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Authors: Orson Scott Card

Tags: #Fantástico

Calle de Magia (10 page)

BOOK: Calle de Magia
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—¿Por qué querría una chica ser un pez? —le preguntó Mack a Ceese un día.

—Sé de un montón de chicas a las que les gusta el pescado —dijo Ceese—. Tal vez algunas quieran comerlo guisado.

—Y si se enfadan te dan con un pez helado —dijo Mack, siguiéndole el juego con la rima.

—Jugando a las cartas a un pez han engañado.

Pero Mack se cansó del juego.

—No estoy bromeando.

—¿Qué pasa?

—Tamika Brown quiere ser un pez de verdad.

—Le gusta nadar —dijo Ceese—. Eso no significa que esté loca.

—Quiere meterse en el agua y no tener que salir nunca.

—O tal vez el loco seas tú.

—Soñé con ella —dijo Mack—. No tenía brazos ni piernas, sólo aletas y una cola, y vivía en el agua.

—Eres demasiado joven para tener ese tipo de sueños —dijo Ceese, y se reía tanto que apenas podía parar.

—No estoy de broma.

—Claro que sí, lo que pasa es que no lo sabes.

Mack quiso contarle a Ceese el sueño frío que había tenido sobre el diácono Landry y cómo se había hecho realidad, con Juanettia Post, y que a nadie le había gustado el resultado. ¿Y si el sueño de Tamika Brown se cumplía también? Quon no querría tener un pez por hermana.

Ceese se reiría todavía más, tal vez se moriría de la risa y todo si Mack le decía que le preocupaba que la chica se convirtiera en un pez.

Eso era porque nadie más que Mack parecía tener sueños como ésos. Nadie más sabía lo reales que eran, lo fuertes, cómo lo atenazaban de deseo.

No sabes, Ceese, cómo es querer algo tanto que renunciarías a todo sólo porque se cumpliera. Pero en un sueño frío, así es como se siente uno todo el tiempo, y luego me deja temblando cuando tengo que dejar atrás el deseo.

Curtís Brown se despertó aquella calurosa noche de agosto cubierto de sudor y con ganas orinar. Le sucedía muchas veces, porque dormía en una cama de agua. El movimiento le estimulaba la vejiga. O bien eso o se estaba haciendo viejo... pero él y Sondra eran jóvenes todavía. Su hija mayor, Tamika, sólo tenía diez años. Curtís estaba todavía lejos de convertirse en un abuelete que tuviera que levantarse e ir al cuarto de baño tres veces por noche.

Era el padre de Curtís quien recorría la casa por la noche, encendiendo y apagando luces y maldiciendo entre dientes que no tiene sentido tener ganas de orinar y no poder hacerlo. Y cuando Curtís le dice, papá, eso significa que te tienes que hacer mirar la próstata, su padre lo mira y dice,
¿
crees que voy a dejar que un médico me meta el dedo en el ano y me llene el recto de gelatina? Ve a que te lo metan a ti, si piensas que es tan divertido. Tú eres el loco, no yo, que duermes en una cama de agua como
un yuppie,
tú sí que tienes que hacerte examinar la cabeza, no me vengas a decir que me examinen el culo, al menos no tengo la cabeza en el culo como tú. Entonces se reía y seguía diciéndole a todo el que quería oírlo que Curtis había ido al urólogo para que le examinaran la cabeza, porque hay que mirarle el culo para encontrarle la cabeza.

Nunca voy a ser un viejo como mi padre, se decía Curtis continuamente. Nunca voy a hacer que mis hijos deseen que esté muerto.

Curtis se quedó tumbado en la cama, preguntándose si de verdad tenía tantas ganas de mear que no podía volver a dormir porque, si se levantaba, cuando volviera a la cama las sábanas estarían frías y pegajosas a menos que estuviera tanto levantado que les diera tiempo a secarse y entonces...

Algo chocó contra él.

Algo chocó contra él
desde debajo.

Se levantó de la cama en un segundo, y se quedó allí de pie, mirándola. Todavía ondulaba por su movimiento. Pero Sondra estaba acostada tan pacíficamente como es posible, roncando un poquito como siempre, meciéndose levemente por el movimiento de la cama.

Me estoy volviendo loco, pensó Curtís mientras iba tambaleándose al cuarto de baño. O eso o los productos químicos de la cama no están haciendo su trabajo y las algas han crecido hasta convertirse en el Terror sin forma. Ése sí que era el tipo de pesadilla que lo mantenía despierto cuando era un chaval. Sólo que entonces no había camas de agua. No, espera, sí que las había. Estaba esa peli de los setenta en que el poli... ¿Eastwood? Un poli blanco en cualquier caso... entraba en la habitación de un chulo negro que estaba acostado con una tía en su cama de agua, y cuando termina de hacerle preguntas va el poli blanco y le pega un tiro a la cama sin motivo, sólo para hacerse el duro y que toda el agua se derrame.

Cuando terminó no se lavó las manos, porque estaba cansado y no se había manchado y, además, la orina era sobre todo ácido úrico, así que era más limpia que el jabón, o al menos eso era lo que había dicho aquel tipo en casa de los Mason el mes anterior, así que daba igual si no te lavabas las manos después de mear, podías comerte un plátano con las manos desnudas y estar perfectamente a salvo. Era limpiarte el culo lo que te obligaba a lavarte: de ahí venían las enfermedades. Hechos poco conocidos, se dijo Curtís. Es todo lo que tengo en la cabeza, hechos conocidos completamente inútiles.

Recorrió el pasillo para asomarse a las habitaciones de los críos. Los niños se habían quitado las mantas a patadas y Quon, como de costumbre, estaba dormido con las manos dentro de los calzoncillos, no sé qué vamos a hacer con este chiquillo, no podía dejar de jugar con su cosita, como si pensara que estaba hecha de Legos o algo. Sin embargo, Tamika tenía todas las mantas apiladas tapándola hasta la cabeza. ¿Cómo podía dormir así? Hacía demasiado calor, iba a derretirse si el montón de mantas no la ahogaba.

Apartó las sábanas y ella no estaba debajo.

La buscó por la habitación para ver si se había quedado dormida en otra parte. Volvió al pasillo y tampoco estaba en el cuarto de los chicos ni en la cocina ni en el salón, y entonces supo dónde estaba, supo que era imposible, pero ¿no decía que deseaba vivir bajo el agua como un pez, vivir allí siempre?

Era imposible que estuviera dentro de la cama de agua. Pero no estaba en ninguna otra parte, y
algo
le había golpeado, no lo había imaginado, era real. Algo le había golpeado y si era Tamika ya llevaba demasiado tiempo en la cama de agua.

Había recorrido la mitad del pasillo cuando se dio cuenta de que necesitaría algo para cortar el plástico. Corrió a la cocina y con el cuchillo más grande y afilado corrió de vuelta al dormitorio y empezó a quitar las sábanas de la cama.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó Sondra, adormilada.

—Levántate —dijo Curtís—. Hay algo dentro de la cama de agua.

Ella se levantó, llevándose consigo la sábana superior.

—¿Cómo puede haber algo ahí dentro? ¿Estás sonámbulo, querido?

Su única respuesta fue hundir el cuchillo en el plástico, pero cerca del borde, donde no hubiera riesgo de apuñalar a Tamika, si de verdad estaba allí dentro, si él no estaba completamente loco. El cuchillo entró al segundo intento, y entonces cortó y tiró del plástico y el agua pestilente le salpicó la cara. La abertura ya era lo bastante grande y metió una mano dentro, metió las dos, se inclinó para sondear dentro de la cama y allí había un tobillo y lo agarró y tiró, y cuando sacó el pie de la cama Sondra gritó.

—Agárrala —dijo Curtis, y tanteó y encontró la otra pierna de Tamika y pudieron tirar de ella como si fuera un recién nacido que nace de pie. La sacaron por el borde de la cama de agua y ella se desplomó en el suelo como un pez.

Parecía muerta.

Curtis no perdió un segundo excepto para decir: «Llama al 911.» Luego empezó a presionar el pecho de Tamika para sacarle el agua y le hizo el boca a boca, tratando de recordar si era diferente la RCP si se trataba de un ahogamiento o un ataque al corazón o un colapso. Cuando le presionó el pecho le salió agua por la boca, pero ¿eso significaba que tenía que sacar el agua antes de insuflarle aire en los pulmones? ¿Se suponía que tenía que seguir bombeándole el pecho para que su corazón empezara a latir?

Lo hizo todo, seguro de que hiciera lo que hiciera estaría mal, pero haciéndolo de todas formas. Y cuando los de Urgencias llegaron, se hicieron cargo de la situación y antes de que la pusieran en una camilla le colocaron un tubo en la garganta y le aseguraron a Curtis que el corazón latía y que recibía aire.

—¿Cuánto tiempo ha estado bajo el agua? —preguntó uno de los hombres.

—No lo sé —respondió Curtis—. He tardado un rato en darme cuenta de que estaba ahí dentro.

—¿Espera que me crea que hizo un corte para meterse dentro de la cama de agua ella sola, una niña pequeña como ésa? —preguntó el tipo.

—No, el corte lo he hecho yo para sacarla.

—Vale —dijo el médico—. Entonces, ¿cómo se ha metido?

—¡Vamos! —le urgió el otro hombre, y salieron por la puerta con Tamika y se la llevaron corriendo al hospital. Y Curtis y Sondra despertaron a Ophelia Mason y ella se quedó en la casa al cuidado de los niños para que no despertaran sin que hubiera ningún adulto, y luego fueron al hospital para averiguar si la luz de sus vidas se había apagado en esta noche terrible, imposible.

Ura Lee sirvió café en la taza de Madeline Tucker.

—No sé por qué sigue aferrándose a esa historia —dijo Madeline.

—Sondra dice que es así como pasó —replicó Ura Lee Smitcher.

—Bueno, cómo no lo va a decir, si no quiere que su marido vaya a la cárcel.

—Yo querría que
mi
marido fuera a la cárcel si hubiera metido a mi hija en una cama de agua tanto tiempo que acabó con lesiones en el cerebro. Si no lo mato antes con el cuchillo que usó para cortar el plástico.

—Bueno, eso demuestra que no eres Sondra Brown. Ella es leal a un criminal.

—Supongo que eso es más fácil de creer que pensar que Tamika pudo aparecer por arte de magia dentro de la cama de agua —dijo Ura Lee—. Es una locura. Los Brown son buena gente.

—Los que maltratan a los niños siempre parecen buena gente.

—Mi Mack juega siempre con su hijo Quon, él sabría si son niños maltratados o no. Los maltratadores viven recluidos y sus hijos son tímidos y reservados.

—Excepto los que no lo hacen y cuyos hijos no lo son —dijo Madeline.

—Bueno, supongo que será mejor que no formes parte del jurado, puesto que ya has condenado a ese hombre.

Duda razonable, ésa es la ley —dijo Madeline—. Cuando le diga a la gente que la niña estaba dentro de la cama de agua y no había ninguna abertura en ninguna parte hasta que la cortó para dejarla salir, entonces será mejor que alegue locura porque ningún jurado de esta ciudad, blanco o negro, lo va a dejar en libertad. No es O. J. y nadie va a creerle si empieza a decir que la policía le ha tendido una trampa, ni aunque tenga a Johnnie Cochrane y un coro de ángeles como abogados defensores.

—Johnnie Cochrane no va a aceptar este caso —dijo Ura Lee—, porque los Brown no tienen tanto dinero y, además, Tamika no está muerta.

—Con el cerebro dañado, más le valdría estarlo. Pobrecita.

Ura Lee se asomó al pasillo y vio que Mack estaba allí de pie.

—¿Necesitas algo, Mack?

—¿Se metió Tamika en el agua anoche? —preguntó él.

—Las paredes tienen oídos —dijo Madeline Tucker.

—No es que estemos hablando en voz baja —dijo Ura Lee—. Mack, ¿no tienes deberes?

—Tengo cinco años.

—No hay ningún motivo para que os traten como a bebés —dijo Ura Lee.

Mack y Madeline la miraron como si estuviera loca.

—Por eso no cuento chistes —dijo Ura Lee—. Nadie se ríe nunca.

—Nadie se da cuenta de que estás bromeando, por eso —dijo Madeline.

—Sí, Mack, la pequeña nadadora de los Brown casi se ahogó y estuvo sin aire tanto tiempo que se lesionó el cerebro.

—¿No está muerta?

—No, Mack, está viva. Pero hay cosas que no podrá volver a hacer. Los médicos no saben el alcance de las lesiones. Puede que se recupere en parte, puede que no.

Mack tenía lágrimas en los ojos. Se lo estaba tomando peor de lo que Ura Lee esperaba.

—Mack, este tipo de cosas pasan a veces. La gente resulta herida en accidentes. Todo lo que se puede hacer es rezar para que eso no le suceda a alguien a quien amas y luego rezar para tener fuerzas para afrontarlo si le pasa.

—Tendría que habérselo dicho —dijo Mack.

—¿Decirle qué?

—Que dejara de desear ser un pez.

—Mack, cariño, eso no tiene nada que ver contigo.

Pero Madeline estaba intrigada.

—¿Ella te dijo que quería ser un pez?

Ura Lee no quería que Madeline empezara a convertir aquel asunto en un drama.

—Y eso qué importa.

—Pues claro que importa, entonces habría tenido un motivo para meterse en esa cama de agua.

-—Con motivo o sin motivo, nadie cabe por el agujero de una cama de agua, y ésa es la única manera en que pudo haberse metido dentro.

—Si Mack sabe algo —dijo Madeline tozudamente—, tendría que contarlo.

—Tiene cinco años —contestó Ura Lee—. Nadie va a admitir su testimonio, sobre todo porque es imposible que Tamika se metiera en esa cama de agua a no ser por el tajo que hizo Curtis Brown.

Madeline se inclinó hacia ella.

—¿Lo viste? ¿Fuiste a la casa y viste el tajo?

Ura Lee se volvió hacia Mack.

—Mack, esto es una conversación de adultos. Tamika se pondrá bien, estoy segura. Eres muy amable al preocuparte por lo que le ha pasado a la hermana mayor de tu amigo. Pero ahora tienes que dejarnos seguir charlando.

Mack se dio media vuelta y volvió al pasillo. Madeline estuvo a punto de volver a hablar, pero Ura Lee alzó una mano hasta que oyó la puerta cerrarse. Entonces se levantó y se acercó al pasillo y se asomó para asegurarse de que Mack no estuviera por allí escuchando.

—¿Bien? —preguntó Madeline cuando Ura Lee regresó al salón.

—Bueno, no he ido a espiarlos. Creo que tienes que hablar con la señora Ophelia de ese tipo de cosas.

-—Oh, ella no entraría en esa habitación, diría que es la habitación de la muerte y que hay una maldición poderosa y esas cosas.

—Bueno, si te rebajas a preguntarme por chismorreos, Madeline, entonces no puedes haber caído más bajo, porque a mí nadie me cuenta nada y si lo hicieran no lo recordaría.

En su cuarto, Mack tenía miedo de dormirse. ¿Y si soñaba de nuevo y a alguien más le sucedía algo terrible? Cuántos sueños fríos. Un barrio entero de ellos. Y cuando se cumplieran nunca iba a ser como esperaban los que soñaban.

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