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Authors: James Luceno

Tags: #ciencia ficción

Velo de traiciones (37 page)

BOOK: Velo de traiciones
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Palpatine inclinó la cabeza.

—Entonces, sopesaré cuidadosamente el asunto, y votaré en función de lo que sea mejor para Naboo y para la República.

º º º

Valorum se paró ante los altos ventanales y contempló el paisaje de la ciudad.

—La última vez que nos encontramos aquí fue para discutir la petición de la Federación de Comercio de protección contra los terroristas —dijo—, y la situación no ha hecho más que empeorar en los meses subsiguientes. Me siento perdido cuando pienso en los acontecimientos que nos han traído hasta este siniestro momento. Si alguien me hubiera dicho hace unos meses que acabaríamos en esta situación, no le habría hecho caso por no considerarlo posible.

El senador Palpatine no dijo nada. Esperó a que Valorum dejase de mirar por el ventanal.

—En señal de respeto por lo sucedido en la Cumbre, he retrasado la presentación ante el Senado de mi propuesta impositiva. Pero me presionan para que decida la cuestión de una vez por todas, y me presionan tanto los que la desean como los que se oponen a ella. —Valorum giró sobre sus talones para mirar a Palpatine—. Puede que usted más que nadie sepa cómo respira la situación en el Senado. ¿Han despertado los asesinatos más simpatías por la Federación de Comercio, hasta el punto de impedirme conseguir el respaldo necesario al impuesto?

—Todo lo contrario —dijo Palpatine—. Lo sucedido en Eriadu sólo ha reforzado los temores de todos de que se avecinan tiempos violentos, y de que el conflicto que han librado la Federación de Comercio y el Frente de la Liberación no es más que un ejemplo de futuras tragedias venideras.

»Y, lo que es más, ahora que la Federación está controlada por los neimoidianos y su ansia de beneficios, lo más probable es que la tensión aumente en los sistemas fronterizos. Su plan de redistribuir en el Borde Exterior lo que se recaude es digno de elogio, y debería llevarse a cabo. Hay muchos mundos en crisis que se beneficiarán de un gesto así. Un mercado competitivo es lo que acabará por atemperar el control de la Federación de Comercio, sin necesidad de que la República intervenga más allá de ese impuesto.

—¿Y qué hay de la petición de la Federación de que se le autoricen nuevas defensas? Los neimoidianos seguirán queriendo aumentar su armamento, pese a no sufrir ya la amenaza del Frente de la Nebulosa.

—Cierto —repuso Palpatine pausadamente—. Sólo para darles gusto, al menos se debería considerar que dieran los pasos necesarios para salvaguardar sus naves. La desintegración del Frente de la Nebulosa no anula la posibilidad de nuevos actos terroristas efectuados por algún nuevo grupo.

Valorum miró a Palpatine.

—¿Tendremos el voto de Naboo?

Palpatine lanzó un suspiro lleno de significado.

—Desgraciadamente, la reina Amidala no está preparada para apoyar el impuesto, ya que Naboo sigue dependiendo de la Federación de Comercio para muchas de sus importaciones básicas. Es joven e inexperta en estas cuestiones, pero muy dispuesta a aprender. —Clavó la mirada en Valorum—. No obstante, yo seguiré haciendo todo lo que esté en mi mano para influir en los demás. Estoy seguro de que podremos reunir todos los votos que hagan falta.

Valorum sonrió agradecido.

—En vista de todo el apoyo que me ha demostrado, mi querido amigo, le doy mi palabra de que, en caso de surgir esa necesidad, haré todo lo que esté en mi mano por ayudar a Naboo.

—Gracias, Canciller Supremo. Como usted dice, le tomo la palabra.

Capítulo 35

L
os pasillos públicos del Senado Galáctico estaban llenos a rebosar de corresponsales de la HoloRed, de bienquerientes y de los ciudadanos de Coruscant de mentalidad más cívica. Un rejuvenecido Valorum se movía lentamente por el pasillo principal, flanqueado por los guardias del Senado, intercambiando dignos asentimientos con los senadores e ignorando las preguntas que le hacían los reporteros.

—Canciller Supremo, ¿llegó a dudar por algún momento que se ratificase su propuesta de impuestos? —preguntó un corresponsal twi’leko.

Sei Taria respondió por él.

—Ha sido una cuestión controvertida desde el principio, pero todos los implicados estaban seguros de que la propuesta seguiría adelante una vez se oyera a todas las partes.

Una atractiva hembra humana se abrió paso hasta el frente de la multitud.

—¿De verdad cree que se ha oído a todas las partes, teniendo en cuenta lo sucedido en la Cumbre?

Sei Taria volvió a intervenir.

—Aunque la tragedia nos obligó a abreviar la Cumbre, ya avanzamos mucho terreno en Eriadu. Los que no pudieron hablar en Eriadu han tenido aquí tiempo sobrado para emitir su opinión una vez se reanudaron las conversaciones.

—¿Conversaciones o discusiones, Canciller Supremo?

Valorum le quitó importancia con un gesto de la mano.

—¿Cree usted que este impuesto es un duro golpe para los derechos de los sistemas fronterizos?

—Los sistemas fronterizos acabarán beneficiándose de esto —replicó Taria—. Como se beneficiaran los demás mundos, gracias a esta decisión histórica. Contrariamente a la opinión de muchos supuestos analistas políticos, la aprobación de esta moción demuestra a las claras que el Senado no se ha vuelto demasiado inoperante o apático a la hora de actuar por el bien común.

Otro corresponsal humano se abrió paso hasta ellos.

—¿Lo considera el momento culminante de su administración?

Taria levantó las manos.

—Más tarde emitiremos un comunicado oficial. Hasta entonces, no responderemos a ninguna pregunta más.

Lo corresponsales gruñeron, pero acabaron por callarse y apartarse a un lado, mientras el contingente de asesores y guardias de Valorum lo conducían hacia el turboascensor que lo llevaría a sus aposentos privados. Una vez allí, se quitó la capa, se sentó pesadamente y lanzó un prolongado suspiro.

—Gracias por su intervención —le dijo a Taria cuando los dos se quedaron a solas en el despacho.

Ella sonrió y se sentó delante de él.

—Deberíamos realizar un comunicado lo antes posible. ¿Quiere preparar ya un borrador?

Valorum frunció el ceño, se puso en pie y caminó hasta el centro del cuarto con las manos agarradas a su espalda. Taria activó la grabadora de su comunicador de muñeca.

—Hace ya demasiado tiempo que el Senado se ve obstaculizado por normativas y procedimientos —empezó a decir Valorum un momento después—. Pero hoy hemos conseguido superar nuestra inercia y dejar al margen los rencores y el interés, y agruparnos para dar un golpe en nombre de la República. Con este gesto reafirmamos nuestro mandato y reencontramos el camino correcto.

»Aunque nos sentimos muy honrados por haber presentado esta propuesta histórica, la victoria nunca habría sido posible sin el incansable esfuerzo de muchos delegados buenos e idealistas. No entraremos en la cuestión de cómo ha ido la votación, pero sí diremos que se tiene una deuda de gratitud con delegados como…

Valorum se interrumpió al oír un pitido en la puerta del despacho. Cuando Sei Taria abrió la puerta, dos guardias del Senado escoltaron al interior de la habitación al senador Bail Antilles de Alderaan. El presidente del Comité de Actividades Internas llevaba en su diestra un documento de lámina reciclable de aspecto legal.

—Canciller Supremo, siento ser portador de malas noticias en un día que debería consagrarse a la celebración —dijo Antilles, entregando la lámina reciclable a Valorum—. Pero este documento es una notificación oficial por la que se le requiere a presentarse ante la Corte Suprema para responder a alegaciones de corrupción y enriquecimiento ilegal.

Valorum parpadeó estupefacto. No conseguía encontrar sentido a lo que acababa de oír. Debía tratarse de un error, o de una broma de muy mal gusto. El corazón le latió contra el esternón y se quedó sin aliento. Miró a la lámina reciclable que había aceptado y volvió a mirar a Antilles.

—Exijo saber lo que significa esto.

—Vuelvo a disculparme, Canciller Supremo —repuso Antilles, apretando los labios—. Pero esto es todo lo que se me permite decir en este momento.

Capítulo 36

C
uando finalmente Valorum apareció dos semanas después ante la Corte Suprema, lo hizo rodeado de abogados además de los guardias del Senado. Durante ese tiempo, su equipo legal había conseguido averiguar que la base de las alegaciones era una inversión en Transportes Valorum de Eriadu.

Aparte de eso, Valorum estaba a oscuras.

La Corte Suprema se reunió a puerta cerrada en el edificio de los Tribunales Galácticos de Justicia, una enorme construcción de arcos apuntados, altas torres decorativas y elaboradas estatuas, localizada en las llamadas Llanuras de Coruscant, no muy lejos del Templo Jedi.

Valorum y sus abogados se sentaban ante una larga mesa situada frente a la docena de figuras con toga que componían el Consejo Judicial. Bail Antilles y los miembros del Comité de Actividades Internas se sentaban perpendiculares a ellos.

El juez habló dirigiéndose a Valorum.

—Canciller Supremo, apreciamos que haya decidido presentarse ante nosotros sin necesidad de una citación escrita.

—Se nos ha dado a entender que ésta es una investigación informal —respondió uno de los abogados en lugar de Valorum.

—Esa presunción es correcta.

El juez miró a Antilles, el cual se levantó y habló desde su puesto en la mesa del Comité.

—Señorías. Canciller Supremo. Hace dos semanas, el Senado se reunió en sesión especial para votar una moción presentada por el canciller supremo Valorum de cara a imponer un impuesto en todos los transportes y demás actividades mercantiles en las que antaño eran conocidas como zonas de libre comercio de los sistemas fronterizos.

»Una enmienda a la propuesta exige que todo lo recaudado por la República sea redistribuido entre los sistemas fronterizos a fin de apoyar su beneficencia social y su progreso tecnológico. Hay muchas empresas con base en esos sistemas que ya se están beneficiando de dicha enmienda, gracias a una mayor afluencia de capital por parte de inversores del Núcleo. Una de esas empresas es Transportes y Envíos Valorum, de Eriadu, que ha recibido un enorme ingreso en sus arcas, para tratarse de una compañía que los últimos años estándar sólo ha tenido beneficios marginales.

El abogado de Valorum lo interrumpió.

—Con el debido respeto, senador Antilles, el Canciller Supremo no fue consciente de ese ingreso hasta la semana pasada. Y si bien es cierto que la compañía tiene el nombre de Valorum, y que el Canciller Supremo es miembro de su directiva, en ningún momento ha participado en las operaciones de la compañía, ni suele estar al tanto de todas y cada una de sus transacciones comerciales.

»Y lo que es más importante, señorías. ¿Desde cuándo viola la ley de la República que una empresa obtenga beneficio por méritos propios? El caso de Transportes Valorum no es más que una muestra más del buen juicio de los inversores al confiar en una empresa propiedad de una figura pública. El Canciller Supremo no ha solicitado activamente que se realice dicha inversión. Y lo que es más, y de acuerdo con la ley, el Canciller Supremo siempre ha hecho públicas sus finanzas, siendo intachable todo su historial impositivo y su declaración de propiedades.

Los doce jueces miraron a Antilles, que seguía frunciendo el ceño cuando el abogado dejó de hablar.

—Si se me permite continuar. El Comité de Actividades Internas no pone en duda ninguna de las afirmaciones que ha efectuado el representante legal del Canciller Supremo. De hecho, cuando este asunto se presentó a nuestra atención, procedimos en la suposición de que no había tenido lugar ninguna infracción del protocolo. No obstante…

Antilles dejó que la frase pendiera en el aire un largo instante antes de proseguir.

—Posteriores investigaciones nos han revelado que la contribución a Transportes Valorum no se originó en consorcio o empresa alguna, sino que provenía de una cuenta bancaria sin titular, y que se transportó a Eriadu mediante un banco de Coruscant de dudosa reputación. Y uso correctamente el término transportó, Señorías, pues la inversión se realizó en forma de bienes.

Los abogados de Valorum se miraron desconcertados.

—¿De qué tipo? —preguntó el portavoz a Antilles.

—Lingotes de aurodium.

La sangre abandonó el rostro de Valorum, y el silencio se adueñó de la sala. Valorum y sus abogados conferenciaron un momento antes de que hablara el portavoz.

—Señorías, reconocemos que esa inversión empieza a parecer, digamos que menos que legítima. Aun así, el senador Antilles todavía tiene que demostrar en qué manera está relacionada con el Canciller Supremo.

La expresión de Antilles traslucía a las claras que estaba esperando ese momento. Miró a Valorum mientras propinaba el golpe final.

—Lo que el Comité de Actividades Internas encuentra muy interesante, y cuestionable, es que el valor, y ya puestos la cantidad, de aurodium coincide con toda exactitud con el cargamento que la Federación de Comercio informó haber perdido hace varios meses a consecuencia de un ataque contra una de sus naves, la
Ganancias
, en el sistema Dorvalla.

Antilles se apartó de la mesa y se acercó al tribunal mientras conversaciones en voz baja llenaban toda la sala.

—Señorías, esto no es una acusación formal. El Comité sólo desea estar seguro de que el Canciller Supremo no tenía motivos ocultos para su moción impositiva, convirtiéndola en parte de un plan para enriquecerse con los sistemas fronterizos. El Comité también desea estar seguro de que el aurodium en cuestión sí fue robado del
Ganancias
, y que no fue transferido a Transportes Valorum para sellar una conspiración clandestina entre el Canciller Supremo y la Federación de Comercio.

º º º

El senador Palpatine era uno más del centenar de senadores invitados al lujoso ático de Orn Free Taa para una velada de excepcional comida y extravagantes bebidas. No obstante, lo que se había calificado de celebración tenía todas las trazas de ser un cónclave, y si bien los no enterados creían acudir para celebrar la aparente victoria de Valorum en el Senado, lo que en realidad se festejaba era su reciente caída en desgracia.

El anfitrión twi’leko de piel azul estaba en la más grande de las muchas terrazas del ático, dirigiéndose a un público de senadores que no se perdían ni la menor de sus palabras.

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