Read Barrayar Online

Authors: Lois McMaster Bujold

Tags: #Novela, Ciencia-ficción

Barrayar (16 page)

BOOK: Barrayar
8.9Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

—¿Divertirse?

—Sí, señor. El sargento suele ir allí una vez al mes, en su día de permiso, cuando milord el conde se encuentra en la ciudad. Por lo visto hace años que acude a ese sitio.

—¿Al caravasar? —dijo el conde Piotr con incredulidad.

—Eh… —El jefe de guardia miró al lacayo pidiendo socorro.

—El sargento Bothari no es muy exigente en lo que a diversión se refiere, señor —le explicó el lacayo.

—¡Ya veo que no! —observó Piotr.

Cordelia miró a Vorkosigan con expresión interrogante.

—Es una zona donde impera la violencia —le explicó él—. Yo mismo no iría allí sin una patrulla que me protegiera. Dos patrullas, por la noche. Y sin lugar a dudas usaría el uniforme, aunque no las insignias… pero creo que Bothari creció allí. Supongo que él lo ve diferente.

—¿Por qué tanta violencia?

—Es muy pobre. Fue el centro de la ciudad durante la Era del Aislamiento, y las renovaciones aún no la han afectado. El agua corriente es mínima, no hay electricidad, está cubierta de desperdicios…

—En su mayor parte humanos —acotó el conde Piotr con acidez.

—¿Pobre? —dijo Cordelia pasmada—. ¿Sin electricidad? ¿Cómo puede pertenecer a la cadena de comunicaciones, entonces?

—No pertenece, por supuesto —respondió Vorkosigan.

—Entonces, ¿cómo se educa la gente?

—No se educa.

Cordelia lo miró.

—No lo comprendo. ¿Cómo consiguen empleos?

—Algunos logran escapar al Servicio. En cuanto al resto, la mayoría se dedican al pillaje. —Vorkosigan la miró unos momentos—. ¿No tenéis pobreza en Colonia Beta?

—¿Pobreza? Bueno, algunas personas tienen más dinero que otras, por supuesto, pero… ¿no tienen ordenadores?

—¿No tener un ordenador es el nivel de vida más bajo que puedes imaginar? —preguntó Vorkosigan asombrado.

—Es el primer artículo de la Constitución: «El acceso a la información no será restringido.»

—Cordelia… estas personas apenas tienen acceso a la comida, la ropa y un techo donde cobijarse. Cuentan con unos cuantos trapos y cazuelas, y se amontonan en edificios donde el viento silba a través de las paredes agrietadas.

—¿No tienen aire acondicionado?

—Aquí no tener calefacción en invierno es un problema más grave.

—Sí, claro. En realidad vosotros no tenéis verano… ¿Cómo piden ayuda cuando están enfermos o heridos?

—¿Qué ayuda? —Vorkosigan se estaba tornando sombrío—. Si caen enfermos, se curan solos o mueren.

—Con un poco de suerte, se mueren —murmuró Piotr—. Esos canallas.

—Lo estáis diciendo en serio. —Cordelia miró a uno y a otro—. Eso es horrible… ¡pensad en todos los genios que podéis estaros perdiendo!

—Dudo de que haya muchos en el caravasar —replicó Piotr con frialdad.

—¿Por qué no? Tienen el mismo complemento genético que usted. —Cordelia señaló lo que, para ella, era evidente.

El conde se paralizó.

—¡Mi querida niña! ¡Por supuesto que no! Mi familia ha sido Vor durante nueve generaciones. Cordelia alzó las cejas.

—¿Cómo lo sabe? Hasta hace ochenta años no se contaba con la posibilidad de realizar un estudio genético.

Tanto el jefe de guardia como el lacayo parecían a punto de echarse a reír. El lacayo se mordió el labio.

—Además —continuó ella con tono razonable—, si vosotros los Vor habéis andado por ahí la mitad de lo que dicen esas historias que he estado leyendo, en este momento el noventa por ciento de la población ya debe de tener algo de sangre Vor. ¿Quién sabe cuántos parientes tiene, por línea paterna?

Vorkosigan mordió su servilleta en forma ausente. Sus ojos mostraban un brillo similar al del lacayo.

—Cordelia —murmuró—,
no puedes
sentarte a la mesa y sugerir que todos mis antepasados fueron bastardos. Aquí eso es un insulto gravísimo.

¿Dónde debería sentarme?

—Oh, supongo que nunca llegaré a entenderlo. No importa. Hablemos de Koudelka y Bothari.

—Muy bien. Adelante, oficial.

—Sí, señor. Bueno, según me han dicho, regresaban a eso de la una de la madrugada, cuando fueron atacados por una pandilla del lugar. Evidentemente el teniente Koudelka iba demasiado elegante, además de su forma de caminar, y el bastón… en pocas palabras, llamó la atención. Ignoro los detalles señor, pero esta mañana había cuatro muertos y tres personas en el hospital. Los demás escaparon.

Vorkosigan emitió un ligero silbido. —¿Fueron graves las heridas de Bothari y Koudelka? —Ellos… no dispongo de un informe oficial, señor. Son sólo rumores.

—Dígalos entonces.

El oficial tragó saliva.

—El sargento Bothari tiene roto un brazo y algunas costillas, heridas internas y una contusión. El teniente Koudelka ambas piernas rotas y muchas, eh… quemaduras por descarga eléctrica. —Se detuvo.

—¿Qué?

—Por lo que escuché, sus atacantes tenían un par de porras eléctricas de alto voltaje, y descubrieron que con ellas podían producir unos… efectos peculiares en sus nervios protésicos. Después de romperle las piernas pasaron… un buen rato torturándolo. Así fue como los hombres de Illyan lograron atraparlos. No escaparon a tiempo.

Cordelia apartó su plato y comenzó a temblar.

—¿Rumores, eh? Muy bien. Puede retirarse. Quiero ver al comandante Illyan en cuanto llegue. —La expresión de Vorkosigan era introspectiva y severa.

—Canallas —exclamó Piotr—. Tendrías que eliminarlos a todos.

Vorkosigan suspiró.

—Es más sencillo iniciar una guerra que acabarla. No será esta semana, señor.

Una hora después, Illyan se presentó ante Vorkosigan en la biblioteca y le proporcionó su informe verbal. Cordelia también se encontraba allí.

—¿Estás segura de que quieres oír esto? —le preguntó Vorkosigan con suavidad.

Ella asintió con un gesto.

—Aparte de ti, son mis mejores amigos aquí. Prefiero saberlo todo.

El resumen del oficial demostró ser bastante exacto, pero Illyan, quien había conversado con Bothari y con Koudelka en el Hospital Militar Imperial, tenía varios detalles que agregar y lo hizo en términos muy directos. Su rostro de cachorro parecía muy avejentado esa mañana. —Por lo visto, su secretario se vio invadido por el deseo de acostarse con una mujer —comenzó—. Por qué eligió a Bothari como guía es algo que no alcanzo a imaginar.

—Nosotros tres somos los únicos supervivientes del
General Vorkraft
—respondió Vorkosigan—. Supongo que es un lazo. De todas formas, Kou y Bothari siempre se llevaron bien. Tal vez se deba a los instintos paternales latentes en Bothari. Y Kou es un muchacho ingenuo… no le cuente que he dicho esto; lo tomaría como un insulto. Es bueno que todavía existan personas así. Aunque lamento que no recurriera a mí.

—Bueno, Bothari hizo lo que pudo —dijo Illyan—. Lo llevó a ese antro miserable, que según la opinión del sargento tiene muchas ventajas. Es barato, rápido y nadie te dirige la palabra. También está apartado de los círculos por donde deambulaba el almirante Vorrutyer. Ninguna asociación desagradable. Bothari cumple una estricta rutina. Según Kou, la mujer que frecuenta el sargento es casi tan fea como él. Al parecer, a Bothari le gusta porque nunca hace ruido. Me parece que prefiero no pensar en ello.

»De todos modos, a Kou le asignaron otra de las mujerzuelas, quien lo aterrorizó. Bothari dice que pidió la mejor muchacha para él (en realidad ya era una mujer madura) y al parecer las necesidades de Kou no fueron bien interpretadas. En definitiva, para cuando el sargento hubo hecho lo suyo y se encontraba fuera, Kou todavía trataba de conversar amablemente mientras le ofrecían toda una gama de delicias eróticas de las cuales ni siquiera había oído hablar. Al fin renunció y bajó las escaleras donde, para ese entonces, Bothari ya estaba bastante borracho. Por lo general se toma una copa y se marcha.

«Entonces Kou, Bothari y esta prostituta iniciaron una discusión respecto al pago. Ella aducía que en todo ese tiempo podía haber atendido a cuatro clientes, y ellos (esto no figurará en el informe oficial, ¿de acuerdo?) que la mujer no había sido capaz de hacer funcionar sus circuitos. Al final, Kou aceptó realizar un pago parcial (Bothari sigue mascullando que fue demasiado, a pesar de que esta mañana le cuesta bastante trabajo hablar) y los dos se retiraron muy descontentos.

—Aquí aparece la primera pregunta obvia —intervino Vorkosigan—, ¿el ataque fue ordenado por alguien del establecimiento?

—Por lo que yo sé, no. Hice acordonar el lugar, en cuanto logramos encontrarlo, e interrogamos a todos con pentotal. Estaban muertos de miedo, me alegra decir. Ellos están acostumbrados a los guardias municipales del conde Vorbohn, a quienes sobornan o por quienes son chantajeados, o viceversa. Lo que obtuvimos fue un montón de información sobre crímenes triviales que no nos interesaban en absoluto… ¿quiere que se lo transfiera a los municipales, de paso?

—Hum. Si son inocentes del ataque, limítese a archivarlo. Es posible que Bothari quiera regresar algún día. ¿Ellos sabían por qué eran interrogados?

—¡Claro que no! Insisto en que mis hombres realizan un trabajo limpio. Estábamos allí para obtener información, no para transmitirla.

—Discúlpeme, comandante. Debí suponerlo.

—Bueno, abandonaron el lugar a la una de la madrugada, a pie, y se equivocaron de dirección en alguna esquina. Bothari está bastante perturbado por ello. Considera que es culpa suya, por haberse emborrachado. Tanto él como Koudelka aseguran haber visto movimientos en las sombras durante diez minutos antes del ataque. Por lo tanto, al parecer los siguieron hasta que entraron en un callejón con muros altos, y se encontraron con que tenían seis hombres por delante y seis por detrás.

»Bothari extrajo su aturdidor y disparó; logró derribar a tres antes de que saltaran sobre él. Alguien de la zona cuenta con un buen aturdidor del Servicio esta mañana. Kou tenía su bastón de estoque, pero nada más.

«Primero atacaron a Bothari. Él se desembarazó de dos más, después de perder el aturdidor. Ellos le dispararon una descarga, y luego trataron de matarlo a golpes cuando estaba en el suelo. Hasta entonces Kou había utilizado el bastón como pica, pero entonces desenvainó la espada. Ahora dice que lamenta haberlo hecho, porque alrededor de él todos comenzaron a murmurar "¡Es un Vor!" y las cosas se complicaron.

»Kou logró herir a dos, hasta que alguien le golpeó la espalda con una porra eléctrica y su mano comenzó a sufrir espasmos. Los cinco que quedaban se sentaron sobre él y le rompieron las piernas a la altura de las rodillas. Me pidió que le dijera que no fue tan doloroso como parece. Asegura que le rompieron tantos circuitos que apenas siente nada. No sé si será cierto.

—Es difícil saberlo con Kou —dijo Vorkosigan—. Hace tanto tiempo que oculta el dolor, que casi es su estado natural. Continúe.

—Ahora debo retroceder un poco. El hombre que yo tenía asignado a Kou los había seguido hasta esa madriguera. No creo que estuviera familiarizado con el lugar y tampoco iba adecuadamente vestido para estar allí… Kou tenía dos reservas para un concierto anoche, y hasta las nueve creímos que era allí adonde iría. Mi hombre entró en la zona y desapareció. Eso es lo que me tiene tan ocupado esta mañana. ¿Ha sido asesinado? ¿O secuestrado? ¿Lo habrán atrapado y violado? ¿O era un doble agente y formaba parte de la emboscada? No lo sabremos hasta que encontremos el cuerpo, o a él.

»Al ver que no se ponía en contacto para informar de la situación, mi agente envió a otro hombre. Pero él estaba buscando a su compañero. Kou permaneció sin protección durante tres malditas horas antes de que mi supervisor nocturno llegara para hacerse cargo de su puesto y comprendiera lo ocurrido. Afortunadamente, Kou había pasado la mayor parte de ese tiempo en el prostíbulo de Bothari.

»Mi supervisor nocturno, a quien felicito, envió nuevas instrucciones al agente de campaña y además solicitó una patrulla por aire. Por lo tanto, cuando al fin el agente llegó a esa escena repugnante, pudo llamar a una aeronave que descendió de inmediato con media docena de mis hombres. Este asunto de las porras eléctricas… fue terrible, pero no tanto como podía haber sido. Es evidente que los atacantes de Kou carecían de la imaginación que, por ejemplo, hubiese mostrado el difunto almirante Vorrutyer en la misma situación. O tal vez no dispusieron del tiempo suficiente para mostrar una crueldad refinada.

—Gracias a Dios —murmuró Vorkosigan—. ¿Y los muertos?

—Dos fueron cosa de Bothari, con golpes certeros, uno fue de Kou (le cortó el cuello), y uno me temo que ha sido mío. El muchacho sufrió una anafilaxis como reacción alérgica al pentotal. Lo trasladamos de inmediato al hospital, pero no lograron salvarlo. No me gusta. Ahora le están efectuando la autopsia para ver si su reacción fue natural o si le habían implantado una defensa contra interrogatorios.

—¿Y la pandilla?

—Parece ser una sociedad de mutuos beneficios perfectamente legítima (si ésa es la palabra) formada por hombres del caravasar. Según los supervivientes que capturamos, decidieron molestar a Kou porque «caminaba raro». Encantador. Aunque Bothari no caminaba exactamente en línea recta, tampoco. Los que logramos atrapar no son agentes de nadie salvo de sí mismos. No puedo hablar por los muertos. Supervisé los interrogatorios personalmente. Esos hombres estaban muy sorprendidos de ver que Seguridad Imperial se mostraba interesada en ellos.

—¿Algo más? —preguntó Vorkosigan.

Illyan se cubrió la boca para bostezar, y luego se disculpó.

—Ha sido una larga noche. Mi supervisor nocturno me sacó de la cama después de medianoche. Es un buen hombre, con buen criterio. No, eso es prácticamente todo, excepto por las motivaciones de Kou para acudir allí. Cuando llegamos a ese tema, sus respuestas fueron vagas y de inmediato comenzó a pedir unos calmantes para el dolor. Esperaba que usted tuviese algunas sugerencias para mitigar mi paranoia. Desconfiar de Kou me produce calambres en el cuello. —Volvió a bostezar.

—Yo las tengo —dijo Cordelia—, pero son para su paranoia, no para su informe, ¿de acuerdo?

Él asintió con un gesto.

—Creo que está enamorado de alguien. Después de todo, uno no trata de probar algo a menos que piense utilizarlo. Por desgracia, los resultados han sido desastrosos. Supongo que estará bastante deprimido e irritable durante un tiempo.

Vorkosigan asintió.

BOOK: Barrayar
8.9Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Defiance by Behan, Tom
Surrender by Heather Graham
Ebony Hill by Anna Mackenzie
Heart's Desire by T. J. Kline
Her Alien Hero (1Night Stand) by Jessica E. Subject