Una ligera explosión no hubiera significado nada en absoluto a la escala solar; una insignificante fracción de la masa solar hubiera podido soltarse y derivar por el espacio. Parte de ella, finalmente, llegaría a la Tierra y se fijaría, a través de la atmósfera y del océano, en la roca sedimentaria, donde se mezclaría con el material nativo. Dado que la materia solar podría haber sido más rica en iridio que el material de la corteza terrestre, cabría tomar esto en cuenta para la riqueza en iridio de la región.
Una vez se hubo producido la explosión, el Sol volvería a su conducta acostumbrada, sin una forma mensurable diferente de la que tenía con anterioridad. El material solar sobre la Tierra seguiría asimismo igual que antes. Lo que es más, el breve período de sedimentación del material solar tampoco representaría un terrorífico y aplastante impacto como ocurriría con un meteorito. Más bien se trataría de una suave deriva hacia abajo. y si no se hubiese tratado de esa cresta de eco en el iridio, nunca lo habríamos sabido.
Y, sin embargo… Esa leve explosión en el Sol debe haber multiplicado la cantidad de calor liberada hacia la Tierra. La suave deriva de la materia debió haberse visto acompañada de una más brusca elevación de la temperatura, que pudo ser sólo momentánea en la escala del tiempo geológico, pero que hubiera podido durar días (o semanas o años) a la escala de la vida humana sobre la Tierra.
Semejante explosión pudo haber efectuado estragos en la vida sobre la Tierra…, en el caso de haber sucedido.
¿Así, pues, podemos discutir que, dado que semejantes estragos parecen no haber sucedido, la aludida explosión no ha tenido lugar?
Veamos primero cuándo ocurrió esa cresta de eco del iridio. Según los procesos de datación de Alvarez, ocurrió hace 65 millones de años, al final del Cretácico y fue exactamente a fines del Cretácico cuando ocurrió la Gran Matanza (véase «La matanza de los saurios», en
The Solar System and Rack, Doubleday
, 1970), un ensayo en el que discutí acerca de una supernova como posible causa.
Hace 65 millones de años, en un período de tiempo relativamente breve, murieron todos los reptiles gigantes, todos los ammonites, etcétera. Se estima que, aproximadamente, el 75% de todas las especies vivientes sobre la Tierra en aquella época, fueron borradas del mapa por alguna razón desconocida.
Aunque tampoco podemos dar por supuesto que el restante 25% quedaran incólumes. Podría haber sucedido, digamos, que el 95% de todos los animales resultasen muertos, y que los más grandes, que se reproducían en una lenta proporción, quedasen reducidos a un número desacostumbradamente pequeño, no pudiesen recuperarse y muriesen. Los animales más pequeños, los cuales sobrevivieron en mayores números absolutos, y que eran más fecundos, consiguieron continuar, aunque muy pocos.
Lo que, en resumen, quiere decir esto:
Sobre la base de los registros fósiles, la Tierra, hace unos 65 millones de años pudo hallarse al borde de verse esterilizada, desapareciendo casi toda la vida que había en ella.
Hace 65 millones de años, la Tierra pudo haber sufrido un accidente solar que hubiera sido capaz de casi esterilizarla, sobre la base de la cresta de eco del iridio.
¿Puede esta convergencia de dos series por completo diferentes de pruebas constituir una coincidencia?
Naturalmente, es muy duro adherirse demasiado a esta tarea preliminar del equipo de Alvarez, y no puede proclamarse que sus especulaciones sobre una posible catástrofe astronómica no son más que especulaciones. A mí mismo me gustaría ver un análisis a fondo de las rocas de hace 65 millones de años en numerosos lugares de la Tierra, puesto que me parece que una explosión solar hubiese afectado a toda la superficie terrestre. Debería haber llevado aparejado elevados valores para otros elementos, además también del iridio.
Tal vez la sugerencia se convertirá en una alarma del todo falsa tras un examen más riguroso. Si esto es así, quiero confesar que me sentiré aliviado, puesto que se trataría de un acontecimiento horroroso y, sobre todo, porque si sucedió una vez, podría suceder de nuevo, y tal vez sin la menor advertencia.
El artículo anterior fue escrito en agosto de 1979. A partir de entonces, las cosas progresaron con rapidez. La hipótesis de la supernova perdió favor y puede ser descartada (excepto la aparición posterior de otras pruebas).
En vez de ello, la hipótesis del meteorito ha ido ganando adeptos. El eco de cresta del iridio aparece en varios lugares de la Tierra y parece ser un rasgo global. Además, el meteoro no puede ser sólo un meteorito, sino más bien un enorme asteroide —por lo menos de 10 Km de longitud—, que levantó tanto polvo y cenizas hacia la estratosfera, hasta el punto de bloquear de forma perceptible que la luz solar llegase a la Tierra durante
tres años.
Semejante larga noche glacial, si es que tuvo lugar, podía haber matado toda la vida de las plantas, excepto las formas que hubieran podido sobrevivir al final de dicho período: semillas, esporas, raíces, etcétera. Toda la vida de los animales mayores que los mamíferos de tamaño medio habrían muerto: hasta el último dinosaurio habría perecido una vez pasados esos tres años. Y los que no perecieron serían los más pequeños, los cuales sobrevivirían en los restos de las plantas o sobre los cadáveres congelados. En cualquier caso, en mi próxima colección pienso dedicar a este tema un ensayo extenso.
¡Aguarden a que lo escriba!
Mi hija de preciosos ojos azules y cabello rubio, está planeando empezar muy pronto los cursos de licenciatura de trabajos de psiquiatría social, y yo me encontraba al teléfono discutiendo con ella la situación financiera.
Dado que es la niña de mis ojos, y puesto que soy cómodamente solvente, no surgió ningún problema que pudiese implicar economías y recortes y, por lo tanto, ambos nos sentimos a las mil maravillas.
Y luego un pequeño y mal pensamiento nos turbó. Robyn me parecía que estaba tan orgullosa de mí en plan de hija, como yo lo estoy de ella desde el punto de vista paterno, pero nunca he tenido que someter ese orgullo a ningún serio esfuerzo al acortarle sus asignaciones.
No habíamos hablado mucho antes de que empezase a sentirme incómodo y, finalmente, sentí que
debía
saberlo.
—Robyn —le dije inseguro—, ¿me querrías aunque fuese pobre?
No vaciló un momento:
—Claro, papá —replicó, de una forma realista—. Aunque fueses pobre, seguirías estando chalado, ¿verdad?
Resulta agradable saber que soy amado por una característica que nunca perderé.
Estoy
chalado, a fin de cuentas, y siempre lo he estado, no sólo en el sentido de que tengo un sentido del humor impredecible e irreverente, que es a lo que Robyn se refiere (opino). Estoy también chalado por haber tramado un serio, y hasta ahora inútil, intento por mantenerme al paso con el conocimiento humano, y me siento apenado cuando descubro que no lo he conseguido, lo cual me sucede cada día.
Por ejemplo…
Hace años, cuando comencé a leer acerca de la enana blanca compañera de Sirio (que, de forma apropiada, se denomina Sirio B), descubrí que se había determinado que su diámetro era exactamente igual que el del planeta Urano, es decir, 46.500 Km, aunque su masa sea del todo igual a la del Sol. Metí este asunto en el capaz paquete de sorpresas al que llamo memoria, y donde encuentro los datos al instante cuando los necesito.
Durante años, no, durante décadas, me he estado repitiendo que Sirio B tenía el diámetro de Urano. Incluso lo hice así en mi libro sobre agujeros negros,
The collapsing Universe
«Walker», 1977) y en mi ensayo «La compañera negra», incluido en
Quasar, Quasar, burning bright
«Doubleday», 1978).
El problema radica en que las cifras que he estado dando para el diámetro de Sirio B están equivocadas, y hace ya bastante tiempo que se sabe que estaban mal. Como me dijo un lector (con un casi audible suspiro alzándose del papel), las cifras que ofrecía constituían un interesante dato histórico, pero nada más.
No había podido seguir al paso el avance de los conocimientos. Ahora tengo los datos de 1979 (que confío que permanecerán estables durante algún tiempo), y las registraré de inmediato. Consideraremos cuán pequeño es realmente Sirio B y cuán poco (por desgracia), sabía, realmente, al respecto.
El diámetro del Sol es de 1,392 x 10
11
cm, y el diámetro de Sirio B es igual a 0,008 veces eso, o sea 1,11 x 10
9
cm. Si lo escribimos en unidades más familiares, en ese caso el diámetro de Sirio B es igual a 11.100 kilómetros.
Comparemos el diámetro de Sirio B con la Tierra y sus planetas vecinos más próximos. Entonces, tendremos:
Si la pregunta que nos hacemos en lo referente a Sirio B es:
¿Cuán pequeño? La respuesta será: Muy pequeño.
Sirio B es más pequeño en tamaño que la Tierra y Venus, aunque es considerablemente mayor que Marte.
El área de la superficie de Sirio B es igual a 387.000.000 de Km
2
. Esto equivale al 0,76 del área de la superficie de la Tierra. El área de la superficie de Sirio B es, más o menos, igual a la de los océanos de la Tierra. En cuanto al volumen de Sirio B, equivale a 0,66, o sólo 2/3 del de la Tierra.
¿Cuán pequeño? El diámetro de Sirio B es sólo una cuarta parte del que yo he estado alegando durante todos estos años y, lógicamente, su volumen es sólo de un octavo.
A continuación, ¿qué hay que decir respecto de la densidad de Sirio B?
La densidad de cualquier objeto la constituye su masa dividida por su volumen, y la masa de Sirio B, por lo menos, no ha cambiado. Es exactamente lo que siempre he pensado que era: unas 1,05 veces la masa de nuestro Sol. Dado que la masa del Sol es 1,989 x 10
33
gramos, que es 332.600 veces la masa de la Tierra de 5,98 x 10
27
gramos, de ello se sigue que la masa de Sirio B es igual a 332.600 x 1,05, o exactamente 350.000 veces la masa de la Tierra.
Dado que la masa de Sirio B es 350.000 veces la masa de la Tierra, y puesto que el volumen de Sirio B es 0,66 veces de la Tierra, entonces la densidad de Sirio B es 350.000 x 0,66, ó 530.000 veces la densidad de la Tierra.
La densidad promedio de la Tierra es igual a 5,52 gamos por centímetro cúbico. La densidad promedio de Sirio B es, por lo tanto, igual a 530.000 x 5,52, ó 2.900.000 gramos por centímetro cúbico.
Esto significa que, si imaginamos una moneda de 5 pesetas (que estimo que tiene unos 2/3 de un centímetro cúbico en volumen), y que estuviese hecha con una materia igual a la de Sirio B, pesaría unas 2,1 toneladas.
Sirio B no tiene, naturalmente, la misma densidad en todas sus partes. Es menos denso cerca de su superficie y aumenta en densidad en cuanto nos imaginamos que nos adentramos profundamente en su interior, hasta tener la mayor densidad en el núcleo. Se estima que la densidad de Sirio B en su centro es de 33.000.000 gramos por centímetro cúbico. Si imaginamos una moneda de cinco pesetas confeccionada con material procedente de la parte central de Sirio, pesaría unas 24,3 toneladas.
A continuación, veamos la gravedad de la superficie.
La atracción gravitacional de un cuerpo sobre otro es directamente proporcional al producto de las masas, e inversamente proporcional al cuadrado de la distancia entre los centros de gravedad de ambos cuerpos.
Si consideramos la atracción de la Tierra sobre un objeto en su superficie, entonces g =
km'm/r
2
,
donde g es la atracción de la gravedad de la Tierra sobre un objeto,
k
es la constante gravitacional,
m'
es la masa del objeto,
m
es la masa de la Tierra y
r
es la distancia entre el centro de la Tierra y el centro del objeto sobre su superficie, siendo igual esta distancia al radio de la Tierra.
Si consideramos a continuación la atracción de Sirio B sobre el mismo objeto en su superficie, en ese caso G =
km'M/R
2
,
donde G es la atracción de la gravedad de Sirio B sobre el objeto,
k
es igualmente la constante gravitacional,
m'
es, del mismo modo, la masa del objeto,
M
la masa de Sirio B y
R
el radio de Sirio B.
Para determinar cuánto mayor es la gravedad de la superficie de Sirio B en relación con la de la Tierra, dividimos la ecuación para Sirio B con la de la Tierra, de este modo:
Una vez hecho esto, vemos que la constante gravitacional y la masa del objeto sobre la superficie se anula.
Tenemos:
Supongamos a continuación que tomamos la masa de la Tierra como igual a 1, y su radio también igual a 1. En ese caso, con
m
= 1 Y
r
= 1, tenemos:
El paso siguiente radica en obtener los valores para
M y R,
pero, a fin de mantener la ecuación, les daremos unidades de masa de la Tierra y unidades de radio de la Tierra. Es lo que hemos empleado para
m
y
r.
Dado que sabemos que la masa de Sirio B es 350.000 veces la de la Tierra, y su radio es 0,87 veces el de la Tierra, en ese caso tenemos:
En resumen, si imaginamos que existe un objeto en la superficie de Sirio B, pesaría 462.000 veces más sobre Sirio B que sobre la Tierra.
Por ejemplo, yo peso 75,5 Kg, pero si imaginamos que me encuentro sobre Sirio B, pesaría más de 35.000.000 de kilos (es decir, 35.000 toneladas).
La luminosidad de Sirio B, la cantidad total de luz que emite, constituye una observación directa, y no cambia como han mudado nuestros conocimientos acerca de las dimensiones de Sirio B.
La luminosidad de Sirio B es 0,03 veces la del Sol, por lo que si nos imaginamos a Sirio B en el lugar de nuestro Sol, recibiríamos sólo 1/33 de la luz y del calor que recibimos ahora.
Esto parece bastante razonable, si consideramos el hecho de que Sirio B es un objeto mucho más pequeño que el Sol. Pero ya no es tan razonable, no obstante, dado que Sirio B es tan pequeño, que sólo sobre la base del tamaño no daría tanta luz y calor como lo hace.
Si dos objetos se encuentran a la misma distancia de nosotros, y están a igual temperatura, en dicho caso la cantidad de calor que recibiríamos de cada uno sería proporcional al área de la superficie aparente de cada cual.