nedra con una sonrisa irónica—. Durante los últimos días hemos estado preocupados porque temíamos no llegar a tiempo, y ahora resulta que estaremos allí en el momento exacto. —Rió—. ¡Vaya derroche de preocupaciones!

—Bueno —dijo Durnik—, ya sabemos cuándo y dónde será el encuentro. Lo único que nos resta por hacer es acudir allí.

—Buen resumen —asintió Seda.

Eriond suspiró y una estremecedora sospecha asaltó a Garion, aunque no podía estar seguro.

«¿Será él?», le preguntó a la voz de su mente. «¿Acaso es Eriond la persona que debe morir?»

Pero la voz no respondió.

Entraron en sus habitaciones seguidos por la loba.

—Hemos tardado mucho en llegar aquí —dijo Belgarath con cansancio—. Me estoy volviendo viejo para estos viajes largos.

—¿Viejo? —gruñó Beldin—. Tú naciste viejo. Sin embargo, creo que podrás recorrer unas cuantas millas más.

—Cuando vuelva a casa, me quedaré un siglo entero encerrado en mi torre.

—Buena idea. Es el tiempo aproximado que necesitarás para limpiarla. Ah, por cierto, Belgarath, ¿por qué no reparas ese escalón flojo?

—Algún día lo haré.

—¿No estáis todos demasiado seguros de la victoria? —dijo Seda—. Hacer planes para el futuro en estos momentos podría ser un poco prematuro... A no ser que la sagrada vidente tenga la bondad de darnos alguna pista sobre el resultado del encuentro —añadió con la vista fija en Cyradis.

—No podría hacer eso, príncipe Kheldar, aunque supiera la respuesta...

—¿Quieres decir que no lo sabes? —preguntó con incredulidad.

—La elección aún no ha sido hecha —dijo ella con sencillez—. No se realizará hasta que me halle frente al Niño de la Luz y la Niña de las Tinieblas. Hasta entonces, las posibilidades de éxito serán iguales para ambas partes.

—¿De qué te sirve ser vidente si no puedes predecir el futuro?

—Este hecho en particular es impredecible, Kheldar —dijo ella con frialdad.

—Será mejor que durmamos un poco —propuso Belgarath—. Los dos próximos días serán muy agitados.

La loba siguió a Garion y a Ce'Nedra a su habitación y entró con ellos. Ante la mirada sorprendida de Ce'Nedra, se dirigió directamente a la cama y apoyó las patas delanteras sobre el colchón para inspeccionar con aire crítico a su cachorro, que dormía de espaldas con las cuatro patas en el aire.

—Veo que ha engordado —le dijo a Garion con tono de reproche—. Tu compañera lo ha estropeado con un exceso de mimos y comida. Ya no parece un lobo; ni siquiera huele como tal.

—Mi compañera lo baña de vez en cuando —explicó Garion.

—¡Baños! —dijo la loba con desdén—. Un lobo sólo debe bañarse con la lluvia o en un río, cuando es necesario cruzarlo. —La loba se sentó sobre sus ancas—. Necesito pedirle un favor a tu compañera.

—Yo le traduciré tu pedido.

—Esperaba que lo hicieras. Pregúntale si está dispuesta a seguir ocupándose del pequeño. Supongo que no necesitas añadir que ya lo ha estropeado tanto, que sólo podrá comportarse como un perro faldero.

—Expresaré tu pregunta con sumo cuidado.

—¿Qué dice? —preguntó Ce'Nedra.

—Quiere saber si deseas ocuparte del cachorro.

—Por supuesto que sí. Siempre he querido hacerlo. —Entonces se arrodilló y estrechó impulsivamente a la loba entre sus brazos—. Yo lo cuidaré —prometió.

—No huele tan mal —le dijo la loba a Garion.

—Ya lo he notado.

—No me cabe duda de ello —dijo la loba.

Luego se incorporó y salió de la habitación.

—Va a abandonarnos, ¿verdad? —preguntó Ce'Nedra con tristeza—. La echaré de menos.

—¿Qué te hace pensar que se irá?

—¿Por qué si no iba a entregarme a su cachorro?

—Tengo la impresión de que se trata de algo más importante, como si se estuviera preparando para algo.

—Estoy cansada, Garion. Vamos a dormir.

Más tarde, en la aterciopelada oscuridad de la habitación, Ce'Nedra suspiró.

—Sólo faltan dos días para que vea otra vez a mi pequeño. Ha pasado tanto, tanto tiempo...

—Intenta no pensar en eso, Ce'Nedra. Necesitas descansar y los recuerdos podrían mantenerte despierta.

La joven suspiró otra vez, y después de unos instantes se quedó dormida.

«Cyradis no es la única que tiene que elegir», dijo la voz de su mente. «Tú y Zandramas también tendréis que tomar una decisión.»

«¿A qué te refieres?»

«Debéis elegir a vuestros sucesores. Zandramas ya ha escogido al suyo. Deberías reflexionar sobre tu última tarea como Niño de la Luz, pues será muy importante.»

«Creo que en cierto modo echaré de menos esta responsabilidad, pero en el fondo me alegro de librarme de ella. Ahora podré volver a ser una persona normal.»

«Nunca has sido normal. Fuiste el Niño de la Luz desde el momento de tu nacimiento.»

«Sé que te echaré de menos.»

«Por favor, Gañón, no te pongas sentimental. Tal vez pase a visitarte de vez en cuando. Ahora descansa.»

A la mañana siguiente, Garion se demoró un rato en la cama. Hacía tiempo que evitaba ciertos pensamientos, pero ahora no tenía más remedio que enfrentarse a ellos. Tenía todas las razones del mundo para odiar a Zandramas, pero...

Por fin se levantó, se vistió y fue a buscar a Belgarath. Lo encontró sentado en la sala, junto a Cyradis.

—Abuelo —dijo—, tengo un problema.

—Eso no es ninguna novedad. ¿Qué te ocurre esta vez?

—Mañana me encontraré con Zandramas.

—¡Vaya! ¿Sabes una cosa? Creo que tienes razón.

—Por favor, para ya. Esto es muy serio.

—Lo siento, Garion, pero hoy me siento un poco extraño.

—Temo que la única forma de detenerla sea matarla, y no estoy seguro de poder hacerlo. Con Torak fue distinto porque él era un hombre, pero Zandramas es una mujer.

—Lo era, pero creo que ahora su sexo se ha convertido en un detalle irrelevante... Incluso para ella misma.

—Aun así, no sé si seré capaz de hacerlo.

—No será necesario, Belgarion —le aseguró Cyradis—. Sea cual fuere mi elección, el destino que aguarda a Zandramas es otro. No os veréis obligado a derramar su sangre.

Garion experimentó un enorme alivio.

—Gracias, sagrada vidente —dijo—. Temía tener que matarla y me complace saber que no estaré obligado a hacerlo. Ah, por cierto, abuelo, este amigo mío —dijo señalándose la cabeza— me ha hecho otra visita. Anoche me dijo que mi última tarea consistirá en elegir un sucesor. Supongo que no podrás ayudarme, ¿verdad?

—No, Garion, creo que no. ¿Qué opinas, Cyardis?

—No debes hacerlo, venerable Belgarath. Esa tarea corresponde al Niño de la Luz.

—Temía que dijeras eso —observó Garion con tristeza.

—Ah, Garion, sólo un consejo. La persona que elijas podría convertirse en dios, de modo que no me escojas a mí. No estoy preparado para cumplir esa función.

Los demás llegaron individualmente o por pares. A medida que iban entrando, Garion estudiaba sus caras e intentaba imaginárselos en el papel de deidades. ¿Tía Pol? No, por alguna razón no parecía la elección apropiada y eso excluía automáticamente a Durnik, pues no sería justo privarla de su esposo. ¿Seda? La idea estuvo a punto de provocarle un ataque de risa. ¿Zakath? Esa opción tenía más posibilidades. El emperador era malloreano y el nuevo dios podría convertirse en el patrono de toda la raza. Sin embargo, no estaba seguro de poder confiar en él, pues hasta hacía muy poco había estado obsesionado con la idea del poder y un súbito ascenso a la categoría de dios podría devolverle sus antiguas ambiciones. Garion suspiró. Tendría que meditar un poco más.

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