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Authors: James Redfield

Tags: #Autoayuda, Aventuras, Filosofía

La décima revelación (15 page)

BOOK: La décima revelación
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Y estar entre individuos tan fuertes traería rápidamente a la conciencia mi tendencia a ser distante. En razón de sus egos y de su gran expectativa, al principio yo trataría de apartarme de sus mensajes e intentaría ocultarme, pero luego superaría el miedo y vería la preparación positiva que me daban, lo cual eliminaría esa tendencia para que yo pudiera seguir plenamente mi camino de vida.

Sería una preparación perfecta y yo abandonaría esa educación buscando los detalles de la espiritualidad que había visto siglos antes en las Revelaciones. Analizaría las descripciones psicológicas del movimiento humano potencial, la sabiduría de la experiencia oriental, los místicos de Occidente, y luego por fin encontraría otra vez las verdaderas revelaciones, justo en el momento en que afloraban para alcanzar al fin la conciencia masiva. Toda esta preparación y liberación me permitiría entonces explorar de qué manera estas revelaciones estaban cambiando la cultura humana y formar parte del grupo de Williams.

Me retiré y miré a Wil.

—¿Qué pasa? —preguntó.

—Tampoco para mí las cosas fueron precisamente ideales. Siento que desperdicié la preparación. Ni siquiera me liberé de la indiferencia. Fueron tantos los libros que no leí, tantas las personas que pudieron haberme dado mensajes y yo las ignoré. Cuando miro para atrás ahora, me parece haber perdido todo.

Wil casi se echó a reír.

—Nadie puede seguir sus Visiones del Nacimiento a la perfección.

De repente se interrumpió y se quedó pensativo.

—¿Te das cuenta de lo que estás haciendo aquí? Acabas de recordar la forma ideal en que querías que transcurriera tu vida, la forma que te habría dado más satisfacción, y cuando ves cómo viviste realmente te llenas de pesar, tal como se sentía Williams después de morir, al ver las oportunidades que había dejado pasar. En vez de tener que esperar hasta después de la muerte, tú puedes experimentar la Revisión de Vida ahora.

No entendía bien.

—¿No lo ves? Esto debe de ser una parte clave de la Décima. No estamos descubriendo sólo que nuestras intuiciones y nuestro sentido del destino en nuestra vida es una remembranza de nuestras Visiones del Nacimiento. Al entender mejor la idea de aclarar el pasado de la Sexta Revelación, analizamos dónde nos apartamos del camino o no logramos aprovechar las oportunidades para poder retomar un camino que armonice más con la razón de nuestra presencia aquí. En otras palabras, traemos a la conciencia un poco más del proceso. Antiguamente, teníamos que morir para iniciar esta revisión de nuestras vidas, pero ahora podemos hacerla antes y en definitiva lograr que la muerte sea obsoleta, tal como lo predice la Novena Revelación.

Por fin entendí.

—De modo que eso es lo que vinimos a hacer los seres humanos a la Tierra: a recordar de manera sistemática, a despertar poco a poco.

—Eso es. Por fin vamos tomando conciencia de un proceso que fue inconsciente desde que empezó la experiencia humana. Desde el comienzo, los seres humanos percibieron una Visión del Nacimiento, y después de nacer se volvieron inconscientes, al tanto sólo de las intuiciones más vagas. Al principio, en los primeros tiempos de la historia humana, la distancia entre lo que proyectábamos y lo que en realidad hacíamos era muy grande; luego, con el tiempo, la distancia se achicó. Ahora estamos a punto de recordar todo.

En ese momento fui arrastrado de nuevo al conocimiento del grupo de almas. En un instante, mi conciencia aumentó otro nivel y todo lo que Wil había dicho se confirmó. Ahora por fin podíamos ver la historia no como una lucha sangrienta del animal humano, que egoístamente aprendió a dominar la naturaleza y a sobrevivircon un estilo mejor, apartándose de la vida en la selva para crear una civilización vasta y compleja; podíamos ver la historia humana más bien como un proceso espiritual, como un esfuerzo más profundo y sistemático de almas que, generación tras generación, vida tras vida, luchaban a través de los milenios en pos de un objetivo solitario: recordar lo que ya conocíamos en la Otra Vida, y llevar ese conocimiento a la conciencia en la Tierra.

Desde una gran altura, se abrió a mi alrededor una gran imagen holográfica y de un vistazo pude ver, de alguna manera, la larga saga de la historia humana. Sin previo aviso, fui arrastrado a la imagen, me vi trasladado hacia adelante en la historia y la reviví en cámara rápida, como si ya hubiera estado allí, experimentándola momento a momento. De pronto me hallaba presenciando los albores de la conciencia. Ante mí había una llanura larga barrida por el viento en algún lugar de Asia. Mis ojos percibieron un movimiento; un grupo reducido de seres humanos, desnudos, recorría un campo de bayas. Mientras observaba, me dio la impresión de que captaba la conciencia de la época. Íntimamente conectados con los ritmos y los signos del mundo natural, los seres humanos vivíamos y respondíamos de manera instintiva. Las rutinas de la vida diaria se orientaban hacia los desafíos de la búsqueda de alimentos y la pertenencia al grupo. Los niveles de poder derivaban de un individuo físicamente más fuerte y perceptivo y, dentro de esta jerarquía, aceptábamos nuestro lugar del mismo modo que aceptábamos las tragedias y dificultades constantes de la existencia: sin reflexionar.

Mientras observaba, pasaron miles de años e innumerables generaciones vivieron y perecieron. Luego, lentamente, algunos individuos empezaron a inquietarse al ver las rutinas que tenían por delante. Cuando un niño moría en sus brazos, su conciencia se expandía y empezaban a preguntarse: ¿por qué? Y a tratar de averiguar cómo evitarlo en el futuro. Estos individuos empezaban a adquirir «conciencia de sí mismos»: a darse cuenta de que estaban aquí y ahora, vivos. Fueron capaces de apartarse de sus respuestas automáticas y vislumbrar el alcance total de la existencia. Sabían que la vida sobrevivía a los ciclos del Sol, la Luna y las estaciones, pero, tal como lo probaban los muertos a su alrededor, también tenía un final. ¿Cuál era el propósito?

Mirando con más atención a estos individuos pensantes, me di cuenta de que podía percibir sus Visiones del Nacimiento; habían venido a la dimensión terrena con el propósito específico de iniciar el primer despertar existencial de la humanidad. Y si bien no podían ver todo su alcance, supieron que en el fondo de sus mentes se hallaba contenida la inspiración más amplia de la Visión Global. Antes de su nacimiento, sabían que la humanidad emprendía un largo viaje que ya podían ver. Pero también sabían que el progreso a lo largo de ese viaje debía ir ganándose generación tras generación, pues si bien despertábamos para ir en pos de un destino superior, también perdíamos la tranquila paz de la inconsciencia. Junto al júbilo y la libertad de saber que estábamos vivos aparecían el miedo y la incertidumbre de estar vivos sin saber por qué.

Vi que la larga historia de la humanidad se movía entre estos dos impulsos conflictivos. Por un lado, superábamos nuestros miedos gracias a la fuerza de nuestras intuiciones, gracias a nuestras imágenes mentales de que la vida tenía que ver con alcanzar alguna meta en particular, con hacer avanzar la cultura en una dirección positiva que sólo nosotros, como individuos, actuando con coraje y sabiduría, podíamos inspirar. A partir de la fuerza de estos sentimientos, se nos recordaba que, por insegura que pareciera la vida, de hecho no estábamos solos, que por debajo del misterio de la existencia había un propósito y un sentido.

Sin embargo, por otro lado muchas veces éramos presa del impulso contrario, el impulso de protegemos del Miedo, y perdíamos de vista, en forma temporaria, el propósito, cayendo en la angustia de la separación y el abandono. Este Miedo nos llevaba a una autoprotección aterrada, a luchar por retener nuestras posiciones de poder, a robamos mutuamente la energía y a resistir siempre al cambio y la evolución, con independencia de la información nueva o mejor que pudiera haber.

El despertar continuaba a lo largo de los milenios; observé que los seres humanos empezaban de manera gradual a unirse en grupos cada vez más grandes, siguiendo un impulso natural de identificarse con más personas, a introducirse en organizaciones sociales más complejas. Vi que este impulso provenía de la vaga intuición, plenamente conocida en la Otra Vida, de que el destino humano en la Tierra debía evolucionar hacia la unificación. Siguiendo esta intuición, nos dimos cuenta de que podíamos superar la vida nómade de colectar y cazar y empezar a cultivar las plantas de la Tierra y cosecharlas en forma regular. Asimismo, podíamos domesticar y criar a muchos de los animales que nos rodeaban, asegurando así una presencia constante de proteínas y productos afines. Con las imágenes de la Visión Global profundamente grabadas en nuestro inconsciente impulsándonos de manera arquetípica, empezamos a pensar en un cambio que constituiría una de las transformaciones más impresionantes de la historia humana, el salto del nomadismo al establecimiento de grandes aldeas agrícolas.

A medida que estas comunidades agrícolas fueron volviéndose más complejas, los excedentes de alimentos generaron el comercio y permitieron que la humanidad se dividiera en los primeros grupos ocupacionales: pastores, constructores e hilanderos; luego mercaderes, trabajadores en metales y soldados. En seguida se produjo el invento de la escritura y la tabulación. Pero los caprichos de la naturaleza y los desafíos de la vida seguían afectando la conciencia de la humanidad primitiva y todavía se planteaba la pregunta tácita. ¿Por qué estamos vivos? Como antes, observé las Visiones del Nacimiento de aquellos individuos que se esforzaban por entender la realidad espiritual en un nivel superior. Llegaron a la dimensión terrenal específicamente para expandir la conciencia humana de la fuente divina, pero sus primeras intuiciones de lo divino siguieron siendo vagas e incompletas y adquirieron una forma politeísta. La humanidad empezó a reconocer lo que supusimos era una multitud de deidades crueles y exigentes, dioses que existían fuera de nosotros mismos y regían el tiempo, las estaciones y las etapas de la cosecha. En nuestra inseguridad, pensamos que debíamos aplacar a esos dioses con ritos y rituales y sacrificios.

Al cabo de miles de años, las numerosas comunidades agrícolas se unieron hasta formar grandes civilizaciones en la Mesopotamia, Egipto, el valle del Indo, Creta y el norte de China, que en cada caso inventaron sus propias versiones de los dioses de la naturaleza y los animales. Mas dichas deidades no pudieron impedir la ansiedad durante mucho tiempo. Vi cómo generaciones de almas llegaban a la dimensión terrenal con la intención de traer el mensaje de que la humanidad estaba destinada a progresar compartiendo y comparando el conocimiento. Sin embargo, una vez aquí, estos individuos sucumbieron al Miedo y distorsionaron esa intuición convirtiéndola en una necesidad inconsciente de conquistar, dominar e imponer su forma de vida a otros por la fuerza.

Empezó entonces la gran era de los imperios y los tiranos, cuando surgían un gran líder tras otro, unían la fuerza de su pueblo y conquistaban toda la tierra posible, convencidos de que las visiones de su cultura debían ser adoptadas por todos. No obstante, a lo largo de toda esta era, estos numerosos tiranos fueron a su vez conquistados, y presionados bajo el yugo de una visión cultural más fuerte y amplia. Durante miles de años, diferentes imperios invadieron la conciencia humana y diezmaron sus ideas, mostrando durante un tiempo una realidad, un plan económico y una tecnología bélica más efectivos, para ser depuestos más tarde por una visión más fuerte y organizada.

Vi que, pese a la lentitud y crueldad de este proceso, algunas verdades clave fueron pasando lentamente desde la Otra Vida a la dimensión física. Una de las más importantes de estas verdades —una nueva ética de interacción— empezó a aflorar en distintos lugares alrededor del globo hasta encontrar al fin una expresión clara en la filosofía de los antiguos griegos. De inmediato vi las Visiones del Nacimiento de cientos de individuos nacidos en la cultura griega, cada uno con la esperanza de recordar esta oportuna revelación.

Durante muchas generaciones habían visto la inutilidad y la injusticia de la interminable violencia de la humanidad contra sí misma, y sabían que los seres humanos podían trascender el hábito de luchar y conquistar a otros y poner en práctica un nuevo sistema para el intercambio y la comparación de ideas, un sistema que protegiera el derecho soberano de todo individuo a tener su propia opinión, sin tener en cuenta la fuerza física: un sistema que ya era conocido y aplicado en la Otra Vida. Mientras observaba, esta nueva forma de interacción empezó a surgir y cobrar forma en la Tierra, llegando a ser conocido finalmente como «democracia».

En este método de intercambio de ideas, la comunicación entre seres humanos degeneraba todavía muchas veces en una insegura lucha de poderes, pero al menos ahora, por primera vez, se hallaba en marcha el proceso de proseguir la evolución de la realidad humana en el nivel verbal antes que en el nivel físico.

Al mismo tiempo, otra idea decisiva destinada a transformar por entero la comprensión humana de la realidad espiritual aparecía en las historias escritas de una pequeña tribu de Medio Oriente. Asimismo pude ver las Visiones del Nacimiento de muchos de los defensores de esta idea. Estos individuos, nacidos en la cultura judaica, sabían antes de nacer que, si bien teníamos razón al intuir un principio divino, nuestra descripción de dicho principio era erróneo y distorsionado. Nuestro concepto de muchos dioses era simplemente un cuadro fragmentado de un todo más grande. Se dieron cuenta de que, en realidad, existía un solo Dios, Dios que, en su opinión, todavía era exigente, amenazador y patriarcal —y que todavía existía fuera de nosotros mismos— pero, por primera vez, era también personal y sensible, y el único creador de todos los seres humanos.

Seguí mirando y vi cómo esta intuición de una fuente divina aparecía y se esclarecía en culturas de todo el mundo. En China e India, líderes durante mucho tiempo en tecnología, comercio y desarrollo social, las religiones del hinduismo, el budismo y otros credos llevaron a Oriente hacia un enfoque más contemplativo.

Quienes crearon estas religiones intuyeron que Dios era más que un personaje. Dios era una fuerza, una conciencia, que sólo podía ser encontrada totalmente alcanzando lo que describieron como una experiencia de iluminación. En vez de agradar a Dios respetando sólo algunas leyes o rituales, las religiones orientales buscaron la conexión con Dios en el interior, como un cambio en la conciencia, una apertura de la propia conciencia a una armonía y una seguridad constantemente disponibles.

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