Esta criatura en la que habito ahora, sabe que el mundo está destruyéndose. Y es lo que ha estado tratando de predicar obscuramente entre vosotros, las razas inferiores.
Al principio, todas las formas de vida de este sistema solar estaban confundidas entre sí, y al perecer se transformaban en otras nuevas. Llegaron a la Tierra desde el espacio como motas, como chispas, en los días de la era cámbrica. Luego esas formas evolucionaron en animales, vegetales, reptiles, insectos… todas las variedades y especies que inundaron el mundo, muchas de ellas hoy extinguidas.
¿Por qué se extinguieron? Porque las corrientes galácticas que determinan la vida de un sol destruyen ahora ese sol. Estas mismas corrientes determinan la vida animada. Al acabar con la existencia de la tierra, también acaban con la vida. Así pues, la naturaleza involuciona. ¡Otra vez las formas empiezan a confundirse! Nunca dejaron de ser un todo interdependiente, viviendo siempre unas a expensas de las otras; pero ahora se funden una vez más. Los guatapanzas ¿eran vegetales o humanos? Los pieles ásperas ¿son humanos o animales? Y las criaturas del mundo de invernáculo, estos traveseros, los saucesinos de la Tierra de Nadie, las zancudas que se reproducen como las plantas y emigran como los pájaros… ¿cómo incluirlos en la antigua clasificación?
Hasta yo me pregunto qué soy.
La morilla calló de pronto. Los oyentes, inquietos, intercambiaron miradas furtivas, hasta que un coletazo del sodal les advirtió que les hablaba otra vez.
—Todos los que estamos aquí hemos quedado por accidente fuera del curso de la involución. Vivimos en un mundo en el que cada generación es cada vez menos definida. La vida toda tiende hacia la inconsciencia, hacia lo infinitesimal: hacia la partícula embrionaria. De este modo se cumplirán los procesos del universo. Las mareas galácticas llevarán las esporas de la vida a otro sistema, del mismo modo que una vez las trajeron aquí. Ya habéis visto que el proceso está en marcha, en las verdes columnas de luz que extraen vida de las selvas. El calor aumenta sin pausa, y el proceso de involución se acelera.
Mientras la morilla hablaba, la otra mitad, la que gobernaba al travesero, lo había obligado a descender todavía más. Ahora flotaban por encima de una selva espesa, por encima del baniano que cubría todo aquel continente bañado por el sol. El calor los envolvió como un manto.
Había allí otros traveseros; moles enormes que se desplazaban ágilmente por las redes hacia arriba y abajo. Casi sin una sacudida, el travesero de la morilla se posó sobre las copas de la selva.
Gren se puso en pie rápidamente y ayudó a Yattmur a levantarse.
—Eres la más sabia de las criaturas, morilla —dijo—. No siento remordimientos al dejarte, porque veo que ahora ya puedes cuidar de ti misma. A fin de cuentas, eres el primer hongo que ha resuelto el enigma del universo. Yattmur y yo hablaremos de ti cuando estemos a salvo en los niveles medios de la selva. ¿Vienes con nosotros, Lily-yo, o ahora te dedicas a viajar, cabalgando vegetales?
Lily-yo, Haris y los otros también estaban de pie, enfrentando a Gren en aquella actitud que era a la vez hostil y defensiva y que él había conocido hacía mucho tiempo.
—¿No irás a abandonar a este cerebro espléndido, a este protector, a esta morilla que es tu amiga? —le preguntó Lily-yo.
Gren asintió.
—Bienvenidos a ella… o ella a vosotros. A vosotros os tocará decidir, como lo he hecho yo mismo, si es un poder bueno o malo. Yo me llevo a Yattmur, a Laren y a las dos mujeres arableras a la selva a que pertenezco.
Chasqueó los dedos, y las mujeres tatuadas se levantaron dócilmente.
—Gren, eres tan testarudo como antes —dijo Haris con un dejo de cólera—. Vuelve con nosotros al Mundo Verdadero, es un sitio mejor que la selva. Acabas de oír lo que ha dicho la morilla-pez, que la selva está condenada.
Gren descubrió complacido que ahora disponía de argumentos que en otra época no conocía.
—Si lo que la morilla dice es verdad, Haris, vuestro mundo Verdadero también está condenado, tanto como éste.
La voz de la morilla volvió a sonar, esta vez vibrante e irritada.
—Así es, hombre, pero aún no has escuchado mi plan. En los pensamientos obscuros de este travesero he descubierto una obscura conciencia de mundos muy distantes, muy distantes y con otros soles. Puedo guiar al travesero hacia esos mundos. Yo y Lily-yo y los otros viviremos seguros dentro de él, comiendo de su carne, hasta que lleguemos a esos mundos nuevos. Basta con seguir las columnas verdes y desplazarse por las corrientes galácticas del espacio, y ellas nos llevarán a un buen sitio. Tienes que venir con nosotros, Gren.
—Estoy cansado de acarrear y ser acarreado. ¡Id y buena suerte! ¡Poblad de gente y de hongos todo un nuevo mundo!
—Sabes bien que esta Tierra morirá por el fuego, ¡hombre insensato!
—Eso dices tú, oh morilla sabia. También dijiste que eso no ocurriría hasta dentro de muchas generaciones. Laren y el hijo de Laren y el hijo del hijo de Laren vivirán en el verdor, antes que cocinarse en la tripa de un vegetal que viaja con rumbo desconocido. Vamos, Yattmur. ¡Arre, mujeres! Vosotras también os quedaréis.
Se dispusieron a partir. Indicando a las dos mujeres que se adelantaran, Yattmur entregó el niño a Gren, que lo acomodó en el hombro. Haris avanzó un paso empuñando el cuchillo.
—Siempre fuiste difícil de manejar —dijo—. No sabes lo que haces.
—Eso puede ser verdad; pero al menos sé lo que vosotros estáis haciendo.
Sin hacer caso al cuchillo del hombre, descendió lentamente por el flanco velludo. Bajaron hasta que pudieron aferrarse a una rama delgada, y ayudaron a descender a las sumisas arableras. Gren miró, maravillado y feliz, la espesura verde.
—Vamos —dijo alentando a los otros—. Este será nuestro hogar, aquí donde el peligro fue mi cuna, ¡y lo que hemos aprendido nos ayudará a defendemos! Dame la mano, Yattmur.
Tomados de la mano descendieron hasta una enramada. No volvieron la cabeza para mirar atrás cuando el travesero se elevó y lentamente se alejó de la selva subiendo por el cielo moteado de verde, hacia los azules solemnes del espacio.
BRIAN W. ALDISS, Nació en Norfolk (Inglaterra) en 1925. Tras combatir en la segunda guerra mundial y viajar por toda Asia, trabajó como librero en Oxford. En 1954 ganó su primer premio literario, concedido por The Observer . Dirigió la revista de ciencia ficción Sf Horizons , que fundó junto con Harry Harrison en 1966, asimismo, fue director literario de The Oxford Mail y corresponsal de The Guardian . En 1978 se hizo cargo del área de ciencia ficción de Penguin Books y pasó a presidir la British Science Fiction Association.
Escritor, crítico y destacado antólogo, es autor de, entre otras obras, Frankenstein desencadenado , El tapiz de Malacia , Invernáculo, El momento del eclipse , Informe sobre probabilidad A , la trilogía de Heliconia / Primavera , Heliconia / Verano, y Heliconia / Invierno , así como de algunos poemas y un libro de viajes. Entre los múltiples premios que ha recibido, cabe destacar el Nebula (1956), el de la British Science Fiction Association (1971, 1973, 1982 y 1985) y el Hugo (1962, por Invernáculo ). Se le considera uno de los mayores exponentes de la corriente literaria de la New Wave, y ha sido revalorizado últimamente gracias a la adaptación cinematográfica de su obra por parte de Spielberg con Inteligencia artificial.
Aldiss es un escritor preocupado por la condición humana, de modo que su obra roza lo biográfico, repleta de sensaciones e imágenes evocadoras de la juventud y plagada de inquietudes respecto a la percepción de la realidad y a la ambigüedad de nuestro mundo, que aúna lo terrible y lo fascinante, lo bello y lo repulsivo.
Tras su participación en la Segunda Guerra Mundial (como tantos otros británicos), volvió a la vida civil en 1948.
Aldiss es uno de los principales representantes de la llamada Nueva Ola de la ciencia ficción británica.
Novelas
La nave estelar (1958) Non-Stop
Invernáculo (1962) Hothouse
Cuando la Tierra esté muerta (1963) Starwarm
Barbagrís (1964) Greybeard
Los oscuros años luz (1964) The Dark Light Years
Criptozóico (1967) An Age o Cryptozoic
Informe Sobre Probabilidad A (1968) Report on Probability A
A cabeza descalza (1969) Barefoot in the Head
Frankenstein desencadenado (1973) Frankenstein Unbound
The 80 minute Hour (1974)
El tapiz de Malacia (1976) The Malacia Tapestry
La otra isla del Doctor Moreau (1980) Moreau`s Other Island
Heliconia primavera (1982)
Verano de Heliconia (1983)
Heliconia Invierno (1985)
Drácula Desencadenado (1991) Dracula Unbound
Recopilaciones de relatos
Espacio y tiempo (1957) Space, Time and Nathaniel
Galaxias como granos de arena (1960) Galaxies like Grains of Sand
El árbol de la saliva (1966) The Saliva Tree and other strange growths
El momento del eclipse (1971) The Moment of Eclipse
Los superjuguetes duran todo el verano () Supertoys Last All Summer Long
Premios
Hugo de 1962 a la mejor novela por Invernáculo
Nébula de 1965 al mejor relato por El árbol de la saliva
John W. Campbell Memorial de 1982 por Heliconia primavera