El lenguaje de los muertos (64 page)

BOOK: El lenguaje de los muertos
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—¿Hombres? —susurró Harry para sí mismo—. ¡Ovejas, eso es lo que eran! ¡Ovejas que iban al matadero!

Sus palabras, dichas en la lengua de los muertos, fueron oídas, que es lo que él pretendía, y la respuesta le llegó desde el castillo.

No todos éramos así, Harry Keogh. Yo era uno de los que le hubiera combatido, pero él estaba en mi cerebro, y lo estrujaba como a un limón. Debes creerme cuando digo que no fui a entregarme a Ferenczy voluntariamente. No éramos tan cobardes como piensas. Y ahora dime, ¿has visto una brújula que señale al sur? Eso es algo tan imposible como para un Zirra alejarse de su amo cuando éste le elegía
.

—¿Quién eres? —preguntó Harry.

Dumitru, hijo de Vasile
.

—Bien, al menos tus argumentos son más convincentes que los de tu padre.

Uno de los gitanos le dio un codazo.

—¿Qué está murmurado? —dijo—. ¿Está rezando sus plegarias? Si el señor de Ferenczy le ha llamado, ya es demasiado tarde para eso.

Harry
—dijo Dumitru Zirra—,
si yo pudiera ayudarle, lo haría, por pequeña que fuera mi contribución. Pero no puedo. Aquí, en el Lugar de los Huesos, uno de los grises que sirven al boyardo Janos me devoró las piernas hasta las rodillas. Si usted me llamara, me arrastraría, pero no podría luchar. ¿De qué serviría yo, un medio hombre de hueso y cuero y trozos de cartílago? Pero no tiene más que pedírmelo, y haré lo que pueda
.

De modo que finalmente he encontrado un hombre
—respondió Harry, esta vez en silencio, como sólo el necroscopio podía hacerlo—.
Pero puede yacer en paz, Dumitru Zirra, porque necesito algo más que viejos huesos para enfrentarme a Janos
.

El camino era ahora más difícil, y los gitanos cortaron las cuerdas que sujetaban las muñecas de Harry. Le pusieron luego dos dogales con nudo corredizo; un hombre que iba delante llevaba la cuerda del primero, y otro que iba detrás la del segundo.

—Una caída ahora, y usted mismo se estrangulará —le informó el gitano que le había invitado al campamento—. ¡O se le estirará bastante el cuello mientras lo arrastramos!

Pero Harry no pensaba caer.

Habló con Möbius en la lengua de los muertos.

¿August? ¿Cómo van las cosas?

¡Estamos a punto de conseguirlo, Harry!
—llegó la respuesta desde el cementerio de Leipzig—.
Puede llevarnos una hora, dos, tres como máximo
.

Intente que sean treinta minutos
—dijo Harry—.
No me queda mucho más tiempo
.

Otras voces invadieron la mente del necroscopio. Llegaban desde el cementerio de Halmagiu.

Harry Keogh…, somos despreciados. ¡El que le calificó de «amigo de los muertos» era un gran mentiroso!

Harry, como le cogieron desprevenido, respondió en voz alta:

—Les pedí ayuda y me la negaron. No es mi culpa que los otros muertos les rechacen.

Los cíngaros se miraron unos a otros.

—¿Estará loco? —dijo uno—. ¡Siempre está hablando solo!

Harry abrió todos los canales de su mente, quitó todas las barreras interiores y exteriores, y se encontró de inmediato con Faethor, que le decía furioso:

¡Idiota! Yo soy el único que puede ayudarte, y me mantienes cubierto como a un pájaro salvaje en una jaula. ¿Por qué lo haces, Harry?

Porque no confío en ti
—respondió mentalmente Harry—.
No confío en tus motivos, en tus métodos, ni en tu corazón tan negro. No creo nada de lo que dices, Faethor. No sólo eres un padre de vampiros, sino también un padre de mentirosos. Con todo, aún tienes una oportunidad
.

¿Una oportunidad? ¿Y cuál es?

Sal de mi mente y vuelve a tu tumba en Ploiesti
.

¡No hasta que haya visto este asunto definitivamente concluido!

¿Y cómo puedo estar seguro de que entonces te marcharás?

¡No puedes estarlo, necroscopio!

Entonces, permanece en la oscuridad
—le respondió Harry, bloqueándolo nuevamente.

Y ahora ya estaban a mitad del camino…

En Rodas era la una y media de la mañana.

Darcy Clarke y su equipo estaban sentados alrededor de una mesa en una de las habitaciones del hotel. Habían pasado algún tiempo recuperándose del trabajo realizado; habían cenado juntos y habían discutido sus experiencias, la manera en que éstas les habían afectado y probablemente seguirían afectándoles por mucho tiempo. Pero en su interior, cada uno de ellos sabía que su papel en la lucha era mínimo, y que si Harry Keogh no tenía éxito, todo lo demás no era más que pura apariencia, y que la euforia que sentían ahora sólo era la calma que precede a la verdadera tormenta.

Cuando volvían de cenar, a Zek se le ocurrió una idea. Ella era telépata, y David Chung un localizador. Juntos quizá podían comunicarse con Harry, y averiguar cuáles eran sus circunstancias.

Darcy se opuso de inmediato.

—Eso es precisamente lo que Harry no quiere —dijo—. Mira, si Janos se apodera mentalmente de ti…

—Tengo la intuición de que estará demasiado preocupado por Harry como para pensar en ninguna otra cosa —le interrumpió Zek—. Y quiero hacerlo de todos modos. En la madriguera de lady Karen, en Starside, mi trabajo consistía en leer las mentes de numerosos wamphyri. Y ninguno sospechó que yo estaba allí. O sospecharon, pero no hicieron nada al respecto. Y ahora procederé de la misma manera.

Darcy, no obstante, no estaba del todo convencido.

—Yo pensaba en el pobre Trevor —dijo—. Y en Sandra…

—Trevor Jordan no esperaba encontrarse con dificultades —respondió Zek—, y Sandra era poco experimentada, y su talento sujeto a variaciones. No estoy descalificándola, simplemente describo un hecho.

—Pero…

—¡No! —le interrumpió ella—. Si David está de acuerdo, yo quiero hacerlo. Harry significa mucho para Jazz y para mí.

Y Darcy recurrió entonces a Jazz Simmons.

—Si Zek dice que lo hará, lo hará —respondió Jazz—. Y no me pidas que la convenza, yo sólo estoy casado con ella.

Y Darcy, aunque con reservas, aceptó finalmente la propuesta de los dos agentes. En verdad, él estaba tan interesado como los demás en saber qué era de Harry.

Darcy, Jazz y Ben Trask, los tres que no participaban, se sentaron alrededor de la mesa y se concentraron en lo que estaban haciendo Zek y David: él tenía los ojos cerrados, respiraba profundamente, y tenía las manos posadas sobre la ballesta de Harry, que estaba sobre la mesa. Zek, sentada de la misma manera, había puesto su mano sobre la de David.

Permanecieron en esta posición durante uno o dos minutos, esperando que Chung localizara al necroscopio por medio de los objetos que le pertenecían. Pero a medida que pasaban los segundos, y los dos participantes seguían en silencio e inmóviles, los demás comenzaron a relajarse un poco, e incluso se agitaron en sus sillas. Y precisamente en el instante en que Jazz Simmons se rascaba la nariz, se produjo el contacto.

Fue muy breve.

David Chung suspiró largamente y Zek se irguió en la silla como sacudida por una corriente eléctrica. Los ojos de la joven permanecieron cerrados durante unos segundos, y su rostro adquirió un color ceniciento. Luego… sus ojos se abrieron; Zek retiró la mano con la que tocaba a Chung, se puso en pie y se alejó dando tumbos de la mesa.

Jazz se le acercó de inmediato.

—¿Te encuentras bien, Zek? —le preguntó ansioso.

Ella le miró unos segundos fijamente, como si mirara a través de él, pero luego reaccionó, y aceptó su abrazo. Él la sintió temblar, y Zek por fin respondió:

—Sí, yo me encuentro bien. Pero Harry…

—¿Le habéis encontrado?

—Oh, sí —respondió David Chung—, le encontramos. ¿Y qué has leído, Zek?

Ella le miró, miró a los otros, se soltó de los brazos de Jazz, y no dijo nada.

—¿Se encuentra bien? —preguntó Darcy, y esperó la respuesta conteniendo el aliento.

—Sí, Harry está bien —respondió por fin Zek—, y ha llegado a su destino sano y salvo. Y también he visto lo bastante como para saber que el momento decisivo llegará muy pronto. Pero… algo no está bien.

—¿Qué quieres decir? —el corazón de Darcy se agitó en su pecho—. ¿Que Harry ya está en dificultades?

Ella le miró con una mirada tan rara que parecía que hubiera contemplado criaturas extrañas en un mundo de hielo ajeno a todos los tiempos y lugares conocidos.

—¿En dificultades? ¡Oh, sí, claro que lo está! Pero no son necesariamente las dificultades que tú piensas.

—¿Puedes explicar lo que sucede?

Ella se irguió, sacudió la cabeza y dijo:

—No, no puedo. Aún no. Y de todas maneras, podría estar equivocada.

—Pero ¿acerca de qué podrías estar equivocada? —la frustración de Darcy iba en aumento—. Harry ha ido a combatir personalmente contra Janos Ferenczy. Y es un combate de un hombre contra…, ¡contra algo que no es humano! Si nuestro amigo ya está en dificultades antes de encontrarse con su enemigo, ¡su desventaja podría llegar a ser insuperable!

Ella volvió a mirarle con la misma expresión extraña, y dijo en voz muy baja:

—No, no será insuperable. De hecho, creo que…, que no habría una gran diferencia entre ambos.

Y después de eso, y durante largo rato, Zek permaneció en silencio.

El brumoso valle había quedado abajo, y Harry, en las alturas iluminadas por la luna, supo que llegarían muy pronto, y que debería enfrentarse cara a cara con el horror. Había confiado en que podría convocar a todos los muertos del lugar para que formaran un ejército y marcharan con él al reducto de Janos, pero hasta los muertos tenían miedo. Ahora ya tenía muy poco tiempo, y posiblemente aún menos esperanzas. Así pues, el hecho de que esperara con anhelo lo que habría de ocurrir, era algo muy difícil de explicar. Podía deberse, claro está, a que hubiera sufrido un colapso nervioso debido a la presión, pero no lo creía, pues a él nunca le sucedían ese tipo de cosas.

Su mente aún estaba abierta y Möbius percibió sus pensamientos.

¿Un colapso nervioso? ¿Usted? ¡No, jamás! Sobre todo ahora, que estamos tan cerca de hallar la solución. Necesito estar en su mente, Harry
.

—Entre, por su propia voluntad —respondió, casi mecánicamente.

El otro entró y salió rápidamente, y estaba más emocionado que nunca.

¡Todo coincide! ¡Todo coincide!
—dijo—.
Estoy seguro de que la próxima vez que nos veamos podré abrir esas puertas
.

—¿Pero no ahora?

Me temo que no
.

—Entonces, quizá no haya una próxima vez.

¡No se dé por vencido, Harry!

—No lo hago, simplemente me enfrento a los hechos.

Le prometo que tendré la respuesta en…, ¡en unos minutos! Y entretanto, usted podría intentar ayudarse a sí mismo
.

—¿Ayudarme a mí mismo? ¿Y de qué manera?

Oblíguese a realizar una tarea matemática. Propóngase resolver un problema de aritmética. Intente restablecer su capacidad de cálculo
.

—Ni siquiera tengo idea de qué aspecto tiene un problema matemático.

Entonces, yo mismo le daré uno
. —El gran matemático permaneció un instante en silencio, y luego dijo—:
Escuche. Primer paso: yo soy nada. Segundo paso: he nacido, y en el primer segundo de mi existencia me expando uniformemente en una circunferencia de aproximadamente 2.100.000 kilómetros. Tercer paso: después de dos segundos de expansión uniforme, mi circunferencia se ha duplicado. Pregunta: ¿qué soy?

—¡Un loco, eso es! —respondió Harry—. Hace un minuto, hubiera jurado que era yo quien estaba loco, pero ahora, comparándome con usted, sé que estoy perfectamente cuerdo.

¿Harry?

Harry rió a carcajadas, y los gitanos, que ascendían el último tramo de la montaña con él, se sobresaltaron.

—Es un demente —murmuró uno de los hombres—. Sí, el señor de Ferenczy lo ha vuelto loco.

El necroscopio volvió a hablar en la lengua de los muertos.

August, no puedo ni siquiera contar correctamente los dedos de mis pies, ¿y usted pretende que resuelva los enigmas del universo?

Ha dado en el clavo, Harry
—respondió Möbius—,
ha dado precisamente en el clavo. Volveré tan pronto como pueda
—dijo el matemático, y se marchó.

¡Jesús!
—se dijo Harry a sí mismo, sacudiendo disgustado la cabeza—.
¡Jesús!

Pero el problema planteado por Möbius se le había metido en la cabeza. Ahora no podía prestarle toda su atención, pero sabía que estaba allí, alojado con firmeza en su mente.

El grupo ya había llegado a la cima de los riscos, y en algún lugar de aquella meseta árida y barrida por los vientos se hallaban las ruinas del castillo Ferenczy. Janos esperaba allí; pero aquí y ahora, al final de la dura escalada…, les esperaban otras criaturas. Eran siete, u ocho si contamos al Gris, el «acompañante» de Harry a la morada del vampiro no-muerto.

Los dos Zirras que iban delante fueron los primeros en verle; después Harry, y por último los tres gitanos que marchaban en la retaguardia. Todos se detuvieron, atónitos, todos menos el necroscopio. Porque Harry sabía que se hallaba ante hombres muertos, una experiencia común para él. Y lo que él y los otros vieron, fue lo siguiente:

Siete corpulentos tracios, que habían muerto hacía más de dos mil años, y habían sido resucitados por los hechizos de Janos. Parecían seres vivos, pero en ellos también había mucha muerte. Llevaban cascos y algunas piezas de armaduras de su época, pero allí donde se veía la piel desnuda, ésta aparecía desfigurada por las cicatrices. Sus cascos estaban diseñados para inspirar temor: de forma redondeada, eran de bronce reluciente, con agujeros ovales para los ojos, y unas piezas laterales que cubrían las mandíbulas.

Los siete eran hombres muy grandes, pero su jefe tenía unos diez centímetros más de estatura. Se adelantó hacia el grupo, inmenso, pero detrás de los agujeros del casco, sus ojos estaban rojos… de pesar.

Bodrogk miró a Harry Keogh y a los otros cinco hombres que, cobardes, permanecían tras él.

—Soltadle —dijo.

La lengua que hablaba era antigua, pero el significado de sus palabras —y la manera en que tocó con su espada las cuerdas que sujetaban a Harry—, era inconfundible.

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