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Authors: James Redfield

Tags: #Autoayuda, Aventuras, Filosofía

La décima revelación (12 page)

BOOK: La décima revelación
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—Espero que entienda —dijo—. No puedo meterme en esto. Siento que pasaría algo horrible.

—Pero eso se debe a lo que ocurrió cuando lo intentó antes, en el siglo XVIII, aquí mismo, en el valle. ¿Se acuerda de algo?

Volvió a cerrar los ojos, negándose a escuchar. De pronto vi con claridad una imagen en la que, vestido con calzones de ante, subía una colina arrastrando un caballo de carga. Era la misma imagen que había visto antes. ¡El hombre de la montaña era yo! Llegaba hasta la cima de la colina y me detenía para mirar a mis espaldas. Desde allí veía las cascadas y la garganta del otro lado. Estaba Maya, así como el indio y el joven asistente del parlamento. Como antes, la batalla apenas empezaba. Me invadía la angustia, tiraba del caballo y seguía caminando, incapaz de ayudarlos o de evitar su destino.

Ahuyenté las imágenes.

—Está bien —dije, dándome por vencido—. Sé cómo se siente.

Maya se acercó.

—Aquí le traje más agua y más comida. ¿Qué tiene pensado hacer?

—Voy a dirigirme hacia el este… al menos por un rato. Sé que Charlene iba en esa dirección. Me miró el pie.

—¿Está seguro de que su tobillo resistirá? Me acerqué y le dije:

—En realidad, no le di las gracias por lo que hizo. Mi tobillo estará bien, creo, sólo un poco dolorido. Supongo que nunca sabré lo mal que podría haber estado.

—Cuando sucede de este modo, nadie lo sabe nunca. Asentí, recogí mi mochila y me encaminé hacia el este, volviéndome una vez para mirar a Maya. Por un instante, me pareció que se sentía culpable, pero luego una expresión de alivio invadió su cara.

• • •

Caminé a través de densos bosques hacia el sonido inarticulado, sin perder de vista el río, a mi izquierda, y deteniéndome sólo para descansar el pie. Alrededor de mediodía el sonido cesó, de modo que paré para almorzar y evaluar la situación. Tenía el tobillo algo inflamado; descansé durante una hora y media antes de reanudar mi marcha. Tras recorrer apenas un kilómetro y medio más, me invadió el agotamiento y volví a descansar. A media tarde estaba buscando un lugar para acampar.

Había caminado a través de bosques tupidos que crecían a la orilla del río, pero más adelante el paisaje se abría en una serie de estribaciones suaves cubiertas por un bosque antiguo: árboles de trescientos y cuatrocientos años. A través de un claro que se abría entre las ramas, vi un gran cerro que se elevaba hacia el sudeste a unos dos kilómetros.

Divisé una loma cubierta de pasto cerca de la cima de la primera colina, que parecía un lugar ideal para pasar la noche. Al acercarme, un movimiento en los árboles desvió mi atención. Me deslicé detrás de una gran saliente y volví a mirar. ¿Qué era? ¿Un ciervo? ¿Una persona? Esperé varios minutos, luego caminé con mucha cautela hacia el norte. Mientras avanzaba, vi de pronto, a unos cien metros al sur de la loma, a un hombre robusto al que había visto antes, que parecía armar a su vez un campamento. Agazapado y con movimientos diestros, levantó una pequeña carpa y la disimuló con ramas. Por un momento pensé que podía ser David, pero me di cuenta de que era demasiado alto. Luego lo perdí de vista.

Después de esperar varios minutos, decidí avanzar hacia el norte hasta perderme de vista. No llevaba ni cinco minutos caminando cuando el hombre de pronto se apareció frente a mí.

—¿Quién es usted? —preguntó.

Le dije mi nombre y decidí mostrarme abierto.

—Estoy tratando de encontrar a una amiga.

—Es peligroso por acá —dijo—. Le aconsejaría que volviera. Todo esto es propiedad privada.

—¿Por qué está usted acá? —inquirí.

Se quedó en silencio, mirándome.

De pronto recordé lo que me había dicho David.

—¿Usted es Curtis Webber? —pregunté. Me miró un rato largo y de repente sonrió.

—¡Conoce a David Lone Eagle!

—Sólo hablé con él brevemente, pero me dijo que usted estaba aquí y que le dijera que vendría al valle y que lo encontraría.

Curtis asintió y miró su campamento.

—Se hace tarde y debemos mantenemos fuera de la vista. Vayamos a mi carpa. Puede pasar la noche allí.

Bajamos por una pendiente y después subimos hacia la densa capa de árboles más grandes. Mientras clavaba mi carpa, encendió su calentador para hacer café y abrió una lata de atún. Yo aporté un paquete de pan que me había dado Maya.

—Dijo que está buscando a alguien —comentó Curtís—. ¿A quién?

En pocas palabras le conté de la desaparición de Charlene y que David la había visto caminando por el valle; también que creía que había caminado en esa dirección. No le conté lo ocurrido en la otra dimensión pero sí le dije que había oído el sonido inarticulado y que había visto los vehículos.

—El sonido inarticulado proviene de un aparato generador de energía —explicó—; alguien está experimentando aquí con él por alguna razón. Hasta ahí puedo confirmarlo. Pero no sé si lo lleva a cabo algún organismo secreto del gobierno o algún grupo privado. La mayoría de los agentes del Servicio Forestal parecen ignorar lo que pasa; pero no sé nada de los administradores.

—¿Fue a los medios —pregunté— o a las autoridades locales para hablarles de esto?

—Todavía no. El hecho de que no todos oigan el sonido inarticulado es un problema.

—Sí, ya lo sé. Miró hacia el valle.

—Si supiera dónde están… Contando la tierra privada y el Bosque Nacional, hay decenas de miles de hectáreas en las que podrían hallarse. Creo que quieren realizar el experimento e irse antes de que alguien sepa qué pasó. Eso, si consiguen evitar una tragedia.

—¿A qué se refiere?

—Podrían arruinar por completo este lugar, convertirlo en una zona sombría, otro triángulo de las Bermudas donde las leyes de la física actúan en un flujo impredecible. —Me miró fijo—. Las cosas que saben hacer son increíbles. La mayoría de la gente no tiene idea de la complejidad de los fenómenos electromagnéticos. En las teorías de cadenas numéricas más recientes, por ejemplo, debemos suponer que esta radiación emana a través de nueve dimensiones para hacer que la matemática funcione. Este dispositivo tiene la capacidad de desorganizar esas dimensiones. Podría provocar terremotos masivos o incluso una desintegración física completa de ciertas zonas.

—¿Cómo sabe todo eso? —pregunté. Bajó la cabeza.

—Porque en la década de los 80 contribuí a desarrollar parte de esa tecnología. Trabajaba para una empresa multinacional que creí que se llamaba DelTech, aunque más tarde, cuando me despidieron, descubrí que era un nombre totalmente ficticio. Sin duda oyó hablar de Alvin Tesla. Bueno, nosotros ampliamos muchas de sus teorías y vinculamos algunos de sus descubrimientos con otras tecnologías que aportaba la empresa. Lo gracioso es que esta tecnología se compone de varias partes distintas, pero básicamente funciona de esta forma. Imagínese que el campo electromagnético de la Tierra es una batería gigante que puede suministrar abundante energía eléctrica si logra conectarse con ella en forma correcta. Para eso, toma un inhibidor electrónico de retroalimentación muy complicado, que en esencia aumenta desde el punto de vista matemático ciertas resonancias estáticas de salida. Entonces conecta varias de ellas en series, amplificando y generando la carga, y cuando logra las calibraciones exactas, muy pronto obtiene energía libre directamente del espacio inmediato. Necesita una pequeña cantidad de energía para empezar, tal vez una sola célula fotográfica o una batería, pero después se autoperpetúa. Un aparato del tamaño de una bomba de calor podría dar energía a varias casas, incluso a una fábrica pequeña.

»Sin embargo, existen dos problemas. Primero, calibrar estos minigeneradores es increíblemente complicado. Nosotros teníamos acceso a algunas de las computadoras más grandes que existían, y no pudimos hacerlo. Segundo, descubrimos que cuando tratábamos de aumentar la salida total por encima de este tamaño relativamente pequeño incrementando el desplazamiento de la masa, el espacio que rodeaba al generador se volvía muy inestable y empezaba a alabearse. Entonces no lo sabíamos, pero estábamos tomando la energía de otra dimensión y empezaron a pasar cosas extrañas. Una vez hicimos desaparecer todo el generador, como había ocurrido en el Experimento Filadelfia.

—¿Cree que en 1942 realmente hicieron desaparecer un barco para hacerlo aparecer otra vez en otro lugar?

—¡Por supuesto que sí! Hay mucha tecnología compleja dando vueltas, y son astutos. En nuestro caso, pudieron eliminar nuestro equipo en menos de un mes y despedimos a todos sin alterar la seguridad porque cada equipo trabajaba en una parte aislada de la tecnología. En ese momento no me inquietaba demasiado.

En general aceptaba la idea de que los obstáculos eran demasiado grandes para seguir adelante, de modo que empezaba algo que era una investigación sin salida… aunque supe que varios de los ex empleados fueron contratados por otra empresa.

Por un instante se quedó pensativo; luego continuó:

—Yo sabía, de todos modos, que quería hacer otra cosa. Ahora soy consultor y trabajo con pequeñas empresas de tecnología, brindando asesoramiento para mejorar su eficiencia en la investigación y el uso de los recursos y manejo de los desechos, ese tipo de cosa. Y cuanto más trabajo con ellas, más me convenzo de que las Revelaciones están teniendo efecto en la economía. Está cambiando la forma de hacer negocios. Sin embargo, pensé que trabajaríamos con fuentes de energía tradicionales durante largo tiempo. No creí en los experimentos energéticos durante años, hasta que me trasladé a esta zona. Se imaginará el impacto que significó para mí entrar en este valle y oír el mismo sonido, ese ruido inarticulado característico, que oía todos los días durante años cuando trabajaba en el proyecto.

»Alguien continuó la investigación y, a juzgar por las resonancias, están mucho más avanzados que nosotros. Luego, traté de ponerme en contacto con dos personas que pudieran verificar el sonido y en todo caso ir conmigo a la División de Protección Ambiental o a alguna comisión parlamentaria, pero descubrí que uno había muerto hacía diez años y que el otro, mi mejor amigo cuando estaba en la empresa, también murió, tuvo un ataque al corazón, justo hace unos días. Su voz se apagó.

—Desde entonces —continuó—, estoy aquí escuchando, tratando de averiguar por qué están en este valle.

En general, se supone que este tipo de experimento se desarrolla en algún laboratorio. Quiero decir, ¿por qué no? Su fuente de energía es el espacio mismo, y está en todas partes. Pero entonces empecé a comprender.

Sin duda piensan que están a punto de perfeccionar las calibraciones, lo cual significa que trabajan en el problema de la amplificación. Creo que tratan de conectarse con los vórtices de energía de este valle en un intento por estabilizar el proceso.

Una ola de rabia le atravesó la cara.

—Lo cual es una locura y por entero innecesario. Si en realidad pueden encontrar las calibraciones, no hay razón para no utilizar la tecnología en unidades pequeñas. De hecho, es la forma perfecta de usarla. Lo que intentan ahora es insensato. Sé bastante como para ver los peligros. Le digo que podrían arruinar por completo este valle, o peor aún. Si enfocan esto hacia los caminos interdimensionales, quién sabe qué podría ocurrir.

De pronto se interrumpió.

—Usted sabe a qué me refiero. ¿Oyó hablar de las Revelaciones?

Por un momento guardé silencio. Luego dije:

—Curtis, debo contarle lo que experimenté en este valle. Es posible que le parezca increíble.

Asintió y luego escuchó con paciencia la descripción de mi encuentro con Wil y las partes de exploración de la otra dimensión. Cuando llegué a la Revisión de Vida, pregunté:

—¿Ese amigo suyo que murió hace poco se llamaba Williams?

—Eso es. El doctor Williams. ¿Cómo lo sabía?

—Lo vimos llegar a la otra dimensión después de su muerte. Lo observamos mientras experimentaba una Revisión de Vida.

Se quedó impresionado.

—Me cuesta creerlo. Conozco las Revelaciones, al menos de modo intelectual, y creo en la existencia probable de otras dimensiones, pero, como científico, lo que dice la Novena Revelación es mucho más difícil de tomar en forma literal, la idea de poder comunicarse con la gente después de la muerte… ¿Está diciendo que el doctor Williams todavía está vivo en el sentido de que su personalidad sigue intacta?

—Sí, y estaba pensando en usted.

Me miró con intensidad mientras yo seguía hablándole de la toma de conciencia de Williams, de que Curtís y él supuestamente habían tomado parte en la resolución del Miedo… y la interrupción del experimento.

—No entiendo —dijo—. ¿A qué se refería al hablar de un Miedo creciente?

—No lo sé con exactitud. Tiene que ver con cierto porcentaje de la población que se niega a creer que está surgiendo una nueva conciencia espiritual. Creen, en cambio, que la civilización humana está degenerando.

Esto va creando una polarización de opiniones y creencias. La cultura humana no puede seguir evolucionando hasta que termine la polarización. Yo esperaba que usted recordara algo al respecto.

Me dirigió una mirada inexpresiva.

—No sé nada de una polarización, pero voy a detener este experimento. —Su cara volvió a adoptar una expresión de enojo y miró para otro lado.

—Williams parecía entender el proceso para detenerlo —señalé.

—Bueno, nunca lo sabremos, ¿no?

Mientras decía esto vi pasar rápidamente la imagen de Curtis y Williams hablando en la colina cubierta de pasto y rodeada de varios árboles grandes. Curtis sirvió la comida, todavía con aire contrariado, y terminamos de comer en silencio. Más tarde, mientras me hallaba recostado contra un pequeño nogal, miré en dirección a la colina con la loma cubierta de pasto. Cuatro o cinco robles enormes formaban un semicírculo casi perfecto en la cima.

—¿Por qué no acampó en la colína? —le pregunté a Curtis, señalando en esa dirección.

—No sé —respondió—. Lo pensé, pero supongo que me pareció que estaba muy expuesta o que tal vez era demasiado imponente. Se llama loma de Codder. ¿Quiere caminar hasta ahí?

Asentí y me levanté. Una luz grisácea bajaba sobre el bosque. Hablando de la belleza de los árboles y los arbustos mientras caminábamos, Curtis inició el camino de ascenso por la pendiente. Desde la cima, y a pesar de que la luz bajaba, veíamos hasta casi cuatrocientos metros al norte y al este. En esta última dirección se alzaba una luna casi llena por encima de la hilera de árboles.

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